jueves, marzo 19, 2015

Radicales,Macri y CFK

 Por Eduardo Zamorano


Abogado - Master en Inteligencia estratégica por la UNLP

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL, el programa radial de Fernando Mauri.



El sábado 14 de marzo, la Convención Nacional de la Unión Cívical Radical resolvió, por una módica diferencia de votos, que el venerable partido se sume al espacio que ya integran la Coalición Cívica y Propuesta Republicana para disputar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias-PASO.  Asimismo ungió candidato a Presidente de la Nación para competir en dichas primarias al Senador Ernesto Sanz.
(El 14/11/2014 ya en este espacio, bajo el título “Un clásico: el divisionismo radical”http://abordajes.blogspot.com.ar/2014/11/un-clasico-el-divisionismo-de-la-ucr.html, pronosticamos esa circunstancia). 


Los analistas “VIP” confieren gran trascendencia a esta decisión de los boinas blancas dado que presumen que Macri triunfará con holgura en dicha primaria, y que  la UCR le aportará a su candidatura presidencial la estructura territorial que hoy carece así como un caudal de votantes nada despreciable.
La conjetura es cierta en lo relativo al soporte del aparato radical en las provincias y las eventuales alianzas locales que permitirían ganar algunas gobernaciones e intendencias. Empero, es un tanto prematuro afirmar que las bases radicales (o los simpatizantes habituales de ese cuadrante político) entregarán su voto a Macri, al menos en el primer turno comicial.

La Convención celebrada en Gualeguaychú mostró la vigencia de una tradición radical: la existencia líneas internas que, desde tiempos remotos, conviven con encomiable esfuerzo aunque, en varias oportunidades en el curso de su historia centenaria, las divergencias fueron insuperables y derivaron en fracturas partidarias. Omito recordar los desgajamientos del tronco común ya que no son pertinentes a los fines de esta nota.
(Remito a la nota antes mencionada, en la cual reseño estos acontecimientos)

Aquí me limito a precisar que, como pudo constatarse en la última Convención, cotejan dos fracciones básicas: una línea minoritaria de sesgo suavemente conservador inspirada en Alvear (ayer Fernando De la Rua, hoy Ernesto Sanz), y otra mas numerosa en las bases y cuadros intermedios que posee una orientación con matices populistas al modo de Yrigoyen (Ricardo Alfonsín, Gerardo Morales, Cobos, etc), tendencia muy marcada en las vertientes juveniles y universitarias.

Ese sector, que suele ser ganador en las internas partidarias  -aunque con excepciones, como Gualeguaychú-,  reconoce afinidades con el peronismo en tópicos tales como: rol del Estado en la economía, proteccionismo económico, política exterior, e incluso manejo de las relaciones laborales.
Estos puntos de contacto no desmerecen la rivalidad global entre ambas agrupaciones ya que   -reitero-   la UCR en su conjunto reivindica como rasgo identitario: el republicanismo y su consiguiente proyección institucional. Y, sorprendentemente para los tiempos que transitamos, lo lleva a la práctica con meritoria frecuencia.

A la luz de estos antecedentes, la propuesta aliancista que prevaleció en la Convención de Gualeguaychú, con magra diferencia y dejando un tendal de caras largas,  más que una cercanía ideológica con el PRO, reconoce tres razones pragmáticas ligadas a la supervivencia partidaria.

En primer término la UCR carece de un líder en condiciones de incursionar en la pelea presidencial.  Va de suyo que en una compulsa electoral para dirimir la primera magistratura esa orfandad se expande a los restantes puestos en juego por la tracción fenomenal que ejerce el candidato al premio mayor. Es un motivo atendible para resignar heroísmos solitarios y aceptar un rol secundario frente al macrismo.

Como segundo elemento debe ponderarse que el kirchnerismo en su versión “cristinista” concita rechazos vigorosos y nutridos en las clases medias, clientela habitual del radicalismo. Más aún, en los últimos tiempos, dentro de ese conglomerado social, ha revivido un sentimiento “antiperonista” originado en la crispación inducida por el discurso intemperante del gobierno. En el marco de esta polarización, una actitud dubitativa del radicalismo volcaría hacia Macri las preferencias de estas franjas de votantes.
Y en tercer lugar, más allá de las imputaciones tremendistas procedentes de usinas gubernamentales y núcleos izquierdistas, el macrismo dista de lucir como un conservadurismo rancio “estilo Alsogaray”, y hasta se permite algunos guiños populares así como discretos apoyos a medidas de aggiornamiento en cuestiones de vida cotidiana. Empero esos efluvios progresistas no alcanzan a las posiciones macroeconómicas respecto a las cuales resulta ostensible su adscripción liberal.
En resúmen, la mayoría de los convencionales optó por el mal menor.  Saben que Macri ganará con comodidad la candidatura presidencial en las PASO, pero aspiran como pretensión mínima a cosechar una buena cantidad de cargos, y como apetencia máxima a una suerte de co-gobierno donde impongan su mayor experiencia para la rosca política respecto de la gente del PRO.

Sin embargo, Sanz y sus conmilitones serán observados con ojo crítico por la línea populista del radicalismo. Habrá fuertes exigencias “programáticas”, aspecto en el cual el PRO siempre se ha mostrado esquivo, ya que su rasgo fundacional es “la gestión” y no las proclamas doctrinarias.  De igual forma, se demandará que el PRO sea generoso a la hora de abrir sus listas de candidatos a nivel de Diputados y Senadores Nacionales a la militancia radical.

Finalmente, aún cuando el perseverante Sanz salga airoso de esta difícil prueba de equilibrios y consensos, queda el misterio del cuarto oscuro y la tentación del corte de boleta. 
En este punto cabe admitir que en el imaginario de buen número de radicales y afines, Macri simboliza al empresario opulento, heredero sin beneficio de inventario de negocios no siempre transparentes. Debe reconocerse que Mauricio hizo esfuerzos por conseguir un perfil popular: su paso por Boca Juniors; el paulatino abandono de la corbata como resabio de atildamiento; su reciente y renovada paternidad; y el patrocinio a los recitales de “Violetta”, entre otras iniciativas tendientes a mostrarse como un político descontracturado.

Pero estos saludables empeños colisionan con su estilo discursivo, la modulación barrionortista de su voz, ciertos ademanes de colegio pituco, y sobre todo su probable adhesión a un credo liberal, rasgos que lo convierten en un trago amargo para el tradicional votante radical.

No puedo concluir el comentario sin mencionar una objeción más sutil, mezcla de realismo y paranoia, que se escuchó de algunos intelectuales cercanos al radicalismo.
Arguyen estos dignos pensadores que, aún cuando la entente “radical-macrista” llegara a la Presidencia, dicha circunstancia estaría lejos de perturbar a la actua líder y su entorno cercano. Dicha hipótesis   -continúan estos suspicaces analistas-   sería, valga el oxímoron, una “derrota triunfal”, pues Cristina habría matado “dos pájaros de un tiro”: su bestia negra (Massa) y su dudoso delfín (Scioli).
La falencia política de los dos peronistas presidenciables la convertiría en jefa de la oposición, consolidándola como dueña exclusiva del peronismo.

Esta línea argumental discurre por carriles aceptablemente sensatos: un Massa victorioso activaría la ley de hierro peronista tipificada por la verticalidad frente al nuevo líder validado por el pueblo; y un Scioli triunfante, suceso sólo imaginable si contara con el respaldo explícito de la Presidenta, presentaría dos inconvenientes: Cristina quedaría en una posición incómoda para cuestionarlo, y surgirían tentaciones hamletianas, también caras a los muchachos del General, vinculadas con aquéllo de la patada histórica.

Por el contrario, con Macri en el sillón  presidencial, Cristina, además del rol central que retendría en el seno del Movimiento, explotaría las diferencias políticas  -hasta el límite del antagonismo- con el novel gobierno, fueran ellas reales o “relatadas”, en fervorosas arengas abominaría de la restauración conservadora, y rodeada de peronistas, viejos y nuevos, velaría sus armas para un posible OPERATIVO RETORNO.-

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