domingo, febrero 22, 2015

Sociedad dividida: problema insoluble.

Por Bernardo Poblet - ensayista/columnista de Construcción Plural

Todos los gobiernos producen hechos que terminan impactando en la vida cotidiana de los ciudadanos. Algunos los evalúan como buenos, otros como decididamente malos y siempre estarán los  indiferentes haciendo su aporte a la estadística. El insoluble problema es como apreciamos  que es bueno y que no lo es y por qué.

Los intereses, afirmarán los que sostienen que el bolsillo es el órgano más sensible del humano. Y tienen razón, pero es una parte de la verdad.

Las circunstancias.  El clima social, el humor de la gente, las expectativas de lo que viene, el optimismo o el escepticismo influyen fuertemente en la percepción de la realidad. Los que afirman esto tienen razón, pero es una parte de la verdad.

Otros sostienen que todo tiene que ver con las actitudes personales, ese filtro a través del cual interpretamos. Filtro construido con nuestras experiencias, nuestros conocimientos, nuestras creencias. Cada uno ve cosas distintas del mismo hecho objetivo. Lo importante dice una vieja sabiduría no es lo que pasa sino como vivimos lo que pasa. Tienen razón, pero es una parte de la verdad.

Popper, filósofo y matemático, cuando se le preguntaba si la verdad existe  decía que si,  “que existe, pero cada uno tiene una parte de la verdad. Tal vez debatiendo, conversando, analizando, podamos entre todos, acercarnos a la verdad”

La racionalidad diría: nada es todo bueno o todo malo, hay que sumar y restar para ver el resultado final de la suma algebraica: ¿da positivo o negativo?  Parece una aritmética sencilla, pero la gran piedra es la ponderación de los hechos, no hay cuenta que cierre si un factor para mí es de una importancia relevante, digamos valor cien, y el mismo hecho para el prójimo es indiferente, digamos  cero.

Nos aferramos a los factores que adherimos, desconocemos lo que no valoramos y esto nos ha llevado y nos sigue llevando a discusiones furiosas, a confrontaciones  desgastantes, a un derroche de energía inútil y a esta saga histórica de la que no podemos salir:  somos rosistas o anti rosistas, peronistas o antiperonistas, kichneristas o anti kichneristas,  entre docenas de situaciones.

Si uno pregunta ¿por qué sos pro mengano o anti zutano? Las respuestas promedio pueden ser difusas, suelen ser difusas. A veces mencionan algunas cosas, otras sólo una en la que fundamentan su apoyo. Sé es apasionadamente rosista porque el Restaurador defendió a sangre y fuego la unidad de la nación y su defensa ante el invasor. Se es furiosamente antirosista porque repugna la violencia mazorquera y el desprecio a las instituciones. Se es peronista -no pocas veces adhesión heredada- porque el líder protegió al obrero y se ocupó de los humildes. Se es antiperonista porque  se resiste el discurso único, el adoctrinamiento en las escuelas o la incitación a la violencia. Se es kirchnerista con pasión fanática, porque se aprecia  las leyes de igualdad para las minorías, la continuación de los juicios a los represores o la vuelta al consumo. Se es antikirchnerista con bronca porque se resiste la impunidad de una corrupción potenciada, el mal trato de un gobierno de una sola persona o, algunos, porque terminaron de desarmar las instituciones.  todos meros ejemplos incompletos, desde luego.

Todavía se escucha por ahí: Los militares construían autopistas, o con ellos había seguridad,…o mirando Latinoamérica: en Cuba la salud y la alfabetización son de excelencia, o, en Venezuela Chavez les dio comida y salud a la gente, y comentarios en esa dirección. Todo es verdad, pero una parte de la verdad.

¿Una nación es eso?  ¿Un pedacito?

Parecería que a pocos les importa evaluar los procesos, esto es, como se hacen las cosas, con qué métodos, con que límites, mirando al país como una unidad, abarcando trescientos sesenta grados de visión y no desde el ojo de una cerradura.

¿Existirá un inteligente punto de encuentro? Si, claro que sí, ya lo encontraron en países que han aprendido bastante más que nosotros y les va mejor, con todos los problemas de un mundo conflictivo: el cacareado, declamado, anunciado y jamás implementado compromiso de  políticas de estado que trasciendan  a los gobiernos.

¿Por qué no se concretan?  Porque también en esos temas claves estamos divididos.

Para algunos esas políticas permanentes deben respetar a rajatabla el filtro de la también declamada, y modificada a medida, constitución nacional: la protección de las libertades individuales, la justicia como reaseguro, las instituciones que regulan el poder, la seguridad de las personas y de la propiedad privada como sustento de las acciones para lograr un deseado desarrollo económico con distribución equitativa…Para otros, las prioridades pasan por otro lado: el control estatal de la economía, la concentración del poder en la cúpula, la versión asambleísta abajo, la defensa de lo colectivo sobre lo individual.  En no pocos casos, la convicción de que las reglas de la democracia y de la república conspiran para lograr lo que se busca…

Para que un país organizado logre ser administrado con eficacia debe construir una cultura de convivencia y de instituciones que funcionen como un sistema. En un sistema lo primordial es la interrelación  armónica entre  todas las partes. –el cuerpo humano es un ejemplo clásico; cada órgano es clave pero cualquiera que funcione a la perfección, solo, no asegura, en absoluto que el organismo funcione bien. 

Nos empeñamos en discutir sobre fragmentos, insistiendo obsesivamente en buscar datos que confirmen lo que pensamos  y negar sistemáticamente lo que  nos contradiga.

Una parte importante de la ciudadanía pareciera adherir a este modelo de pensamiento. ¿Estamos anestesiados? No, estamos engüalichados, dirían en el campo, porque nos sorprendemos, una y otra vez, por cosas que, analizando la realidad, podrían ser previsibles. Parece, por ponerle algo de humor, una fatalidad histórica. Nos pasamos la vida haciendo predicciones con posterioridad a los acontecimientos, vaticinia ex evento, para decirlo en fino aunque a mi, con todo respeto,  me gusta la definición de Fontanarrosa que hace decir a Don Inodoro:  “Fatalismo es la predicción de hechos que ya han ocurrido. Pasa algo y uste dice: estaba escrito.  Eso es fatalismo”. 


Cualquier parecido con la realidad...

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