viernes, julio 08, 2022

La crisis como cambio de paradigma

 Por Lisandro Zamorano


El carácter de emergencia permanente que se está viviendo en el mundo da lugar al nacimiento de una nueva estructura de poder. Mientras tanto, cabe preguntarse si hay algo que no sea político en la sociedad actual. Gestiones del poder, intereses de grupo, dinámica asimétrica en el interior de la sociedad, todo esto forma parte del concepto vigente de lo político. 

  Indagar sobre aspectos como el teletrabajo, es algo que no se revela neutro en lo político, en lo social o en lo económico. El trabajador, bajo esta modalidad (incluyendo la híbrida) es un trabajador aislado, que, por lo tanto, no puede madurar una conciencia crítica. Su hogar como lugar de trabajo no forma parte de un espacio formal de trabajo, por consiguiente, todo el tiempo de la vida deviene un espacio de trabajo. Esto conlleva a la falta de alternativa, es decir, lo que se quiere imponer, en este sentido viene explícitamente impuesto por la falta de otra posibilidad. Siguiendo esta lógica, estamos en un mundo imperfecto, así que no hay alternativa y sólo resta adaptarse al orden de las cosas. 

  Entender el impacto de este proceso, en líneas generales, ahonda en la concepción de la crisis como método de gobierno, ya sea contemplada como terrorista, económica o epidémica. Estos tres tienen una función estrictamente política, que implica ver a la crisis como recurso de gobierno, esto es, la presencia de un fenómeno social que deja evidenciado que se hagan determinadas cosas que en ausencia de la crisis no se harían, y en esta dirección, establecer rotundamente un cambio de paradigma. Entonces, lo que en la normalidad jamás seria aceptado, ante la emergencia se acepta con gratitud. La emergencia suscita una necesidad de seguridad en el que para garantizarla se dispone a renunciar a la libertad en pos de la seguridad; en efecto, lo inaceptable de la normalidad deviene lo inevitable de la emergencia.  

Los derechos se pierden y queda sólo el derecho a la salud. El aislamiento, aquel que fue inicialmente obligatorio y que hoy perdura, si, voluntariamente en una proporción considerable, se muestra como una conducta preestablecida y es entendida como un aislamiento bajo el significado carcelario, lo cual tiene una importante función política orientada a la reeducación. Esta reestructuración junto al intento por impedir los derechos fundamentales lleva a un mecanismo de prisión extendido a toda la población. Se trate de algo voluntario o involuntario, con o sin consentimiento, con alteraciones más o menos regulares de ‘’restricciones’’, de cualquier forma, es empleado como método de acción política. Por lo tanto, en una situación tan atípica como ésta, llegar a establecer conclusiones simplemente conduce a exteriorizar que no existen hechos que no vengan mediados por interpretaciones. La línea divisoria que se ha marcado en el terreno económico, social y político, en tándem con la lucha absoluta entre visiones del mundo opuestas, es uno de los ejemplos de lo mencionado y del cambio de paradigma que está ocurriendo en el poder.  

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