miércoles, mayo 18, 2022

De la geopolítica a un mundo temático y con líderes posmodernos

 Por Alberto Hutschenreuter




Napoleón sentenciaba que la geografía gobernaba a las naciones. Muy posiblemente, si entonces hubiera existido el término geopolítica, nacido un siglo después, el corso lo habría preferido a geografía.

Porque es la geopolítica, esto es, las consideraciones políticas aplicadas a los territorios con propósitos relativos con el interés y el poder nacional, la que (en buena medida) determina decisiones desde los gobiernos, o más precisamente, desde las apreciaciones de hombres de Estado, que no sólo son gobernantes, sino personas que piensan desde lo que Karl Deutch denominaba "la cocina del poder".

En el siglo XXI no abundan los estadistas. Los últimos han muerto, o bien ya no gobiernan, por caso, Jacques Chirac y Angela Merkel. Claro que hay hombres talentosos, pero quizá no es la talla estratégica la que no se alcanza sino la configuración desgeopolitizada y multitemática que va tomando el mundo la que dificulta la emergencia de líderes de escala.

Llevamos mucho tiempo sin verdaderos estadistas. Los del siglo XX, es decir, los protagonistas de los grandes hechos mundiales, Churchill, de Gaulle, Mao, Tito, etc., fueron desapareciendo en los años sesenta y setenta; y como decía el profesor Carlos Fernández Pardo, con ellos acabó el siglo XX. Luego hubo importantes dirigentes y pensadores del final de la era bipolar y la era pos comunista, Reagan, Schmidt, Gorbachov, Kohl, Mitterrand, etc.

El siglo XX fue muy geopolítico, al punto que los grandes sucesos fueron precedidos de acontecimientos en los que interactuaron política, intereses y territorios, es decir, "compuertas geopolíticas". La Guerra Fría implicó lógicas ideológicas opuestas atravesadas por la geopolítica. Todo ello exigió liderazgos con conocimiento político-territorial. En la misma América Latina predominaron líderes con esa preparación, por ejemplo, Perón en Argentina.

Pero en el siglo XXI pareciera que la pluralidad de cuestiones ha instalado la necesidad de crecientes liderazgos con miradas (y prácticas) relativas con patrocinar y afirmar un nuevo patrón de temáticas múltiples globales; es decir, prácticamente nada de lo que hemos conocido y nos ha impactado a los humanos tienen ya lugar y sentido. Aunque no en todos, en varios países de la Unión Europea se puede ver a esos "líderes de nuevo cuño".

Desde este enfoque "adanista", aquellos que sostienen, por ejemplo, que la anarquía internacional, esto es, la ausencia de un gobierno o entidad ejecutiva interestatal, continúa siendo un dato de las relaciones internacionales, hecho que convierte a los Estados en los árbitros de tales relaciones, son calificados como "filo-anárquicos", algo así como portadores de una obsesión que no solo no se corresponde con la realidad, sino que es obstaculizadora del nuevo progreso.

Igualmente, aquellos que consideran que la geopolítica, el interés y el poder nacional son temas que continúan manteniendo la vigencia de siempre son tildados de perimidos que, como aquellos otros, continúan "casados", para utilizar términos de Richard Falk, con "la permanencia del sistema de Estados como la forma óptima de gobernanza global alcanzable", e ignoran las preocupaciones normativas y los beneficios de la cooperación. Asimismo, los "viejos enfoques" tienden a lateralizar las cuestiones de nuevo cuño, como por ejemplo la ecología.

En otras palabras, la idea de lo que se conoce como "globalismo" se funda en una prácticamente indetenible fuerza que, desde abajo, va "aflojando" las fuerzas que, desde arriba, siempre han signado las relaciones internacionales. Hace unos años, el especialista Stephen Gill lo ha simplificado de una manera bastante interesante y curiosa cuando escribió sobre el "príncipe posmoderno" para referirse a las temáticas que venían a ocupar el centro de dichas relaciones: movimientos sociales, tecnología, derechos de los pueblos, medio ambiente, conectividad, solidaridad, etc.

Tolstoi y Gramsci ya se habían referido a ello mucho tiempo antes, pero los nuevos tópicos han renovado esta tendencia que nos dice que un mundo nuevo, unido y esperanzador está naciendo.

En buena medida, la carencia de grandes líderes internacionales está asociada al globalismo (que no es lo mismo que globalización), un fenómeno anti-geopolítico que nos viene a decir que: en un mundo de nuevos temas, deseos y lógicas sociales, difícilmente habrá sitio para cuestiones perimidas y deletéreas, posturas conservadoras e individualismos. En todo caso, los "nuevos lideres" deberán identificarse con el globalismo; porque los líderes que se identifican con los "viejos temas", es decir, con la geopolítica, la patria, el interés nacional, los valores nacionales, las capacidades, la familia, etc., o son retrógrados, o bien son autocráticos, soberanistas y belicistas que ponen en riesgo al mundo.

De esta forma, el mundo, una vez más, se va configurando (y fraccionando) en enfoques y prácticas opuestas y enfrentadas. Ante dicha configuración, es y será importante, también una vez más, no creer que existen procesos neutros o desprendidos de lo que protohistóricamente ha sido una categórica realidad: el poder y sus múltiples formas de ejercicio.

Argentina y Qatar de cara a noviembre

 Por Lisandro Zamorano


En el marco de un periodo tan batallado como el actual, donde el
conflicto está latente en muchas regiones con chances de escalar,
también es posible hallar un foco de acción ligado a la Argentina,
siendo factible de interpretarlo en una forma más amplia.

Considerando la fecha del 21 de noviembre de este año como el
indicador de un acontecimiento que hoy, en muchos aspectos, puede no
alcanzar el protagonismo de años anteriores: el Mundial de fútbol en
Qatar. La concreción de algo atípico parece avecinarse, debido a que
el rol de la Argentina, en este contexto, va a incidir más allá de lo
futbolístico, ubicando una serie de productos del agro en la nación asiática. En
efecto, no es menor el impacto que presenta esta relación entre los
exportadores argentinos y Qatar, dado que ya existe un vínculo
comercial afianzado y que espera consolidarse llegada la fecha del
evento deportivo.

  Es a partir de entonces que se espera un importante consumo de
productos cárnicos y frutales argentinos, entre otros. Pero es un más
significativo que desde Qatar se demande una certificación halal para
las exportaciones argentinas. Esto quiere decir que se convierte un
requisito el tener una certificación que dichos productos posean en
cuanto a lo que ordena la sharia o la ley islámica para su consumo. La
Argentina, en medio del laberinto sin salida en el que se encuentra,
aguarda por ver qué ilusiones puede hacerse en el equipo alternativo
del agro llegando a noviembre.

La Tortuga Morada y la Managua de mis recuerdos

Por Gustavo Ferrari Wolfenson



En diciembre de 1969 arribamos a Managua, Nicaragua. Un nuevo destino de papá como funcionario de las Naciones Unidas nos ubicaba, en nuestra plena entrada a la adolescencia,  en el centro de un nuevo país, una nueva ciudad, un nuevo colegio y  nuevas amistades. 

 

La inserción en ese nuevo círculo social no fue difícil. El “nica” es alegre, amiguero, franco, sencillo y fraterno.  El colegio La Salle fue nuestra puerta de entrada a la convivencia con compañeros y posteriores amigos,  las fiestas, los primeros romances y las escapadas a “vagar” sin rumbo por aquellas calles hirviendo del calor del trópico. Las chicas de los colegios de la Pureza y el Teresiano eran el objetivo de los bailes de los sábados que los alternábamos con los happening que organizábamos en la casa de los Novoa, siendo nuestra querida Bertha la arregladora y promotora de cuanto encuentro sentimental se le pasaba por su mente. Hoy esa actividad de evento social o convivencia humana se llamaría  “public relation”  o “influencer”.

 

La Managua de fines de los sesenta era una “ciudad alegre”, utilizando esa expresión tan local que significa la conjunción de esplendor, vida divertida y sin mayores complicaciones. Pasajes, personajes y recuerdos aún la inmortalizan en nuestra memoria, con la presencia de muchos de los protagonistas con quienes mantenemos vivo un recuerdo que parece no extinguirse y que marcó nuestros corazones para siempre.


De aquellos recuerdos resalta la época de la música rock, la aparición de Carlos Santana con su primeros  LPs, Santana y Abraxas, acompañados en la percusión por Chepito Areas un nica dotado en la ejecución de los timbales, que lo llevó a constituirse en uno de los genios creadores y responsable de los mayores éxitos de la banda en su primer periodo. Era la época de los Credence, la agonía de los Beatles, la euforia de Woodstock y los viajes de LSD sin retorno  (one way trip) de las tres Jotas,  Jimmi Hendrix,  Jim Morrison, líder the The Doors y Janis Joplin.   California Dreamin sonaba en la radio al mismo tiempo que Serge Gainsbourg y Jane Birkin cantaban su amor desenfrenado en Je t'aime... moi non plus.

 

El Drive Inn ”El retiro”, con su mesero estrella Memito, tan amanerado como una duquesa de las pasarelas, era el punto de reunión vespertino y el autocine de Las Colinas donde uno pagaba 12 córdobas (equivalente a dólar cincuenta centavos) por coche, era la excusa perfecta para llenar cualquier camioneta a la mano y copar el cine por una módica suma de dinero.  La Managua musical tuvo en su primer gran templo “La Tortuga Morada”, un club que representaba el culto a la época pop. Sus paredes negras, tapizadas con afiches de diversos cantantes del momento, los signos de que apelaban a “Amor y Paz” (el lema con el que los hippies en San Francisco y Londres se oponían a la guerra de Estados Unidos contra Vietnam), se veían  fosforescentes con las luces negras.  El aroma a esa esencia de pachulí, se imponía quizá escondiendo el humo de cualquier otra hierva quemada. “La Tortuga Morada”, era el corazón de la Managua nocturna y  el esplendor de las primeras discotecas que se mostraban como la gran novedad por el deslumbre de sus luces de colores. Fue la cuna de ese desenfreno juvenil de los jóvenes de la Managua casi pueblerina de esos años,  donde paseábamos y lucíamos los  pantalones campanas y camisitas floreadas con diseños hippies.


La dinastía Somoza manejaba los hilos de poder a su antojo, pero eso no parecía preocupar mucho a la cotidianeidad de los que vivían de esa propia vida cortesana. Managua era un pueblo con aspecto de ciudad, aunque de calles y avenidas estrechas, estaba trazada como una pequeña capital, donde se podía caminar por sus avenidas, pasear por sus parques, sentarse en las puertas de las casas y hacer tertulias con los vecinos. Managua era Managua hasta que perdió su esplendor en los escombros, esos a los que quedó reducida la madrugada del 23 de diciembre de 1972 cuando un sismo de magnitud 6.2 grados en la escala de Ritcher la destruyó en un casi 90 por ciento. Los daños materiales fueron cuantiosos: el 90% de las casas, en el radio central, se derrumbaron y las que quedaron en pie estaban dañadas severamente, al punto de reconocerse como inservibles. Más de 600 manzanas quedaron destruidas por el sismo; unas 50.000 construcciones quedaron en escombros y más de 280.000 personas quedaron sin hogar. El 95% de la pequeña industria desapareció; el 90% del comercio sucumbió al terremoto y los servicios públicos de agua potable, energía eléctrica, telecomunicaciones y alcantarillado quedaron cortados por los movimientos terráqueos. Managua se fue con Managua. 


Si bien aquel diciembre de 1972 se recuerda como el ocaso de una capital de luz, invadida por millares de bombillos miniaturas que en su conjunto imprimían en las avenidas el furor de la Navidad, también el espectáculo moderno de luces que llegó a Managua a finales de la década de los 60 y que se apoderó de la vida nocturna de los bohemios y bailadores se fue apagando con las secuelas de aquel terremoto que jamás se ha alejado de nuestras mentes. 


Para mis hermanos Bruno y Sylvina (Juan Pablo apenas tenía tres años), Managua permanece como una postal impregnada de vida en nuestra memoria. Allí quedaron grabados nuestros sentimientos más plenos, cosechadas nuestras amistades más intensas, y reflejadas, con pasión, nuestras anécdotas y aventuras juveniles más inolvidables. Amamos la vieja Managua a través de los ojos de nuestras propias vivencias, y ante un nuevo traslado diplomático a otras tierras, sentimos con especial nostalgia y resentimiento ese desprendimiento con que nos estaban arrebatando un pedazo de nuestro propio espacio de nuestras vidas. En unos pocos meses cumplo 50 años de haber terminado mi bachillerato en el Instituto Pedagógico de Managua, el LA Salle y la celebración con canas y mucha panza nos abrazará con el mismo sentimiento y hermandad que nos marcó la vida-  

martes, mayo 10, 2022

Para Rusia el mundo siempre fue (y será) un lugar peligroso

Por Alberto Hutschenreuter





Rusia conmemoró un nuevo aniversario del final de la Gran Guerra Patriótica; una confrontación de exterminio frente a Alemania entre 1941 y 1945.

Sin duda alguna, fue el gran acontecimiento de Rusia en su historia. En juego estuvo nada más y nada menos que la supervivencia del país, pues el propósito del régimen alemán era convertir a la entonces Unión Soviética en un lejano e irrelevante país del Asia, y colonizar la parte europea del país rica en recursos. Solo así, el III Reich podría liderar y mantenerse por años en Eurasia.

Se trató de la "ambición geopolítica del siglo XX". Pero lo que fue una invasión se convirtió en una campaña y, como registra la experiencia, para un invasor (sobre todo para aquel que se adentra en Rusia para someterla) el peor escenario es siempre una campaña en la que las fuerzas del país ocupado no dan batallas, como le sucedió a Napoleón, o bien esas fuerzas (inagotables, aparte) terminan rodeando al invasor, como le sucedió a los ejércitos de Hitler en Stalingrado, o haciéndolas retroceder hasta expulsarlas y perseguirlas hasta su misma capital.

La Primera Guerra Mundial había sido un desastre para Rusia. Perdió cerca de tres millones de hombres, fue derrotada por Alemania y debió firmar un tratado draconiano con esta potencia, perdió tierras y finalmente no fue parte de Versalles. Como dice Dmitri Trenin, para recuperar territorios y repararse, debió ir a una segunda guerra de la que salió victoriosa y convertida en superpotencia, pero a un precio muy alto: 24 millones de muertos. Por ello, cada 9 de mayo Rusia celebra "con lágrimas en los ojos" la gran victoria, según las propias palabras de los rusos.

Resulta un dato curioso el hecho que Rusia sea el país preeminente más grande del mundo, pero, a la vez, que ese territorio, un componente clave de todo poder nacional, nunca llegara a proporcionar a los rusos un firme sentido de fortaleza inexpugnable. Por el contrario, como advirtió una vez el almirante Alfred T. Mahan, el enorme territorio implicó, históricamente, un factor de debilidad y vulnerabilidad para los rusos.

En los últimos cinco siglos las invasiones (e incluso las ocupaciones del mismo poder, como sucedió con los polacos) fueron el lugar común. Pero las incursiones externas también ocurrieron cuando Rusia intentó dominar sitios estratégicos, como sucedió a mediados del siglo XIX cuando Inglaterra, Francia y el Piamonte no sólo impidieron que Moscú se extendiera hacia los estrechos turcos, sino que ocuparon Crimea y ciudades centrales.

La Guerra de Crimea, retratada brillantemente por Orlando Figes, inauguró una línea de reveses y humillaciones de Rusia ante poderes externos que prácticamente se extendió hasta la Gran Guerra Patria (la  antecesora fue la Guerra Patria frente a Napoleón en 1812). Incluso cuando ganó terminó perdiendo diplomáticamente, como sucedió ante Turquía, otro de los grandes rivales de Rusia, retratado magníficamente por Dovstoievski en "Diario de un escritor". Y cuando perdió, como en 1905 frente al ascendente Japón, fue un verdadero desastre, pues la derrota inauguró un tiempo de disturbios nacionales que se extendieron hasta la Revolución Rusa.

Las incursiones de los ejércitos blancos tras la toma del poder por los bolcheviques también se "suman" en Rusia a la extensa lista de peligros que provenían del exterior. Seguidamente, la guerra con Polonia supuso la posibilidad de ser derrotada y ocupada.

Es cierto, como sostiene Alexandr Solzhenitsin en su texto "Los problemas de Rusia", que no pocas veces los dirigentes rusos se involucraron innecesariamente en problemas y conflictos internacionales. Pero, también, que no pocas veces Rusia fue un blanco de fuerzas externas, un dato irrebatible.

Incluso lo fue siendo la poderosa URSS. Según lo cuenta Peter Schweitzer en su obra "Victory: The Reagan Administration's Secret Strategy that Hastened the Collapse of the Soviet Union", mientras la Unión Soviética se encontraba en guerra en el país asiático, existió el propósito por parte de Occidente relativo con provocar levantamientos en el "bajo vientre" del país, es decir, en las repúblicas soviéticas del Asia Central, y así, desde adentro, debilitar al régimen soviético. Pero el plan se descartó porque se consideró que era muy arriesgado.

El final de la Guerra Fría no implicó una era de "tranquilidad geopolítica" para Rusia. Si bien al principio hubo una visión romántica de política exterior, pronto Moscú advirtió que Occidente se proponía llevar su victoria hacia el este. Las ampliaciones de la OTAN volvieron a marcar la regularidad geopolítica histórica: potencias acercándose al territorio de Rusia con el fin de asediarla, contenerla y controlarla.

En buena medida, la operación militar o invasión rusa a Ucrania responde a esa aproximación sobre la que nunca hubo, por parte de Occidente y la OTAN, una determinación categórica de no continuarla, ni siquiera hoy. En otra buena medida, a lo que venía sucediendo en la región del Donbass desde 2014.

En breve, para Rusia el mundo siempre parece ser un lugar peligroso. En rigor, Ucrania y Rusia están determinadas a convivir con la geopolítica y a sufrir a la geopolítica. Una por la ubicación de fragmentación o sensibilidad territorial en la que se encuentra; otra por su posición en Eurasia. Pero la primera desafió su condición sin ninguna necesidad de hacerlo. La segunda no ha tenido alternativas porque, de una u otra forma, desde el exterior siempre se intentará impedir que Rusia se afirme y se convierta en un gran poder euroasiático.

El denominado "pluralismo geopolítico" no significa "buenas intenciones" en términos de política y territorios; supone, ante todo, no subvertir el necesario equilibrio territorial.

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La irrupción de las ciudades inteligentes

 Por Lisandro Zamorano 


Dentro de los ámbitos especializados en urbanismo y planificación, existe, hace varios años, un debate ocupado por alcanzar una definición común sobre algo de lo que no se ha hecho eco en la esfera pública: las ciudades inteligentes.  

Hablar de ciudades inteligentes no se trata simplemente de desarrollar esbozos conceptuales sobre infraestructuras de conectividad, centros integrados de operación y control e interfaces de comunicación para enviar y recibir información al servicio de un modelo de gestión técnica en la toma de decisiones de un espacio urbanizado. Aquello que está ocurriendo al respecto se corresponde a: atraer y retener talentos concernientes a los ecosistemas urbanos, siendo este uno de los elementos más significativos y que el ciudadano se convierta un eje de entradas y salidas múltiples de datos sin patrones específicos. A su vez, al pensar sobre el presente se dice mucho sobre reelaboración permanente y búsqueda de adecuar la eficiencia ‘’Smart’’ a la mayor cantidad posible de habitantes. En este sentido, quienes están encargados de la tarea quizás más ardua cumplen un papel importante pero que no supera al de los habitantes, quienes determinan, ─conscientemente o no─ un arranque y un cierre en el balance total de este tipo de iniciativas. 

   Por otra parte, concebir este tipo de ‘’innovación urbana’’ conlleva añadir otras características: la idea tripartita de los proyectos pilotos, la experimentación y la sociedad de simulacro, son, precisamente, factores que situaron a algunas ciudades de América del Sur como la puesta en funcionamiento del rediseño urbanístico más representativo del siglo XXI; en gran medida, una autentica ofensiva por hacer que los proyectos pilotos no se pierdan en el éter. 

En conclusión, que se hagan alusiones a las agendas de este tipo de posicionamientos y disputas de poder por la ‘’innovación’’ es el inicio de un entramado complejo. La irrupción de las ciudades inteligentes se encuentra en total ejecución y continuará avanzando ─guste o no─ en el medio del contexto critico ─aunque ello no debe resultar carente de esperanza ni desprovisto de realismo─ de los tiempos actuales. 

martes, mayo 03, 2022

El Audio de Construcción plural del 030522

Escucha"Construcción Plural - Programa 863" en Spreaker.

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