martes, octubre 24, 2017

Breves reflexiones sobre la ola amarilla

Por EDUARDO ZAMORANO

Las elecciones legislativas del 22 de octubre brindaron un amplio triunfo a la alianza denominada “CAMBIEMOS”, cuyo socio hegemónico es PROPUESTA REPUBLICANA-PRO.  A despecho de la terminología de ciertos
comunicadores no se trata de una “coalición gubernativa a la europea” ya que, si ese fuera el caso, deberían predeterminarse reglas de juego sobre la importancia y proporción de cargos que ocupa cada partido, circunstancia que no se verifica en esta “alianza electoral”
corporizada ampliamente en el  macrismo.

De todas formas, la victoria en las legislativas se trata, sin duda,de un logro significativo máxime si se piensa que el referido socio mayoritario hace apenas cinco años era un partido confinado a lo vecinal. Debe concluirse, entonces, que su crecimiento ha sido meteórico, así como sorprendentes sus triunfos sobre el mítico peronismo.

Cabe interrogarse si estas auténticas epopeyas  -primero alzarse con la Presidencia y dos años más tarde expandirse notablemente por todo el país-: ¿reconocen su causa eficiente en una ponderación muy positiva de la ciudadanía respecto del gobierno que encabeza Mauricio
Macri o habría que efectuar un análisis más profundo del contexto político dentro del cual se verificaron para discurrir en motivaciones ajenas a aquélla evaluación?

1.- Sin perjuicio de considerar la multicausalidad de cualquier
fenómeno histórico siempre es posible ubicar un factor decisivo superior al resto.  A mi entender ese elemento definitorio del éxito del macrismo se apoya en el extraordinario rechazo que el tramo final
de la gestión de Cristina generó en vastos contingentes de la
población.  En esa porción de la ciudadanía existe la férrea
convicción que lo que se conoce como “kirchnerismo” o “cristinismo” encarna disvalores que provocaron un daño inconmensurable al país,
tanto en terreno económico como cultural; a modo de ejemplo: corrupción inédita y generalizada, autoritarismo, espíritu sectario, abuso de poder, y demagogia desenfrenada, entre otras lacras.

2.- Simultáneamente con el repudio a su paso por el gobierno, el sector refractario al cristinismo está apresado por un comprensible (aunque tal vez exagerado) temor de que pueda regresar triunfante y retomar el gobierno del país.

3.- Este escriba estima que la pesadilla aquilata cierta
verosimilitud.  En efecto, la líder máxima retiene una cantidad de adhesiones (las urnas suelen no mentir), a lo que se agrega una formidable capacidad de movilización de militancia joven y comprometida con la causa.

4.- El miedo, entonces, al retorno tan temido no es en lo absoluto descabellado y decanta en una inevitable polarización en beneficio de aquél que, en el imaginario social, simboliza la contracara de Cristina: obviamente Mauricio Macri.

5.- Ahora bien, este fenómeno   -bautizado como “la grieta”-  merece un distingo. Cristina condensa un caudal de adhesiones que son intransferibles (cuando menos hasta el presente), el respaldo de sus seguidores transita entre la reverencia y el fanatismo; su liderazgo no admite sucesores o delfines. Mauricio está lejos de despertar un
sentimiento similar en sus votantes; es más, es factible que un porcentaje mayoritario de los sufragios que cosechó en esta legislativa estén impelidos más por el rechazo a Cristina que por los méritos del gobierno.

6.- Los votantes se polarizaron encarnizadamente para tratarse de una elección legislativa. Se apartaron de cualquier posible equidistancia o mediación entre ambos campeones. Ejemplo de esto último es la pobre
performance de Sergio Massa. Pensemos que también resultaba un candidato atractivo para el no kirchnerismo: joven, buen comunicador, con linaje peronista, y rodeado de un respetable equipo. Empero fue víctima de su propia táctica: “nosotros somos la amplia avenida del
medio”, pretendiendo simbolizar ante la opinión pública que renegaba tanto de la corrupción cristinista como del ajuste macrista. Pero la coyuntura dio por tierra con el equilibrista, más allá de sus buenas intenciones. Para el kirchnerista puro y no pocos peronistas fue un traidor, y el gran conglomerado antikirchnerista abrigó fuertes
desconfianzas sobre su sinceridad, recordando, quizás su pasado reciente como Jefe de Gabinete de Cristina.

7.- Lo dicho nos  lleva a concluir que los votos cosechados por el macrismo están sujetos a una cierta volatilidad; en gran medida impregnados de temor a un regreso indeseado y no de conformidad a la gestión en curso.  Empero, es probable que a partir de ahora el fantasma de Cristina pierda fuerza y Mauricio quede solo en el escenario frente a un público que lo juzgará por lo que haga o deje de hacer, y no como el antídoto que lo preserve de una temible dolencia.

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