Doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Fellow del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard, Especialista y Consultor en temas de fortalecimiento democrático para América latina.
Columnista de Construcción Plural
Corría el año 1989, la híper del gobierno de Raúl Alfonsín no tenía
control. Un gobernador folclórico, exótico, que venía del norte del
país promoviendo la justicia social, le había ganado la interna al
peronismo renovador de un Antonio Cafiero que ya se sentía
sentado en el sillón de Rivadavia. Eduardo César Angeloz, un
cordobés prolijo de lápiz rojo, parecido al Clark Kent de Superman,
mostraba al país como Córdoba era la única provincia donde todo
funcionaba en orden y un nuevo milagro radical era posible para los
siguientes años de la Argentina.
Mientras tanto empezaba el verano; los problemas del exceso del
uso de los aires acondicionados afectaban como hasta hoy la
energía. Las críticas al gobierno y al superministro de obras públicas
Rodolfo Terragno, por parte de las fuerzas liberales bajo la
bandera de la UCEDE eran permanentes y sus tres personajes
estrellas, don Álvaro Alsogaray, su hija María Julia y Adelina
Dalessio de Viola, cubrían los espacios televisivos con la consigna de
que había que privatizar todo, para que el sistema democrático
funcionara.
Junto a la elección de presidente, como siempre la Capital Federal
generaba la atención de sus electores. El imbatible Fernando de la
Rúa quería renovar su banca como senador porteño y
aprovechando su época de más presencia electoral en el distrito, la
UCEDE apostaba a María Julia Alsogaray como su adversaria.
María Julia, una ingeniera muy inteligente a quien en los años
posteriores se le sumó su vanidad femenina, se convirtió en la peor
pesadilla de Fernando de la Rúa en su lucha por conservar la banca
en el Senado. Sus asesores encontraban la mejor forma de poner
nervioso al legislador estrella y convengamos que muchas veces lo
lograron. A pesar de que sus respectivos hijos eran compañeros de
colegio, y compartían las tertulias sociales, la disputa entre ambos
era muy punzante y los invitaba permanentemente debatir sobre la
crisis energética reinante y las soluciones para resolverla. De la Rúa
dudaba en confrontarse con ella, temía que fuera muy agresiva y él
como todo caballero que era, no podría responderle con el mismo
tenor y nivel de agresión.
En medio de esos amagues, un fin de semana, sábado
precisamente, voy a recoger mi auto al taller mecánico. En plena
charla sobre los arreglos que le habían hecho al auto, llega otra
clienta y de pronto hace el comentario que era instrumentista en
un consultorio de un cirujano plástico y que el día de ayer habían
atendido a la candidata para hacerse un “toquecito” previo a las
elecciones y que de seguro, estaría en reposo por varios días. Con
esas picardías propias de las campañas electorales, lo llamé a
Fernando y le dije que el debate debería hacerse en esa semana,
que ya mismo el agarrara el guante que ella le había tirado, porque
seguramente por su reposo se justificaría de no poder asistir.
Preparándonos para estar alerta sobre lo que ocurriría con ese
debate, más allá si María Julia se presentaría, preparamos todo el
material que sustentaba los problemas energéticos y como se
podrían resolver en caso de salir victoriosos en la elección para
senador.
Sabíamos que María Julia iba a llegar con los botines de punta, muy
bien afilada y necesitábamos ensayar y ensayar hasta que nuestro
candidato se sintiera cómodo, no cohibido de enfrentarse con una
personalidad, lo repito, tan avasallante como lo era ella. Una
compañera que trabajaba en el despacho de la Comisión de
Asuntos Constitucionales que presidia De la Rúa, de pronto nos
dijo: “tengo la persona ideal, es mi sobrina y la voy a invitar a que
nos ayude”.
Efectivamente en los ensayos previos al debate, la sobrina nos
ayudó de manera muy especial, asumiendo un rol muy bueno de
sparring y adoptando posturas parecidas a María Julia que nos
permitieron delinear las respuestas y reacciones que tenía que
confrontar De la Rúa.
Finalmente, el debate se hizo con una María Julia que pedía que la
iluminación no fuera tan agresiva porque le hacía daño a la vista y
el resultado de ese encuentro ya es anecdótico.
De la Rúa ganó las elecciones, sumó más votos, pero una alianza de
minorías optó en el colegio electoral por elegir a Eduardo Vaca del
PJ como Senador. Otra anécdota para recordar es que Patricia
Bullrich era electora del PJ en ese Colegio.
Dos años después Fernando de la Rúa, triunfó en las elecciones a
Diputado Nacional, volvió a competir y le ganó a Avelino Porto la
elección a Senador por la Capital Federal, fue el primer Jefe de
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ganó la
elección presidencial de 1999.
Durante el gobierno de Carlos Menem, María Julia fue una activa
funcionaria de su gobierno ejerciendo funciones relacionadas con el
programa de privatizaciones y luego tuvo una exitosa gestión como
Secretaria de Medio Ambiente.
Quiero cerrar este relato con una mención muy especial porque la
sobrina generosa que nos ayudó como sparring en aquel debate, es
hoy la próxima Ministra de Relaciones Exteriores del nuevo
gobierno de la República Argentina encabezado por Javier Milei.
Después de muchos años, siempre agradeceré tu colaboración,
Diana Mondino.
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