martes, septiembre 21, 2010

Alimentos y especulación

Por Julio Gambina - Economista / Prof. de Economía política en la Univ. de Rosario / miembro de CLACSO

Columnista de Construcción Plural, el programa de Fernando Mauri.


Publicado en el diario BAE

Los precios internacionales de los alimentos retomaron una lógica alcista, en el mismo sentido del ciclo previo entre el 2007 y el 2008. Las razones se derivan principalmente de la especulación financiera en las principales Bolsas agrícolas del mundo: Chicago, New York y Londres.

En el 2007 fue la crisis de las hipotecas lo que llevó a los especuladores a desarmar sus posiciones en paquetes tóxicos de préstamos incobrables para posicionarse en materiales primas, productos agrícolas, ganaderos, petróleo y otros minerales, haciendo subir los precios en forma alarmante.

La recesión mundial del 2009 hizo bajar los precios, pero a la primera señal de recuperación en este 2010, los precios internacionales retomaron impulso, aún no en el techo alcanzado en el 2008, pero ya mayores a los instalados en el piso del 2007. El temor a la depresión frenó la especulación y limitó el escenario inflacionario, que amenazaba con reinstalar el estancamiento con inflación.

Ahora vuelven a subir los precios del maíz, del trigo o la soja, y la especulación de negocios a “futuro” explica una parte importante del curso alcista. La rueda especulativa continúa definiendo el ciclo de acumulación de capitales a escala y global, y no importa que la FAO señale que 1.020 millones de personas sufren hambre en el mundo. Si el miedo a los préstamos tóxicos elevó el interés en la especulación con alimentos, la recesión morigeró las ansias por ganancias rápidas, hasta la gigantesca intervención estatal para el salvataje de empresas en crisis, lo que determinó el reinicio de la burbuja especulativa, de nuevo con alimentos.

Resulta curioso verificar el hambre en simultáneo con el incremento de la capacidad productiva de la sociedad contemporánea, salvo que asumamos que el objetivo del capitalismo no pasa por satisfacer necesidades de las personas, sino resolver ganancias, acumulación y poder del núcleo empresario concentrado en la rama de la alimentación. Esa es la razón de la ampliación productiva alimentaria y el récord de hambrientos globales.

Pero es interesante interrogarse sobre quién resulta beneficiario de esos precios en alza, porque una respuesta rápida puede inducir a pensar en los países productores y exportadores de esa producción alimentaria. Sin embargo, con la lógica de dominación en el capitalismo contemporáneo, ya no sólo cuenta la propiedad de la tierra (privada o estatal), sino el manejo del paquete tecnológico que define la producción específica. Es lo que ocurre en todas las ramas de la producción primaria en el país y en el mundo, donde las transnacionales en diferentes sectores de la agricultura, la ganadería, los combustibles o la minería son quienes marcan el rumbo y se apropian del grueso de la facturación.

Con lo cual nos encontramos con un cuadro de situación donde el precio internacional de los alimentos tiene un componente especulativo, resuelto en Bolsas y bancos que administran los mercados de capitales mundiales y por otro en el proceso de producción monopolizado por transnacionales.

En contrario, los países exportadores o importadores sufren con empobrecimiento y deterioro de la calidad de vida. En los primeros por la orientación creciente a la monoproducción, desalojando la producción familiar diversificada y concentrando la tierra y la producción en función de una demanda mundial sesgada hacia mercados con capacidad de consumo. En el caso de los segundos, por imperio directo del encarecimiento de alimentos destinados al consumo familiar, recreando un ciclo vicioso de empobrecimiento.

Un argumento sostenido relativo al incremento de los precios internacionales alude a la mayor demanda de países altamente poblados como la India y China, que a su vez manifiestan tasas de crecimiento superiores a la media mundial en los últimos años, especialmente durante la crisis mundial actual. Siendo cierto, no explica el caso chino, con tasas de crecimiento promedio del 10% acumulativo anual por tres décadas, sin incidir desde entonces en la mayor producción, comercio y alza de precios.

El componente especulativo a nivel mundial se extiende con fuerza a la salida de la crisis de rentabilidad de los años ’70 y se potencia en los ’80 y ’90 con capacidad de generalizar sus efectos más allá de las finanzas y extenderse a diferentes áreas de la producción. Es que la especulación con dinero se extiende en simultáneo con un proceso creciente de mercantilización de la vida que lleva la negociación en títulos a toda la esfera de la producción material. Se trata de un momento en el que la calidad de satisfacer necesidades básicas alimentarias es transforma en búsqueda de valorización de los capitales invertidos. ¿Hasta cuándo soportará la sociedad la primacía de la especulación y la concentración por sobre las necesidades alimentarias de la población?

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal