viernes, julio 24, 2015

Kiciloff, el dólar y tres recuerdos


Por Israel Lotersztain - Historiador

Les puedo asegurar que leer en el diario esta mañana de julio de 2015 acerca de un discurso de campaña de mi ex profesor Alex Kicillof en el 
que afirmaba que la cotización del dólar informal no interesaba ni afectaba a nadie salvo a algunos especuladores, me produjo un
fascinante viaje al pasado a través de mis recuerdos. Son tres los recuerdos que quiero sacar a la luz. Pueden ser interesantes, además de generar preocupación.

El primero me conduce a 1948. Si bien yo era un chico de diez años tengo presente la indignación de mi hermano mayor y sus compañeros de estudios de la Facultad de Ingeniería de la UBA, que despotricaban en
mi presencia. Es que frente a las dificultades que comenzaban a generarse a la Argentina por la caída de los precios internacionales de los productos del agro y la paralela suba del dólar marginal, Perón
se dirigió a los obreros ladrilleros y en un famoso discurso que se transmitió por cadena nacional afirmó categóricamente: " ¿A quien le importa el dólar? Alguno de Uds. vio alguna vez un dólar? ¿Acaso a la feria se va con dólares?"

El segundo recuerdo es de muchos años mas tarde, en 1981, cuando un día comencé a recibir llamadas de amigos míos radicados en Israel.
Fueron, según recuerdo, hasta cuatro llamadas en el mismo día... Todos se apresuraban a informarme lo que era el comentario excluyente entre ellos: el discurso ese día del entonces Primer Ministro Menajem Beguin
refiriéndose a la crisis económica y la alta inflación que debían enfrentar.  El dólar subía como era de esperar inexorablemente y un nervioso Beguin, en un acto de campaña frente a sus entusiastas
seguidores afirmó: "¿A quien le importa el dólar? ¿Al shuk (mercado) acaso se va con dólares?" Discutiéndolo con mis amigos argentinos de Israel la conclusión era unánime: era muy difícil que Beguin conociera el discurso de Perón de mas de treinta años atrás. La explicación era
mas simple: personalidades en algún aspecto muy similares (hasta en la forma de saludar), seguidores con orígenes y pasiones - salvadas las distancias - bastante parecidas, era probable que frente a desafíos con tantos aspectos en común ambos adoptaran una retórica quizá simplista casi idéntica.

Perón y Beguin, gigantescos líderes políticos y geniales intuitivos, no eran economistas. Sus intuiciones en economía en este aspecto (si es que en el fondo las creían, difícil saberlo) sin duda estaban erradas, como se evidenció mas tarde. Perón al menos alcanzó a darse
cuenta de que el valor de la divisa sí importa, y en 1952 comenzó a corregir el rumbo; pero no es este el ámbito para discutir los problemas que tuvo que enfrentar, con los sindicatos y con su partido. 
En cuanto a Beguin no tuvo tiempo para demostrar si entendió finalmente lo que pasaba con la economía, luego de la penosa guerra  del Líbano de 1982 decidió renunciar y jamás volvió siquiera a salirde su casa. Le tocó a otros en Israel poner remedio a una inflación
galopante, que por momentos competía con Argentina por ser la mayor del mundo. Lo lograron en la década de 1980, y desde entonces dejó de ser un problema en ese país.

Pero Kicillof a diferencia de Perón y Beguin sí es un economista, al menos en teoría. ¿Cree realmente en lo que dice? ¿O son meramente
expresiones desafiantes en un acto de campaña? Uno estaría tentado a aceptar esto último, pensar que no puede llegar a creer algo tan arriesgado, pero allí se introduce mi molesto y preocupante tercer recuerdo. Es que en 2008 comencé a cursar un Doctorado en Ciencias
Sociales que dictan conjuntamente la Universidad de General Sarmiento y el IDES, del que me he graduado recientemente. Y a fines de 2009
cursé muy interesantes doce clases de tres horas de Economía y Ciencias Sociales en las que el docente era un joven profesor adjunto llamado Axel Kicillof. El recuerdo preocupante es el de esa noche en
la que, luego de un tan detallado debatir sobre el corazón de la teoría de Marx que Kicillof tan apasionadamente sostenía: el valor trabajo (muy simplificadamente que todo el valor de cualquier bien o servicio es tan solo el del trabajo humano incorporado al mismo), le pregunté si existía alguna validación econométrica que permitiese
demostrar una afirmación tan aventurada, por lo menos para el Siglo XXI.

La inquietante respuesta que me dio fue que no era necesaria ninguna demostración. Que él era "popperiano", y que este filósofo había plasmado la idea básica de que "si una teoría no se ha podido demostrar que es falsa, esta es verdadera."  Y que como nadie había
demostrado que las teorías de Marx eran falsas, estas eran por consiguiente la absoluta verdad." Demás está decir que dado mi pasado en la Física (hasta Marzo de 1976) yo sabía, y le expliqué, que en realidad se podía afirmar que Karl Popper había dicho exactamente lo
contrario a lo que él sostenía. Pero lo importante de este recuerdo (del que tengo pruebas fehacientes) es que nuestra economía ha estado y está en manos de alguien que podía sostener sin inmutarse este tipo
de hipótesis; que lo que él piensa siempre es verdad salvo que alguien le demuestre, vaya a saber como, que no es así.  La noticia en el diario de esta mañana me obliga a sacar a luz estos tres molestos recuerdos.

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