Las recientes elecciones en Misiones dejan una serie de enseñanzas y moralejas que debería ser aprovechada por la clase política de todo el país. El contundente rechazo al intento de reelección del gobernador Carlos Rovira muestra con claridad que los ciudadanos comunes cuentan, y que no aceptan ser tratados como rehenes.
No obstante, la decisión de este humilde pueblo mesopotámico ofrece una gran oportunidad de aprendizaje, tanto para los "perdedores" como para los "ganadores" de los mapas políticos provincial y nacional. En rigor, el "fenómeno Piña" no sólo marca los límites para el oficialismo sino que también desnuda las limitaciones de la oposición.
Se impone entonces realizar un balance detallado de las diez principales lecciones que, para todos los actores involucrados e interesados, aporta el caso misionero.
Al gobernador Rovira, las urnas le han señalado que no es admisible anteponer la ambición personal a los valores colectivos. Asimismo, quedó demostrado que la democracia es un valor bien afianzado, aún entre los que viven rodeados de necesidades básicas insatisfechas. El triunfo del FUD certifica que no siempre se puede manipular la voluntad popular con prácticas clientelísticas tan deplorables que en algunos casos rozan con la indignidad.
Al presidente Kirchner, el resultado electoral le indica que su alta popularidad y niveles de aprobación no alcanzan para quebrar decisiones locales contrarias a su conveniencia u opinión. Así como Misiones dibuja en lo geográfico el límite noreste del país, es en lo político el límite institucional para cualquier proyecto hegemónico.
A los gobernadores Fellner, Solá y Colombi, la experiencia misionera los exhorta a repensar sus intenciones reeleccionistas. La negativa popular a la reforma constitucional en dicha provincia fue un proceso que creció desde abajo hacia arriba, y bien podría repetirse en otros distritos. Un sentimiento democratizador, que prefiere la alternancia a las estadías indefinidas, ronda el país y se amplifica en las tapas de los diarios.
A los políticos del oficialismo misionero, los votantes les dijeron que no están dispuestos a canjear convicciones por prebendas. A la vez, les hicieron saber que la manipulación, el fraude y las presiones no son buenas estrategias preelectorales. Las imágenes de ciudadanos paraguayos pobres cruzando el puente para votar con documentos falsos como "changa" revelan la sordidez y falta de transparencia que todavía rigen en algunos actos comiciales de la Argentina profunda.
A los políticos de la oposición misionera, la irrupción de monseñor Joaquín Piña y otros líderes religiosos, como estandartes excluyentes de los reclamos antiroviristas, les advierte que la crisis de representación y credibilidad también los incluye a ellos. De hecho que un pastor, con acento catalán y nulos antecedentes electorales, sea el único líder capaz de canalizar la frustración y la bronca de los misioneros marca que varios de los supuestos "ganadores" no son tales.
Al los dirigentes del kirchnerismo nacional, el principal mensaje que les brinda lo acaecido en Misiones es que la participación democrática exige el diálogo y rechaza la confrontación. Además, el inapelable escrutinio les aconseja no caer en actitudes soberbias y autistas, toda vez que ellas no hacen más que restarle capacidad de diagnosticar correctamente los humores colectivos.
A los dirigentes de la oposición nacional, la frialdad expresada por el pueblo misionero ante las declaraciones oportunistas de algunos de sus hombres comprueba que, en el terreno de la lucha partidista, la derrota de unos no implica necesariamente el triunfo de otros. El surgimiento de emergentes sociales por fuera del sistema de partidos, tales como Juan Carlos Blumberg o el rabino Sergio Bergman, pone de manifiesto la considerable orfandad de lideres políticos en el plano nacional. También descubre que a la oposición, como diría Borges, no la une el amor sino el espanto.
A la opinión pública, el reciente proceso comicial le ofrece una oportuna señal de alarma respecto de la confiabilidad de los encuestadores. Sucede que Misiones mostró con elocuencia que, en muchos casos, las encuestas y los sondeos han dejado de ser una herramienta de medición del pulso electoral para transformarse en un instrumento de operación política.
A los medios masivos de comunicación, lo acontecido en el noreste del país les ratifica la relevancia que ellos revisten a la hora de denunciar irregularidades y malas prácticas en tiempos de campaña. Es probable que, sin la descarnada exhibición mediática de los últimos días, la obscenidad derivada de cientos de DNI sin fotografías y a la venta no se hubiese extendido a cada rincón del territorio provincial y nacional.
A la clase política en su conjunto, finalmente, Misiones le demuestra que el "aparato" no es infalible ni todo poderoso. A pesar de la grotesca repartija de alimentos, préstamos, conejos y dentaduras desarrollada por punteros de toda calaña, las estructuras territoriales del oficialismo no pudieron comprar la conciencia de miles de electores empobrecidos. Más aún, quedó en evidencia que existe una dimensión cívica subterránea capaz de contrarrestar la movilización de recursos del proselitismo más burdo.
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