De restricciones, castigos y recompensas.
Por el investigador Lisandro Zamorano
Columnista radial de Construcción plural
Huston Smith, en su libro #Las religiones del mundo#, acierta a nuestro juicio con bastante proximidad algo que hoy está ligado con las consecuencias y los modos de todas las restricciones producto de la actual crisis sanitaria que se vive a escala mundial. Smith, refiriéndose al confucianismo chino en un extenso análisis (el confucianismo recordemos es un milenario sistema de creencias de origen oriental que hasta ahora sigue estando presente) se detiene para detallar la cuestión de la cohesión social, subrayando las ideas de quienes eran conocidos como realistas.
Resulta esclarecedor en demasía porque, el método de los realistas mencionado a continuación está basado en dos ejes que están conectados con la actualidad.
Primero, con el uso de la fuerza para encausar un propósito, y, luego, con la implantación de un sistema de ‘’castigos y recompensas’’, algo que está cerca, en cierto sentido, de lo que se conoce como Sociedad de control. Se trata de aquella sociedad en la cual los mecanismos de dominio se vuelven aún más inmanentes al campo social, y se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de los ciudadanos, de modo tal que las personas interiorizan cada vez más las conductas de integración y exclusión social adecuadas para este dominio.
El poder se ejerce a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas de comunicación) y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas), con el propósito de llevarlos a un estado autónomo de alienación. Se intensifican las maneras que antes eran efectivas para disciplinar y se extienden mucho más allá de los lugares estructurados.
Desde ya que en el mapa las sociedades no son idénticas, pero sostenemos que, desde el comienzo de la pandemia, en la mayoría de ellas, ha aparecido un elemento que debe entenderse como una ‘’brecha’’ creciente entre los poderes hegemónicos y contra hegemónicos.
Smith explica lo siguiente: "Dado que la respuesta de la iluminación al problema de la coherencia humana no ha podido justificarse, es con mayor interés que el de un anticuario cómo deben estudiarse las opciones que proponía la antigua China. Una de ellas fue presentada por los realistas. ¿Qué hacer cuando la gente no se comporta bien? Pegarles. Es la respuesta clásica a una pregunta clásica. Lo que la gente comprende mejor es la fuerza. Cuando los individuos emergen de las crisálidas de la tradición y comienzan a regir sus vidas por la razón, la atracción de la pasión, y el interés propio es tan fuerte que sólo la amenaza de represión seria los mantendrá a raya. Se diga lo que se diga de la razón y la moralidad, la fuerza bruta es lo que prevalece. Debe haber leyes que señalen con claridad qué está permitido y lo qué está prohibido, y las penas por violarlas deben ser tales que nadie se atreva a transgredirlas".
En suma, sostiene, la respuesta de los realistas al problema del orden social era instituir leyes que duelan.
Y prosigue, de forma aún más precisa, para seguir remarcando aspectos que están vigentes. Smith indica que ''la aplicación de la filosofía de los realistas se llevó a cabo mediante un complicado mecanismo de ''castigos y recompensas''. Los que hacían lo que el Estado ordenaba debían ser recompensados, los que no, debían ser castigados. La lista de leyes debía ser obviamente larga y detallada.''
Recordemos que Han Fei Tzu, el principal portavoz de los realistas, señaló en su momento que "si una ley es demasiado concisa, la gente del pueblo discutirá sus intenciones. Un gobernador iluminado, cuando formula sus leyes, se cuida de que todas las contingencias estén cubiertas de forma detallada.''
El autor agrega que, no sólo los requisitos de la ley deben ser explícitos, también deben serlo los castigos por infracciones, que deben ser fuertes.
''Los idealistas, continuó diciendo Han Fei Tzu, siempre nos dicen que los castigos deben ser leves, pero esa es la manera de crear la confusión y la ruina. El objetivo de la recompensa es fomentar, el del castigo, impedir. Si las recompensas son altas, lo que el gobernador desea se hará con celeridad, si los castigos son fuertes, lo que no desea se impedirá con rapidez".
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