miércoles, septiembre 05, 2012

El voto adolescente

Por Eduardo Zamorano 

Abogado laboralista

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL - Radio Cultura


El oficialismo, siempre prolífico y creativo en materia de iniciativas políticas, puso en la agenda la reducción a dieciséis años de la edad para votar autoridades nacionales, provinciales, y municipales.

Sobre el  asunto, danzan varios proyectos de ley encabezando la lista los presentados por el Senador Aníbal Fernández y la Diputada Diana Conti.

Como es habitual frente a emprendimientos gubernativos de tinte “progresista” y orientación “políticamente correcta”, el conglomerado político que -con verba generosa y benevolente-  se conoce como “La Oposición” queda perplejo y, tras recuperarse del estupor,  tiende a
fragmentarse en posiciones a favor o en contra de los planteos gubernamentales.  Sucede que, como graficó el sociólogo Oscar Argüello, en la Argentina hay “SOBREOFERTA PROGRESISTA” (La Nación 3/9/12).

En efecto, desviándonos por un momento del objeto de esta nota, hay partidos y espacios de esa “oposición” que sustentan posturas similares a las del gobierno en numerosas cuestiones (recordemos mínimamente: estatización de fondos de pensión, ley de medios, ley de matrimonio igualitario, asignación universal por hijo, nacionalización de Aerolíneas e YPF, etc, etc).  Sus proclamas y denuestos hacia el elenco oficial no se conectan, pues, con la política “económico-social-cultural” que viene implementando, sino con sus “FORMAS” o “MODOS” o “PROCEDIMIENTOS” o INTENCIONALIDADES”.

En síntesis, les perturba en esencia -por así decirlo- la
“liviandad republicana” del gobierno, su propensión al “autoritarismo” y sus impulsos de “perpetuación”.

Retornando a nuestro punto, hasta el presente estos grupos
“opositores” bascularon entre apoyar el proyecto aunque puntualizando sus objetivos electoralistas con vistas a 2013; o directamente impugnarlo por razones jurídico-formales.

Yendo a esta última franja, los reparos esgrimidos son los que siguen.

         1. Que no es coherente con el régimen penal de los menores, los cuales entre los 16 y 17 años sólo pueden ser juzgado por delitos cuya pena mínima sea mayor a dos años.  De igual forma, a la referida edad no pueden recibir una pena de prisión perpetua.

          2. Que no sintoniza con el Proyecto de Código Civil y
Comercial, actualmente sujeto a audiencias públicas con miras a su rápida aprobación por el Congreso. Ello, por cuanto la novísima iniciativa inhibe a la franja etaria aludida para otorgar o realizar determinados actos jurídicos (casarse, salir del país, ingresar en las fuerzas armadas o en comunidades religiosas, etc) sin que medie
autorización parental o judicial.


         3. Que el artículo 37 de la Constitución Nacional dispone que el voto debe ser “OBLIGATORIO”, y los proyectos en carpeta postulan para estos jóvenes que sea optativo como es actualmente para los mayores de setenta años.

 Ahora bien, los referentes opositores se frenan en la cáscara del problema. Quiero decir: enuncian las contradicciones que hemos apuntado en los ítems anteriores, pero no expresan con contundencia que las limitaciones al accionar de los adolescentes o la tolerancia que se les prodiga en el terreno sancionatorio tienen por fundamento que se los considera: INMADUROS, CON UNA CAPACIDAD RESTRINGIDA FRUTO DE SU EDAD, Y QUE, EN FUNCIÓN DE ELLO, SE LES BRINDA UN TRATAMIENTO DIFERENCIADO.

Este discurso se evita deliberadamente ya que sería conceptuado reaccionario, cavernícola; en definitiva contrario al DOGMA de lo “políticamente correcto”.

Discrepo con que se conceda derecho a votar a los jóvenes de 16 y 17 años en razón de fundamentos que nada tienen que ver con las superficialidades vertidas por los políticos opositores.

1.-Basándose en los criterios de la Organización Mundial de la Salud, así  se define la adolescencia: “Período del desarrollo entre el comienzo de la pubertad y la edad adjulta. Suele empezar entre los 11 y 13 años,  y termina a los 18-20 años con la adquisición de la forma adulta totalmente desarrollada. Durante este período, el sujeto sufre grandes cambios físicos, psicológicos, emocionales, y de personalidad.”

Diccionario de Medicina MOSBY, Editorial Océano, edición 2000.

Con apoyo en esta caracterización psico-física, la Convención sobre los Derechos del Niño define que es “niño” todo ser humano menor de 18 años.

2.-La mayor información y los saberes tecnológicos que hoy poseen los adolescentes no necesariamente van parejos con su maduración.

Antes bien, el prestigioso psiquiatra Roger Cohen ha desarrollado la teoría denominada “Curva de Inversión sofisticación-madurez”, la cual puede sintetizarse en el principio: “cuanto más sofisticado sea un joven, menos maduro puede ser en realidad”.

Dice Cohen: “..la prolongación de la adolescencia es lógica. ¿Para qué apresurarse a llegar a la edad adulta, con las responsabilidades que conlleva, cuando la vida se está alargando? Si los 50 años con los nuevos 40 ¿por qué no puede 25 ser el nuevo 15?”

Las citas de este experto se tomaron de su nota “La Adolescencia se alarga”, publicada en el New York Times del 10/12010.

3.- En buena parte del mundo occidental, hay una franja de jóvenes que se designan como “NI-NI” (ni estudian ni trabajan). Según los índices de Eurostat anteriores a la crisis europea, la media de NI-NI en el viejo continente era 13,8% para 2007. Hoy llega al 34%.


Actualmente, en España este conglomerado representa un 23,1%; en tanto que el porcentaje de desempleados trepa al 52,7% (marzo de 2012).

Pasando a nuestro país,  después de la creación de la Asignación Universal por Hijo-AUH (subsidio que se paga hasta los 18 años) que  permitió estudios de campo de la CEPAL, el porcentual de NI-NI ascendía al 19% (1.000.000 de jóvenes).

4.-Si bien no hay estudios confiables y tampoco estadísticas, es fácilmente detectable en nuestro país una partida demorada del hogar paterno por parte de los jóvenes.

Desde luego que existe un factor económico, ausencia de crédito para la vivienda, trabas para alquilar, etc que inciden en el fenómeno.Pero asimismo deben considerarse variables culturales para apuntalar este tendencia,  tan o más decisivas que la cuestión económica.

Sería un despropósito que incursionara en este terreno, pero menciono algunas razones al alcance de cualquier observador.

Las relaciones entre padres e hijos son más fluídas, despojadas de la reverencia y jerarquización de antaño. Sin remontarme a la Argentina de moral victoriana, en las décadas del sesenta y setenta aún prevalecían ciertas imposiciones y códigos de conducta opresivos que
empujaban a los pichones a dejar el nido; simplemente para sentirse libres.

Todo ese entorno limitante ya no existe. Hay quiénes dicen que “se pasó al otro extremo”. No quiero acudir a golpes bajos pero familiares, amigos (y hasta nosotros mismos) los domingos por la mañana, cuando nos levantamos en búsqueda del diario, sacudimos la modorra al toparnos con una jovencita o jovencito que pernoctó con alguno de nuestro hijos e hijas. Luego del shock inicial, este tipo
de incursiones pasan a integrar los hábitos normales de la casa.

La consecuencia de estos cambios culturales es previsible: si tengo casa, con habitación propia como si fuera un hotel, comidita caliente, una mamá solícita que lava y plancha ¿cuál es el sentido de buscar la “independencia”?

Desde luego que estas costumbres suponen postergar responsabilidades, afincarse en el facilismo, en definitiva postergar la madurez.

De allí  que me llamó la atención la nota del Senador Aníbal Fernández (publicada en Pagina 12 del 4/9/12) titulada “Mafalda tiene derecho a votar”. El verborrágico autor de célebres zonceras (me refiero, por supuesto, a su festejado libro “Manual de Zonceras Argentinas”, inspirado en Don Arturo Jauretche) propicia el voto a los 16 años, deslizando una afirmación que me permito transcribir:

“No necesito decir que hoy un joven de 16 años no es, ni por asomo, lo mismo que era uno de su edad allá por 1940. La intervención activa de los adolescentes en muchas de las cuestiones que hacen al día a día de nuestra sociedad, su militancia en los diferentes espacios políticos y sociales, su compromiso con el arte, la tecnología, el deporte y la justicia social -sólo por nombrar algunos de los espacios en los que interactúan- expresan con claridad la importancia de sus pareceres”.

Luego de deglutir este pensamiento, me siento un despistado, un ciego social, un verdadero zombie ¿Cómo no encuentro a los jóvenes que describe el Senador? ¿Por qué mi percepción está oscurecida hasta la negación? ¿Cómo no darme cuenta que buena porción de los pibes de 16 años en la década del cuarenta se rompían el lomo laburando, circunstancia que, insinúa el senador, retrasaba su maduración; en tanto que los chicos de hoy abrevan cultura a raudales mediante la “compu”; la edificante programación televisiva; las esclarecedoras fiestas electrónicas; y algún otro elemento que se me escapa de la memoria pero que también estimula su madurez?

Soy enemigo de generalizar, y no tengo nostalgia del pasado.

Tengo conciencia que nuestro presente encuentra adolescentes lúcidos y emprendedores, interesados en la política y con inquietudes sociales; pero es necio u oportunista sostener que se trata de una mayoría; muy
por el contrario, los chicos de 16 años comprometidos con la vida del país constituyen casi una elite.

Muy posiblemente estemos ante el inicio de un proceso de politización juvenil más extendido. Si es así ¡ENHORABUENA!, pero aguardemos a que el proceso se consolide y, recién entonces, brindémosle el cauce
legal.

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