lunes, enero 18, 2010

Por Israel Lotersztain

Master en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella / Ex Profesor de Física de la UBA, de la Universidad de Birmingham) / Ex Director de Investigaciones del INTI).

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.


El artículo de tapa del domingo en Página 12 firmado por Horacio Verbitzky que funda las razones del proceder de la jueza María José Sarmiento en la figura de su padre me ha conmovido profundamente en mi condición de historiador. Ese criterio no deja de coincidir con la explicación de la Sra. Presidente sobre las acciones del jefe del bloque PRO en Diputados, Federico Pinedo, a las que entiende a partir de las presuntas malvadas acciones de su abuelo en 1935 en el Banco Central.

Desde el oficialismo se han dicho barbaridades sobre la fundación del Banco Central (dicho sea de paso, mérito de Raúl Prebisch mucho más que de Pinedo). Si existió un conjunto de medidas (entre ellas la creación del Banco) que posibilitaron un notable avance en la industrialización argentina y facilitaron la rápida salida de la crisis fueron las que ese dúo implementó en 1935, algo reconocido por cualquier economista serio, sea cual fuere su orientación ideológica. La estupidez, ignorancia, sectarismo, que leí y escuché al respecto estos días realmente me aterra.

Pero lo que más me fascina, vuelvo a señalarlo, es esta línea de interpretación de culpabilidad familiar, ya que veo florecer ideas del pasado a las que como historiador creía totalmente sepultadas. Las ideas de un Jehová furioso que amenazaba castigar los pecados de los padres en hijos, nietos, hasta la cuarta generación (y que el profeta Jeremías y Ezequiel modificaron ya tan lejos como el Siglo VI AC), vuelven tanto en la nota de Verbitzky como en el discurso presidencial a tomar plena vigencia. Los padres comieron agraces y los hijos sufrirán la dentera de la maldición bíblica del Deuteronomio vuelve a tener actualidad en la Argentina del Siglo XXI DC.

La búsqueda de la pureza de sangre, tan exigida por la nobleza española y la Inquisición de la época "ilustrada" de Felipe II y los Habsburgo en España, de pronto reaparece en Argentina.

Es históricamente fascinante, si bien no faltan antecedentes. Los militares del Proceso, me explicaron en su momento, habían estudiado cuidadosamente mis orígenes familiares. Tenían algo de razón, lo admito con sinceridad. Mi padre en su juventud había sido comunista por largos años.

Existen además en el mundo otros recientes antecedentes notables, que reconozco que quizá sea exagerado recordar, pero que por más esfuerzo que hago no puedo olvidarlos. La Gestapo investigaba ancestros judíos por cuatro generaciones, al más puro estilo bíblico. Stalin solía enviar al Gulag, por precaución, a todo aquel que proviniera de una familia aristocrática, y aunque se hubiera vuelto un comunista ferviente.

Es imperioso que la sociedad argentina reaccione ante esta patológica vuelta al peor pasado. Absolutamente nada puede justificar tal tipo de actitud.

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