La Sacerdotisa y la paciencia
Por Bernardo Poblet
¡K vuelve! Algunos sostienen que llenará los espacios vacíos huérfanos de caudillos y menos de líderes auténticos de la oposición al gobierno actual. Otros pronostican un veloz desgaste por sus posiciones llenas de telas de araña y que sus socios en la cosecha de patrimonios personales expuestos a quedar pegados en cosas non santas, emigrarán. ¡K se quedará sola.!
Nos parece que ni una cosa ni la otra. Los comentarios que se escuchan en relación con la ex Presidenta son sesgados, solo apreciando algunos aspectos de su personalidad que ya tenía en el envase original. No hay derecho a mirarlos como si fueran una novedad. Sus conductas responden a ese patrón que debería valorarse porque no abunda: la coherencia.
La ex hace y seguirá haciendo un desfile de sus fortalezas reconocidas aplicando conceptos ancestrales de probada eficacia y recurrentes en ella: cuando un problema es insoluble buscar soluciones es estéril, lo que hay que hacer es cambiar el problema, desviar el foco de la discusión; la culpa es del otro ¡siempre! Responder cada acusación con ataques en todos los frentes; ¡mentir! algo quedará decía el jefe de Policía de Napoleón y ese tipo sabía. Construirse una imagen de víctima, mucha gente se compadece del débil; descalificar para meter miedo, siempre hay temas (y carpetas) para eso. La hipocresía es una herramienta poderosa, imprescindible cuando se ejerce una irresistible vocación de ambición de ese combo que tanto daño nos hace a los ciudadanos de a pie: poder y dinero.
¿Qué papel es esperable que cumpla la ex con su grupo político? Un destino previsible de Logia. Un grupo que se basa en tener un enemigo al que hay que combatir, algunos slogans que unan en contra de…; discípulos que crean y un Gurù al que hay que subordinarse incondicionalmente. Cristina asume su rol de Suma Sacerdotisa. Sabe que, aunque las elecciones le serán esquivas, el poder de la Secta estará en su capacidad de influenciar para descolocar, dilatar, empujar o trabar.
Es cierto, decíamos hace un tiempo, que cuando algunos que creyeron se sientan desengañados y otros se mimeticen para sobrevivir, su influencia, irremediablemente, se debilitará. Sin embargo, no hay que subestimarlos, siempre habrá seguidores que se nieguen a perder su fe y estén dispuestos a seguir al líder. Las noticias adversas suelen consolidar actitudes de fanatismo.
¿Cuál es la vacuna contra esta situación que genera enojo en no pocas personas? Nos piden paciencia. Está bien, es la mamá de todas las virtudes. Es cierto que hay que combatir el enojo, cuando se actúa desde èl nos hacemos daño y hacemos daño a otros, pero, ¡cuidado! hay que separar la paciencia mala de la buena.
La mala es la del aguante, la resignación. No pocas veces esta ligada al disimulo o al consentimiento pasivo. Elude la reflexión, suele pasar a la impaciencia o el enojo muy rápidamente.
La buena es la cualidad de esperar con tranquilidad que pasen las cosas deseadas. Implica confianza de que van a ocurrir, está ligada a la comprensión de la realidad y a la perseverancia. Hay que cultivarla, no se vende ni se compra pero puede ser asimilada en el pensamiento y traducida en conductas si las decisiones, es decir, los hechos, son explicados para que sean creíbles y la interpretación sea la esperada. Responsabilidad indelegable de quienes nos conducen.
La paciencia buena es una virtud devaluada que habría que revalorizar. Dicen por ahí que es más valiosa que el valor. Claro que requiere de las personas un filtro mental para separar lo que nos dicen, apreciar su factibilidad, y eso lo da la educación y nuestra experiencia personal.
¿Habremos aprendido?
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