Por Carlos Fara
La crisis política viene para largo. El de estos días fue un capítulo importante pero no el último, al menos por tres razones:
1. El pliego de exigencias de CFK no se termina con la cabeza de Guzmán: queda el cuestionamiento a Moroni, que el presidente resigne públicamente su aspiración 2023 y la transferencia de los planes sociales a gobernadores e intendentes.
2. Las dificultades económicas tarde o temprano van a traer dolores de cabeza adentro del oficialismo, porque la incertidumbre inyectada estos días no hace más que complicar lo que ya era muy complejo de resolver. Si la crisis económica no se aquieta, habrá más reclamos sectoriales, conflictividad social y los que están a cargo de administraciones van a tocar el timbre de la nueva ministra (amén de la reacción de los mercados).
3. Alberto ha confirmado en esta crisis que no sabe manejarlas con habilidad, eso sumado a su ego personal y a su sobrevaloración en todos los aspectos, lo llevará a introducir ruidos adicionales en su relación con Cristina.
Como la crisis política viene para largo, va a significar un anabólico adicional a los problemas preexistentes, potenciando un círculo vicioso difícil de manejar. Sin embargo, este capítulo es cualitativamente distinto a los anteriores, ya que a) la figura que cayó era central en el esquema de resistencia e irritación, y b) despejado Guzmán del mapa, la incidencia clave de Ella en la definición confirma que es la única jefatura, al mismo tiempo que le trae el problema de ser la gran responsable de lo que ocurra en adelante. De modo que no puede evitar perder si las cosas derivan para peor, y obviamente se beneficiará si acertó en la maniobra.
Alberto y Cristina quizá gastaron la última bala que tenían en la recámara para poder generar expectativas positivas. De estas crisis se sale pegando un volantazo que genere expectativas positivas, mientras se gana tiempo para desactivar los factores explosivos de corto plazo. Así lo hicieron Menem y De la Rúa con Cavallo, y Duhalde con Lavagna, más allá de lo económico en sí y de los resultados mediatos (Cavallo segunda parte salió mal obviamente). Sorprendieron a todo el espectro, produciéndose impasses positivos que permitieron reordenar el tablero.
Tanto Cavallo como Lavagna –más allá de sus diferencias conceptuales- eran personajes con espalda propia para hablarle a todos los agentes económicos, la política y la sociedad, de modo que al menos tuvieran un crédito temporal. No es el caso de Batakis, sin por eso cuestionar su trayectoria profesional y su expertise técnico. Como no se hallaba un/a ministro/a con el suficiente señority, el volumen se lo tenía que dar la conducción política. Esa era la apuesta de Massa. No pudo ser y el tigrense seguro se despidió pensando “nos vemos en la próxima crisis”. Porque lo más probable es que haya otra instancia de crisis.
La semana pasada en la nota “Llega?”, describimos 3 escenarios posibles a una crisis que se veía venir, tarde o temprano. Se verificó en parte el escenario 2: “Alberto se va y deja el país en manos de Cristina”. El presidente no se fue, pero está más débil y aislado que nunca, habiendo sido Ella la gran definidora de quién iba a ocupar el espacio vacío en el Palacio de Hacienda. A partir de la salida de Kulfas, la dinámica se fue acelerando y Guzmán saltó del tren antes de que se produzca el choque y lo culpen a él. De todos modos, eso difícilmente le genere un futuro en la política argentina. Ha ocupado el rol del mal menor para el FMI, el establishment y los actores moderados del Frente de Todos, pero sería raro que lo extrañen.
Cómo sigue la historia?
La nueva ministra va a necesitar de 90? ó 120? días para demostrar qué puede hacer con la botonera y qué margen le dejan para hacer lo que desee. Eso significa la antesala de las fiestas de fin de año y con varias provincias en alerta por su proximidad con la fecha de elecciones 2023. Si se ve que no puede enderezar el barco, la preocupación oficialista crecerá ya que quizá no queda otro bala en la recámara, con el suficiente tiempo para reducir daños políticos. Por ejemplo, en septiembre tendrá el súper desafío del vencimiento de un billón de pesos de deuda del gobierno que, si se llega en malas condiciones, corre el riesgo que el mercado no convalide del todo una renovación.
Si la perspectiva sigue siendo negativa, la propia jefatura de Cristina también entrará en una zona de tensión. Todos los actores que logró sumar en los últimos tiempos para aislar y debilitar a Alberto entrarán en modo “recalculando” y amanecerá el “sálvese quien pueda”, profundización un proceso de desintegración que licúe cualquier posibilidad de triunfo en 2023. Eso no significa que alguien se anime a disputarle el liderazgo a Ella, sino que cada uno cuidará su propio territorio, empezando a dialogar con lo que venga. El universo peronista empieza a creer que a CFK solo le interesa su negocio político en la provincia de Buenos Aires, desentendiéndose de la presidencial. En ese marco, quién será el candidato o candidata a presidente del Frente de Todos será una anécdota.
Qué puede cambiar dicho escenario negativo? Que la economía remonte, un poco por contexto internacional –que viene mal parido- y/o un poco por dejen que Batakis aplique cierta racionalidad en la macroeconomía. Hoy no parece ser negocio apostar mucho por esta alternativa.
Se barajaban muchos nombres para ocupar el sillón vacío de Hacienda, pero en ninguna lista aparecía con alguna posibilidad Batakis. No estamos muy acostumbrados a los apellidos griegos en Argentina. Quizá el más célebre para nuestras costas haya sido Aristóteles Onassis, quien empezó a amasar su fortuna siendo muy joven en Buenos Aires. Un país generoso.
PD:
El título de la nota se lo debo a una ocurrencia del amigo periodista Fernando Mauri.
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