domingo, enero 11, 2015

A propósito del caso Charlie Hebdo.


Por Bernardo Poblet - escritor/columnista de Construcción Plural 


¿Es realmente posible parar esta violencia irracional?
Todas las religiones –todas- están contaminadas  en sus doctrinas por un virus de violencia: cada una afirma tener la verdad, en consecuencia el otro está equivocado.  La historia registra siglos de sangrientas luchas en nombre de Dios: desde los sucesivos invasores contra los judíos, los romanos contra los cristianos, las guerras santas del siglo séptimo, las cruzadas, las guerras de la reforma, episodios de asesinatos masivos – en Francia, por ejemplo, la noche de San Bartolomé, agosto de de 1572, fanáticos católicos irrumpieron una reunión de protestantes y masacraron a más de mil doscientas personas- . cristianos quemando personas acusadas de  herejes. Más recientemente,  el fanatismo del   IRA, la ETA, las masacres de Kosovo, Cachemira y la lista es larga…  Pareciera que hay una siniestra relación entre guerras y religiones.

Nadie tiene el monopolio del fundamentalismo, los extremismos comparten credos muy distintos y frecuentemente están muy vinculados a  nefastos nacionalismos que, como decía De Gaulle,  se basan en el odio hacia otros pueblos más que en el amor a su pueblo.

Es cierto que el Islamismo tiene genes de invasor y vocación de imperialismo. ¿Occidente? En varios países de Europa –por supuesto en otros continentes ni hablar- se salvan muy pocos: Inglaterra, España, Francia, Holanda, Alemania…invadir a medio mundo fue casi una competencia deportiva  durante siglos.   Los ejemplos sobran, y la memoria de los contemporáneos parece llenarse de olvido.

Bueno, me dirán, eso es historia antigua. Más o menos. La persona humana, como sabemos, avanzó notablemente en creaciones tecnológicas pero se congeló en lograr desarrollar valores de convivencia y respeto al otro.  El deterioro de la educación – a veces uno sospecha que inducida- en muchos  pueblos  de Asia, América, África, entre otras geografías, es un caldo de cultivo fértil para los que estimulan  la intolerancia  como actitud de  filosofía de vida. Sobre esta realidad los líderes de esas corrientes violentas reclutan, las ideas religiosas son medios eficaces para sus objetivos, la fe ciega no necesita comprobación. Funciona, siempre funcionó. En oriente y en occidente.

Se apela al Profeta para perpetrar acciones perversas. Las caprichosas interpretaciones del Corán son, en su esencia, similares a las tergiversaciones de las Constituciones de algunas naciones –no hay que buscar en lugares demasiados lejanos- para justificar acciones que nada  tienen que ver con el espíritu y ni siquiera, a veces, con la letra. ¿Cuántas veces ocurrió y ocurre con la Biblia? ¿Quiénes se ocupan de saber e indagan? ¿Quiénes se ocupan de clarificarlo?


No es fácil ubicarse en el tiempo y la  cultura del medio donde se desarrollaron líderes  que trascendieron influenciando fuertemente el entorno, llámese Buda, Cristo o Mahoma, por ejemplo, pero es imprescindible para entender - que no es aceptar- por qué pasó lo que pasó.

 En ese contexto,  Mahoma debió ser un estratega, genio militar y legislador notable. El Corán, como se sabe, es una manera de organizar la sociedad: valores religiosos, normas de un código civil, penal, todo está allí. Sobre tribus dispersas enfrentadas entre sí, sentó las bases de un imperio que durante siglos desarrolló la astronomía, las matemáticas, la medicina, el arte, la arquitectura, recuperó la filosofía griega –Aristóteles por ejemplo- y un dominio militar de contundente eficiencia.  Todo indica que, en el cenit de su esplendor, se cerraron, despreciaron al resto del mundo  y  abandonaron la búsqueda de conocimientos nuevosOccidente los pasó por encima.

En lugar de aplicar el enfoque del Profeta de buscar y perfeccionar los conocimientos de los otros para superarlos, muchos de sus líderes cultivaron el resentimiento – probablemente los invasores deben haber contribuido humillándolos- y terminaron en convertir  en un objetivo político el recuperar el poder perdido. Echar a los infieles de las tierras islámicas fue una visión primitiva  que  –más de mil años después-  se  está potenciando  en elites que profesan ciegamente esa meta.  Sin límites y con un poder económico de magnitud.

Mientras tanto,  en el  Islam,  la mayoría de los líderes moderados  no aceptan esas posturas pero, como pasa con muchas oposiciones, si actúan, lo hacen tibiamente, aislados en  sus propios grupos, observan sin condenar demasiado, no se activan como factor de freno y de reversión. El miedo es un poderoso disuasivo. Mientras esos líderes no intervengan unidos, con coraje y persistencia para convencer a sus seguidores y generar una masa crítica suficiente para desplazar a los extremistas, los espacios lo llenan los otros.

La recuperación del Islam para volver a las fuentes del Corán y aplicarlo al siglo XXI no se logrará nunca por la acción de los no islámicos. Jamás funcionó ese enfoque. Sólo desde las entrañas del Islam podrán hacerlo. Un ejemplo fue la enorme crisis del catolicismo romano que sólo pudo revertirse desde adentro, atravesando divisiones  y manos pulites  que no resolvieron todo – Bergoglio tiene todavía que continuar esa misión imposible- pero llevaron los problemas a un nivel tolerable.

Mientras tanto las llamas están. Se requiere combatirlas. Con toda la fuerza. Con la aplicación implacable de la ley y los recursos que se disponen. Pero será inútil pensar que es el camino para resolver, o al menos reencausar en niveles de razonabilidad, estos desvíos de verdadera locura que hacen dudar que el hombre es un ser racional.

Que la angustia y la impotencia que tenemos frente a estos hechos no nos lleven a las fáciles generalizaciones que aumentan la presión de la caldera consolidando fuertes prejuicios. Sabemos cómo influyen los prejuicios en nuestra interpretación de la realidad y en nuestras conductas.  El esfuerzo de separar las situaciones para aplicar a cada una opiniones diferenciadas, no es  una virtud popular. Tendemos a juicios sesgados con demasiada frecuencia. Leo y escucho opiniones sensatas pero también comentarios  de algunos personajes, que actúan como referentes en muchas aéreas, que me parecen de una notable miopía y otros de genuina mediocridad.

La libertad es un bien precioso. Hay que cuidarla, está siendo atacada desde siempre. Pero la libertad implica separar. Una anécdota reciente : en una reunión de amigos:  alguien comentó, aclarando enfáticamente que nunca  puede ser un argumento para explicar ni mucho menos justificar este horror, que no se sentía cómodo con las ironías – se refería a las caricaturas- porque  tocan fibras sensibles como lo son las creencias religiosas. Le parecía, por lo menos,  de mal gusto. Casi lo destrozan.    “Esto es una guerra…posiciones intermedias hacen el juego al enemigo…hay objetivos como la libertad de prensa que son superiores a esos detalles… ”

Estas posturas me parecen, por lo menos, peligrosas.


No vaya a ser que terminemos haciendo lo que decimos combatir.   

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