Un "suicidio" político
Por Fernando Mauri
Como ha acontecido en muchas oportunidades (el copamiento del cuartel
de La Tablada en enero de 1989, el Plan Bonex de Erman González cerrando el mismo 1989,
el asesinato de José L. Cabezas en
enero de 1997,
el abandono de la convertibilidad
en enero de 2002, etc, etc),
pese a la menor actividad general por el influjo vacacional, Argentina
suele deparar novedades políticas -en general poco auspiciosas- en
medio del calor estival. No por nada solemos mantener nuestro programa
pese a la menor actividad general por el influjo vacacional, Argentina
suele deparar novedades políticas -en general poco auspiciosas- en
medio del calor estival. No por nada solemos mantener nuestro programa
Construcción Plural cada
verano en FM Radio Cultura.
La desaparición física del fiscal del caso AMIA, Alberto Nisman, suma
un capítulo más en esa senda luctuosa, que nos retrotrae a los fantasmas de las desapariciones del citado colega Cabezas, de los Yabrán, del brigadier Echegoyen, del navío retirado Estrada, de Marcelo
Cattáneo, o de Lourdes Di
Natale, entre otros.
Sin embargo, muy probablemente el caso Nisman escenifique un nuevo escenario de gravedad institucional superior a los casos citados, con presencia de claros tintes mafiosos y resonancias internacionales que no hacen más que horadar aún más la imagen de nuestro país en el mundo.
Y todo en el marco de una sociedad que asiste pasmada ante la impunidad engalanada en los distintos estamentos de poder.
Corresponde no perder de vista que
este lamentable deceso es un capítulo más en el contexto del atentado
terrorista
a la AMIA que hace ya más de 20
años causara 85 víctimas fatales.
¿Acaso cabe recordar que la
justicia argentina nunca logro esclarecer tal atroz
barbarie?
Trascurridas menos de 48 hs de haberse conocido la muerte de Nisman, parece quedar claro que el suicidio no fue tal -se considera que cuando éste es
inducido configura un asesinato, sea impulsado por líneas cercanas al Gobierno o por el contrario por fuerzas que buscan perjudicar al Gobierno “Nacional & Popular”- y que quien ha decido sí suicidarme pero políticamente -y en forma voluntaria- es la presidenta de la Nación.
Trascurridas menos de 48 hs de haberse conocido la muerte de Nisman, parece quedar claro que el suicidio no fue tal -se considera que cuando éste es
inducido configura un asesinato, sea impulsado por líneas cercanas al Gobierno o por el contrario por fuerzas que buscan perjudicar al Gobierno “Nacional & Popular”- y que quien ha decido sí suicidarme pero políticamente -y en forma voluntaria- es la presidenta de la Nación.
Cristina Fernández de Kirchner pudo usar la cadena nacional este lunes 19 de enero -por una vez- para referirse a un hecho urgente y de conmoción social o
bien pudo haber guardado silencio. No obstante, decidió no hacer ni lo uno ni lo otro.
El estupor ciudadano no podía más que esperar que la primera mandataria se dirigiera a la Nación por TV en cadena ya sin la grandilocuencia de siempre,
sin las barras camporistas omnipresentes, para
"prometer"
investigar a fondo el caso Nisman, compadecerse con su familia, anunciar el objetivo de reformular los núcleos de inteligencia de manera tal que se encuadraran al servicio del sistema democrático, etc,
investigar a fondo el caso Nisman, compadecerse con su familia, anunciar el objetivo de reformular los núcleos de inteligencia de manera tal que se encuadraran al servicio del sistema democrático, etc,
Sin embargo, una vez más, e inexorablemente por ser su ADN más fuerte que cualquier estrategia, la Kirchner usó la vía de la red social Facebook 2 veces en 24 hs para situarse en lugar de víctima,
correr con su habitual egolatría
del centro la figura del fiscal fallecido y -cuándo no- denunció una enésima
conspiración destituyente contra su administración
liderada por el ex socio
del kirchnerismo, el clarinista Don Héctor Magnetto.
Sin dudas, no es lo que la
sociedad quería escuchar de su líder, que amplía la disociación entre gobernante y
gobernados.
CFK se suicida
políticamente, cristalizando así una nueva oportunidad
perdida, mientras se
resiste a escuchar el
clamor de un país mayormente
hastiado de tanta
violencia verbal, de tanto apriete, de tanta mentira
y engaño y que anhela un
poco de armonía para encarar
los desafíos de la agenda pendiente más allá de la “Década ganada”: inseguridad desenfrenada, alta inflación, crisis
energética, corrupción galopante, etc etc
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