A propósito del caso Charlie Hebdo.
Por Bernardo Poblet - escritor/columnista de Construcción Plural
¿Es realmente posible parar esta
violencia irracional?
Todas las
religiones –todas- están contaminadas en
sus doctrinas por un virus de violencia: cada una afirma tener la verdad, en
consecuencia el otro está equivocado. La
historia registra siglos de sangrientas luchas en nombre de Dios: desde los sucesivos
invasores contra los judíos, los romanos contra los cristianos, las guerras
santas del siglo séptimo, las cruzadas, las guerras de la reforma, episodios de
asesinatos masivos – en Francia, por ejemplo, la noche de San Bartolomé, agosto
de de 1572, fanáticos católicos irrumpieron una reunión de protestantes y
masacraron a más de mil doscientas personas- . cristianos quemando personas
acusadas de herejes. Más
recientemente, el fanatismo del IRA, la ETA, las masacres de Kosovo,
Cachemira y la lista es larga… Pareciera
que hay una siniestra relación entre guerras y religiones.
Nadie tiene
el monopolio del fundamentalismo, los extremismos comparten credos muy
distintos y frecuentemente están muy vinculados a nefastos nacionalismos que, como decía De
Gaulle, se basan en el odio hacia otros
pueblos más que en el amor a su pueblo.
Es cierto
que el Islamismo tiene genes de invasor y vocación de imperialismo. ¿Occidente?
En varios países de Europa –por supuesto en otros continentes ni hablar- se
salvan muy pocos: Inglaterra, España, Francia, Holanda, Alemania…invadir a
medio mundo fue casi una competencia deportiva
durante siglos. Los ejemplos
sobran, y la memoria de los contemporáneos parece llenarse de olvido.
Bueno,
me
dirán, eso es historia antigua. Más o menos. La persona humana, como
sabemos,
avanzó notablemente en creaciones tecnológicas pero se congeló en lograr
desarrollar valores de convivencia y respeto al otro. El deterioro de
la educación – a veces uno
sospecha que inducida- en muchos
pueblos de Asia, América, África,
entre otras geografías, es un caldo de cultivo fértil para los que
estimulan la intolerancia como actitud de filosofía de vida. Sobre
esta realidad los
líderes de esas corrientes violentas reclutan, las ideas religiosas son
medios
eficaces para sus objetivos, la fe ciega no necesita comprobación.
Funciona,
siempre funcionó. En oriente y en occidente.
Se apela al
Profeta para perpetrar acciones perversas. Las caprichosas interpretaciones del
Corán son, en su esencia, similares a las tergiversaciones de las Constituciones
de algunas naciones –no hay que buscar en lugares demasiados lejanos- para
justificar acciones que nada tienen que
ver con el espíritu y ni siquiera, a veces, con la letra. ¿Cuántas veces ocurrió
y ocurre con la Biblia? ¿Quiénes se ocupan de saber e indagan? ¿Quiénes se
ocupan de clarificarlo?
No es fácil ubicarse en el tiempo y la cultura del medio donde se desarrollaron
líderes que trascendieron influenciando
fuertemente el entorno, llámese Buda, Cristo o Mahoma, por ejemplo, pero es
imprescindible para entender - que no es
aceptar- por qué pasó lo que pasó.
En ese contexto, Mahoma debió ser un estratega, genio militar
y legislador notable. El Corán, como se sabe, es una manera de organizar la
sociedad: valores religiosos, normas de un código civil, penal, todo está allí.
Sobre tribus dispersas enfrentadas entre sí, sentó las bases de un imperio que durante
siglos desarrolló la astronomía, las matemáticas, la medicina, el arte, la
arquitectura, recuperó la filosofía griega –Aristóteles por ejemplo- y un
dominio militar de contundente eficiencia.
Todo indica que, en el cenit de su esplendor, se cerraron, despreciaron
al resto del mundo y abandonaron la búsqueda de conocimientos
nuevos. Occidente los pasó por encima.
En lugar de
aplicar el enfoque del Profeta de buscar y perfeccionar los conocimientos de
los otros para superarlos, muchos de sus líderes cultivaron el resentimiento – probablemente los
invasores deben haber contribuido humillándolos- y terminaron en convertir en un objetivo político el recuperar el poder
perdido. Echar a los infieles de las tierras islámicas fue una visión
primitiva que –más de mil años después- se está
potenciando en elites que profesan ciegamente
esa meta. Sin límites y con un poder
económico de magnitud.
Mientras
tanto, en el Islam, la
mayoría de los líderes moderados no aceptan esas posturas pero, como
pasa con muchas oposiciones, si actúan, lo hacen tibiamente, aislados en sus propios grupos, observan sin condenar
demasiado, no se activan como factor de freno y de reversión. El miedo es un
poderoso disuasivo. Mientras esos líderes no intervengan unidos, con coraje y
persistencia para convencer a sus seguidores y generar una masa crítica
suficiente para desplazar a los extremistas, los espacios lo llenan los otros.
La
recuperación del Islam para volver a las fuentes del Corán y aplicarlo al siglo
XXI no se logrará nunca por la
acción de los no islámicos. Jamás
funcionó ese enfoque. Sólo desde las
entrañas del Islam podrán hacerlo. Un ejemplo fue la enorme crisis del
catolicismo romano que sólo pudo revertirse
desde adentro, atravesando divisiones
y manos pulites que no
resolvieron todo – Bergoglio tiene todavía que continuar esa misión imposible-
pero llevaron los problemas a un nivel tolerable.
Mientras
tanto las llamas están. Se requiere combatirlas. Con toda la fuerza. Con la
aplicación implacable de la ley y los recursos que se disponen. Pero será inútil pensar que es el camino
para resolver, o al menos reencausar en niveles de razonabilidad, estos desvíos
de verdadera locura que hacen dudar que el hombre es un ser racional.
Que la
angustia y la impotencia que tenemos frente a estos hechos no nos lleven a las fáciles generalizaciones que aumentan la
presión de la caldera consolidando fuertes prejuicios. Sabemos cómo influyen
los prejuicios en nuestra interpretación de la realidad y en nuestras
conductas. El esfuerzo de separar las
situaciones para aplicar a cada una opiniones diferenciadas, no es una virtud popular. Tendemos a juicios sesgados con demasiada frecuencia. Leo y escucho
opiniones sensatas pero también comentarios de algunos personajes, que actúan como
referentes en muchas aéreas, que me parecen de una notable miopía y otros de genuina
mediocridad.
La libertad
es un bien precioso. Hay que cuidarla, está siendo atacada desde siempre. Pero la libertad implica separar. Una
anécdota reciente : en una reunión de amigos: alguien comentó, aclarando enfáticamente que nunca puede ser un argumento para explicar ni
mucho menos justificar este horror, que no se sentía cómodo con las ironías –
se refería a las caricaturas- porque tocan fibras sensibles como lo son las
creencias religiosas. Le parecía, por lo menos, de mal gusto. Casi lo destrozan. “Esto
es una guerra…posiciones intermedias hacen el juego al enemigo…hay objetivos
como la libertad de prensa que son superiores a esos detalles… ”
Estas
posturas me parecen, por lo menos, peligrosas.
No vaya a ser que terminemos haciendo
lo que decimos combatir.
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