Por Gustavo Ferrari Wolfenson
No acaban de pasar 10 minutos de la finalización del debate
presidencial cuando me siento frente al teclado de la
computadora para tratar de clarificar mis ideas y dentro de la
objetividad que puede dar mi lejanía de la Argentina y verlo a
través de internet, analizar lo que pasó, el papel de cada
participante y las conclusiones finales que me deja.
El país está en un estado de situación como jamás lo ha
tenido en los últimos 60 años, un estado que en tiempos de
nuestros padres y abuelos se solucionaba golpeando la
puerta de los cuarteles y listo.
Pero luego de 40 años de ese rezo laico, nos encontramos
que frente a la pantalla estaban cinco personajes que desde
sus visiones pretenden mostrar que un camino diferente es
posible y tratar de explicar en pocos segundos como lo irían a
hacer.
Sin embargo, el debate no era la pantalla exclusiva que cada
uno suele tener en programas de TV donde lo mediático
muchas veces supera lo racional.
Vimos a un Javier Milei peinado, controlado, sin la posibilidad
de hacer su show explosivo frente a las cámaras y entonces
eso le perdió espontaneidad, perdió naturalidad y salvo el
exabrupto de llamar inútiles al equipo económico de Patricia
Bullrich, llamarla montonera, aclarar con exactitud el número
de desaparecidos y recitar por enésima vez la definición de
liberalismo de Benegas Lynch, su presentación fue plana, sin
nada nuevo que no haya dicho y sin mencionar, en ningún
momento, las dos palabras que han sido su caballo de batalla
durante todos estos meses: motosierra y dolarización.
Sergio Tomás, cumplió a la perfección su papel de vendedor
de autos usados, cara de piedra, tratando de explicar al
público que él no es parte de este gobierno, que llegó a dar la
cara y poner el pecho cuando nadie se atrevía, que los días
de la Argentina popular y peronista están por venir con una
economía abierta que, por falta de energía, no podrá usar
más la maquinita. Otro que estaba contenido, su rosto de
siempre burlón, falluto y sobrador, no se prestaba para
explicar el por qué su gobierno en quiebra, su plan platita, los
niveles de pobreza de su gestión, sí podían poner a
disposición 20 millones de dólares para pagar el divorcio de
un funcionario cercano, al mismo tiempo que con el vuelto
que le quedaba, ese funcionario lucía sus mejores trajes de
baño y bronceados Coppertone en un yate por las aguas del
mediterráneo, muy acaramelado con una influencer
monotributista categoría mínima que dice que todos los lujos
que se puede dar son fruto de su trabajo aun no aclarado.
Creo que ese golpe mediático producto de las aventuras
sentimentales del Jefe de Gabinete provincial ausente, fue
un gancho al hígado que la cara de Sergio Tomás la
evidencio en todo momento sin ninguna posibilidad de aclarar
que “no sabía nada”.
Vayamos ahora a doña Miriam Bregman y su fe
religiosamente atea por las causas populares. Se acordó de
Maldonado, de las madres que salen a hacer piquetes porque
no les alcanzan los planes que les da el gobierno, llamó a la
resistencia popular de una izquierda combativa que tenia en
la antigua confitería La Paz su campo de batalla frente a las
injusticias del FMI, el empresariado, la oligarquía, el VAR no
favorable a Cavani y a Boca el día de hoy durante el clásico y
al relato histórico de los 33 mil desaparecidos. Hay que
reconocer que Miriam fue la que más chicaneó a todos los
candidatos y fue la única que tocó el yategate, a un Sergio
que miró al costado.
Patricia Bullrich se ubicó en su papel de llegar en desventaja
y tener al debate como posibilidad de manejar su discurso,
sus propuestas para sumar puntos. En parte lo logró. Si bien
empezó nerviosa y no tuvo definiciones concretas en el
primer bloque económico, a medida que el debate avanzaba
se fue fortaleciendo con una clara posición en el tema de los
derechos humanos, la educación, el papel de las fuerzas
armadas y de seguridad como garantes de protección de las
ciudadanía, defendiendo al gobernador Morales contra
Milagros Salas, dejando en claro su pasado militante y
resaltando su vieja lucha contra los gordos sindicales, y las
alianzas que alguno de ellos están haciendo con Milei al que
le señaló su desconocimiento de la problemática del interior
del país y lo paró en seco diciéndole “usted no me va a decir
lo que yo tengo que decir.” . Quizá fue la que mantuvo una
línea discursiva más segmentada y prolija, sin anuncios
mediáticos, midiendo cada palabra, pero si resaltando el
concepto que viene utilizando desde hace tiempo que es
construir y cambiar el país con orden.
Por ultimo me referiré a Schiaretti, el gringo de mil batallas y
alianzas, quien me hizo trasladar casi 35 años atrás a la
campaña de Eduardo Angeloz (tres veces gobernador de
Córdoba) versus Carlos Menem. Los puntos de referencias
sólo pasaron por Córdoba y como buenos cordobeses del
fernet y del cuarteto, de Talleres o Belgrano, si se hizo o se
hace en Córdoba, está bien hecho y se puede replicar en
todo el país. Una exposición prolija pero muy local, donde
finalmente dejó en claro que apoyaría en caso necesario a la
corriente que quiera lo mejor para el país.
La Argentina hoy debatió más personalidades que
propuestas. Ya no fueron acusaciones de castas contra
motosierras. Tampoco hubo un ataque frontal al yategate y
solo Patricia, al principio del debate uso la palabra
kirchnerismo. Ninguno de las y los candidatos se detuvieron
a señalar los dos temas que a mi juicio siguen siendo
fundamentales para la convivencia y crecimiento de una
sociedad: empleo y seguridad. De que sirve dolarizar si no
hay fuentes y oportunidades de trabajo formal, de qué sirve
educar si cuando vas camino a la escuela te roban y matan
por lo que llevas en una mochila. De qué te sirve prometer
que vas a volar si las AVES (Alimentación, Vivienda,
Educación y Salud) no tiene alas.
De qué te sirve luchar para aspirar a ser presidente de la
Nación, si la investidura está como hoy pisoteada por un
pusilánime que con su socia procesada, parecen ser testigos
protegidos de lo que ellos mismos crearon para su propia
impunidad.
Hoy fue el primer round, ganaron las mujeres, una por su
licencia acusatoria contra el sistema y la otra por su sentido
de la realidad de un país que necesita construirse sin la
ambición de una nueva pareja matrimonial que llega desde el
Tigre y sin violencia mediática, verbal de un joven que
demostró que sin las luces y cámaras de los set televisivos,
sin gritos e insultos, puede ser un brillante economista
explicando los problemas macro de la Argentina pero aún le
falta ser ese león que quiere comerse al país.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario