Por Gustavo Ferrari Wolfenson
Dónde está Wally? es una serie de libros
creados por el dibujante británico Martin
Handford, en cuyas páginas ilustradas hay
que encontrar al personaje de Wally en
escenas con miles de personajes y detalles
que despistan al lector.
En un continente altamente presidencialista como o es
América latina, la figura del primer mandatario marca las líneas de su visión política, estratégica,
geopolítica, internacional y hasta económica.
Generalmente se lo ve en actos públicos, haciendo declaraciones, marcando las líneas en reuniones de gabinete, exponiendo los planes que ha pensado para su gestión y marcando un parte aguas entre su
liderazgo y las metas que impulsen al país hacia un rumbo.
Alberto Fernández (Wally) fue electo presidente de la Argentina, asumiendo el cargo con un considerable apoyo popular que prometía encauzar al país a partir de las adversidades y errores que heredaba de su antecesor.
Detrás de su figura se presentaba la mujer más amada y cuestionada de la Argentina quien lo había designado para llevar a cabo una misión que, ante la opinión pública, ella no podía cumplir.
Desde los primeros días, el dualismo cosmogónico de este gobierno, nos ha mostrado un presidente ausente, cuyo único libreto ante su propia incapacidad de conducir está signado por la permanente crítica y justificación hacia los 4 años de intervalo en que ellos estuvieron
fuera del poder. Sin embargo, y si pudiésemos aceptar esa corriente acusatoria, tampoco se han hecho o se están haciendo cosas que reflejen que existe una verdadera voluntad de enterrar ese pasado a partir de cosas nueva.
Me voy a los hechos. No ha habido durante la pandemia un plan no sólo sanitario sino de contingencia que permitiera planificar los tiempos que se avecinaron. El país a 24 meses de gobierno, aún no sabe cómo hacer las cuentas y su único interés económico es seguir
dándole vuelta a la manija de la emisión para poder seguir financiando toda la maquinaria política partidaria que los sostiene.
No hay relación, ni diálogo con los sindicatos, el congreso, mucho menos con la oposición. Su obsesión es acomodar para su redil a una justicia que ha respondido tan prebendariamente a cualquier gobierno
de turno y no quieren ser la excepción. Los gobernadores estiran y aflojan sobre un presupuesto que no existe y que depende de una peregrinación de rodillas a Washington rasgándonos las vestiduras.
Los leones del cono urbano acomodan sus fichas para su
perpetuación, demostrándole que son ellos realmente los que
acarrean los votos y sostienen el aparato. La industria sigue siendo el explotador del trabajador, la universidad es mejor seguir teniéndola cerrada así no critican la gestión y hasta las cajas políticas se van agotando porque ya no tienen de donde exprimirlas. Me olvidaba que hasta Dylan perdió protagonismo y que, desde el norte, llegó como
salvador del sistema un Jefe de Gabinete que se ha desdibujado de tal forma que ya ni me acuerdo como se llama y que mucho menos controla a las y los funcionarios.
No me preocupa si el camino es Cuba, Venezuela o Nicaragua, porque por los menos en Venezuela y Nicaragua, no hay limitaciones a la compra de divisas y si uno las consigue fruto del trabajo o de la
prebenda, nadie lo considera un traidor al orden económico
internacional, ni le pone limitaciones a comprar lo que en el mercado interno es prohibitivo.
El presidente Alberto Fernández (Wally) aún se esconde tras la fiesta de su amada Fabiola en plena pandemia. Perdió la capacidad de reaccionar, de sentir y que lo sintieran presidente y como bien lo dijo en uno de sus últimos actos políticos (que no son actos públicos) “yo le hice caso a Cristina en todo”.
¿Dónde está Alberto o Wally?, es la pregunta de los próximos 24 meses. Si alguien sabe la respuesta, me fascinaría que me la comparta.
Wally (Alberto) está en el mismo lugar que casi todos los últimos presidentes argentinos: en ninguna parte. Ya hace varios años que ser presidente en Argentina no representa, desde el punto de vista de la toma de decisiones, ninguna diferencia a favor de la gente. Sencillamente porque el poder real está en manos de factores extrapolíticos que condicionan desde el inicio cualquier esquema de gobierno. No importa si quien preside viene de JxC o del peronismo. Si no hay un acuerdo amplio entre todos los sectores para establecer cinco pautas inamovibles en economía, educación, producción, salud y organización gremial, nada, absolutamente nada será posible. Y seguiremos teniendo presidentes "prescindentes", porque estén o no, no marcará demasiada diferencia. Aceptémoslo: nuestra sociedad difícilmente sea capaz de aspirar a una Angela Merkel (por citar un mínimo ejemplo de una dirigente con ideas claras, aunque no se las comparta). Tendremos que conformarnos con Fernández (ponga el nombre de pila que prefiera) o Macri. No se ilusione: mientras sigamos siendo como somos, los nombres, sus ideas, o la falta de ellas, seguirán siendo lo mismo.
ResponderBorrarMuy bueno el artículo, Gustavo. Además de compartir el comentario anterior a este, yo agregaría una palabra que usamos mucho en Argentina y que define de manera muy clara al presidente Fernández: es un PELOTUDO IMPORTANTE
ResponderBorrar