miércoles, noviembre 29, 2023

La vida te da sorpresas

Por Gustavo Ferrari Wolfenson 

Doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Fellow del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard, Especialista y Consultor en temas de fortalecimiento democrático para América latina.

Columnista de Construcción Plural





Corría el año 1989, la híper del gobierno de Raúl Alfonsín no tenía control. Un gobernador folclórico, exótico, que venía del norte del país promoviendo la justicia social, le había ganado la interna al peronismo renovador de un Antonio Cafiero que ya se sentía sentado en el sillón de Rivadavia. Eduardo César Angeloz, un cordobés prolijo de lápiz rojo, parecido al Clark Kent de Superman, mostraba al país como Córdoba era la única provincia donde todo funcionaba en orden y un nuevo milagro radical era posible para los siguientes años de la Argentina. Mientras tanto empezaba el verano; los problemas del exceso del uso de los aires acondicionados afectaban como hasta hoy la energía. Las críticas al gobierno y al superministro de obras públicas Rodolfo Terragno, por parte de las fuerzas liberales bajo la bandera de la UCEDE eran permanentes y sus tres personajes estrellas, don Álvaro Alsogaray, su hija María Julia y Adelina Dalessio de Viola, cubrían los espacios televisivos con la consigna de que había que privatizar todo, para que el sistema democrático funcionara. Junto a la elección de presidente, como siempre la Capital Federal generaba la atención de sus electores. El imbatible Fernando de la Rúa quería renovar su banca como senador porteño y aprovechando su época de más presencia electoral en el distrito, la UCEDE apostaba a María Julia Alsogaray como su adversaria. María Julia, una ingeniera muy inteligente a quien en los años posteriores se le sumó su vanidad femenina, se convirtió en la peor pesadilla de Fernando de la Rúa en su lucha por conservar la banca en el Senado. Sus asesores encontraban la mejor forma de poner nervioso al legislador estrella y convengamos que muchas veces lo lograron. A pesar de que sus respectivos hijos eran compañeros de colegio, y compartían las tertulias sociales, la disputa entre ambos era muy punzante y los invitaba permanentemente debatir sobre la crisis energética reinante y las soluciones para resolverla. De la Rúa dudaba en confrontarse con ella, temía que fuera muy agresiva y él como todo caballero que era, no podría responderle con el mismo tenor y nivel de agresión. En medio de esos amagues, un fin de semana, sábado precisamente, voy a recoger mi auto al taller mecánico. En plena charla sobre los arreglos que le habían hecho al auto, llega otra clienta y de pronto hace el comentario que era instrumentista en un consultorio de un cirujano plástico y que el día de ayer habían atendido a la candidata para hacerse un “toquecito” previo a las elecciones y que de seguro, estaría en reposo por varios días. Con esas picardías propias de las campañas electorales, lo llamé a Fernando y le dije que el debate debería hacerse en esa semana, que ya mismo el agarrara el guante que ella le había tirado, porque seguramente por su reposo se justificaría de no poder asistir. Preparándonos para estar alerta sobre lo que ocurriría con ese debate, más allá si María Julia se presentaría, preparamos todo el material que sustentaba los problemas energéticos y como se podrían resolver en caso de salir victoriosos en la elección para senador. Sabíamos que María Julia iba a llegar con los botines de punta, muy bien afilada y necesitábamos ensayar y ensayar hasta que nuestro candidato se sintiera cómodo, no cohibido de enfrentarse con una personalidad, lo repito, tan avasallante como lo era ella. Una compañera que trabajaba en el despacho de la Comisión de Asuntos Constitucionales que presidia De la Rúa, de pronto nos dijo: “tengo la persona ideal, es mi sobrina y la voy a invitar a que nos ayude”. Efectivamente en los ensayos previos al debate, la sobrina nos ayudó de manera muy especial, asumiendo un rol muy bueno de sparring y adoptando posturas parecidas a María Julia que nos permitieron delinear las respuestas y reacciones que tenía que confrontar De la Rúa. Finalmente, el debate se hizo con una María Julia que pedía que la iluminación no fuera tan agresiva porque le hacía daño a la vista y el resultado de ese encuentro ya es anecdótico. De la Rúa ganó las elecciones, sumó más votos, pero una alianza de minorías optó en el colegio electoral por elegir a Eduardo Vaca del PJ como Senador. Otra anécdota para recordar es que Patricia Bullrich era electora del PJ en ese Colegio. Dos años después Fernando de la Rúa, triunfó en las elecciones a Diputado Nacional, volvió a competir y le ganó a Avelino Porto la elección a Senador por la Capital Federal, fue el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ganó la elección presidencial de 1999. Durante el gobierno de Carlos Menem, María Julia fue una activa funcionaria de su gobierno ejerciendo funciones relacionadas con el programa de privatizaciones y luego tuvo una exitosa gestión como Secretaria de Medio Ambiente. Quiero cerrar este relato con una mención muy especial porque la sobrina generosa que nos ayudó como sparring en aquel debate, es hoy la próxima Ministra de Relaciones Exteriores del nuevo gobierno de la República Argentina encabezado por Javier Milei. Después de muchos años, siempre agradeceré tu colaboración, Diana Mondino. 


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