Por LISANDRO ZAMORANO
En el afán por la sostenibilidad, por el desarrollo de estrategias que logren cumplir con un alto rendimiento urbanístico, se ha ido incorporando el anglicismo ‘’smart cities’’, que comienza a tener algo de repercusión a partir de fines de los 90’. Por un lado, en el sentido más habitual donde se apoya lo ‘’positivo’’ de las smart cities, se encuentra la mirada holística donde ciudadanos y gestores tengan un intercambio frecuente que coincide con algunas de las nociones de e-government o gobierno electrónico que vienen siendo elaboradas en algunos sectores político-institucionales de los Estados Unidos.[i]
Conceptualmente, está estrechamente ligado al contexto y no siempre se sigue mediante patrones determinados. En cuanto a su aspecto ‘’positivo’’ se encuadra con otras descripciones que abogan por la democratización de la innovación en tándem con la coordinación y la monitorización de la ciudad. Si bien hay un enfoque considerable hacia la atención que se le quiere prestar a este funcionamiento urbano (del cual, vemos algunos esbozos iniciales en la Argentina) existe también un equilibrio que se quiere establecer en la transversalidad multisectorial de las ciudades, y, pese a esta ‘’popularidad impopular’’ de las smart cities, de la que hay demasiada tela para cortar y una leve respuesta pública, también hay una mirada ‘’negativa’’ en contraposición a la ‘’positiva’’ y que hasta puede pensarse con un tinte revisionista al respecto.
En miras de lograr una mayor comprensión del mecanismo smart cities, se sugiere materializar una gestión visible de las ciudades inteligentes y brindar repercusión pública a la optimización de cada uno de los procesos donde ocurre dicha simbiosis entre grandes lugares urbanos y tecnología[ii]. Brasil ha sido uno de los países donde esto se fue ejecutando, más concretamente en Rio de Janeiro, donde IBM desarrolló una infraestructura de operaciones inteligentes, invirtiendo 14 millones donde confluyen datos climáticos, cámaras multifuncionales, patrullas policiales, sensores colocados en espacios recónditos, etcétera. El hecho a resaltar en la iniciativa es que se llega a agrupar una vasta estructura computacional que les da a sus gestores la posibilidad de regular la dinámica de la ciudad en tiempo real. Asimismo, en base a esta búsqueda de mejora son cada vez más las regiones del mundo que comienzan a trabajar con un sistema de ciudad inteligente o con recursos de similares características. En este sentido, su crecimiento avanza exponencialmente, ascendiendo en la manera que se ha ido ajustando a miles de millones en términos poblacionales. Para concebir las dimensiones de estos proyectos se pueden simplemente observar los datos duros: cientos de miles de millones de dólares invertidos, una importante utilización de los presupuestos nacionales y organización con grupos de trabajo mediante el objetivo de adaptar redes e información permanentemente en la gestión de muchas ciudades a lo largo de la próxima década. En definitiva, todo el conjunto mencionado, en su accionar, es lo que se lleva y llevará a cabo con el rotulo de ciudades inteligentes.[iii]
Conceptualmente, está estrechamente ligado al contexto y no siempre se sigue mediante patrones determinados. En cuanto a su aspecto ‘’positivo’’ se encuadra con otras descripciones que abogan por la democratización de la innovación en tándem con la coordinación y la monitorización de la ciudad. Si bien hay un enfoque considerable hacia la atención que se le quiere prestar a este funcionamiento urbano (del cual, vemos algunos esbozos iniciales en la Argentina) existe también un equilibrio que se quiere establecer en la transversalidad multisectorial de las ciudades, y, pese a esta ‘’popularidad impopular’’ de las smart cities, de la que hay demasiada tela para cortar y una leve respuesta pública, también hay una mirada ‘’negativa’’ en contraposición a la ‘’positiva’’ y que hasta puede pensarse con un tinte revisionista al respecto.
En miras de lograr una mayor comprensión del mecanismo smart cities, se sugiere materializar una gestión visible de las ciudades inteligentes y brindar repercusión pública a la optimización de cada uno de los procesos donde ocurre dicha simbiosis entre grandes lugares urbanos y tecnología[ii]. Brasil ha sido uno de los países donde esto se fue ejecutando, más concretamente en Rio de Janeiro, donde IBM desarrolló una infraestructura de operaciones inteligentes, invirtiendo 14 millones donde confluyen datos climáticos, cámaras multifuncionales, patrullas policiales, sensores colocados en espacios recónditos, etcétera. El hecho a resaltar en la iniciativa es que se llega a agrupar una vasta estructura computacional que les da a sus gestores la posibilidad de regular la dinámica de la ciudad en tiempo real. Asimismo, en base a esta búsqueda de mejora son cada vez más las regiones del mundo que comienzan a trabajar con un sistema de ciudad inteligente o con recursos de similares características. En este sentido, su crecimiento avanza exponencialmente, ascendiendo en la manera que se ha ido ajustando a miles de millones en términos poblacionales. Para concebir las dimensiones de estos proyectos se pueden simplemente observar los datos duros: cientos de miles de millones de dólares invertidos, una importante utilización de los presupuestos nacionales y organización con grupos de trabajo mediante el objetivo de adaptar redes e información permanentemente en la gestión de muchas ciudades a lo largo de la próxima década. En definitiva, todo el conjunto mencionado, en su accionar, es lo que se lleva y llevará a cabo con el rotulo de ciudades inteligentes.[iii]
[i] Edmiston, Kelly. State and Local E-government. Prospects and challenges
[ii] Fernandez Gonzalez, Manu. La construcción del discurso de la smart city: mitos implícitos y sus consecuencias socio-politicas. URBS. Revista de Estudios Urbanos y Ciencias Sociales
[iii] Nam, Taewoo. Pardo, Teresa. Smart city as urban innovation: Focusing on management, policy and context.
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