El SINDICALISMO frente a un AÑO ELECTORAL
Por Eduardo Zamorano
Abogado - Master en Inteligencia estratégica por la UNLP
Abogado - Master en Inteligencia estratégica por la UNLP
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL, el programa radial de Fernando Mauri.
Tradicionalmente
en nuestro país los años “electorales” gravitan sobre la vida gremial.
Pero en esta coyuntura puede acentuarse la incidencia de los comicios
sobre el posicionamiento político de los sindicatos por cuatro motivos
convergentes:
• Se elige Presidente de la República.
• No existe posibilidad constitucional de reelección.
• El oficialismo no cuenta con un delfín, confiable y de su propia cepa, con chances de alcanzar el triunfo.
•
Tampoco desde la oposición (o desde una tímida y disimulada
disidencia) emerge un candidato con alta probabilidad de ocupar el
Sillón de Rivadavia.
Va
de suyo que los gremios están atentos a las circunstancias anteriores;
la primera por su obvia trascendencia y las restantes por la
considerable incertidumbre que conllevan.
En
esta nota comentaré los principales temas de preocupación que marcarán
la agenda del movimiento sindical en los próximos meses.
Una
cuestión previa: no puede soslayarse que un suceso ajeno en principio
al acontecer gremial -me refiero a la denuncia del Fiscal Alberto
Nisman así como su imprevisto fallecimiento en un contexto confuso y
alarmante- puso entre paréntesis algunas iniciativas de sus cúpulas.
Ante un cisne negro que convulsiona el tablero político, siguen fieles
al recetario del General: “desensillar hasta que aclare”.
Por
ese motivo, en lo inmediato, actúan con una circunspección y compostura
dignas de imitación en otras esferas. Empero, aunque el clima político
continúe crispado por el episodio Nisman y sus eventuales secuelas
judiciales, el próximo mes de marzo implicará el comienzo de las grandes
paritarias, con toda la efervescencia que rodea este proceso.
1.- Precisamente las negociaciones salariales en ciernes marcan un primer problema.
Durante
las tenidas de años anteriores hubo lo que se bautizó como “pauta”
gubernativa de incremento de los haberes convencionales. Primero, en
situación de fortaleza, el Ejecutivo fogoneó directamente el porcentaje
deseado. El último año, complicado en lo económico, este cometido
descansó en la paritaria metalúrgica para que actuara como paradigma
hacia los demás sectores de la actividad económica.
El
experimento tuvo un resultado medianamente satisfactorio ya que la
pauta fijada por la UOMRA fue sobrepasada, de manera explícita o
encubierta, por acuerdos posteriores.
En
2015, es muy dudoso que se replique este temperamento; más aún, hay
quiénes afirman que no habrá “pauta” ya que el Gobierno apuesta a elevar
los salarios con vistas a estimular el consumo y conservar su base
electoral.
2.-
Las dificultades para encolumnarse en base a un criterio, más o menos,
uniforme en materia salarial derivan de dos factores. Por una parte, en
el campo empresario, si bien existe una tendencia recesiva generalizada,
hay disparidad en la situación que atraviesan las diferentes
actividades (incluso las distintas ramas dentro de un mismo segmento) lo
cual pudo vislumbrarse en el comportamiento desarrollado a propósito
del “bono compensatorio” que varios gremios peticionaron -y no todos
obtuvieron- hacia fin del año pasado y comienzos del presente.
Pero
además de los desniveles que presenta la vida económica, deben sumarse
las divisiones dentro del Movimiento Sindical que no muestran signos de
reconducirse.
3.-
Hay en el escenario cinco “cegetés” con visiones discrepantes sobre la
realidad del país, las cuales se traducen en tácticas sindicales y
preferencias políticas diversas; en algunos casos, marcadamente
contrapuestas.
El sindicalismo, llamémosle tradicional, ofrece tres vertientes:
•
CGT “oficial”, que ostenta la personería gremial como entidad de
tercer grado, comandada por el metalúrgico Antonio Calo. Está
formalmente alineada con el gobierno pero al interior de los gremios que
la integran brotan aires de disconformismo, discretos en el nivel
dirigencial pero más ruidosos entre los cuadros intermedios, y las
bases.
•
CGT “moyanista”, que está políticamente alejada del gobierno, dispuso
paros generales que no tuvieron la repercusión esperada, y sigue
amagando con “planes de lucha” los cuales no concreta a la vista de las
deslucidas experiencias anteriores, y vela sus armas a la espera de un
ambiente más propicio.
•
CGT “barrionuevista”, con el inefable gastronómico al frente. Exhibe
una postura crítica y agresiva hacia el gobierno, propone medidas de
fuerza desproporcionadas, pero ante la reticencia del moyanismo y
sabedora que carece de poder de fuego para cortarse sola, se limita a
caldear al ambiente.
A
su turno, el sindicalismo alternativo hoy sufre la divisoria de aguas
que se concretó hace un tiempo y derivó en dos centrales “simplemente
inscriptas”:
•
CTA “de los Trabajadores”, liderada por Yasky. Está pagando un alto
precio por su identificación con el oficialismo, al punto que muchos
coinciden respecto a que su identidad gremial perdió claridad y (des)
luce un tanto confusa.
•
CTA “Autónoma”, bajo la batuta de Miceli. Tampoco surge como una opción
atractiva. Sus movilizaciones de protesta contra el gobierno,
fungiendo como furgón de cola de Moyano, incluso hasta soportando algún
desaire del camionero, no favorecen el reclutamiento de nuevos
adherentes combativos, posibilidad latente ante el seguidismo
oficialista de su rival dentro de esta línea.
4.- “A rio revuelto, ganancia de pescadores”.
En
contraste con la erosión que sufren los nucleamientos sindicales más
importantes, hay un notable y sostenido crecimiento del sindicalismo
“ultramontano”. Esta definición -que no se pretende peyorativa o
desvalorizante porque está referida a su metodología de acción
sindical-, comprende a militantes gremiales que adscriben a los
partidos políticos del revulsivo espectro trotskista argentino.
Aludo
a las agrupaciones que, más allá de sus interminables debates internos
sobre la historia del movimiento revolucionario mundial, reconocen como
referente icónico a León Trotsky, el célebre político y teórico ruso.
Estos
grupos (Partido Obrero; Partido de los Trabajadores Socialistas;
Movimiento al Socialismo; Nuevo Mas; y otros menores) han conseguido
implantarse en cuerpos de delegados, comisiones internas, y hasta
seccionales gremiales correspondientes a establecimientos de gran porte.
En
un momento de desconcierto político, con un desprestigio de la
dirigencia sindical que -merecido o no- viene de arrastre, y frente a
un panorama recesivo en el horizonte, el trotskismo sindical es
visualizado por importantes contingentes de trabajadores como una opción
combativa, consecuente en sus posturas, y no corrupta en su
comportamiento.
Esta percepción,
comprensible en el marco signado por el descreimiento en el valor del
diálogo y el consenso, desdeña una perspectiva de mediano plazo e ignora
los catastróficos resultados que para los propios laburantes, en todos
los tiempos y latitudes, ha generado la ideologización extrema del
manejo sindical.
5.-
En mérito al breve análisis precedente, es dable esperar momentos de
gran tensión en los meses inmediatos, mientras se desarrollen las
negociaciones salariales.
Por el
contrario, ya cuando apremie el calendario electoral hacia fines de
junio, es previsible que amaine el conflicto. Esta presunción se
sostiene en esta hipótesis:
•
El sindicalismo, tanto tradicional como alternativo, buscará aumentar
su representación política, en cuarto mengüante en los últimos años,
persiguiendo bancas parlamentarias a nivel nacional y provincial. Sin
remontarnos a los setenta -no olvidemos que hubo una etapa que se
llamó: “la patria metalúrgica” por el predominio avasallante de la
corporación sindical-, arrancando a partir de la recuperación
democrática, hubo proliferación de gremialistas en cargos importantes.
Memoro con algunos ejemplos: Diego Ibáñez (durante siete años presidente
del bloque de diputados justicialistas); Oraldo Britos (Vicepresidente
del Senado Nacional), y una presencia dominante en la cartera laboral:
Antonio Mucci (gráfico); Hugo Barrionuevo (fideero); Carlos Alderete
(Luz y Fuerza); Jorge Triacca (plástico); Miguel Unamuno (bancario); y
Alfredo Atanasoff (municipal). En contraposición, la última década no
fue pródiga en lugares relevantes para la dirigencia sindical. Incluso
la autoproclamada candidatura a primer magistrado de Moyano en el
recordado acto del estadio de River, además de recibir el desdén de la
Presidenta, quedó jibarizada a la presidencia ( muy honorable por
cierto) del Club Atlético Independiente.
•
No es diferente, aunque suene extraño, la situación del sindicalismo
trotskista. Ello por cuanto también registran avances sorprendentes en
el terreno electoral, campo que tradicionalmente despreciaron y cuyo
usufructo circunstancial justificaron en objetivos proselitistas. Hoy
tienen diputados nacionales, provinciales, y concejales. Si bien en una
elección presidencial, los candidatos principales traccionan votos para
todos los cargos, no es desdeñable el corte de boleta (práctica, antes
infrecuente, pero que ha ganado adeptos en las últimas compulsas
cívicas). En este sentido, para expandirse sus apoyos y captar
desilusionados de clase media, no es recomendable la lucha de calles o
acciones que, indirectamente, perturben a la gente.
En
resumidas cuentas, en materia de relaciones laborales, es previsible
“un clima tormentoso” de marzo a julio; que “escampe” en agosto; y con
“calma chicha” hasta las elecciones.
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