Entrevista a Carlos Floria:
Entrevista a Carlos Floria, polítólogo - historiador, en Construcción Plural, por Radio Cultura
“La tendencia natural del peronismo ha sido - por su poder evidente y por la claudicación o por lo menos el desconcierto de la oposición- la tendencia al partido hegemónico y el tema del estilo tiene mucho que ver con ese tipo de subcultura política. Algo de eso ha ocurrido, se ha manifestado y se está manifestando por estos días en la forma de tratar los conflictos en este momento”.
“Nunca he sido “anti peronista” pero sí claramente “no peronista” y aún hoy, pero comparto la visión del fenómeno peronista como parte natural de una subcultura política en la
Argentina. El fenómeno peronista tiene una tendencia natural y la ha tenido en el pasado a lo que se suele llamar la hegemonía y entonces en el sistema de partidos consagrada por el momento como una manera de analizar el sistema de partidos está el tema del famoso partido único que implica un régimen totalitario claramente (caso nazi, fascista y el soviético, comunista). Y por otro lado está el sistema de partido hegemónico que es una categoría que generalmente se asocia al PRI mexicano y otros ejemplos. Esas dos categorías son sistemas de partidos -como dice un gran politólogo italiano Giovanni Sartori- pertenece a la zona autoritaria del poder. El partido único y el hegemónico no pertenecen a la zona democrática constitucional. Recién cuando uno baja supongamos una línea imaginaria que separe esos dos tipos de partidos, de sistemas de partidos, recién cuando uno baja al bipartidismo, al pluralismo político y competitivo con más o menos partidos, excesivo o no excesivo, ahí ya se está en la zona de la democracia constitucional".
“Hay un problema de estilo de hacer política y de concepción de lo que se puede esperar o se debe esperar del Estado. Soy de los que creen - y estimo que no en solitario – que los argentinos necesitamos afirmar un sistema político legítimo y por sistema político legítimo uno está diciendo el de mayor calidad política. Se suele hablar de calidad institucional. A la que hago referencia es una calidad que viene desde el estilo de los dirigentes hasta el tipo de convivencia y luego una legalidad muy reconocida y compartida por la sociedad”
“Lo que yo suelo trabajar es una especie de triada en la historia sobre todo contemporánea que vale para cualquier Estado que es la concepción del Estado:
- como poder, como fuerza.
- Como una legalidad, esto es, una fuerza calificada por la ley.
- Como una legalidad con sostén de la sociedad y lo que se suele llamar legitimidad.
En mi manera de apreciar las cosas, ninguno de nosotros nunca hemos vivido lo que significa un sistema político legítimo, donde las reglas de juego forman parte además de las creencias colectivas y en cambio sí hemos vivido el Estado como fuerza y el Estado como legalidad además tremendamente costosa porque fijémonos además lo que significa una cierta legalidad consolidada hoy".
“Lo que está ocurriendo hoy es la consecuencia primero de un estilo confrontativo, que no es en sí mismo novedoso en la política pero sí contribuye a la percepción del Estado más como poder que como legalidad y legitimidad. Esto de hacer notar el poder, de hacer evidente que hay capacidad coercitiva es la parte más elemental de la política pero no la de mejor calidad. La presidenta y aun el ex presidente tienen ese tipo de estilo y después cala en la sociedad y de alguna manera produce una confrontación que no necesariamente se corresponde con las antiguas confrontaciones sino con nuevas confrontaciones que el político debe evitar -no digo en un sentido de una conformidad absoluta a lo que diga una oposición o los que discrepen- sino evaluar cómo se trate el tema político”.
“El estilo confrontativo a veces se va convirtiendo en estrategia y en lugar de considerar a la oposición como un fenómeno natural se la termina por interpretar como una antinomia profunda. Fue lo que nos pasó en tiempos no demasiado lejanos y sobre todo frente a lo que era el Estado peronista. La lectura de la historia es siempre importante, así como la lectura de la sociedad y de las instituciones. Diría que son los tres niveles de lectura que uno debe hacer. Y en la lectura de la historia lo que le pasa al peronismo histórico es que de pronto entra en la variante de la hegemonía, la logra y se convierte en un Estado Peronista, no en un Estado con un partido peronista. Ese riesgo de convertir el Estado en una identificación con el partido es lo que en este momento tiene que evitarse llegando a una especie de autocrítica. En un fenómeno político actual donde lo que veo es que la Argentina es un ejemplo de la psicología del autoengaño. Tiene que haber una mayor precaución en el sentido de que si uno tiene entornos demasiado cerrados y no ventilados, termina por entrar en esa psicología del autoengaño que según los psicólogos sociales implica primero el entorno que ya en el caso de la Argentina ha habido entornos de todo tipo, normalmente muy viciosos, segundo una especie de tendencia a la unanimidad y por último una tendencia a no aceptar la disidencia. Esto es lo que parece que está ocurriendo ahora”.
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