jueves, marzo 17, 2022

Apuntes sobre la Deuda, Acuerdo con el FMI. Inflación

 

Por Horacio Schick




1. Dos artículos clave había en el proyecto de ley que llegó a Diputados para
suscribir el acuerdo con el FMI. El primero autorizaba al Poder Ejecutivo a
negociar la refinanciación de la deuda tomada durante el gobierno de Mauricio
Macri. Nada que cuestionar, el sapo, grande como una casa y a la vista de todo
el mundo, estaba en el segundo artículo: acoplaba al permiso un paquetazo de
medidas de todos los colores, menos de alguno que siquiera se pareciese al rosa.
Además vituperaba al gobierno de Macri en los considerandos, al mismo tiempo
que se le pedía el voto, negado por una parte del oficialismo. El
artículo primero tenía apenas tres líneas y el segundo, un centenar de páginas densas e interminables. Sobrevivió el de las tres líneas y desapareció el del centenar de páginas.

2. El Fondo nunca exigió que el programa del Gobierno fuese aprobado por el
Congreso. Eso fue un invento del Ministro Guzmán, no una condición del
organismo que, por otra parte, no figura en ninguna de sus reglas”.

3. El artículo 1° aprobado por la Cámara de Diputados quedó redactado así:
Apruébense, de acuerdo a lo estipulado en el artículo 75 inciso 7 de la
Constitución Nacional y en los términos del artículo 2 de la Ley 27.612, las
operaciones de crédito público contenidas en el "Programa de Facilidades
Extendidas" a celebrarse entre el Poder Ejecutivo Nacional y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) para la cancelación de los vencimientos del "Acuerdo Stand
By" oportunamente celebrado en 2018 y el fortalecimiento de las reservas
internacionales. El Poder Ejecutivo Nacional suscribirá, en uso de sus
facultades, los instrumentos necesarios para dar cumplimiento a lo establecido en el párrafo precedente.
Sin dudas el acuerdo será aprobado en la sesión del Senado del 17 de marzo.

4. El gobierno procastinizó la negociación con el Fondo para culpar de todos los
males al acuerdo del gobierno de Macri con el FMI. Esta deuda sólo representa
el 12,8% de toda la deuda. Se debió renegociar en 2020 junto con la de los
bonistas privados. Ese marco era menos oneroso y más favorable a la Argentina.

5. La postura de CFK, la Cámpora, su Jefe y el Instituto Patria, constituyen un
absurdo sin ninguna alternativa. No había otra que firmar el acuerdo, de lo
contrario venía el default, el peor escenario. Una actitud irresponsable,
adolescente. Una estudiantina. No tienen una alternativa distinta al acuerdo,
están en una encrucijada. Se oponen a un entendimiento con el Fondo
sustentados en que la oposición si lo aprobaría, como ocurrió en Diputados.

6. Deuda. El gobierno de Alberto Fernández asumió en diciembre de 2019 con una
deuda de U$S 320.526 millones, a febrero de 2022 la deuda suma ya el
equivalente a U$S 409.380 millones, conforme al cuadro siguiente del
economista Salvador Di Estefano.



El dato distintivo es que la deuda en dólares aumentó muy poco, pasó de U$S
248.945 millones a U$S 251.142 millones. Esto puede ser visto como un atributo
positivo, sin embargo, es la consecuencia de que nadie en el mundo nos presta un
dólar por la falta de confianza en nuestras políticas.
La deuda en pesos evidenció un crecimiento significativo, pero debemos hacer
distinciones. La deuda en pesos sin ajuste por inflación medida en
dólares pasó de
U$S 47.130 millones a U$S 45.971 millones, bajó U$S 1.159 millones. En
cambio, la deuda en pesos ajustada por inflación pasó de U$S 24.451 millones a U$S 66.915 millones, una suba de U$S 42.646 millones, casi lo mismo que le debemos al FMI.
Desde que asumió Alberto Fernández la deuda de la Tesorería más el Banco Central aumentó en U$S 69.176 millones, esta es la principal fuente de
conflicto en nuestra economía, ya que la financiación de esta deuda vía emisión o
endeudamiento genera una distorsión profunda de los precios relativos de la economía. Escasez de oferta de bienes y servicios y muchos pesos emitidos traen como resultado más inflación.

7. Retenciones: Es probable que el gobierno las llevará a todas al 33
por ciento. Afectando la principal fuente de ingresos de divisas de nuestro país. El 70% de ingreso de dólares proviene del sector agroexportador. En el Mercosur nadie cobra retenciones. El valor de las retenciones de las commodities se basa en el dólar oficial, $108, ese que nadie alcanza, mientras los diferentes
dólares reales oscilan entre $180 y $200. Es decir, la pérdida es doble, por la quita
del valor de las retenciones (entre 9,12 y 33% del valor bruto de acuerdo al
producto y por la utilización de un valor irreal de la divisa (“la doble Nelson”). Con
el remanente posterior a la retención el productor debe pagar también los impuestos que gravan a los demás sectores, los arrendamientos y los insumos dolarizados. La renta es irrisoria.

7. Corrección desequilibrios macroeconómicos El ajuste que requiere nuestra
macroeconomía no pasará según los anuncios del gobierno por la reducción del
desborde del gasto público, sino se continuará con el aumento de los
gravámenes a los sectores productivos. Habrá un impuestazo en Bienes
Personales en todo el país por el valor de los inmuebles, incluso en la Capital,
donde ya se hicieron dos revaluaciones de las propiedades en años recientes. En
algunos casos, ese impuesto será cuatro veces más caro que lo que se paga
ahora. La decisión es injusta. Muchas familias compraron departamentos o casas
por valor de 300.000 dólares, por ejemplo, cuando tenían un ingreso de 15.000
dólares mensuales; ahora ese ingreso se redujo a 1500 dólares. Aerolíneas tiene
subsidios por 750 millones de dólares anuales y lo utiliza la clase
media y alta, y se le echó de tierra a las low cost y se cerró el aeropuerto de
Palomar. Así y todo con 12.000 empleados sigue con las pérdidas descritas AYSA: sigue recibiendo subsidios. El desaliento a la inversión surge diáfano.


8. Inflación 1: El Gobierno ha fracasado frente a la inflación. por
qué esperó 2 años y tres meses para iniciar su combate utilizando el Presidente AF un lenguaje bélico inadecuado. El gobierno ha fracasado en toda la línea. No
sirvió el atraso cambiario y el congelamiento de tarifas. La emisión descontrolada y el aumento de los precios internacionales de los alimentos y la energía, como consecuenciadel genocidio ruso en Ucrania, son para el futuro una mezcla letal
para los precios locales. Pero, la inflación ya estaba entre nosotros antes de la invasión. La inflación de marzo podría empezar con 7. Si no se quiere tener inflación, hay que tener superávit fiscal. En 26 meses de gobierno, se logró una inflación del 123,5%, En 26 meses de gobierno la inflación fue del 123,5%, el dólar oficial creció el 179,4% y el dólar blue el 267,5%. La falta de competitividad está más ligada al enorme costo argentino, no cabe duda de que hay que bajar impuestos, y por ende el gasto público. A este ritmo terminamos el año con una inflación superior al 60%. El dólar sigue atrasado.

9. Inflación 2: Para bajar la inflación es necesario más oferta de
productos, para que ello ocurra se necesita más inversión, para que alguien invierta tiene que tener en claro que no le cambien las reglas de juego, para ser creíbles debemos tener superávit fiscal (los ingresos deben ser más elevados que los
gastos) y una balanza de dólares positiva (los dólares que llegan al país deben ser
más que los que emigran). Si ello no ocurre tenemos inflación y devaluación asegurada. Argentina necesita consensos básicos, la inflación es un fenómeno monetario, por ende, no hay que emitir y tomar deuda, para ello se necesita un presupuesto equilibrado ya. La clase política debería suscribir esta premisa y
quienes lleguen al gobierno cumplirla sean del partido que sean. Hace años que postergamos ajustes, y lo único que hacemos es languidecer.


10. Energía La escalada de precios internacionales del gas y del
petróleo desde el inicio de la guerra e invasión de Putin contra Ucrania, encuentra a la Argentina con las defensas bajas, reservas en dólares al límite y un Estado más impuntual que presente: siempre llega tarde y mal cuando más se lo necesita. Ya ocurrió con las vacunas en plena pandemia; los incendios de campos en Corrientes y el acuerdo con el FMI, por citar sólo los casos más cercanos.
No habrá gas en invierno. Habrá cortes en la industria y las viviendas. Si bien
hace exactamente 10 años se confirmó el potencial de Vaca Muerta como
segundo reservorio del mundo en recursos gasíferos no convencionales, todavía
el país debe importar gas natural licuado (GNL) y combustibles líquidos para
atender la mayor demanda de cada temporada invernal. El motivo es la
saturación de la capacidad de transporte de los tres gasoductos troncales que
desde la cuenca neuquina abastecen el consumo residencial e industrial y la
generación térmica de electricidad (subsidiados en ambos casos), debido a la
ausencia de ampliaciones significativas en lo que va del siglo XXI.
De ahí que una mayor producción de gas natural no convencional permite
aumentar la oferta e incluso generar saldos exportables en los meses de verano,
pero impide reducir las crónicas importaciones en otoño-invierno, que este año
–con volúmenes y precios mucho más altos– agravarán el déficit comercial
energético de 2021. Una tormenta perfecta que incluye el “efecto Putin” sobre
los contratos de precios a futuro (donde el GNL saltó de US$8 a 58 por MBTU,
(unidad de medida) y el crudo de US$74 a 100 el barril). Las menores entregas
de gas de Bolivia (-25/30%) a raíz de la declinación de su producción y la merma
de la generación hidroeléctrica provocada por la sequía en la cuenca del Paraná,
agravan este escenario.
El gobierno de Alberto Fernández dispuso a contrarreloj la licitación
–a fines de marzo– de la primera etapa del gasoducto Vaca Muerta, entre Tratayén
(Neuquén) y Saliqueló (provincia de Buenos Aires), que prevé tener operativo
para el invierno de 2023 tras una inversión de US$1566 millones. Sin embargo,
entre los especialistas privados hay serias dudas de que ese plazo pueda ser
cumplido por una combinación de razones técnicas y también políticas. El gas de
Vaca Muerto no llega a los puertos ni a las grandes ciudades.

11. Tarifas y subsidios. El aumento de las tarifas va a tener que ser
mayor, por las mayores importaciones de gas natural licuado por US$ 7.500 millones para este año con un incremento nada menos que de US$ 5.500 millones respecto de 2021 (aumentos del referido gas importado). Vaca muerta no tiene los gasoductos para llegar a los puertos. Los subsidios energéticos llegaron a la
friolera de US$11.000 millones en 2021. Para este año, se estima que treparán a US$ 14.000 millones, por los mayores costos para conseguir gas importado y fuel oíl extranjero. (Bolivia y GNL por barco). Y ese cálculo es conservador, porque los
precios pueden ser aún mayores en función del conflicto bélico.
Hay economistas que dudan que en el nuevo escenario de la tormenta de la
guerra y la escasez de recursos de la Argentina para afrontar los mayores gastos
en combustibles, tornarán inalcanzables los acuerdos con el Fondo.

12. Corrección de desequilibrios macroeconómicos. Con o sin acuerdo con el Fondo nuestro país debe corregir y armonizar los desequilibrios macroeconómicos. Las tarifas por servicios son irrisorias. Ello se ha convertido en un
problema cultural.
Las personas pagan 5.000 o más pesos por el celular y las comunicaciones. Pero
se resisten a pagar el valor de la energía y el transporte, con dos efectos
negativos adicionales. Los subsidios que suplantan el pago de la tarifa, son
solventados mediante mayores impuestos sobre toda la población, en especial
los sectores productivos. Por otro lado, las tarifas irrisorias de la
energía eléctrica y gas, no estimulan la eficiencia energética.

13. Libro Blanco publicado por la UIA (un compendio de propuestas económicas
para todas las fuerzas políticas) sintéticamente señala los puntos
distorsivos que inhiben la inversión:
a. Desigualdades en el acceso al crédito. el país queda a la par de Yemen,
Timor Oriental, Laos, Papúa Nueva Guinea, Irak, Islas Salomón, Siria,
Venezuela, varias ex repúblicas soviéticas y, con excepción de cinco
naciones, toda África.
b. Además de la falta de financiamiento, que en la Argentina se expresa en
un 8% del PBI en acceso al crédito la UIA describe como “dificultad de las
empresas para financiarse en el exterior debido al riesgo país elevado”
c. Creciente carga tributaria total.
d. Hay países desarrollados con un nivel mayor de presión tributaria. Sin
embargo, en todos esos casos se trata de naciones con un acceso al
crédito significativo: Alemania, con 80% de financiamiento del PBI; Italia,
con más del 75%; Francia, con más de 100%, y Dinamarca, con 160%.
Incluso en relación con América latina la Argentina queda relegada.
e. Otros factores que vuelven engorrosa la inversión son:
i. Inestabilidad del ciclo económico.
ii. Falta de previsibilidad de la demanda.
iii. Elevada inflación e inestabilidad de precios relativos.
iv. Incertidumbre sobre rentabilidad futura.
v. Limitación del acceso a divisas y elevada brecha cambiaria.

miércoles, marzo 16, 2022

El Audio de Construcción plural del 150322

Escucha"Construcción Plural - Programa 847" en Spreaker.

viernes, marzo 11, 2022

La nueva geopolítica es la vieja geopolítica

 Por Alberto Hutschenreuter





Los acontecimientos que tienen lugar en Ucrania han provocado un impacto de escala en la política internacional concentrando la atención pública mundial, mucho más hoy cuando cualquier suceso que tiene lugar en el mundo inmediatamente se visibiliza. De allí que Thomas Friedman en una de sus recientes columnas en “The New York Times” sostuviera: "bienvenidos a la guerra mundial conectada". 

Así, conmocionado e inquieto, el mundo asiste al tercer gran impacto en lo que va del siglo XXI: el primero fue el ataque perpetrado en 2001 por un actor no estatal sobre el territorio nacional más protegido del planeta; el segundo tuvo como actor un virus que desparramó su infección por todo el planeta hasta prácticamente llegar a “desglobalizarlo”; y ahora estamos frente a una guerra entre Estados. 

Una guerra entre Estados, es decir, el modo de confrontación clásica en las relaciones internacionales, produjo un extendido grado de sorpresa y desilusión en el mundo, particularmente en la Unión Europa, ese territorio cuya profusa urdimbre jurídico-institucional pareciera ser la plataforma apropiada para desterrar las otras “plagas” fragmentadoras en la historia: la autocracia, la geopolítica, el nacionalismo y la guerra.

Detengámonos en la geopolítica, esta disciplina nueva desde los estudios académicos, pero tan antigua como la guerra. Y comencemos, precisamente, por el sitio del mundo que parece haber desterrado el territorio como factor de fisión o de pugnas, la Unión Europea.

El pasado y las dos grandes guerras mundiales determinaron la marcha de Europa hacia la complementación e integración; es decir, no se trató de una evolución natural de los Estados lo que ocurrió en Europa. El éxito de la integración creó (en Alemania) una concepción actual relativa con alcanzar un rango de "gran potencia institucional". Básicamente, ello supone proyectar al mundo un modelo a seguir, una matriz política-institucional pos-estatal superadora de la principal consecuencia del carácter anárquico que reina entre los Estados: la desconfianza y rivalidad entre éstos.  

Pero la primera dificultad importante con que se encuentra Europa en relación con ese loable propósito es que en el resto del mundo no existe nada parecido al entorno europeo, una "comunidad de seguridad", según el alemán Karl Deutsch; como mucho, existen pactos comerciales.

"En el exterior de la UE" predomina el "mundo habitual", esto es, la competencia y desconfianza entre unidades políticas, las que se reservan la posibilidad de hacer la guerra, como muy bien advertía Raymond Aron; la jerarquía; la acumulación de capacidades; la seguridad; los sitios geopolíticos; la proyección de poder... Pero lo preocupante es que todos estos "clásicos" tienen lugar en un contexto carente de régimen u orden internacional, hecho que reafirma los mismos en detrimento de la cooperación y el multilateralismo internacional, es decir, el sistema de redes de contención o "semáforos en una gran urbe". Más todavía, no solo no existe régimen internacional, sino que existe un desorden inter-estatal confrontativo, pues todos los poderes preeminentes, sobre los que deberá pivotear una eventual configuración internacional, se hallan en estado de crisis ascendente, y en el caso de Estados Unidos-UE-Rusia, en estado de crisis mayor o de “no guerra”. 

Además, de fondo estratégico, existen dudas en relación con posibles desajustes en el segmento primario de la seguridad internacional: el de las armas de destrucción y exterminio masivo, pues los dos poderes mayores podrían estar dejando los límites del equilibrio del terror, la pauta imprescindible para evitar “fugas hacia delante” en caso de que una de las partes considere que ha logrado ventaja estratégica sobre la otra, es decir, si realizara el primer ataque, lograría la “victoria”, aunque no sabemos qué podría significar una victoria en un escenario que no conocemos. 

Ha sido (y es) esta rotundidad de patrones clásicos la que ha impactado en la UE, particularmente los retos de la nueva geopolítica del terrorismo transnacional, por un lado, y las aprensiones rusas en relación con el factor territorial, por otro; es decir, continuidades, no cuestiones nuevas, que son las que han hecho repensar a ciertos dirigentes europeos sobre el riesgo de impulsar la integración prescindiendo o desacoplándola de la geopolítica. 

En el caso de la situación actual en Ucrania, la guerra echó por tierra el enfoque que la UE tenía hace no demasiados años, cuando prácticamente descartó en sus textos de defensa la posibilidad de una confrontación entre Estados en Europa. En otros términos, difícilmente pueda hacerse realidad una integración cabal, y menos hacer ese modelo viable en todo o en la mayor parte del mundo, si la misma no va acompañada de enfoques y procedimientos relativos con intereses políticos asociados a determinados territorios; es decir, más geopolítica real (que implica meditación europea propia) y menos ensoñaciones.  

Pertinentemente como señalan Alexandra de Hoop Scheffer y Gesine Weber en un reciente artículo sobre “el despertar geopolítico de la UE”, así como la crisis de la Covid-19 obligó a la UE a reconocer el costo estratégico de su dependencia de China, la invasión de Ucrania por parte de Rusia obliga a la UE a tomar los retos desde una nueva combinación de geopolítica y geoeconomía.  

En modo alguno ello supone un regreso de Europa al pasado: hoy la UE no es un territorio de fisión geopolítica; solo debe considerar que la renuncia a la geopolítica (y a una geopolítica propia) implica correr riesgos inesperados, pues la geopolítica es la que permanece o “viene” hacia los Estados.  

La intervención rusa en Ucrania ha recentrado el factor político-territorial en clave de intereses y poder en las relaciones internacionales. En rigor, nunca dejó de estar allí; sucede que ha sido un término tan reluctante después de la última guerra mundial que cuando acabó la Guerra Fría se decretó su misma defunción. Además, el "régimen de la globalización" no consistió en lógicas político-territoriales sino en modos geoeconómicos suaves, pero contundentes para capturar los "nuevos territorios": mercados y activos en el extranjero; es decir, geopolítica por otros medios o geopolítica indirecta. 

La ampliación de la OTAN en la segunda mitad de los años noventa no fue el último acto político-territorial del siglo XX: representó su continuidad en otro contexto. Ya en el siglo XXI, los hechos de cuño geopolítico fueron casi abrumadores: desde la misma lógica territorial global del terrorismo que golpeó Estados Unidos en 2001 hasta lo que podemos denominar “Doctrina Selensky” en 2022, esto es, la determinación “a todo o nada” de ser admitida en la OTAN (que nunca sostuvo que no admitiría nuevos miembros del este y sureste de Europa), pasando por la densa dinámica geopolítica de Oriente Medio y Golfo Pérsico; los sucesos en Georgia; el nuevo enfoque estratégico de la OTAN (y el próximo que eventualmente se apruebe en la reunión de Madrid a celebrarse este año); el desplome del Estado de Irak; la guerra en Siria, el surgimiento del ISIS y sus propósitos geopolíticos; la ampliación de la OTAN hacia los Balcanes; la proyección marítima pos-patriótica de China; la rivalidad entre China e India; la nueva concepción geopolítica y geoeconómica o diagonal china entre los viejos (pero vigentes) enfoques de Mackinder y de Spykman en relación con el control de la masa euroasiática y sus orillas, respectivamente; el despliegue del poder naval; la relocalización del terrorismo en África; la relación energética entre Rusia y Alemania; la proyección de Estados Unidos y socios en la placa del Índico-Pacífico, etc., todo ha sido y es geopolítica. 

Pero además de estas cuestiones de alta densidad relativa con intereses políticos sobre territorios, las nuevas temáticas han resignificado la geopolítica en el siglo XXI. Desde las nuevas dimensiones aeroespacial y digital, que pluralizaron los territorios clásicos de la disciplina, hasta los “territorios políticos-ideológicos” que se extienden desde las actividades y comarcas del crimen organizado y las geopolíticas populista y popular, pasando por nuevos enfoques en relación con la masa euroasiática, concretamente la iniciativa china de la franja, una suerte de diagonal entre las clásicas concepciones terrestres. 

Hay una extraña idea relativa con el progreso de la humanidad cada vez que ingresamos o llevamos poco en un nuevo siglo. Predominan convicciones relativas con que ya no pueden suceder hechos que sucedieron hace décadas, por caso, guerras entre poderes mayores. De allí que la guerra actual en Ucrania sea considerada incomprensible, un acto aberrante en un mundo que ya no es porque ha evolucionado. 

Aquí es pertinente Immanuel Kant cuando se preguntaba si el género humano se encontraba estacionado, progresaba o involucionaba. Para aquellos que entienden que la inteligencia artificial, la robótica y las nuevas máquinas, los vínculos sociales fluidos, la globalización, el globalismo, las interdependencias, las redes, la nueva conciencia ante temas como el medioambiente, las “anarquías temáticas”, los bienes comunes globales, etc., la evolución es un hecho irrefrenable. Para aquellos que entienden que ninguno de estos temas altera la esencia (más no el bienestar) del género humano en relación con las cuestiones asociadas a intereses, poder, ambiciones, dominación, temores, suspicacias, etc., se considera que hay un estacionamiento. 

La geopolítica es un caso pertinente en relación con esto último. Hay nuevas realidades, pero la nueva geopolítica es la vieja geopolítica. Nada ha modificado la ecuación intereses políticos-territorios-poder, es decir, los componentes de la materia, a menos que se trabaje para conseguir desnaturalizar la disciplina.  

Pero no solo sucede con la geopolítica. La guerra en Ucrania es un contundente llamado para aquellas capillas de pensadores que afirman que la violencia entre los Estados ha mermado, que el comercio inhibe la confrontación militar entre ellos y que la anarquía internacional es una situación que no resiste la creciente “gobernanza” que implica el globalismo.

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miércoles, marzo 02, 2022

El discurso de Alberto Fernàndez

Por Horacio Schick
Abogado



El del presidente ante la Asamblea Legislativa fue un discurso hipócrita porque le echó la culpa de la deuda y todo lo demás al gobierno anterior y no responde por los dos años y medio sin plan ni rumbo que lleva. Ahora anuncia leyes y planes que no son creíbles ya que no hay que inversión externa e interna. Ni recursos del Estado, que está fundido.


El país no crece ni genera empleo privado formal desde 2011(cayó un 4%). Solo creció el empleo publico un 29%, un empleo improductivo y de acomodos políticos. Para que haya inversión debe generarse confianza y previsibilidad, virtudes de las que nuestro país carece.




La ausencia de Máximo Kirchner  y Wado de Pedro en la Asamblea  Legislativa constituyen un acto hostil hacia AF.


Fernández habla de un país exitoso y en desarrollo. Está mirando otra película. No se ha controlado la inflación ya crónica, ni plantea como reducirla. Tampoco con qué recursos y financiamiento se harán las obras enunciadas. El Estado está fundido y no hay inversión. Somos “Standard Alone”. También  la inflación es funcional para licuar gasto público en especial jubilaciones y salarios públicos.

En el discurso ni una palabra se dijo sobre Corrientes al que se le incendió el 10% del territorio.

Hoy tenemos 380 mil millones de dólares de deuda, de esos sólo 43 mil millones es lo que tomó Macri, un  12% del total.
Y esa es la deuda más negociable, porque el FMI es una institución formada por países .


Hay 50 mil millones de dólares contraídos por la actual gestión que si bien están en pesos y son con los bancos, si no se cancelan generarían una crisis bancaria, los que en su mayoría responden a Leliqs y pases y vienen cancelando mayormente con espuria emisión monetaria.  
En noviembre de 2015 el total de deuda serán 268.000 mil millones de dólares, herencia de CFK. En la que estaban la deuda con los holdouts, el absurdo dólar futuro, cuotas del acuerdo Club de Paris, sentencias del CIADI, entre otras. Ahora asciende a 381.000 millones de USD.


En 2 años de gobierno no se creció porque no hay política económica, ni plan de desarrollo, no por el obstáculo de la deuda privada o con el Fondo, de la cual se pagaron sólo algunos intereses.  

La deuda con el Fondo se debió negociar en 2020, junto con los privados. Se opto por procastinizar el pago perjudicando los intereses del país.


"La presión fiscal es del 29% del PBI.

Se crearon o incrementaron en 2 años 19 impuestos afectando al sector productivo". Para este gobierno la empresa es solo vista como un recurso fiscal.

Esta politica impositiva desalienta la inversión. A la inversa, hay clima de éxodo de empresas y personas físicas (82 personas físicas  por día emigran de Argentina).


Si bien hubo un rebote con 10% de crecimiento en 2021
 equivalente a la caída del 10% en 2020), el 2022 puede ser un poco recesivo con algunos sectores con mejoras, pero la reducción de subsidios, vía suba indispensable de tarifas hace tres años congeladas, reducirá el consumo. De igual modo, los agro exportadores liquidarán limitadas cantidades por la brecha cambiaria que junto a las retenciones pierden significativas partes de su producción. A ningún país agroexportador del Mercosur se le aplican las DEX y en el mundo las aplican menos de 10 países. La única forma de sobrevivir del productor para continuar en el negocio es canjear granos por insumos y pagar arrendamientos.

El BCRA pierde reservas y se abraza a la santa soja, pero desconocen que atrasando el tipo de cambio y prohibiendo importaciones, encierran a la economía en un callejón sin salida. Hoy las reservas del BCRA son negativas.

Hay factores negativos sobre la expectativa de ingreso de divisas por los commodities agricolas: la sequia y la guerra de invasión de Rusia a Ucrania.
Sube el petróleo y el gas, que Argentina debe importar para completar las necesidades del país La importación que obedece a la falta de precios remunerados para las compañìas del rubro y la falta de inversiones para transportar la producción de Vaca Muerta. Los bancos están cortando financiamiento e incrementado tasas de interés. El Estado absorbe la liquidez: Leliqs y Pases.


La reforma judicial gubernamental es imposible de llevar a cabo. Sólo pretenden  una justicia absolutamente adicta. Nada para acelerar los juicios, ni asegurar la independencia del Poder Judicial. Las criticas a la Corte y al Poder Judicial se dan porque tienen una concepción autoritaria, pre revolución francesa, pretendiendo que la Justicia se alinee con la ideología del PEN y el oficialismo. Conceptos similares al admirado premier ruso Putin. Rechazan la constitucional independencia del Poder Judicial.




La sociedad está madurando y no piensa que CFK pueda volver a ser presidenta. Han perdido 5 millones de votos en la pasada elección. No les veo futuro, con la pésima gestión y las peleas internas. CFK es mesiánica, autoritaria, nunca respetó la división de poderes.
Actúa siempre en los márgenes de la legalidad y la constitucionalidad. Muchos opinan acerca de su carácter patológica.

El próximo gobierno  a partir de 2024 se tiene que hacer cargo de la deuda y seguramente el FMI pedirá renegociarla.

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La última fase de una gran rivalidad geopolítica

 Por Alberto Hutschenreuter



En general, se considera que la discordia entre Rusia y Ucrania (hoy militarmente
enfrentadas en territorio de esta última) se precipitó tras los acontecimientos que
acabaron con la anexión o reincorporación de Crimea a la Federación Rusa. Desde
entonces, la insurgencia prorrusa en el Donbás, con asistencia de Moscú, se afianzó en las
autodenominadas repúblicas de Lugansk y de Donetsk, cuya independencia fue
reconocida recientemente por el Kremlin, previamente al lanzamiento de la "operación
militar especial" en Ucrania el 24 de febrero.
La llegada a la presidencia de Ucrania de Volodimir Zelenski en 2019, supuso en materia
de política exterior una posición cada vez más firme en relación con sumar
(eventualmente) el país de Europa del este a la OTAN. La consolidación de tal política (sin
alternativas) durante el último año implicó lo que podríamos denominar "Doctrina
Zelenski", la que su vez comportó un reto mayor a la "Doctrina Putin", es decir, la
determinación rusa relativa con evitar, si es necesario haciendo uso ascendente del poder
militar, que ex repúblicas soviéticas, particularmente Ucrania, se convirtieran en
miembros de la OTAN. Si bien hay varias razones en tal determinación, la geohistoria, la
geográfica y la geopolítica son las principales.
Ahora bien, más allá del enfoque de "securitización militar" pro-occidental de Kiev, es
necesario apreciar la situación actual dirigiéndonos más atrás de 2014; al final de la
Guerra Fría, cuando Occidente, es decir, Estados Unidos, rentabilizó su victoria por medio
de medidas cuyo propósito estratégico fue impedir que eventualmente una Rusia
restaurada se volviera un poder predominante en Eurasia. La nueva geopolítica era la vieja geopolítica.

La ampliación de la OTAN fue, sin duda, la principal de aquellas medidas. Y en ello no se
reparó en cuestiones como el equilibrio de poder u otras pautas internacionales de
seguridad. Si se hubiera reparado en tales pautas, las fórmulas de cooperación estratégica
alcanzadas durante los años noventa, por caso, el “Acta fundacional de relaciones mutuas
de cooperación y seguridad entre la OTAN y Rusia”, no habrían tenido el destino de
formalidad que finalmente tuvieron.
Tampoco se consideraron los consejos de grandes
expertos cuya raíz conservadora desaconsejaba la ampliación de la OTAN más allá de
Europa central. Quizá un mecanismo, digamos "OTAN plus", que alcanzara a los Estados
del Báltico, que jamás se identificaron con Rusia, y también a Rumanía y Bulgaria, tal vez habría sido suficiente.
¿Por qué no se consideraron autorizados consejos? Si el propósito occidental antes señalado, es decir, evitar el establecimiento de una recuperada Rusia conservadora,
nacionalista y geopolíticamente revisionista afirmada en la masa euroasiática, una concepción y acción geopolítica equilibrada no habría sido suficiente: era necesario una
geopolítica revolucionaria, es decir, que llevará el empuje de la Alianza a la "zona geopolítica reservada" de Rusia, los territorios de las ex repúblicas soviéticas, particularmente Ucrania.

En 2008 sucedió el primer intento occidental de mover piezas en esas zonas, pero la reacción de una Rusia que había reconstruido poder nacional y confianza desde la llegada
de Putin al poder fue categórica. En Georgia quedó claro que si las ex repúblicas consideraban que la independencia suponía un ascenso geopolítico ante Moscú, no había
nada más equivocado: ni siquiera durante la Rusia más débil de tiempos de Yeltsin el Kremlin dejó de aplicar en las ex repúblicas técnicas de poder que desalentaron cualquier
propósito relativo con desafiarla.
Por algún tiempo no se habló de nuevas ampliaciones de la OTAN, hasta que en 2013-2014 la situación política en Ucrania encendió alarmas geopolíticas en Rusia, que decidió
reincorporar (o anexar) Crimea (conquistada por Catalina la Grande en 1783) y unirla a la Federación.
La postura de afirmación nacional de Rusia proporcionó a Putin un aval social sin precedente. Rusia no sólo había sepultado al país extraño, débil y humillado de los años
noventa, sino que contaba con un líder dispuesto a todo para mantener distante al Occidente liberal-globalista y amparar los intereses de una Rusia nacional-civilizacional.
Pero Occidente no renunció al propósito relativo con acercar la OTAN a Rusia para debilitar las posibilidades de una eventual Rusia robusta y geoestratégica en Eurasia; por
ello, la oposición de Ucrania a Rusia fue funcional para mantener dichos objetivos.
La "guerra de baja intensidad" que tuvo lugar en el este de Ucrania desde 2014, implicó que Kiev no sólo estaba dispuesta a luchar por la recuperación de las autodenominadas República de Lugansk y República de Donetsk, sino también por la restitución de la
emblemática y estratégica península.
Para ello, Ucrania adoptó el modo económico soviético: inversión y mejora del sector de
defensa (con muy importante asistencia occidental) en desmedro de la economía civil o de
consumo, opción que, en parte, explica el mal estado de su economía durante todos estos años. En otros términos, Ucrania continuó sosteniendo el patrón histórico de oposición y desafío a Rusia.
Dos situaciones fungieron favorables para Occidente: por un lado, la ralentización de la economía rusa en los años previos a la pandemia, consecuencia en medida creciente de
las sanciones por Crimea; por otro, la llegada de Zelenski a la presidencia en 2019. A poco de asumir, el nuevo mandatario manifestó el deseo de que el país adhiriera a las
estructuras de seguridad occidentales, propósito que pronto se convirtió en alternativa única; asimismo, se debilitaron los nexos que se mantenían con Moscú en relación con
explorar otros posibles cursos para Ucrania.
Por último, la vuelta de los demócratas a la presidencia de Estados Unidos implicó la revigorización del ya viejo propósito estratégico iniciado en tiempos de predominancia
demócrata en ese país. Desde el enfoque demócrata, y particularmente del de Joseph Biden, Rusia no solo está gobernada por una autocracia conservadora y retadora, sino que no es un país como los demás, pues (desde siempre) predominan sus instintos geopolíticos revisionistas-expansionistas, por lo que es necesario hacerla entrar en
razones por medio de la fuerza; asimismo, es preciso separarla de Europa.
En 2021, los acuerdos de Minsk habían quedado muy atrás y regenerarlos, de acuerdo a los intereses rusos, implicaba la inclusión de cláusulas relativas con el renunciamiento (o al
menos una moratoria) de Ucrania para ser parte de la OTAN. Pero esa suerte de "Minsk III" no sólo no sucedió, sino que cuando la concentración de fuerzas rusas en torno a
Ucrania presagiaba el peor escenario, se reactivó una frenética diplomacia que abarcó
cuestiones que el propio Putin consideró interesantes, pero que en ningún caso hacían lugar a la "petición cero" rusa. Entonces, Moscú puso fin a la diplomacia y pasó a la
operación militar.
Desde el contexto seguido, es decir, la estrategia occidental que se inició con los “dividendos de la victoria” de la Guerra Fría, ¿podríamos conjeturar que la apresurada
decisión militar rusa de invadir Ucrania el 24 de febrero ha fungido favorablemente para los intereses de Occidente?
Frente a los hechos que han venido sucediendo, se podría responder afirmativamente. Al poner en marcha la intervención militar y avanzar hasta la fase cuatro de la misma, es decir, sobre todo el país de Europa del este, Rusia está determinada a lograr el control de la mayor parte del país, principalmente de su capital, y así lograr una ganancia geopolítica mayor: acabar con el reto de una Ucrania eventualmente en la OTAN, es decir, erradicar el
escenario de una Rusia colindante con la alianza política-militar.
Pero hasta el momento Rusia no ha logrado tal control; por tanto, aquí hay que hacer lugar a la conjetura relativa con la contingencia de ganancias geopolíticas por parte de
Occidente, a un alto precio humanitario en Ucrania y en la seguridad internacional, sin duda. Pero de ocurrir tal escenario, el propósito relativo con restringir las posibilidades de un control de Eurasia en clave rusa se incrementa sensiblemente.
En función de lo que hasta el momento Rusia no ha logrado en el terreno, el conjunto de medidas por parte de Occidente destinadas a castigar y aislar a Rusia supone cada día más
aislamiento para este país, aunque para autores como Martin van Creveld las sanciones no van a disuadir a los rusos. Pero la falta de resultados contundentes en la guerra
también implicará que una frustrada Rusia sume más acumulación y eleve sensiblemente el nivel de violencia para alcanzar la decisión, disposición que, consecuentemente, elevará el número de ucranianos y rusos caídos, es decir, eslavos caídos.
Si realmente Rusia ha evaluado en términos integrales las consecuencias de la intervención, entonces estaría dispuesta a ejercer la técnica del aislamiento internacional.
En el marco de concepciones geopolíticas que existen dentro de Rusia, ello supondría algo así como la adopción de un “conservadurismo aislacionista”, concepción defendida por
autores como Alexandr Solzhenitsyn, y desde la misma no se puede prescindir de Ucrania.
Pero en el siglo XXI, esa opción no solo sería riesgosa, sino que podría implicar que China, país en el que Moscú confía como el que suplirá a Occidente como importador de las
materias primas rusas, obtenga una cuota importante de influencia sobre Rusia. En estos términos, el especialista Evan Ellis considera que probablemente China emerja como el ganador del conflicto ruso-ucraniano.
En conclusión, la guerra entre Rusia y Ucrania necesariamente debe considerarse desde lógicas geopolíticas y de ganancias de poder. Su inicio viene de mucho antes de 2014 y se trata de una pugna basada en propósitos de poder de Occidente y Rusia, aunque correspondió a Occidente la decisión de marchar hacia el este y alterar el equilibrio
geopolítico (Thomas Friedman ha reflexionado recientemente sobre las responsabilidades
de Estados Unidos y la OTAN en esta “guerra de Putin”). Para el primero es primordial que
Rusia no se convierta en un poder hegemónico en Eurasia; para el segundo es imperativo
que la OTAN no se extienda a las ex repúblicas.
Es posible que Rusia se haya apresurado en utilizar sus capacidades militares para resolver
el conflicto. La decisión sorprendió a reputados especialistas. Ya van varios días de enfrentamiento y las medidas de punición podrían resultar casi catastróficas para la
economía rusa en menos tiempo de lo que se cree. Aunque no podemos saber si Rusia escalará el grado de violencia hasta aproximarlo al “modelo Grozny”, es decir, una
destrucción de magnitud, si finalmente Rusia no consigue que Kiev capitule, entonces la compulsa se inclinará hacia Occidente. En este contexto, ello no solo podría significar
problemas mayores para Rusia, sino que, como sostiene Mykhailo Minakov, podría ponerse en marcha el juego final para el mismo régimen de Putin en Rusia.
Más allá de las conjeturas, el desenlace de esta fase final de la rivalidad entre Occidente y Rusia comprometerá la cooperación y el multilateralismo. Al menos en lo que queda de los años veinte, las relaciones internacionales estarán atravesadas por la discordia y la desconfianza.


Referencias
Martin van Creveld, “Guerra en Ucrania”, Defensa y Seguridad, 26/02/2022,
https://deyseg.com/analysis/433?fbclid=IwAR2qLTN5B_jhfO5jlv_9i4MM46mIri6c-
wL5CI_cyNxzzTjioGMdRqIszn8

Thomas L. Friedman, “Esta es la guerra de Putin, pero Estados Unidos y
la OTAN no son enteramente
inocentes”, La Nación, Buenos Aires, 23 de febrero de 2022.
Evan Ellis, “El impacto de la invasión rusa en el ambiente estratégico
global y en América Latina”, CEEEP,
Perú, 28 de febrero de 2022,
https://ceeep.mil.pe/2022/02/28/el-impacto-de-la-invasion-rusa-a-ucrania-en-
el-ambiente-estrategico-global-y-en-america-latina/

Mykhailo Minakov, “The War on Ukraine: The Beginning of the End of
Putin’s Russia”, Wilson Center, Kennan
Institute, February 28, 2022,
https://www.wilsoncenter.org/blog-post/war-ukraine-beginning-end-putins-russia

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