sábado, febrero 22, 2025

El discurso de Milei ¿un casino donde siempre ganan los mismos? Un regreso al macartismo

  Por Daniel Kiper 



El discurso del presidente Javier Milei en la CPAC refuerza una narrativa simplista y peligrosamente reduccionista sobre la economía, la política y la sociedad. Bajo la bandera de la “batalla cultural contra el socialismo”, Milei construye un enemigo absoluto e indistinto, al mejor estilo del macartismo, donde cualquiera que cuestione su dogma es tildado de colectivista, estatista o, peor aún, “zurdo”. Pero en su cruzada fanática, ignora las complejidades de los sistemas políticos y económicos modernos y reduce todo a una caricatura donde el Estado es el enemigo y el mercado, la única salvación.
Su concepción de la libertad, basada exclusivamente en el individualismo extremo y el desmantelamiento del Estado, desconoce que las sociedades democráticas requieren equilibrios entre mercado, instituciones y derechos ciudadanos. No hay libertad sin igualdad de oportunidades, y no hay oportunidades cuando se destruye todo lo que permite que los más vulnerables puedan competir en igualdad de condiciones.

Milei quiere hacernos creer que la libertad es una condición natural, como si todos los niños nacieran con las mismas posibilidades, sin importar su origen, su educación o su acceso a recursos. Pero la realidad es otra: en un país sin un Estado que garantice derechos básicos, la libertad no es más que un privilegio reservado a quienes pueden pagarla.

Nos dice que la única batalla que importa es la del mercado, pero ¿qué pasa con los millones que no tienen medios económicos para asegurarse una comida diaria, un techo o educación de calidad? ¿Cómo se supone que el “mérito” los salvará si las cartas están marcadas desde el inicio? ¿O acaso la vida, al igual que las criptomonedas, es solo un casino donde los poderosos siempre juegan con ventaja y los demás apenas sobreviven hasta la próxima crisis?

Nos habla de destruir al Estado como si eso nos hiciera más libres, pero en realidad lo que propone es dejarnos a la deriva. Sin reglas claras, la única ley que queda es la del más fuerte, y ahí siempre ganan los mismos. No necesitamos menos Estado, sino un Estado que funcione para la gente, que garantice igualdad de oportunidades y que proteja a quienes más lo necesitan.

El desafío es reconciliar la libertad individual con la igualdad social concepto que desarrolla John Rawls en su obra Teoría de la justicia. Es claro que este autor lo hace a partir del velo de la ignorancia, en el que las personas, al decidir los principios de justicia, lo hacen sin conocer su propia posición en la sociedad (clase, raza, género, habilidades, etc.). Esto garantiza que las reglas adoptadas sean imparciales y beneficien a todos, especialmente a los más vulnerables. En tanto Milei habla ante conservadores que, según indica su nombre, quieren conservar su poder, su dinero, su status.

Milei se presenta como un paladín de la “verdad económica”, pero su visión carece de sustento histórico. No hay evidencia de que los países más desarrollados hayan alcanzado la prosperidad reduciendo el Estado al mínimo. Al contrario, han prosperado con modelos mixtos que equilibran mercado y regulación, inversión pública y derechos sociales. Pero Milei ignora esta realidad y la reemplaza con consignas efectistas, apelando más a la emoción que al análisis riguroso.

Su retórica polarizadora –donde los adversarios son tratados como enemigos irreconciliables– no es nueva en la historia. El macartismo de los años 50 persiguió a quienes pensaban distinto con el mismo fanatismo con el que Milei pretende dividir a la sociedad entre “buenos” y “malos”, entre “defensores de la libertad” y “colectivistas”. Pero reducir la política a una caza de brujas no construye naciones más fuertes, sino más frágiles, más desiguales y más violentas.

Si Milei verdaderamente creyera en la libertad, entendería que esta no se trata solo de que el Estado no intervenga, sino de garantizar que todos tengan la posibilidad real de elegir su propio camino. Sin educación, sin salud, sin derechos laborales, la “libertad de mercado” no es más que la libertad del más fuerte sobre el más débil.

Nos quieren vender una guerra que no es la nuestra. No te confundas: el problema no es un fantasma ideológico inventado, sino la falta de oportunidades, la desigualdad y la injusticia. La pelea no es contra el Estado, sino por un país donde todos podamos vivir mejor. Porque cuando el de al lado está bien, vos también tenés más oportunidades. Porque si todos crecemos, no hay que pelear migajas. Porque la verdadera libertad es aquella que podemos ejercer todos, no solo unos pocos.

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