Por Alberto Hutschenreuter
La guerra ruso-ucraniana lleva más de 200 días. Mientras las fuerzas de Kiev intentan recuperar territorios en el este y golpear incluso en áreas como Crimea, Moscú, no sin dificultades, suma capacidades para reforzar el control de importantes zonas en el este y sureste del país euro-oriental, las que unilateralmente incorporó a la Federación Rusa.
Para Ucrania no hay otro objetivo que no sea la recuperación de sus provincias, mientras que para Rusia ello es imposible, pues si llegara a suceder que Kiev las reconquistara, ello significaría que Ucrania logró la victoria. Al hecho seguramente seguiría una acumulación militar masiva en el este y sureste de Ucrania, e incluso la admisión del país a la OTAN. Sería la consagración de "una Yalta sin Rusia", es decir, un futuro orden interestatal con Rusia más que lateralizada.
Es un escenario que podría suceder si finalmente las fuerzas rusas se derrumban, aunque no parece que ello vaya a ocurrir. Sin embargo, hasta hoy ha quedado en evidencia que no se puede en el siglo XXI lograr ganancias militares utilizando medios y enfoques del siglo XX. Posiblemente, Rusia está mejor preparada para el modo de guerra híbrida o guerra gris, el recurso del poder aéreo, el uso de artillería y la guerra nuclear, pero no tanto para la guerra convencional moderna, la que implica fuerzas multidominio y alto nivel tecnológico, es decir, el despliegue de medios para dominar los seis territorios de la guerra actual: tierra, mar, aire, espacio, electromagnético y cibernético, y la "violencia de precisión", respectivamente.
Por su parte, Ucrania utiliza buena parte de las capacidades de la OTAN, desde el mismo sistema de descentralización en materia de toma de decisiones hasta sistemas de armas de gran precisión, pasando por información selectiva. En alguna medida, en la guerra actual se está corroborando la hipótesis que mantenía la OTAN en los años ochenta frente a su rival, el Pacto de Varsovia. Entonces, el enfoque operativo denominado 'Air Land Battle" suponía la posibilidad de enfrentar a dicho rival en su territorio y vencerlo. En otros términos, ya entonces, merced a la Revolución en los Asuntos Militares (que llevaba adelante Washington), operaba en la Alianza Atlántica una disposición ofensiva.
En la primera parte de aquella lejana década, el clima entre Estados Unidos y la Unión Soviética se había tensado, pero esta última ya se encontraba afectada por cuestiones económicas que arrastraba desde los años cincuenta, como así por los compromisos externos tomados en los años setenta, los que sumaron nuevas dificultades, para entonces ya irreversibles.
La OTAN continuó su existencia aún finalizado y desaparecido el reto para la que fue creada, la amenaza soviética. Se trató de una anomalía internacional, pues no había precedentes relativos con una organización política-militar que se configura para enfrentar un reto y posteriormente, una vez que el reto es vencido o desaparece, la organización permanece.
Sabemos que la OTAN no sólo permaneció, sino que se extendió sin límites al punto que Rusia fue a la guerra en dos oportunidades para detenerla, Georgia en 2008 y ahora Ucrania. Pero la marcha de la OTAN hacia el este, con el significado histórico que ello tiene para Rusia (invadida dos veces por Alemania en el siglo XX), fue también acompañada por una modernización tecnológica-militar impulsada por el "primus inter pares" de la organización, Estados Unidos.
De modo que no sorprende el hecho que Ucrania esté logrando algunas ganancias en el territorio, si bien es cierto que el relato de la guerra continúa siendo un activo occidental.
Pero si efectivamente es así, entonces posiblemente la guerra se podría estar acercando al precipicio atómico, pues para Rusia y para el régimen que lo encabeza "no hay sustituto para la victoria", utilizando las palabras del general Douglas MacArthur. Una derrota rusa implicaría, sin duda, una catástrofe geopolítica, al punto que llegaría a erosionar el gran momento militar de Rusia en el siglo XX, la Gran Guerra Patriótica, a partir de la cual la URSS se convirtió en superpotencia.
El analista Ian Bremmer considera que, si bien el riesgo de una confrontación nuclear está más cerca que nunca desde la crisis de los misiles con Cuba en 1962, Putin ha hecho amenazas vacías durante la guerra en Ucrania, por ejemplo, cuando advirtió sobre las consecuencias catastróficas que tendría que Suecia y Finlandia solicitaran ingresar a la OTAN. Ambos países lo hicieron, "duplicando en el acto la extensión de las fronteras de Rusia con la Alianza Atlántica. La respuesta de Moscú fue básicamente ninguna, tal vez porque no tenía opciones factibles”.
Pero no debemos olvidar que Rusia no solo dispone de capacidades nucleares tácticas, sino de esa otra “c” que inquieta en todo poder mayor: credibilidad. Rusia, como Estados Unidos, puede persuadir, pero, si ello no resulta, poder recurrir. La situación es crítica y la UE debería reimpulsar su diplomacia, que siempre resultó corta. Pero en la OTAN la relación atlanto-occidental es “jerárquica”; de modo que difícilmente sucederá.
La llegada del invierno seguramente hará que las operaciones sufran un aminoramiento, pero la guerra continuará hasta que el agotamiento de recursos humanos y materiales incline la balanza. Será el “momento cero” de la confrontación. Porque si la inclinación es a favor de Rusia, quizá se abra una posibilidad de acuerdos que estarán marcados por la geopolítica: esta guerra se inició por la geopolítica y solo terminará por la geopolítica. Kissinger hablaba muy en serio en Davos ente año cuando sostuvo que Ucrania tal vez tendrá que ceder territorios para conseguir sus propósitos en Occidente. Pero si la situación se inclina en favor de Ucrania-Occidente, entonces el riesgo de uso del átomo militar habrá subido muy peligrosamente.
Gracias por la reflexión. Ha recorrido las circunstancias que abonan la tesis que consigna la invasión rusa a Ucrania como la primera batalla de la tercera guerra mundial.
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