lunes, junio 15, 2015

El miedo mayor


 Por Bernardo Poblet

El miedo, esa sensación de que  algo malo va a pasar, esas imágenes que la mente crea y que se experimentan en lo físico o en lo psicológico está ahí, rondándonos. Las circunstancias determinan para cada individuo el miedo a que…o a quién.

También como ciudadanos tenemos miedos. Al delito, a la inflación, al desempleo, a la pérdida de beneficios, a la capacidad de daño de la presidenta y sus seguidores y un largo listado. Pero en sectores importantes de la sociedad existe, probablemente de manera inconsciente, un miedo mayor: el temor a ejercer el rol de ciudadano porque implica no solamente tener derechos, exige estar sometido a la ley, a cumplir obligaciones y el  no apego a la ley es muy fuerte en nuestra sociedad.

Frente al miedo la reacción humana es escapar, a buscar amparo, a protegerse y muchos tienen la convicción de que el medio probado es la presencia del estado. Pero ¿qué estado? no hablamos del imprescindible estado fuerte en sus instituciones para garantizar las libertades individuales, severo con el cumplimiento de la ley para todos, sino del estado intervencionista, gestor de negocios con improvisados sin experiencias, discrecional, dador de empleos y subsidios,  hablamos de estatismo.


Ese refugio en un estado opresor al que nos aferramos como reaseguro aunque  implique  aceptar que se nos limite la libertad. Pero  la libertad asusta, no es confortable. Nos sentimos mejor con un estatismo paternalista. Que lo expliquen los especialistas pero lo que uno observa desde la ignorancia es que pareciera que, en el fondo, algo sospechosamente parecido a la culpa anda rondando. Es necesario encontrar alguna justificación y tenernos un manual de argumentaciones tranquilizadoras y un reflejo de no querer ver a quienes sabemos que se cansan de decir lo contrario de lo que saben, o creen o piensan, que fingen ser lo que no son. Esa mentira, generalmente basada en medias verdades, que es desinformación, induce a leer lo que nos pasa y pasa en el país, como una realidad imaginada.


Esa tolerancia a la mentira termina condicionando nuestra vida ciudadana porque nos contamina, terminamos imitando a quienes nos conducen, El ejemplo es el factor clave del aprendizaje. No es verdad que se pueda ser deshonesto en la conducta personal y honesto en los aspectos de la vida pública


La tolerancia a la mentira es el modo de eludir la  responsabilidad de aceptar el estatismo estéril para escaparnos del rol de ciudadano aunque, finalmente, resulta un mero pasaje para la decadencia, porque es ineficaz. El miedo sigue aquí. 

¿Cómo salir de esto? no se nace ciudadano, se forma. ¿Cuando la calidad de la educación será una preocupación de todos?



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