Todo vuelve...
Por Bernardo Poblet - Pensador / Ensayista
La obsesión de quien conduce: ¿cómo hacer para que las cosas pasen?
Un jefe de Gabinete, veintisiete ministros y varios coordinadores: un problema complejo.
Si el problema es complejo ¿no sería bueno, antes de buscar soluciones, tratar de simplificar el problema?
Una mirada desde la calle_
Lograr resultados requiere un proceso relativamente sencillo en lo teórico y peliagudo en la operación cotidiana.
Hay textos que lo explican muy bien, aunque hay que cuidarse de los que explican muy bien lo que está mal.
Me animaría a decir que abunda el talento en las etapas de laboratorio: – políticas, estrategias, metas, objetivos, planes y varios etc..
Conducir, es otro cantar. En ese tema lo que abunda son los discursos. Más allá de los diferentes estilos, ¿Qué capacidades tiene quien logra que la energía de un grupo humano se enfoque en la misma dirección?
Es clave la sensibilidad para comunicarse – que no es trasmitir información - para eso está la tecnología- es “pulsar” estados de ánimo, parar la pelota cuando hay desvíos, estimular, contener, empujar, según sean las circunstancias. No abundan estos talentos.
La esencia de la comunicación es escuchar. Para ser escuchado, en el caso de conducir a gente experimentada, es una condición pasa/no pasa- generar respeto: o una experiencia reconocida o una claridad conceptual que inspire autoridad, que no es el mando.
Algunos sostienen que lo importante es la organización.
Es una parte de la verdad. ¿Cuál organización?
Algunos defienden la unidad de mando, otros apoyan la idea de que no es bueno concentrar demasiado poder en una posición.
¿Quién tienen razón? Probablemente para contestar falta una variable clave: las circunstancias que determinan la efectividad. Es decir, los dos, según convenga en cada caso.
Recurrentemente se habla de trabajo en equipo.
Gente diversa, experiencia variada, miradas personales, roles diferenciados; para que un grupo así funcione deben compartir, en un grado suficiente, la filosofía de trabajo que baja desde la dirección y obviamente los objetivos, las prioridades y los tiempos.
Si esto alcanzara sería cuestión de elegir bien a las personas. Otra parte de la verdad. La molesta realidad señala que no alcanza.
¿Cómo se hace para bajar a la operación, mirar cómo funcionan los procesos, ser un recurso para cada subordinado, ayudar a corregir los desvíos y varios etc…?
Cuidado con imaginar que toda la realidad está en el mundo virtual de la cultura tecnológica. Es sólo una parte, pero las fronteras son confusas, se mezclan.
Una vieja solución. Nombrar uno o varios coordinadores.
¿De qué labura un coordinador? Algunos mal intencionados dicen que mantiene trabajando separados a varios tipos a quienes se les paga para que laburen juntos.
Concentrar el poder tiene riesgos ciertos, la intermediación también.
¿Dónde están los límites de autoridad del coordinador? Si es un che pibe, no sirve, si tiene delegada determinada autoridad es otro jefe. Rol confuso si los hay.
¿Es una organización efectiva?
Los síntomas de la ineficacia comienzan con las discusiones, no para encontrar ideas sino para acumular argumentos que sostengan las distintas posiciones. El resultado suele ser desorden improductivo: tiempo estéril, ineficacia y fracaso.
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