viernes, junio 24, 2022

La guerra híbrida: sus focos de acción

Por Lisandro Zamorano


Los complejos escenarios que hoy presentan los conflictos militarizados y no militarizados concentran rasgos determinados que marcan una diferencia con las concepciones de las ''viejas guerras''. Al respecto es necesario remarcar las elaboraciones teóricas que se han efectuado. Primeramente, cabe señalar que los llamados conflictos de baja intensidad se explican por un poder estatal debilitado y una separación poco visible entre quienes toman partida en el conflicto directa e indirectamente. La búsqueda por la obtención de algún logro político deja de tener importancia y pasa a tener lugar la influencia religiosa, cultural, étnica y tecnológica. Las perspectivas concluyentes indican que debido a los efectos de la globalización se ha ido diluyendo la idea-fuerza de Clausewitz y se ha desechado así la noción de que ''la guerra es la continuación de la política''. perdiendo así su valor interpretativo. 

Otro de los rasgos en donde reside una diferencia importante en relación a las ''viejas guerras'' se encuentra en las denominadas guerras híbridas. Estas consisten en la utilización de técnicas militares y no militares que pretenden desarrollarse en lo militar, en lo político, en lo económico y en lo civil. Lo nuevo es, particularmente, que en la guerra híbrida el adversario puede ser un actor estatal o no estatal, o ambos. La guerra híbrida utiliza como ventaja, en comparación a la guerra convencional, una mayor plasticidad, una reducción de costos en materia operativa y un menor riesgo. El alcance de desinformar y sus correspondientes efectos se pueden amoldar mejor y más rápido que la lucha armada, con chances de generar peligro real. Asimismo, en la guerra híbrida, las medidas ofensivas pueden expandir los puntos débiles del Estado que es su objetivo, en lo político, militar, económico, cultural, hasta deteriorarlo completamente.

Acorde con esta línea de pensamiento, existe la idea de que ''las nuevas guerras'' transitan ahora por una dinámica progresiva que se desencadena por etapas, llevando así lo impredecible como su componente principal. La realidad actual, impregnada por doquier de la cancel culture, demanda más pragmatismo que diplomacia y especulaciones. Exige adaptación y planificación para el desafío que implica el conflicto permanente en sus múltiples formas. 

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