Por Cristian Mazzola
Director de E&C Consultores Económicos
La inflación, por definición, es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un período de tiempo.
Claramente, cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos de esos bienes y servicios. Y, además, si los ingresos permanecen constantes, el ingreso real de los agentes económicos disminuye.
En Argentina, esto lo tenemos bien claro.
El pasado miércoles 14 el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) publicó el Indice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente al mes de septiembre 2020. Como datos más relevantes se señala una Variación Mensual para todo el país queasciende a los 2.8 puntos porcentuales, una Variación Acumulada Interanual del 36,6% (en disminución), una Inflación Acumulada 2020 que ya llegó al 22,3 %, con mayor impacto en septiembre en Prendas de Vestir y Calzado (5.8%) y en Bebidas alcohólicas y tabaco (4.3%). A esta altura de las circunstancias, y considerando lo inusual del período observado en
términos de la recesión causada principalmente por efectos de la pandemia aún no resuelta, el congelamiento del precio de los servicios públicos, la pérdida de poder adquisitivo en
la mayoría de los sectores del trabajo (recién ahora se van cerrando algunas paritarias, siempre por debajo de la inflación en términos generales), entre ciertos factores estimulantes del alza de precios, muchos de ustedes se preguntarán, con inquietud, porqué este incremento permanente en el costo de vida.
La inflación en Argentina es multicausal, y no hay espacio aquí para
reflexionar sobre cada una de esas causas. Hasta la teoría económica fracasa. Generalmente, en el mercado de cualquier bien o servicio, si las cantidades ofertadas superan durante un
período a la demanda existente, el precio de ese bien o servicio tiende a la baja. Pero eso no se verifica hoy en nuestro país.
Quizás tenga que ver con un incremento de algunos costos, como por
ejemplo tener que contratar temporalmente nuevos empleados y los mayores gastos en productos de
desinfección y limpieza más algunas reformas en el local obligadas por la pandemia. En modo enunciativo, a los demás causales de inflación lo encontraremos en cuestiones estructurales,
como la concentración económica (principalmente en alimentos) que
limita la competencia y
el acceso más económico a productos de consumo masivo, el costo
logístico, las tasas de interés activas, y el persistente déficit fiscal consolidado, que genera emisión y/o
endeudamiento, y también en cuestiones más coyunturales, como lo son las expectativas económicas. Ninguna de estas causas han sido abordadas seriamente y en continuado por las
autoridades gubernamentales, de hoy y de hasta donde tenga memoria. De todos modos, y
sosteniendo que se debe comenzar a trabajar planificadamente sobre las cuestiones estructurales, la principal variable, totalmente elástica y de rápido traslado a los precios, es el
tipo de cambio. Desde 2013 para acá, todos incremento de la relación dólar/peso impactó,
más temprano que tarde, en la misma proporción sobre los precios de la economía. Las devaluaciones del período mencionado oscilaron entre los 30 y 50 puntos porcentuales, y la
reflexionar sobre cada una de esas causas. Hasta la teoría económica fracasa. Generalmente, en el mercado de cualquier bien o servicio, si las cantidades ofertadas superan durante un
período a la demanda existente, el precio de ese bien o servicio tiende a la baja. Pero eso no se verifica hoy en nuestro país.
Quizás tenga que ver con un incremento de algunos costos, como por
ejemplo tener que contratar temporalmente nuevos empleados y los mayores gastos en productos de
desinfección y limpieza más algunas reformas en el local obligadas por la pandemia. En modo enunciativo, a los demás causales de inflación lo encontraremos en cuestiones estructurales,
como la concentración económica (principalmente en alimentos) que
limita la competencia y
el acceso más económico a productos de consumo masivo, el costo
logístico, las tasas de interés activas, y el persistente déficit fiscal consolidado, que genera emisión y/o
endeudamiento, y también en cuestiones más coyunturales, como lo son las expectativas económicas. Ninguna de estas causas han sido abordadas seriamente y en continuado por las
autoridades gubernamentales, de hoy y de hasta donde tenga memoria. De todos modos, y
sosteniendo que se debe comenzar a trabajar planificadamente sobre las cuestiones estructurales, la principal variable, totalmente elástica y de rápido traslado a los precios, es el
tipo de cambio. Desde 2013 para acá, todos incremento de la relación dólar/peso impactó,
más temprano que tarde, en la misma proporción sobre los precios de la economía. Las devaluaciones del período mencionado oscilaron entre los 30 y 50 puntos porcentuales, y la
inflación ex post nunca fue menor a la variación porcentual del tipo
de cambio. Hoy, si bien el tipo de cambio oficial va sufriendo micro depreciaciones casi diarias en una situación de
restricción externa preocupante, no son pocos los actores de la
economía que observan las diferentes cotizaciones de la moneda estadounidense y la brecha entre estos y el dólar oficial.
Y esto no es un dato menor en términos inflacionarios. La brecha
cambiaria genera expectativas devaluatorias, por ende inflación esperada, lo que impacta sobre los precios de hoy.
A muy corto plazo, por su impacto inflacionario, es condición
necesaria ir reduciendo la brecha
cambiaria. El gobierno lo sabe. Todos lo sabemos. El Presidente le
dijo a los empresarios que no va a devaluar. Hasta el momento las medidas de restricción de demanda de divisas no han
funcionado. Tampoco los incentivos para incrementar la oferta. Queda algo de margen para seguir probando. O quizás nuevamente la “ayuda” llegue del exterior con el propósito de
incrementar los reservas líquidas y despejar totalmente la
incertidumbre sobre la solvencia del sistema financiero. Con esto se reduciría la expectativa devaluatoria existente, los
exportadores de productos primarios liquidarían sus ventas a mayor
velocidad y el Banco Central acrecentaría sus disponibilidades. En el caso que se esté trabajando en esta hipótesis, esperemos no llegar tarde.
de cambio. Hoy, si bien el tipo de cambio oficial va sufriendo micro depreciaciones casi diarias en una situación de
restricción externa preocupante, no son pocos los actores de la
economía que observan las diferentes cotizaciones de la moneda estadounidense y la brecha entre estos y el dólar oficial.
Y esto no es un dato menor en términos inflacionarios. La brecha
cambiaria genera expectativas devaluatorias, por ende inflación esperada, lo que impacta sobre los precios de hoy.
A muy corto plazo, por su impacto inflacionario, es condición
necesaria ir reduciendo la brecha
cambiaria. El gobierno lo sabe. Todos lo sabemos. El Presidente le
dijo a los empresarios que no va a devaluar. Hasta el momento las medidas de restricción de demanda de divisas no han
funcionado. Tampoco los incentivos para incrementar la oferta. Queda algo de margen para seguir probando. O quizás nuevamente la “ayuda” llegue del exterior con el propósito de
incrementar los reservas líquidas y despejar totalmente la
incertidumbre sobre la solvencia del sistema financiero. Con esto se reduciría la expectativa devaluatoria existente, los
exportadores de productos primarios liquidarían sus ventas a mayor
velocidad y el Banco Central acrecentaría sus disponibilidades. En el caso que se esté trabajando en esta hipótesis, esperemos no llegar tarde.
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