Desde hace unas semanas existen rumores sobre un posible cese de confrontaciones en Ucrania. Los mismos se basan en que Rusia ha logrado conseguir objetivos relativos con sus intereses y que a Ucrania, a menos que continúe recibiendo suministros de Occidente, le será muy difícil mantenerse. Si pensamos que podría revertir la situación, escenario que denominan "el milagro del Dniéper", ello solo podría suceder si hay un incremento de escala en materia de ayuda militar, hecho que implicaría riesgos que Occidente no parece dispuesto a correr (al menos así lo demostró Estados Unidos hace pocos días cuando desestimó el envío de cohetes con un rango de alcance de 300 kilómetros, capacidad que permitiría a Ucrania atacar blancos ubicados en territorio de Rusia).
Si bien es posible que, cuando el 24 de febrero Rusia puso en marcha lo que denominó "operación militar especial" sobre casi todo el territorio de Ucrania, el propósito haya sido tomar la capital y capturar rápidamente al mandatario de este país, objetivo que se frustró debido a la (¿inesperada?) respuesta militar ucraniana, Rusia posteriormente se concentró en el otro propósito militar mayor: controlar el este y sureste del país, situación que sucede actualmente.
Dicho control no sólo le permite a Rusia salvaguardar a las poblaciones filo-rusas de la región del Donbass, sino afirmarse sobre la extensión costera estratégica de Ucrania, aparte de dominar las importantes cuencas minerales. Es decir, control etno-político, geopolítico y geoeconómico terrestre, e incremento del control e influencia en el Mar Negro, el nuevo "recipiente estratégico" del globo.
Con este cuadro de situación, los escenarios continúan siendo los que se consideraban hace unas semanas, aunque algunos de ellos podrían estar tornándose posibles. En cualquier caso, un cese de fuego no supondrá automáticamente un acuerdo, pues uno de los escenarios es que Ucrania no acepte una situación territorial que implique una nueva mutilación.
De allí que, como advierte Richard Haass, un escenario de "punto muerto" podría extenderse por un largo tiempo; esto es, cese de confrontación, principios de acuerdos que rápidamente se disipan y nuevos enfrentamientos.
En buena medida, la situación actual refleja los acuerdos de Minsk, pero militarizados por el poder mayor, es decir, en aquellos el propósito que pretendía Rusia era que se respetarán derechos de las poblaciones filo-rusas del este de Ucrania; hoy Rusia lo ha conseguido por medio de la fuerza. El punto es si está dispuesta a retirarse.
En este punto es clave la disposición y eficacia de Occidente: por un lado, para persuadir a Kiev de que ha llegado el tiempo para el cese de la confrontación y la apertura efectiva de conversaciones; por otro, para conocer la posición e intención de Moscú si se le llegaran a garantizar tres cuestiones: reconocimiento de la soberanía rusa en Crimea, neutralización de Ucrania y autonomía para la población ruso-parlante del Donbass.
Nada desconocido hasta aquí: temas que se hallaban en la agenda Minsk y en las demandas rusas previas al 24 de febrero. En un trabajo donde se preguntan qué sucedería si Rusia hace un trato, los expertos Liana Fix y Michael Kimmage sostienen que los acuerdos de Minsk no sólo fracasaron por el incumplimiento de los actores directos, sino por la falta de compromiso de la UE, particularmente de Alemania y Francia.
Pues bien, acaso es el momento para que Occidente deje de alimentar aquello que no podrá ser, una victoria militar de Ucrania, y lo reintente de un modo más comprometido con la diplomacia y, por tanto, con la seguridad de Europa.
De darse este escenario, sin duda Ucrania será la parte más desfavorecida, pues se encontrará de frente con la derrota (algo que debió considerar hace bastante tiempo). Pero podrá dedicarse a la “otra guerra” propia que sufre: el estado de la economía y la corrupción que anida en su oligarquía (como bien destaca el especialista Carlos Taibo, la oligarquía concentrada en connivencia con el poder no es un fenómeno exclusivamente ruso). Además, quizá muy adelante hay un sitio en la UE. Por su parte, Rusia no se encontrará con una victoria aplastante, pues una eventual neutralización de Ucrania exigirá garantías por parte de la OTAN (¿quién si no?). Además, la Alianza ya no necesitará de ninguna excusa para "vigilar" a una Rusia "conservadora y amenazante". Finalmente, aunque se alivianaran las puniciones, las consecuencias de las mismas privarán al país de mercados para sus productos como así de bienes tecnológicos que demandará la necesaria modernización de una economía todavía centrada en materias primas.
Sin duda, es un camino complejo que exigirá esfuerzos, renuncias (entre ellas, de Rusia en relación con que "Ucrania no existe como estado", y también de sectores duros estadounidenses que desean el hundimiento de su rival) e insatisfacciones.
Pero si nada de ello es posible, entonces no se puede descartar el tercer escenario: la "fuga hacia delante" de la guerra, es decir, la ampliación y profundización de la confrontación más allá de Ucrania. Algo así como abrir las puertas hacia lo desconocido, para la región, el continente y el mundo.
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