Caso Santiago Maldonado: entre lo convenible y lo inconcebible.
Por Fernando Mauri.
Situémonos. Desaparece un muchacho en nuestra hermosa Patagonia. Hace más de un mes que no hay noticias acerca de él o su paradero.
Hay una acusación aún no probada por nuestra habitualmente lenta,
inoperante y poco cristalina justicia de que a alguno/os oficial/es de
la Gendarmería "se les murió", o sea, algo así como que lo detuvieron y/o golpearon y "se les quedó" sin vida. Ocultaron el cuerpo vaya a saber dónde. En un zanjón en tierra argentina, en un lago chileno...
Otra teoría que emana de la oposición más rabiosa que está camino a pasar a ser una expresión minoritaria, y su jefa una líder de un espacio tan minimalista como con alto poder de movilización y visualización pública, dice que el Gobierno de Macri buscó matar y le tocó a Santiago Maldonado como pudo tocarle a cualquiera que reclama en la calle, buscando desde el poder escarmentar, atemorizar y limitar la protesta social.
CFK lo ha señalado elípticamente: "No hay que echarle la culpa a la Gendarmería, porque es la misma que estaba hasta el 2015, sólo cambió el que le da las órdenes, así que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".
Hebe de Bonafini, la ya inimputable cual Diego Maradona, como siempre ha sido más bestial y explícita:
"Macri mandó a matar a Santiago Maldonado".
Conviniendo que la primera teoría que señala a Gendarmería es la que se acerca a esta altura más que ninguna otra a lo que pudo haber ocurrido.
Conviniendo que lo del cristinismo opositor es propio de
mentes afiebradas que ven demonios a la vuelta de cada esquina por poseer ellos mismos sus propias trapisondas ocultas en placares varios.
Conviniendo con sólo mencionar y aún salvando las distancias con
el caso que nos ocupa, a los Milani, las dudas sobre Julio López y Alberto Nisman, y demás, que Cristina Kirchner y sus acólitos son unos karaduras y que lejos están como para lanzar una primera piedra.
Conviniendo que la Ctera, pretendida adoctrinante infanto adolescente, nunca armó una carpa docente en Santa Cruz donde sus representados no cobraron por meses,
mientras se ha desesperado por emparentar en un dislate mayúsculo al gobierno actual con una dictadura.
Ahora,
¿acaso la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no parece más una representante de las fuerzas de seguridad en el Gobierno que una autoridad cuya función es articular y en todo caso poner límites al accionar de éstas?
Es la misma Patricia Bullrich, una ex dirigente montonera que reniega y no admite su pasado la que acaba de remarcar que "los demonios no eran tan demonios", en lo que parece connotar un lamentable elogio a la represión
asesina de los militares golpistas de los 70.
¿acaso es claro el rol en la disuasión y represión de la Gendarmería del jefe del gabinete de Bullrich, Pablo Noceti, presente según la versión oficial casualmente abocado a otras tareas de gestión
en la Patagonia, a quien se vio en torno al operativo en Chubut y que tiene el antecedente de haber defendido
como abogado a los jefes operativos del terrorismo
de Estado en Concordia (Entre Ríos) y en Santa Rosa (La Pampa) y
haber (des)calificado a los juicios a los militares asesinos como una forma de venganza?
Como mínimo gesto y sólo por empezar ¿el presidente Macri no pudo en todo este tiempo levantar el teléfono o al menos pedirle la
comunicación a un secretario y dialogar con los padres de Santiago?
¿Bullrich no pudo recibir a los familiares del joven?
Gestos de humanidad y un acercamiento desde otro lugar al hecho, a la desaparición de una persona, en fin,
algo que está visto le cuesta horrores al jefe del Ejecutivo y a algunos de sus subordinados.
Asimismo y básicamente, ¿es concebible que a un mes del caso ni el Ejecutivo ni la Justicia tengan la más mínima idea de lo que pudo haber acontecido y que por ello nos sigamos preguntando qué le pasó a Santiago Maldonado?
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