domingo, marzo 15, 2015

La enfermiza pasión del poder

Por Bernardo Poblet - ensayista/columnista de Construcción Plural


Los unos y los otros. No se discute que la autoridad para ejercer el poder  ha sido y es imprescindible para conducir un estado,  pero algunos han generado  y generan con su ejercicio desequilibrado, guerras, asesinatos, traiciones, divisiones, odios entre los pueblos  y menudencias parecidas,  y los otros,  en el marco de las limitaciones del derecho -y no de hecho-  han logrado construir, integrar,  progresar.

Queremos hablar de los primeros porque están ganando por goleada.

La necesidad de tener influencia para obtener algo de los demás viene con el envase de origen. Desde nuestros tiempos de bebé desarrollamos variadas y casi siempre efectivas técnicas, desde obsesivas repeticiones de algún pedido hasta histéricos berrinches. Claro que, a medida que crecemos, a ese deseo se le suma a no pocos humanos un potente acelerador: la ambición. La pasión para obtener poderío deriva –parece una ley- en la necesidad de acumular bienes. El uso y abuso del poder para enriquecerse parece transformarse en un impulso irrefrenable.

Surgen  muchos autores  modernos --entre nosotros  fue popular Lacleau-   que elaboran  presuntas teorías sobre el tema. No les creo. Sospecho que aggiornan cosas viejas, muy viejas.  Explican con términos nuevos enfoques que han aplicado  innumerables personajes desde que comenzó la historia en Sumer, durante un largo recorrido por todos los continentes, en múltiples culturas  y en todas las épocas históricas.  En ese entorno, América Latina hizo y sigue haciendo un inestimable aporte con algunos de los gobernantes que supimos conseguir.

Lo realmente curioso, en realidad, dramático, es que todos, pero todos, con distinta intensidad y matices han utilizado los mismos métodos. Como si existiera un  Manual  compartido  que contiene pensamientos, estrategias, tácticas y puntos clave para lograr poder. Prácticas que, hay que admitirlo, no son para cualquiera, dirían en el barrio, se requieren aptitudes específicas para calificar.

Lo que sigue son sólo algunos consejos, solo algunos,  de ese valorado manual no impreso pero vigente.  Los conceptos no me pertenecen,  son de innumerables autores, antiguos algunos, muchos de ellos anónimos, que perduran por su probada eficacia:

“La gente tiene una irrefrenable necesidad de creer en algo. El que busca poder debe trabajar para convertirse en el centro de esa necesidad  ofreciéndoles una causa o una nueva convicción.  Es preciso que sea formulada en términos vagos pero lleno de promesas, enfatizando el entusiasmo por sobre el pensamiento claro y racional. 

Una de las principales técnicas es el engaño que es un desarrollado arte de la civilización y una de las armas más poderosas en el juego del poder.

Hay que disimular las intenciones, la clave es decir una cosa, hacer otra y que la gente se confunda. Un instinto muy fuerte de la gente es creer en las apariencias. 

Es muy eficaz dar pistas falsas, sostener una causa que está en el lado opuesto a los verdaderos sentimientos,  eso despista a sus enemigos que se perderán en suposiciones y cálculos errados.

Otra herramienta poderosa es la franqueza falsa. El aparentar que uno cree en lo que dice confiere un gran peso a las palabras.

Apelar a la fantasía de la gente es una fuente inmensa de poder. La verdad  suele ser dura y desagradable, la desilusión genera ira. Mejor estimular ilusiones que enfrentar a la gente con la realidad. No hay que apelar a la gratitud de la gente sino a su  egoísmo

Es bueno ser deliberadamente impredecible. Los hechos que aparentemente carecen de coherencia o de propósito desconciertan a los demás que se agotarán tratando de explicar sus movimientos y acciones. Llevada a un extremo esta estrategia logra intimidar.

Se necesita ser audaz  al tomar decisiones. Cualquier error se corrige  rápidamente con más audacia. Todo el mundo ama al audaz, nadie honra el timorato.

Es importante organizarse para que todo dependa del líder. Hay que lograr que se lo tema o que se lo quiera pero, fundamentalmente, que dependan de él para su prosperidad. Nunca hay que enseñarles demasiado, pueden caer en la terrible tentación de arreglárselas sin la ayuda del amo.

Hay que llamar la atención a cualquier precio.  A segmentos importantes  de la sociedad le encantan las figuras sobredimensionadas. Es mejor ser agredido que ignorado. Una vez que haya logrado que la gente caiga bajo su fascinación, los tendrá domesticados.

Deben armarse espectáculos imponentes. Rituales, eventos, gestos simbólicos que enfaticen la presencia del poderoso. Las imágenes unen a la gente, los encandila y desalienta las preguntas que siempre son peligrosas. 

Revolver las aguas  para asegurarse una buena pesca. Cuando hay calma, los enemigos tienen tiempo para organizarse  y tomar la iniciativa. No hay que dejarlos. Cuantos más furiosos estén los adversarios menos controlarán la situación.

Tener un enemigo es clave. Si no se lo tiene conviene armarlo aunque para ello haya que transformar a un  amigo  en enemigo. Hay que presentarlo si es necesario como una lucha entre el bien y el mal. Suele ser un argumento más fuerte que cualquier cantidad de palabras que se utilicen.

Cuanto más información se tenga del  adversario más control se tendrá sobre él. Descubrir el talón de Aquiles del otro, es contar con una poderosa herramienta de presión para manejarlo discrecionalmente.

También hay advertencias:

Inevitablemente se genera alrededor del  poderoso una corte. Suele ser riesgosa si predominan los mediocres. Al competir entre si para satisfacer los deseos del líder, explícitos o inferidos pueden cometer errores.. Eso si, hay que asegurarse que tengan claro que, quienquiera haga los trabajos, los laureles son siempre para el amo.

Hay que tener cuidado al elegir enemigos. Si uno se equivoca, hay gente que dedicará toda su vida para vengarse.

Si surge un enemigo real,  hay que aplastarlo. Si se deja encendida alguna brasa, por más débil que sea, siempre hay un riesgo de que vuelva a desencadenarse un incendio

Hay que manipular las emociones del enemigo pero hay que tener cuidado con las furias propias. Los estallidos de ira pueden parecer una muestra de poder pero su repetición las puede mutar en impotencia. Puede ser el principio de la caída.”

Esto es sólo una muestra, como dijimos, hay decenas de estas ideas, pero me parece representativa como botón…Si uno mira alrededor….

Como puede apreciarse,  una condición necesaria para acumular poder sin límites es tener actitudes  y conductas que espantarían a las personas  honestas, sinceras, transparentes,  digamos,  lo que llamaríamos buenos tipos. Ya el amigo Maquiavelo  le advertía al príncipe: “Todo  hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará arruinado entre la gran cantidad de hombres que no lo son” 

Por último, para los que sientan la tentación de intentarlo, una reflexión de un tal Nietzche:

“…el que quiere poder no advierte que el poder vuelve estúpidos a los hombres”


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