Por el investigador Lisandro Zamorano
Columnista de CONSTRUCCION PLURAL
La década entrante va a presenciar una caída total en el manejo de una transición eficaz hacia una economía neutral respecto al carbono a escala planetaria. En muchos países donde los objetivos primordiales avanzan a la par de la regulación climática, las emisiones de carbono van a seguir aumentando, a menos que ello sea impedido a causa del resultado de crisis económicas y catástrofes naturales. Son varias las proyecciones a notar en esta dirección. La primera está ligada a la población mundial y las estimaciones de que èsta llegue los 10 billones de habitantes. ¿Implica ello que en la región europea haya una importante actividad pública encaminada a la reducción de combustibles fósiles hacia el 2030? ¿Es simplemente una búsqueda por incrementar la transición climática y energética?
La concepción estructural de la Unión Europea se propone, en acuerdos mutuos con otros países, la neutralidad climática de cara hacia el 2050. En segundo lugar, los mayores hechos a desencadenarse por la irregularidad climática; el crecimiento del nivel del mar hacia las zonas costeras, la redistribución geográfica de las lluvias, la proliferación de fenómenos climáticos extremos y la continua contaminación oceánica, van a cobrar vigor de verdad y se va a tornar evidente para todos, casualmente, cercano al año 2030.
En esta secuencia de hechos actuales y de precisiones muy certeras sobre las próximas décadas, también se posiciona la acción de las ONG, poco visibles en estos últimos años; en similitud con el eje operativo impulsado por la UE, la tan conocida Greenpeace se hizo notar recientemente por su vínculo con la comercialización de combustibles fósiles. La sumatoria de estos acontecimientos no deja de pertenecer al encuadre occidental, por lo que pueden darse otras perspectivas en las situaciones concernientes al hemisferio oriental.
La concepción estructural de la Unión Europea se propone, en acuerdos mutuos con otros países, la neutralidad climática de cara hacia el 2050. En segundo lugar, los mayores hechos a desencadenarse por la irregularidad climática; el crecimiento del nivel del mar hacia las zonas costeras, la redistribución geográfica de las lluvias, la proliferación de fenómenos climáticos extremos y la continua contaminación oceánica, van a cobrar vigor de verdad y se va a tornar evidente para todos, casualmente, cercano al año 2030.
En esta secuencia de hechos actuales y de precisiones muy certeras sobre las próximas décadas, también se posiciona la acción de las ONG, poco visibles en estos últimos años; en similitud con el eje operativo impulsado por la UE, la tan conocida Greenpeace se hizo notar recientemente por su vínculo con la comercialización de combustibles fósiles. La sumatoria de estos acontecimientos no deja de pertenecer al encuadre occidental, por lo que pueden darse otras perspectivas en las situaciones concernientes al hemisferio oriental.
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