"Desde la crisis de 2001 no hay una verdadera oposición"
Una vez más Beatriz Sarlo destaca con su análisis en la prensa argentina, en esta ocasión en el diario La Nación, en relación al rol de la oposición en un marco de lucha política.
Destacamos estas consideraciones:
-"Después de la hiperinflación y, sobre todo, del terremoto final de 2001, se busca gobierno y no oposición. Algunas encuestas aseguran que “la gente” aprueba la “concertación” propuesta por Kirchner. Esas encuestas confirman lo obvio: una porción de ciudadanos quiere que los políticos no discutan, porque está acostumbrada a interpretar toda discusión como una forma encubierta de luchas inconfesables. La oposición queda asimilada a la ambición y la riña personalista.
Desde Menem, por otra parte, se ha vuelto clásico un axioma de la filosofía política criolla que reza que la oposición sirve sólo para impedir la gestión de gobierno (sintetizado en la frase campera “poner palos en la rueda”). Los políticos, comenzando por Kirchner, siguiendo por Macri de modo exagerado, y todos los gobernadores radicales kirchneristas, se refieren a su función como a la de quien “gestiona” para solucionar los “problemas de la gente”. Con tal definición indigente de lo político, todo debate partidario o parlamentario es una pérdida de tiempo. Y todo intercambio de ideas, un subterfugio o un derroche.
La oposición fue astutamente asimilada a una discusión interminable e inútil, que recae también sobre las instituciones en las que el debate precede a la resolución (como es el caso del Parlamento y de los cuerpos colegiados de la Justicia) y ésta no depende de la voluntad de un único soberano. Kirchner trabaja estos temas, conocedor de un sentido común al que es muy fácil llegar con un discurso antipolítico. Carrió, a su vez, los critica de modo abierto en consonancia con la caída de sus oportunidades electorales: a la gente no le importa hoy la calidad institucional, porque todavía no se ha dado cuenta de que defenderla es también una forma de defenderse.
¿Es necesaria la oposición? Bueno, sin ir más lejos, la crisis de 2001 demuestra que la existencia de políticos y de una fuerza capaz de proporcionar cuadros administrativos y técnicos que no sean los del gobierno saliente es imprescindible en condiciones de urgencia crítica. Si por alguna razón, de las que la Argentina es pródiga, un gobierno se vuelve inestable o inviable, la oposición reencuentra un sentido no meramente programático ni parlamentario. Así jugó responsablemente el peronismo en la crisis de abril de 1987, cuando los carapintadas intentaron mucho más de lo que Alfonsín reconoció en ese momento. Así jugó cuando cayó De la Rúa, aunque también dirigentes peronistas hoy impresentables atizaron los saqueos.
Pero, sin recurrir a un futuro de crisis que nadie desea, la oposición volvería a ser indispensable cuando una concentración de poder más allá de límites frágiles haga evidente para todos, incluso para quienes hoy sólo piden “gestión”, que un cambio es indispensable. Sin embargo, aunque las concertaciones electorales no son por naturaleza despreciables (y no lo sería una hipotética encabezada por Roberto Lavagna), hay que entender que una concertación electoral es el resultado de la presencia de organizaciones políticas y no el recurso para crearlas cuando no existen o han fracasado. Sólo de este modo, una concertación electoral, como sucede ejemplarmente en Chile, se convierte en algo más que en el instrumento de una victoria cuyo destino, después, es desconocido.
En cambio, de una concertación que no obtenga una victoria pero que tampoco sea derrotada estruendosamente podría surgir una oposición institucional interesante, cuyos votos en el Parlamento deban ser tenidos en cuenta".
Desde Menem, por otra parte, se ha vuelto clásico un axioma de la filosofía política criolla que reza que la oposición sirve sólo para impedir la gestión de gobierno (sintetizado en la frase campera “poner palos en la rueda”). Los políticos, comenzando por Kirchner, siguiendo por Macri de modo exagerado, y todos los gobernadores radicales kirchneristas, se refieren a su función como a la de quien “gestiona” para solucionar los “problemas de la gente”. Con tal definición indigente de lo político, todo debate partidario o parlamentario es una pérdida de tiempo. Y todo intercambio de ideas, un subterfugio o un derroche.
La oposición fue astutamente asimilada a una discusión interminable e inútil, que recae también sobre las instituciones en las que el debate precede a la resolución (como es el caso del Parlamento y de los cuerpos colegiados de la Justicia) y ésta no depende de la voluntad de un único soberano. Kirchner trabaja estos temas, conocedor de un sentido común al que es muy fácil llegar con un discurso antipolítico. Carrió, a su vez, los critica de modo abierto en consonancia con la caída de sus oportunidades electorales: a la gente no le importa hoy la calidad institucional, porque todavía no se ha dado cuenta de que defenderla es también una forma de defenderse.
¿Es necesaria la oposición? Bueno, sin ir más lejos, la crisis de 2001 demuestra que la existencia de políticos y de una fuerza capaz de proporcionar cuadros administrativos y técnicos que no sean los del gobierno saliente es imprescindible en condiciones de urgencia crítica. Si por alguna razón, de las que la Argentina es pródiga, un gobierno se vuelve inestable o inviable, la oposición reencuentra un sentido no meramente programático ni parlamentario. Así jugó responsablemente el peronismo en la crisis de abril de 1987, cuando los carapintadas intentaron mucho más de lo que Alfonsín reconoció en ese momento. Así jugó cuando cayó De la Rúa, aunque también dirigentes peronistas hoy impresentables atizaron los saqueos.
Pero, sin recurrir a un futuro de crisis que nadie desea, la oposición volvería a ser indispensable cuando una concentración de poder más allá de límites frágiles haga evidente para todos, incluso para quienes hoy sólo piden “gestión”, que un cambio es indispensable. Sin embargo, aunque las concertaciones electorales no son por naturaleza despreciables (y no lo sería una hipotética encabezada por Roberto Lavagna), hay que entender que una concertación electoral es el resultado de la presencia de organizaciones políticas y no el recurso para crearlas cuando no existen o han fracasado. Sólo de este modo, una concertación electoral, como sucede ejemplarmente en Chile, se convierte en algo más que en el instrumento de una victoria cuyo destino, después, es desconocido.
En cambio, de una concertación que no obtenga una victoria pero que tampoco sea derrotada estruendosamente podría surgir una oposición institucional interesante, cuyos votos en el Parlamento deban ser tenidos en cuenta".
Con las fuerzas que confluían hacia el espacio creado por Chacho Alvarez se tuvo la impresión de que en la Argentina podía construirse una izquierda, o un centroizquierda (la vacilación tiene su significado), que fuera al mismo tiempo republicana y social. Muchos creímos que, por fin, iban a confluir las familias ideológicas que Perón había separado con un tajo en 1945. Se trataba no sólo de un espacio reactivo al gobierno de Menem y a su increíble multiplicidad de excesos, errores, corrupciones y disparates de consecuencias siniestras, sino también de un instrumento que prometía nuevas formas y contenidos a la política".
Elisa Carrió se había alejado de la UCR y había abierto expectativas en gente muy similar a la que había apostado por el Frepaso, por razones también afines. Como Chacho Alvarez, Carrió tiene el talento mediático; como él, Carrió impresiona por el carácter elaborado, intelectual, de su discurso; como él en sus comienzos, no tiene problemas en que se la acuse de cruzar los principios morales con los políticos, sino que, por el contrario, valora ese cruce cada vez más. Además, Carrió es mujer, condición que, por sí misma, produce la ilusión de algo menos contaminado por la monstruosa deformidad de las costumbres políticas locales, comenzando por la compra de voluntades, con tarjetas de cajero automático o con porciones de presupuesto destinado a obras públicas".
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