sábado, julio 30, 2022

Estrategia: Una cuestión discursiva

 Por Lisandro Zamorano


Hace más de diez años que los académicos Rafael Alberto Pérez y Sandra Massoni publicaron La Nueva Teoría Estratégica, un libro cuyo alcance trae consigo varios puntos importantes, aunque para la ocasión estaremos centrados en el factor discursivo, para lo cual está previsto que se piensen cuestiones políticas de fondo. Al buscar una definición sobre la Nueva Teoría Estratégica se menciona que ‘’el lector ya está familiarizado con el hecho de cada nuevo paradigma de la Estrategia (militar, matemático y económico) han traído una re-conceptualización de las nociones básicas de la actividad estratégica. La nueva teoría no iba a ser ajena a este proceder y también propone cambios conceptuales. 

  Al aportarnos una visión humano-relacional, al trabajar con las interfaces y con las diferencias y al enfatizar los aspectos transformadores y articuladores de la acción estratégica, la nueva teoría implica un fuerte re conceptualización de ciertas categorías. Por ello es importante no caer en la trampa de las palabras. Y siendo conscientes de que, como dice Nietzsche, no basta con emplear las mismas palabras, es necesario utilizar las mismas palabras referidas al mismo género de acontecimientos. 

  Piense el lector la cantidad de horas perdidas en discusiones inútiles y en charlas de café para terminar descubriendo que se debatía sobre cosas distintas. O, en el menor de los casos, de dimensiones distintas de una misma realidad. 

 Para el profesor de la Universidad de Defensa Nacional en Washington, Gregory Foster, establecer una terminología de lo esencial de los fenómenos y objetos de estudio sería lo primero que habría que hacer para construir una teoría de la estrategia. Una idea que Foster ha tomado prestada de Carl Von Clausewitz quien en el siglo XIX ya demandó un marco conceptual para organizar las ideas sobre Estrategia: ´´La primera tarea de cualquier teoría es aclarar términos y conceptos confusos´´. 

  Y sin embargo, en pocos campos de estudio hemos sentido tanto esa necesidad de disponer de una terminología de lo esencial (para entendernos) y de descriptores de los distintos fenómenos considerados (para avanzar en su estudio) como ocurre en el de la Estrategia. 

Muchas personas cometen errores por exceso de anticipación cuando lo prudente y lo estratégico hubiese sido esperas. Algunas situaciones constituyen juegos simultáneos y no secuenciales donde anticiparse puede ser provocar (uno mismo y no el otro) la catástrofe. Lo primero que el pensamiento estratégico nos enseña es que cada cosa tiene su tempo y que no hay que anticiparse a la hora de actuar. Una cosa es decidir y otra ejecutar y ambas pueden estar distanciadas en el tiempo. Podríamos concluir que, si bien no toda anticipación es estratégica en cambio, toda estrategia humana implica un pensamiento una decisión anticipatoria. Lo que introduce un nuevo e importante elemento: la decisión. 

  Como en su día denunció Schelling ¿Cómo explicar esta falta de desarrollo teórico? Ni siquiera tenemos una terminología medianamente aceptable. Una pescadilla que se muerde la cola, pues una buena parte de la confusión y de la imprecisión semántica se debe precisamente al abandono teórico en la que la han mantenido sus expertos en pos de un malentendido pragmatismo. Aunque no deseamos cargar las tintas en este argumento pues no es menos cierto que otra parte no menos significativa es por razones históricas. Tantos siglos de existencia nos han dejado una Estrategia rica en facetas, matices e interpretaciones.’[1] 


[1] Pérez, Rafael Alberto y Massoni, Sandra. La Nueva Teoría Estratégica. Página 137. 

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