viernes, marzo 24, 2023

Nueve impactos mundiales en menos de un cuarto de siglo

 Por Alberto Hutschenreuter




En menos de un cuarto de siglo, el mundo ha sufrido nueve impactos de escala, es decir, hechos que provocaron profundas  consecuencias locales, regionales y globales, al punto (algunos de ellos) de poner en riesgo la misma estabilidad internacional.

Si bien todos son altamente visibles o discernibles, algunos de ellos implican procesos, para utilizar el término de Jean-Baptiste Duroselle, que también podrían tener consecuencias importantes y posiblemente deletéreas.

Puede que haya más impactos, pero también sucede que dentro de los considerados tienen lugar hechos que implican sucesos de consideración en relación con las secuelas. Por caso, uno de los impactos hemos denominado "desorden interestatal confrontativo" (DIC), esto es, la situación de no guerra o discordia que existe entre los poderes preeminentes. Dicha situación provoca que predominen intereses nacionales sobre intereses internacionales, es decir, los poderes terminan por abandonar acuerdos logrados en segmentos como el de las armas nucleares. Igualmente, ese DIC resiente el alcance del multilateralismo, hecho que aleja la cooperación y "favorece" cursos de disrupción. Finalmente, ese desorden, que implica una situación internacional sin régimen, en buena medida también ha "permitido" confrontaciones intestinas como la de Siria.

Hechas estas consideraciones, centrémonos en los impactos.

El primero fue el del 11-S, sin duda. El ataque perpetrado por el terrorismo transnacional en el territorio nacional más seguro del mundo fue un impacto relativamente sorpresivo, pues hubo expertos fuera y dentro del gobierno, por ejemplo, el especialista Bruce Hoffmann y el funcionario Richard Clarke, que venían haciendo advertencias. Sí fue sorpresivo el hecho relativo con el uso de medios no militares para causar una catástrofe (el gobierno consideraba que Estados Unidos podía ser atacado con misiles desde el exterior, pero no evaluó que podían utilizarse aviones comerciales volando en el interior del país para cometer atentados).

A partir de ese hecho, la lucha contra el terrorismo implicó una etapa internacional de hegemonía y de relativización de soberanías nacionales. Cabe decir que hubo entonces muy bajo desacuerdo entre Estados Unidos, Rusia y China, pues se trataba de un enemigo común. Fue el último período de cooperación entre Washington y Moscú.

El segundo impacto fue consecuencia del ataque terrorista a Estados Unidos, pero lo separamos por sus secuelas. La intervención estadounidense en Irak en 2003 (sin autorización de la ONU) tuvo con los años tremendas consecuencias, pues el desguace del Estado de Irak (es decir, en su burocracia, inteligencia y fuerzas armadas) fungió como un hecho funcional en la creación de poderes fácticos como el ISIS. Además, el debilitamiento de Irak alteró el balance regional, hecho que, con los años, fue aprovechado por los poderes regionales ascendentes: Arabia Saudita, Turquía y, principalmente, Irán.

El tercer impacto fue de cuño financiero. La crisis de 2008 expuso los enormes riesgos que significa una crisis de hipotecas subprime en un país (Estados Unidos) como inmediata antesala de la extensión a toda la economía nacional y global. La acción colectiva, el último esfuerzo de cooperación internacional que hubo desde entonces, evitó una situación de hundimiento mayor.

Basta tener como dato de la crisis que nunca más se volvieron a registrar las cifras de 2007 relativas con exportaciones de bienes y servicios e inversiones externas directas como porcentajes del PBI mundial, según un reciente trabajo del economista indio Raghuram G. Rajan.

El cuarto impacto ocurrió en 2014 cuando Rusia reincorporó o se anexionó la península de Crimea. No sólo fue un hecho que puso de manifiesto una fase de política exterior rusa más reactiva, sino que la relación ruso-Occidente ingresó en una etapa de mayor desconfianza; además, a partir de entonces comenzó en el este de Ucrania una confrontación militar de "baja intensidad" entre las fuerzas de Kiev y las fuerzas filo-rusas, situación que terminó siendo una de las causas directas de la invasión rusa en febrero de 2022.

A partir de aquí se afianzó el quinto impacto relativo con lo que denominamos "desorden interestatal confrontativo", DIC, es decir, una situación de rivalidad o fuerte discordia entre los actores estratégicos de orden internacional, esto es, actores con capacidades sobre los que recae la responsabilidad mayor de crear un orden internacional legítimo. En los términos actuales, la imposibilidad de lograrlo acaba por afirmar la regularidad protohistórica de las relaciones entre estados: la anarquía.

La pandemia fue el sexto impacto. A pesar de que se trató de una amenaza que no provenía de ningún estado o grupo no estatal, la infección que se extendió globalmente no sólo no logró impulsar una fuerza de cooperación internacional que estuviera próxima a la talla del tremendo reto (que acabó causando la muerte de aproximadamente 15 millones de personas), sino que resultó funcional para que se agitara la rivalidad entre estados, por ejemplo, entre Estados Unidos y China.

Sin embargo, a pesar del manifiesto "nacionalismo de vacunas" o "bloques de vacunas", el hecho relativo con que a siete meses de la emergencia del virus se dispusiera de varias vacunas, no sólo fue vital para detener el veloz crecimiento del número de víctimas, sino para afrontar eventuales nuevos y más letales virus.

La guerra fue el séptimo hecho de escala. Aquí no sólo quedó en evidencia que la confrontación militar entre estados no era una posibilidad perimida y que la violencia no había disminuido, contrariamente a lo que aseguraban los estudios provenientes de las disciplinas psicológicas-cognitivas, sino que una nueva guerra generalizada podía estar más cerca de lo pensado.

Finalmente, hay dos situaciones que podríamos considerar como impactos de fondo.

Por un lado, la pugna a escala casi mundial que tiene lugar entre concepciones globalistas, que consideran que "todo está permitido", que sólo importan los deseos, que es hora del relativismo, del transhumanismo, etc., y las concepciones patrióticas, que consideran los valores tradicionales, el orden natural y los límites y cautelas en relación con el mundo que nos depara la tecnología (el tecno-optimismo, según las visiones impulsadas por la ideología relativista).

Por otro lado, aunque es difícil imaginar un mundo desglobalizado al punto que la economía se vuelva cada vez más local y regional, si no se recuperan y superan valores altos en materia de intercambios de bienes en relación con el PBI mundial, como asimismo en materia de inversiones globales, entonces se podría ver afectado ese sucedáneo de orden internacional que es la geoeconómica o el comercio internacional y mundial. Considerando que nos encontramos lejos de un orden, dejar de contar con un comercio intenso o, como la denominan, contar sólo con una "globalización fragmentada", sería una situación frágil.

En breve, los siglos XIX y XX no sólo se iniciaron con impactos mayores, es decir, guerras. Aquel con el reto napoleónica que sólo acabó en 1815, éste con guerras, rivalidades y alianzas que desembocaron en 1914. En el siglo XXI no se produjo una confrontación mayor, pero los múltiples y diversos impactos que tienen lugar en un contexto internacional sin configuración podrían arrastrar al mundo a un terreno inestable y peligroso del que cada vez cueste más escapar.

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