miércoles, febrero 24, 2016

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viernes, febrero 19, 2016

Portadas AL DIA 22.02.16









Energía: un ajuste inevitable por una crisis provocada adrede por la irresponsabilidad K

Por Israel LOTERSZTAIN
Ingeniero
Ex director de Investigaciones del INTI
Master en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella
Co editor de la publicac Lucha armada
Ex profesor de Fìsica en Ingeniería de la UBA
Columnista de Construcción Plural:



El ajuste de tarifas encarado por el gobierno está lejos de ser una locura, es más, diría que es absolutamente inevitable.

Los irresponsables no son los que aumentaron ahora las tarifas sino los que se dejaron esta situación con tarifas absurdas, y lo que es peor, no cabe duda de que lo hicieron a propósito. 


Los subsidios a las empresas elèctricas estos últimos 11 años
costaron 51 mil millones de dòlares debido a la irresponsabilidad del
gobierno anterior. Imaginemos esos 51 mil millones engrosando hoy la exiguas arcas
del Banco Central.


Recordemos que hasta enero se cobraba en promedio en el área metropolitana de electricidad menos de 25 pesos por mes, o sea,menos que un cafecito en el bar de aquí
en la esquina.


En CABA y GBA se pasará de pagar de 25 a 179 pesos por mes en promedio, o sea se terminará pagando unas 2 entradas de cine, o un kilo y pico de asado, por mes.


Lo que se va a pagar de luz con el aumento aún sigue siendo la tercera o cuarta parte de lo que se abona en Brasil o Uruguay.

Tengamos en cuenta que se contemplará a 1 millòn de hogares que serán subsidiados, exceptuados del
aumento,si consumen sensatamente energía.

Es imprescindible que Argentina  ahorre y ahorre mucho energìa dada la irresponsable y loca polìtica kirchnerista.

Ahora, si cabe mencionar que el gobierno de Macri que se precia de comunicar muy bien no sabe comunicar bien al menos en esta tema ni explicar bien esta cuestión que es dramática.


El  gobierno no explica bien los aumentos, El ministro Aranguren sabe mucho, es muy capaz pero
no sabe explicar porque no comunica bien. Se debe explicar además cómo se ahorra energía. Es fundamental, y
el Gobierno no lo ha hecho. 



Tenemos que ahorrar energìa imperiosamente. Tenemos que toma conciencia de que estamos en una
situación crìtica porque la demanda pico es probablemente un 10% màs de la capacidad REAL de la oferta energética. Y además tenemos que invertir en los próximos 10 a
15 años entre 5 a 6 mil millones de dolares en el sector eléctrico.

Solo ahorrando se podrá invertir menos, y destinar los fondos a otras necesidades imperiosas que tiene el país.

Hoy tenemos reservas de hidrocarburos, de las que se produce electricidad, para 6 años mientras que cuando
llegò Nestor Kirchner al poder en el año 2003 teníamos para mas de 60 años


Hay que evitar seguir importando energía.  A menor consumo, menor importación.

Hoy màs del 63% de la oferta energética eléctrica proviene de la combustión de hidrocarburos, por lo tanto estamos contribuyendo lamentablemente al efecto invernadero y al
cambio climàtico.

¿De qué otra forma que aumentando las tarifas se podría financiar el consumo de electricidad? La Argentina esta ahogada por los impuestos.
No se pueden aumentar màs. Digo, porque si se quiere ir hacia un mayor gradualismo en el aumento tarifario
como algunas voces plantean, allí la pregunta es quién paga ese gradualismo. 
Con más impuestos no se puede. La otra posibilidad sería  endeudarse a costa de las futuras generaciones.

¿O pagarlamos con emisión como hicieron los K? Hay que entender de una vez por todas que imprimir billetes, la emisiòn monetaria, causa inflación. Si no fuera así, todos los problemas económicos estarían resueltos: pondríamos a trabajar tres turnos a la Casa de Moneda
imprimiendo billetes de 1000 pesos y ya está... ¿Con eso se cubren los déficits? Totalmente absurdo.

Me dicen que las pymes se verán afectadas por estos aumentos, Yo pregunto: ¿por qué una pyme de Bs. As
 tenía que pagar la cuarta o quinta parte que una pyme de Còrdoba?¿Qué clase de federalismo es ese?

El Estado no puede regalar la energía, fue sencillamente delictivo haberlo hecho durante la relatada "Década ganada".

Y los que derrochan energía, sencillamente deben ser expuestos.

jueves, febrero 18, 2016

¿Sumisión?

Por Eduardo Zamorano

Columnista de CONSTRUCCION PLURAL  

La Unión Europea atraviesa una crisis compleja. Hay un notable deterioro en la economía de varios de los principales países que la integran, pero además se agregan dificultades políticas (debilitamiento de la confianza popular en los partidos tradicionales), social-demográficas (un flujo de inmigrantes y refugiados que desborda la posibilidades de contención de las sociedades receptoras), y culturales (un rebrote de  localismos identitarios que, como el caso catalán, amenazan la unidad nacional).
Para profundizar este escenario adverso, los estados europeos sufren con inquietante frecuencia atentados gravísimos por parte del terrorismo islámico, fenómeno que llena de zozobra a sus poblaciones pero también suscita agrias controversias sobre la forma de neutralizarlo.
Bajo este contexto de temor e incertidumbre, MICHEL HOUELLEBECQ concibe su última novela titulada “SUMISIÓN” (Editorial Anagrama-2015). La trama se sitúa en Francia durante un futuro cercano (2022), y plantea una hipótesis que, en principio, no puede desdeñarse de plano, aun cuando al avanzar en su desarrollo y culminarla el autor bordee lo absurdo.
Hago un esfuerzo de síntesis: al realizarse las elecciones presidenciales de 2022, en primera vuelta triunfa la ultraderecha del Frente Nacional pero como primera minoría (34%), lo cual obliga a un balotage con la agrupación política que salga segunda. Este puesto debe dirimirse entre el Partido Socialista y  un partido islámico (inspirado por el influyente grupo conocido como “Hermandad Musulmana”) los cuales aparecen en un empate técnico con el 22% de los sufragios. Bastante relegada queda la centro-derecha de Sarkozy (16%). Finalizado el escrutinio, con vistas a la segunda vuelta, el tinglado electoral luce polarizado entre el lepenismo y el novísimo partido islámico. Para estupor de los franceses y el mundo, el socialismo integrando una coalición y buena parte de los centroderechistas “por la libre” apoyan al candidato musulmán que resulta elegido nuevo presidente de la República Francesa.
Para que su novela no engrose la categoría de “política-ficción” y logre su objetivo atemorizante, el autor busca dotarla de cierta credibilidad. En este sentido, presenta al triunfante partido musulmán y, en particular a su líder, como: moderados en lo religioso, respetuosos de la libertad de culto, equilibrados en política exterior incluyendo el conflicto de medio oriente y, sobre todo, firmes críticos de toda forma de violencia. Así, para insuflar una pátina de realismo a su narración, el autor construye un partido musulmán depurado de fundamentalismo, identificado con el país, consubstanciado con los principios republicanos, y sin hostilidad hacia judíos e “infieles” en general. Con esta idílica pintura, pretende que el lector “comprenda” que la opción electoral de los franceses no fue necesariamente descabellada o autodestructiva.
Hasta aquí la formulación de Houellebecq puede, si bien que audaz, concebirse como posible. Sin embargo, a poco de ejercer el gobierno el partido musulmán, los nuevos hechos que se suceden pierden verosimilitud. En efecto, según la narración  la sociedad francesa   -incluída su elite intelectual, tradicionalmente laica-   parece encandilarse con el islamismo propagado, sutil y pacíficamente, por su nuevo gobierno: comienzan las conversiones masivas al credo de Mahoma; las muchachas esconden sus insinuantes escotes y archivan sus perturbadoras minifaldas substituyéndolas, con convicción e indisimulable orgullo, por los velos, shadores y burkas; los hombres se lanzan, entusiastas, a la práctica de la poligamia, la cual es velozmente legalizada sin resistencias visibles de organizaciones feministas o defensoras de los derechos humanos; los economistas se alborozan porque el nuevo rol femenino consagrado al hogar aleja a las mujeres del mercado de trabajo, provoca un descenso inmediato del desempleo masculino y el consecuente incremento de los sueldos….en fin…estos hechos alucinados pueden molestar al lector o, tal mi experiencia,  inducir la sonrisa o la franca carcajada, pero en ambos casos a expensas de la seriedad del relato.
En algún momento el autor, quizás advertido que su obra sucumbe ante un curso desopilante y temerario, procura alguna justificación argumental para sus postulaciones. Arguye, entonces, que la Europa depredada por la levedad moral del posmodernismo carece de antídotos para la contundencia de un islamismo lleno de certezas. Traza una forzada y anacrónica comparación con la conquista del Imperio Romano por los bárbaros. Pregona que el predominio laicista en Francia ofrece menores resistencias culturales a la penetración musulmana que las que pudieran levantar otros pueblos más religiosos. No comparto  estas razones pero, aun concediendo su carácter controversial, en el mejor de los casos para Houellebecq, podrían explicar una transculturización regresiva en procesos extendidos en el tiempo y contextos civilizatorios en descomposición terminal; pero nunca producir la abrupta implosión de una tradición de siglos.
De todas formas, más allá de sus incoherencias argumentales y su escaso valor literario  -omito referirme a este aspecto de la obra porque resulta tan aburrido como insustancial-, la novela podría concebirse como una provocación o desafío a cierta complacencia que algunos gobernantes e intelectuales occidentales muestran ante el Islam.  En este sentido, cierro el comentario con la mención a dos acontecimientos sorprendentes que, seguramente, apuntalaron la reconocida soberbia del autor francés. Me refiero a que el Gobierno Italiano, en ocasión de la reciente visita oficial del Presidente iraní, dispuso cubrir pudorosamente todas aquellas estatuas del Palacio del Quirinale que representaban desnudos femeninos para no ofender al ilustre huésped.  Tal vez alertado por la indignación que provocó la claudicación itálica, dos días después,  el Presidente francés canceló un almuerzo con su par iraní dado que el protocolo persa exigía que no hubiera vino ni libaciones de ningún tipo durante la comida.
Más allá de lo anecdótico,  los episodios relatados muestran los dos aspectos del problema cultural que Houellebecq intentó plasmar en su obra: por una parte que el Islam, aún en sus vertientes pacifistas, se asume como una creencia superior y, a la postre, pretende que el resto de los mortales acepte esta condición; y por la otra que Occidente, en homenaje al sacralizado multiculturalismo, suele impostar ante el islam una exagerada tolerancia con reminiscencias de “sumisión”.-

miércoles, febrero 17, 2016

Portadas AL DIA 19.02.16













Portadas AL DIA 17.02.16