viernes, agosto 25, 2023

A Rusia le cuesta abandonar los viejos vicios

 

Por Alberto Hutschenreuter





La recientemente fallecida Hélène Carrère d'Encausse, una de las mejores especialistas de Occidente en Rusia y la Unión Soviética, entre sus muchas obras tiene una que se titula "El mal ruso". Allí, la experta francesa de ascendencia georgiana, plantea que la historia de Rusia podía ser explicada desde la violencia política; una práctica aplicada desde arriba hacia abajo, pero también violencia desde abajo hacia arriba, sobre todo desde el surgimiento de movimientos insurgentes en la segunda mitad del siglo XIX.
Por su parte, Alain Besançon, otro gran experto francés en ese país, consideraba que la Unión Soviética podía ser explicada desde los ciclos conocidos como "comunismo de guerra" y "nueva economía política". Mientras que en el primero el Estado avanzaba violentamente sobre la sociedad para imponer el modelo marxista leninista y eliminar toda oposición, en el segundo, para evitar la misma desaparición de la sociedad y que la economía tuviera más rendimiento, el Estado replegaba su poder, permitiendo que se revitalizara la sociedad y la producción.
Luego, el régimen regresaba al comunismo de guerra y, si era necesario, como lo fue cuando Alemania invadió la URSS, permitía otra vez que la sociedad y los soldados sintieran menos opresión. Durante la guerra de exterminio con Alemania, la nueva economía política fue acompañada de la evocación de gestas militares gloriosas y héroes del pasado ruso.
El punto es que los interesantes planteos de los dos especialistas sirven para explicar Rusia y la URSS hasta la muerte de Stalin, en 1953. Pues desde entonces el totalitarismo dejó de ser la condición política en el país, continuando el autoritarismo como rasgo del poder. Es decir, con Stalin se fue esa forma política-económica-social-cultural que solo admitía la ideología imperante. Cualquier manifestación mínima de disidencia podía significar la muerte o el Gulag, que era casi como una muerte en vida, tal como lo describe la obra mayor de Alexander Solzhenitsyn, un testigo directo, o un reciente trabajo de la historiadora Anne Applebaum.
Por supuesto que con los "sucesores de Stalin" todas las características del régimen, muy bien analizadas por Zbigniew Brzezinski y Samuel Huntington en un texto clásico de los años sesenta, continuaron, pero no con la brutalidad de antes, es decir, el terror en todas partes. Incluso se permitió la publicación de libros que nunca antes se habrían permitido. Tras la muerte del dictador, la URSS entró en un largo ciclo de nueva economía política, hasta que el país-continente se desplomó, la Guerra Fría terminó, el mundo ingresó en el régimen de la globalizacion y la "nueva Rusia" experimentó una era de desorden interno y debilidad externa casi sin precedentes.
En ese contexto, hacia el final de la década del noventa, Vladimir Putin, un hombre del extendido segmento del servicio secreto, fue designado primer ministro y luego fue elegido presidente. Con él, Rusia se ordenó hacia dentro y, por tanto, logró elevarse estratégicamente hacia fuera.
Pero Rusia mantuvo algunas "constantes". Por caso, siguió siendo un gran poder, aunque no un actor preeminente cabal, es decir un poder con proyección en todos los segmentos de poder. A pesar de su poder nuclear, su asiento permanente en el Consejo de Seguridad y su ascendiente geopolítico en el "vecindario inmediato" (las ex repúblicas), Rusia continuaba siendo una potencia con base "GPM" (gas, petróleo y minerales). Algunos, irónicamente decían que Rusia se apoyaba en una "economía Kalashnikof", esto es, barata, irrompible y con baja tecnología. Como otrora la URSS, su Estado continuador postergaba la modernización.
Hay otras constantes, por ejemplo, el celo geopolítico frente a situaciones que impliquen poderes tradicionalmente marítimos que se acercan a sus fronteras y amenacen su condición de poder terrestre. Por ello, Rusia siempre reaccionará desde lo que considera "medidas contraofensivas de defensa".
Además de estas constantes, Rusia también mantuvo algunos "vicios" zaro-soviéticos en relación con el ejercicio y mantención del poder. Es verdad que ya no es un régimen de partido único, aunque sí de partido hegemónico. Y si bien en un principio el régimen mostró una relativa tolerancia con opositores, durante la última década el régimen se volvió más cerrado frente a la sociedad y más duro con la oposición. En este contexto, ocurrieron asesinatos selectivos, quedando siempre el régimen y el mismo presidente en el abanico de conjeturas sobre la responsabilidad. Las recientes muertes del número uno y el número dos de la milicia Wagner han sido otro caso más en los que las sospechas se dirigieron rápidamente al mandatario.
Ello no quiere decir que acaso Rusia se vuelva a explicar desde la violencia, pero sí tal vez debamos preguntarnos si el régimen político ruso no se está dirigiendo hacia formas que podrían provocar una gran disrupción en el país. Porque en la Rusia de hoy, el centralismo y verticalidad del régimen podrán mantenerse, pero muy difícilmente un líder alcance el poder totalitario que tuvieron Stalin o Pedro el Grande.


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miércoles, agosto 23, 2023

El Audio de CP del 220823

Escucha"Construcción Plural - Programa 1051" en Spreaker.

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miércoles, agosto 16, 2023

El Audio de Construcción Plural del 150723

Escucha"Construcción Plural - Programa 1048" en Spreaker.

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martes, agosto 15, 2023

7 claves de la #SupeRevolucionMilei

 Por Fernando Mauri

1ero y 1ero.

/ Desplazar a Massa del 1er puesto individualmente como candidato, ya era una #RevoluciónMilei.
Pero cristalizarlo también por espacios y quedar como 1er. tercio, constituye una #SupeRevolucion.
Y más aún logrando extenderse por más de la mitad del país (triunfó en 16 de 24 distritos).
Paradójicamente, la CABA que lo vio nacer es donde prácticamente más  débil quedó (3ero y con menos del 20%).
Así, lo que parecía con los 1eros indicios post elecciones una flagrante derrota de Massa y UxP derivó en una debacle de casi similar tenor para JxC; decimos casi, porque el peronismo unido es 3ero. por primera vez en su historia
.

Lo de Milei, de cristalizarse en los capítulos 2 de octubre (general) y 3 de noviembre (balotaje), es de tal magnitud, que supondría superar al fenómeno Cambiemos/Macri 2015, que no dejó de ser una alianza electoral del emergente PRO con la centenaria UCR.
Pero además, Milei no tiene estructura, ni alianzas superestructurales ni tiene gestión loable pública previa. 

Un solo dato:
en el 2019, entre el PJ y Cambiemos sumaron el 80% de los
votos. 
Ahora, ambas coaliciones alcanzaron del 55%.


El tan fulgurante como peligroso ascenso de Milei es tributario del default de toda la CLASE política, de un color y de otro. 




2
/ Por qué "la Libertad Avanza" tanto?

Hartazgo contra la clase política tradicional. 
Aún a costa de un salto al vacío, un giro al cambio y a la derecha beligerante, al igual que en otros confines del planeta con populistas de derecha elevados a líderes carismáticos (del cercano Bolsonaro para abajo).
Y un monumental salto sobre el sistema y las estructuras y los aparatos.



3
/Se votó a Milei personalidad/personaje o sus propuestas?

Pareciera lo 1ero.  Y poco de lo 2do.
Y en tal caso, el temor a la ingobernabilidad futura en caso de un Milei en el sillón de Rivadavia es inquietante, excepto que vire como su admirado Carlos Saúl.
Propuestas estrafalarias, mínimo bloques legislativos, ningún gobernador ni inserción sindical, etc, plantean un escenario desafiante (eufemismo de moda para referir a cuando estás al horno...con fritas).



4
/Quién frena a Milei?
Su 30% es piso o techo?

Fortalecido y con el batacazo sorpresivo que ninguna encuestadora ni analista (incluido quien suscribe) visualizó, pareciera que el facho libertario tiene todo para crecer.
Y ser el único postulante de los 3 que potencialmente tiene un pie seguro en el balotaje.
Una segunda vuelta en la que corre con ventaja por el simple hecho de que el votante del postulante que quede out del balotaje iría con el libertario o no votaría. 
O sea, un bullrichista sin Bullrich en competencia en noviembre, por ideología y cambio tiende a Milei, y un peronista o k para obturar a Bullrich, lo mismo.

Excepto un error grave, Milei la tiene en bandeja.
Aquí no hay frente francés anti Le Pen ni cordón sanitario progresista anti Vox como en España.

Asimismo, la crisis económica y sus manifestaciones financieras (hola, blue) generan mayor apoyo a Milei. 
Y de acá a octubre y noviembre, viviremos jornadas movidas, qué duda cabe.






5
/ Una relativización de la era de la moderación y de los aparatos?

Milei. Bullrich. Sin grandes armados. Ganadores contra los fierros y pautas propagandísticas y presupuestos de sus rivales.
Y una moderación social perdida que dejó a la vehemente Bullrich como vencedora con gusto más agrio que dulce.
Desde hace 2 años JxC parecía tener pavimentado el camino a la Rosada, y ahora lo tiene harto complejo.
Qué horadó a JxC?
Seguramente una vertebración entre falta de mínima autocrítica (más bien lo contrario) de la pésima gestión Macri 15/19 y sus peleas intestinas a plena luz del día ante una sociedad harta de los políticos que no solucionan sus problemas y para peor se tiran con todo entre ellos.



6
/Grandes ganadores y perdedores

Entre los 1eros, Milei. Kicillof.

Un poco Bullrich, algo Lousteau y hasta los 2 ex presis.

CFK (si bien perdió tras 30 años "su" Santa cruz, no jugó a fondo por Massa, prefiere a Milei que a Bullrich, y la clave: puede encaminarse a retener su "sede de atrincheramiento" [PBA]).
Y Macri por virtual ideólogo de Milei, y festejar con Patricia y el retener pese a lo estrecho "su" CABA" en manos patrimonialistas del primo Jorge.


Entre los grandes derrotados, Larreta
Massa (ni en Tigre pudo imponer a fuego a Malenita y debe capear un panorama económico financiero más enrarecido aún)
Santilli (arrastrado por Larreta).





El plural futuro?

/Asistiremos acaso pronto a un nuevo terceto de grandes actores:
De Alberto/CFK, Axel & Horacio...

a un MULTICOLOR
Milei, Axel & primo Jorge???

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La guerra: esa vieja regularidad internacional

 Por Alberto Hutschenreuter






          La guerra en Ucrania recentró el fenómeno de la confrontación militar entre Estados. "Un choque de grandes intereses, que se resuelve con el derramamiento de sangre”, según la clásica definición de guerra que nos aporta Carl von Clausewitz en su obra más influyente.


Sobre la guerra también se consideró que era un acontecimiento cada vez menos frecuente. Ello sucedió tras el final de la Guerra Fría. Fueron tales las expectativas, que la guerra del Golfo en 1991 fue considerada una confrontación entre un actor que no llegaba a comprender el despertar de un orden nuevo, Irak, y otros que defendían la justicia internacional, Estados Unidos y su coalición, es decir, el orden que ascendía y que no toleraría desafíos.


El "régimen de la globalización" reafirmó ese curso favorable, pues el mismo no sólo anclaba el mundo a la prosperidad del comercio y la tecnología, sino que aseguraba crecimiento y desarrollo económico (en poco tiempo) para aquellos que se sumaran a sus bondades.


Con el siglo XXI fueron ganando lugar aquellos enfoques que sostenían que la violencia intra e interestatal había disminuido y que ya no eran posibles enfrentamientos como las guerras integrales del siglo XX. Además, la robotización y la conectividad robustecían el comercio internacional, aumentando la condición inhibidora de conflictos o rupturas entre Estados que siempre comportaba el mismo.


Por entonces, antes que se produjeran los acontecimientos de Ucrania-Crimea en 2013-2014, ese aparente estado de retracción de la guerra llevó a que en Europa, el territorio de la supraestatalidad, prácticamente se descartaran confrontaciones entre Estados, algo que quedó reflejado en los textos o libros blancos elaborados por las carteras de defensa de los miembros de la Unión Europea.


Sin embargo, si se echaba una mirada menos estrecha a determinados hechos, se hubieron sacado conclusiones algo menos apresuradas y sí más inquietantes. Por ejemplo, nadie en materia de capacidades militares parecía dispuesto a realizar ajustes a la baja. Las partidas destinadas a la defensa, es decir, a la autoayuda nacional, continuaban en ascenso en la mayoría de las regiones del mundo, al tiempo que se posicionaban nuevos poderes en la carrera, por caso, Arabia Saudita e India, dos poderes que atravesaron situaciones de guerra. Y en el caso del segundo, sus capacidades incluyeron el desarrollo de armas atómicas (en 1998, India y Pakistán realizaron once pruebas nucleares).


Las situaciones de guerra no fueron tan infrecuentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial como suelen destacar aquellos que consideran que los grandes hechos (como el fin de una guerra o de un régimen internacional) tienden acelerar la historia en términos evolutivos, o aquellos que tienden a asociar la globalización con paz internacional, pues consideran que las "dos G" fragmentadoras en la historia, la geopolítica y la guerra, son completamente inapropiadas en un mundo globalizado.


Hay que recordar que la guerra no fue infrecuente desde 1945, sino que no solo hubo guerras entre poderes mayores, China-URSS, India-China, o poderes intermedios como Irán-Irak, sino que las propias potencias que rivalizaban y dominaban el globo estuvieron cerca del desastre a principios de los años sesenta. Pero también estas potencias se enfrentaron a través de terceros, por ejemplo, en Vietnam, y antes en la guerra de Corea, donde técnicamente se continúa en guerra. Y en Afganistán, la URSS luchó contra insurgentes apoyados con armas occidentales destinadas a “dar muerte al soldado soviético” (como recordara Brzezinski) y que, en buena medida, sirvieron para definir la confrontación. Más todavía, en su obra Victory: The Reagan Administration's Secret Strategy that Hastened the Collapse of the Soviet Unionel estadounidense Peter Schweizer sostiene que en Washington se llegó a evaluar la posibilidad de aprovechar la guerra para provocar disturbios en las ex repúblicas soviéticas de Asia Central, el bajo vientre del imperio, con el fin de desestabilizar a la URSS, plan que fue descartado por ser muy peligroso.


En un contexto de creciente discordia entre Occidente y Rusia, en febrero de 2022, este país puso en marcha sobre Ucrania lo que denominó Operación Militar Especial. Sin considerar las realidades que impulsaron semejante decisión por parte de Moscú, la guerra, una vez más, "había venido hacia el hombre".


Lo que queremos decir con esto es que la guerra, como advertía Clausewitz, es parte de la existencia social del hombre. Casi en esta línea, otro gran experto en las confrontaciones armadas, Martín van Creveld, sostiene que “Por mucho que a los corazones sangrantes les desagrada el hecho, la guerra y su cultura forman un elemento integral de la vida humana y es probable que lo sean en todo el futuro por venir”.


Por otra parte, aunque citemos en algunos casos autores que, como en el caso del prusiano, hayan realizado sus reflexiones a partir de las guerras de su tiempo, ello no afecta en lo más mínimo dichas reflexiones porque la guerra tiene una cambiante naturaleza. Volviendo a Clausewitz, “La guerra es como un camaleón: cambia su apariencia. Se adapta a la situación. Pero el concepto de lucha permanece sin cambios”.


En suma, la guerra es una de las regularidades de la historia, no lo es la paz, un concepto abstracto, pues nunca ha existido un periodo de paz total, aunque sí han existido guerras totales. El equivalente de paz es el orden internacional, es decir, una disposición de los poderes preeminentes a pactar y acatar determinados compromisos que, a veces, pueden significar sostener ciertas insatisfacciones, pero que redundan en beneficio de la seguridad de todos.


Nada de esto tenemos hoy; por el contrario, el lugar del orden lo ocupa la discordia internacional, la acumulación militar y hasta una situación precaria de “no guerra” entre Occidente y Rusia sobre la que nadie podría asegurar si finalmente habrá vía de salida o si habrá una fuga hacia adelante.

jueves, agosto 10, 2023

Reflexiones de una democracia sin demócratas, y sentimientos de una sociedad sin ciudadanos


Por Gustavo Ferrari Wolfenson



Debo confesar que aún me cuesta entender la realidad de
quienes quieren seguir recetando aspirinas a un enfermo
en estado terminal. Faltan escasas 72 horas para un
proceso electoral que marcará una nueva etapa de los 40
años de esta democracia sufridamente conseguida. El dólar
Fiat 600, la desgarradora escena del asalto-asesinato de
una niña cuyo único pecado era, en un país sin clases,
querer ir a la escuela, la fotos posteriores del canje del
celular robado por droga, y un gobierno sin reacción que
ha fortalece su incapacidad y las manifestaciones de una
población que, arrastrada por la crisis, se siente con la
potestad de exigir sus derechos intentando hacer justicia
por su cuenta.
Y con esas imágenes, mi recuerdo se transportó hacia
1983, en donde, a través de la democracia recuperada, se
conseguiría un armonioso desarrollo colectivo y la
realización personal de los individuos: “Con la democracia
se come, se educa y se cura”. La postura compartida por la
mayoría de un país que se levantaba de años de
autoritarismos, violencia y de desencuentros, era que
democracia y recuperación económica se retroalimentarían
recíprocamente, que la vigencia del sistema constituiría la
garantía para que la población tuviera salarios justos, pan,
salud, vivienda, educación y justicia. Sin embargo, cada
día ese idealismo se fue tornando más difuso al ritmo de
las crecientes debilidades institucionales que fueron
surgiendo desde el inicio mismo del proceso. Estamos en
una etapa en donde el próximo domingo 13 de agosto nos
encontrará con un progresivo sentimiento de “desencanto”
como resultado, una vez más, del creciente contraste
entre la diversidad de expectativas que había despertado el
actual régimen y sus nefastas posibilidades reales de

satisfacerlas. Los niveles de ausentismo mostrados en
algunas provincias son un reflejo de estos tiempos. Ya no
es “con democracia” sino “en democracia”, no en el
autoritarismo de la señora todopoderosa, donde podrán
buscarse las soluciones a nuestros problemas.
La Argentina “reloaded” 2023, que estamos viviendo se ha
consumido en la discusión sobre temas temporales cuya
trascendencia es tan efímera como la propia coyuntura.
Jamás se han logrado definiciones precisas que nos
permitan, de una vez por todas, encaminarnos en un
proceso de fortalecimiento institucional, crecimiento
sostenido, bienestar colectivo y que nos aleje de los límites
de la marginación, la pobreza, los índices patéticos de
inflación, emisión e inseguridad y la exclusión.
Yo me pregunto, dónde quedó el por fin comeremos asado
y las rejas de la Casa Rosada se convertirían en parrillas
para el pueblo, que fue de aquel viernes donde se
anunciaba con bombos y platillos que se acababa la joda
del alza de precios. Dónde quedaron los muchachos
sindicalistas que saldrían a la calle para defender la patria y
sancionar a los especuladores. Que pasó con el fidelero
que iba a terminar con los ñoquis. Que rincón institucional
se tragó al presidente que se sintió la reencarnación
democrática de Raúl Alfonsín, y sometió con dos años y
más de cien mil muertos, al aislamiento forzado de un país
mientras daba rienda suelta a sus fiestas privadas,
aventuras felinas y vacunatorios VIP.
Por eso nuestra democracia trastabilla todos los días,
porque necesita algo más que normas, leyes y formas de
organización. Nunca pudo constituirse en una cultura
política, es decir un cuerpo de creencias sustentada por
valores y expresada colectivamente a través de actitudes y
conductas. No se han logrado ningún tipo de consenso
políticos (más que algunos electorales para apetencias
personales) y sociales para el logro de acuerdos de

gobernabilidad que permitan cambiar los viejos parámetros
de la asignación de recursos públicos y se los destinara a
los que realmente los necesitaban. No se ha podido
erradicar el clientelismo, el eterno corporativismo sindical,
el histórico protagonismo caudillista, ni generar
mecanismos de participación organizada de los
ciudadanos, principios fundamentales de todo proceso de
consolidación política.
Nunca la dirigencia ha entendido que nuestra democracia
necesita crear expectativas hacia un futuro estable y que
no puede hacerlo con instituciones débiles, con procesos
económicos muy lejanos a la búsqueda del bienestar
colectivo, con la falta de un marco de seguridad y con
ineficiencias que generan mayor pobreza y desigualdades.
Agosto 2023 será la reacción a la suma de estos años de
errores, de apetencias de poder sin límites, de corrupción
institucionalizada, de caudillismo prebendario y clientelismo
asistencialista. Quizá el lunes por la mañana nos
levantemos con la noticia que la voluntad y la razón de un
país que de una vez por todas ha entrado en razón y quiere
entender que nadie es dueño del voto, ni mucho menos del
poder eterno y que los caminos por los cuales se ha
transitado, desde el comienzo de la democracia, han sido
por el esfuerzo, lucha y respaldo de todos los ciudadanos
que exigen, cada día, un mayor compromiso con esos
valores republicanos hoy tan olvidados y enterrados.
Como epílogo, y ante las voces condenatorias al salvaje
asesinato de Morena, me pregunto si con estos niveles de
pobreza, de ruptura del tejido social, de la debilidad
institucional, y la inmoralidad e impunidad pública,
podemos pretender vivir entre monaguillos y ángeles.