Por Israel Loterztain
Historiador
En 1890 la absolutamente loca, disparatada política económica de los entonces escasos tres millones de argentinos y la extendida corrupción de la época provocaron la peor crisis financiera internacional conocida hasta esa fecha y un default que duró 16 años, sumado a otras catástrofes locales de todo tipo. En mi libro "Los bancos se roban con firmas", en las conclusiones, reflexiono sobre las causas de tal hecatombe, y uno de los aspectos, insólitamente actual gracias a Chocolate, lo ubiqué en el costo de la política. Transcribo ese fragmento para meditar.
"Si alguien que no disponía de medios de fortuna se proponía por aquellos días dedicarse por entero a la política, debía enfrentarse a la necesidad de disponer de suficientes recursos, en un futuro, como para el sustento propio y de su familia, ya que para nada era seguro que siempre lograría ocupar cargos públicos".
Pero esto para nada era lo más importante, sino que además debía estar preparado para solventar el costo de la actividad política misma, y este costo para nada era reducido por entonces.
La política, en la segunda mitad del Siglo XIX estaba conformada por aparatos muy extendidos (a nivel nacional y provincial) intrincados y por demás costosos. Incluían entre otros aspectos la redacción, impresión y distribución de periódicos, la realización continua de banquetes, festejos y actividades de similar carácter, el armado de sofisticadas estructuras de punteros, caudillos y organizaciones locales que era imprescindible movilizar sobre todo para las elecciones, debía contarse con medios para dar ayuda a simpatizantes en caso de necesidad, diversos mecanismos para intermediar entre la población y el Estado, etc. Y hacia fines de ese siglo y comienzos de Siglo XX el costo de la política pasó a incluir la compra lisa y llana de los votos. La historiografía ha recordado la enfática defensa que hacía Carlos Pellegrini de esta práctica ("No hay voto más libre que el que se vende") Pero curiosamente se abstiene pudorosamente de preguntarse sobre el origen de los fondos para comprar tantos votos...
Hacia 1880 en adelante pensar en financiar la política mediante aportes de afiliados y simpatizantes era, en nuestra opinión al menos, absolutamente irreal. Y menos aún suponer que el Estado, comprendiendo el rol fundamental de la misma para la vigencia de un sistema republicano y democrático, arbitrase un medio claro, de monto razonable, y transparente modo de financiar esa absolutamente indispensable actividad. Pedirlo para ese entonces sería un total anacronismo. PERO LOS CIENTISTAS POLÍTICOS ESTÁN ACORDES QUE CUANDO ALGÚN MEDIO CLARO, TRANSPARENTE Y ABIERTO NO EXISTE, EL PELIGRO DE QUE APAREZCAN OTROS ALTERNATIVOS, PARA NADA TRANSPARENTES Y DE DESTINOS DUDOSOS, ES ENORME. Tanto entonces como en la actualidad.
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