miércoles, junio 29, 2022

El Audio de Construcción Plural del 28-06-22

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lunes, junio 27, 2022

Cita Atlántica en Madrid: enfoques cruciales sobre la guerra

 Por Alberto Hutschenreuter



La OTAN se reúne en Madrid. Con un contexto de guerra en Europa, los 30 miembros considerarán durante los días 29 y 30 de junio varias cuestiones relativas con la seguridad internacional y mundial, es decir, temas entre Estados y, en un sentido más disperso y volátil, cuestiones que tienen lugar a escala global, hacia dentro de los Estados o en cuadros regionales. 

 

La pluralidad de la agenda (guerra, ciberguerra, terrorismo, China, virus, medio ambiente, gastos militares, migraciones, etc.) es un claro indicador no sólo de múltiples y nuevos frentes en el campo de la seguridad, sino del inquietante aumento de los riesgos en el mundo del siglo XXI. Como bien advierte el "Informe Anual sobre Riesgos Globales 2022" (del World Economic Forum), el mayor reto al que se enfrenta la humanidad será garantizar la supervivencia de la vida en el planeta Tierra. 


Pero en Madrid la cuestión que atravesará la reunión de la Alianza será la guerra; y en buena medida, las decisiones que se lleguen a adoptar allí tendrán implicancias sobre el curso de la misma. 

 

En la OTAN no predomina un enfoque único sobre la guerra. Como bien señala el experto Andrés Ortega (del Real Instituto Elcano), por un lado, se encuentra el "bando de los realistas", es decir, actores como Francia, Alemania e Italia, que consideran que hay que evitar que Ucrania pierda la guerra, pero no hay que humillar a Rusia. Por otro lado, están los pertenecientes al campo de los "justos-belicosos", que no sólo consideran que hay que derrotar a Rusia, sino lograr debilitarla para que deje de ser una amenaza (como deseaban hacer con Alemania algunas potencias europeas tras la Primera Guerra Mundial). Aquí se alinean países como Polonia, los Bálticos, Reino Unido y Estados Unidos. 

 

Los primeros, acaso mal denominados "realistas", pues desde 1945, y sobre todo tras la Guerra Fría, en Europa no hubo una visión internacional realista sino "confort estratégico" y "anti-geopolítica", piensan en la futura seguridad de Europa, que incluye la energía, y tal vez por ello aspiran a que se alcance un acuerdo entre rusos y ucranianos; mientras, los segundos pretenden acabar con Rusia como "problema", por tanto, la cuestión es irreductible. Para estos últimos, un cambio de régimen en Moscú bajo un líder pro-occidental sería una suerte de victoria final entre Occidente y Rusia. Por ello, aumentar la asistencia militar a Kiev, aunque ello signifique un "Armagedón" para los ucranianos, es el camino correcto. 

 

En Madrid podríamos ver definiciones sobre la cuestión. Si predomina el enfoque pragmático, es posible que una diplomacia más neutral pueda llegar a crear condiciones para un acuerdo, precario, pero acuerdo al menos. Pero si se adoptan, entre otras, decisiones relativas con incrementar más aun la ayuda a Ucrania, y se decide modificar la concepción estratégica actual de refuerzo y movilidad militar en toda Europa, es decir, la "Presencia avanzada", por una basada en el despliegue de brigadas blindadas y batallones fijos, sobre todo en el teatro del Mar Negro, como estima Jamie Shea (del Chatham House), entonces será difícil sostener que el fin de la guerra puede estar cerca. 

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viernes, junio 24, 2022

La guerra híbrida: sus focos de acción

Por Lisandro Zamorano


Los complejos escenarios que hoy presentan los conflictos militarizados y no militarizados concentran rasgos determinados que marcan una diferencia con las concepciones de las ''viejas guerras''. Al respecto es necesario remarcar las elaboraciones teóricas que se han efectuado. Primeramente, cabe señalar que los llamados conflictos de baja intensidad se explican por un poder estatal debilitado y una separación poco visible entre quienes toman partida en el conflicto directa e indirectamente. La búsqueda por la obtención de algún logro político deja de tener importancia y pasa a tener lugar la influencia religiosa, cultural, étnica y tecnológica. Las perspectivas concluyentes indican que debido a los efectos de la globalización se ha ido diluyendo la idea-fuerza de Clausewitz y se ha desechado así la noción de que ''la guerra es la continuación de la política''. perdiendo así su valor interpretativo. 

Otro de los rasgos en donde reside una diferencia importante en relación a las ''viejas guerras'' se encuentra en las denominadas guerras híbridas. Estas consisten en la utilización de técnicas militares y no militares que pretenden desarrollarse en lo militar, en lo político, en lo económico y en lo civil. Lo nuevo es, particularmente, que en la guerra híbrida el adversario puede ser un actor estatal o no estatal, o ambos. La guerra híbrida utiliza como ventaja, en comparación a la guerra convencional, una mayor plasticidad, una reducción de costos en materia operativa y un menor riesgo. El alcance de desinformar y sus correspondientes efectos se pueden amoldar mejor y más rápido que la lucha armada, con chances de generar peligro real. Asimismo, en la guerra híbrida, las medidas ofensivas pueden expandir los puntos débiles del Estado que es su objetivo, en lo político, militar, económico, cultural, hasta deteriorarlo completamente.

Acorde con esta línea de pensamiento, existe la idea de que ''las nuevas guerras'' transitan ahora por una dinámica progresiva que se desencadena por etapas, llevando así lo impredecible como su componente principal. La realidad actual, impregnada por doquier de la cancel culture, demanda más pragmatismo que diplomacia y especulaciones. Exige adaptación y planificación para el desafío que implica el conflicto permanente en sus múltiples formas. 

jueves, junio 16, 2022

Tiempos decisivos en la guerra ruso-ucraniana

Por Alberto Hutschenreuter






Desde hace unas semanas existen rumores sobre un posible cese de confrontaciones en Ucrania. Los mismos se basan en que Rusia ha logrado conseguir objetivos relativos con sus intereses y que a Ucrania, a menos que continúe recibiendo suministros de Occidente, le será muy difícil mantenerse. Si pensamos que podría revertir la situación, escenario que denominan "el milagro del Dniéper", ello solo podría suceder si hay un incremento de escala en materia de ayuda militar, hecho que implicaría riesgos que Occidente no parece dispuesto a correr (al menos así lo demostró Estados Unidos hace pocos días cuando desestimó el envío de cohetes con un rango de alcance de 300 kilómetros, capacidad que permitiría a Ucrania atacar blancos ubicados en territorio de Rusia).
Si bien es posible que, cuando el 24 de febrero Rusia puso en marcha lo que denominó "operación militar especial" sobre casi todo el territorio de Ucrania, el propósito haya sido tomar la capital y capturar rápidamente al mandatario de este país, objetivo que se frustró debido a la (¿inesperada?) respuesta militar ucraniana, Rusia posteriormente se concentró en el otro propósito militar mayor: controlar el este y sureste del país, situación que sucede actualmente.
Dicho control no sólo le permite a Rusia salvaguardar a las poblaciones filo-rusas de la región del Donbass, sino afirmarse sobre la extensión costera estratégica de Ucrania, aparte de dominar las importantes cuencas minerales. Es decir, control etno-político, geopolítico y geoeconómico terrestre, e incremento del control e influencia en el Mar Negro, el nuevo "recipiente estratégico" del globo.
Con este cuadro de situación, los escenarios continúan siendo los que se consideraban hace unas semanas, aunque algunos de ellos podrían estar tornándose posibles. En cualquier caso, un cese de fuego no supondrá automáticamente un acuerdo, pues uno de los escenarios es que Ucrania no acepte una situación territorial que implique una nueva mutilación.
De allí que, como advierte Richard Haass, un escenario de "punto muerto" podría extenderse por un largo tiempo; esto es, cese de confrontación, principios de acuerdos que rápidamente se disipan y nuevos enfrentamientos.
En buena medida, la situación actual refleja los acuerdos de Minsk, pero militarizados por el poder mayor, es decir, en aquellos el propósito que pretendía Rusia era que se respetarán derechos de las poblaciones filo-rusas del este de Ucrania; hoy Rusia lo ha conseguido por medio de la fuerza. El punto es si está dispuesta a retirarse.
En este punto es clave la disposición y eficacia de Occidente: por un lado, para persuadir a Kiev de que ha llegado el tiempo para el cese de la confrontación y la apertura efectiva de conversaciones; por otro, para conocer la posición e intención de Moscú si se le llegaran a garantizar tres cuestiones: reconocimiento de la soberanía rusa en Crimea, neutralización de Ucrania y autonomía para la población ruso-parlante del Donbass.
Nada desconocido hasta aquí: temas que se hallaban en la agenda Minsk y en las demandas rusas previas al 24 de febrero. En un trabajo donde se preguntan qué sucedería si Rusia hace un trato, los expertos Liana Fix y Michael Kimmage sostienen que los acuerdos de Minsk no sólo fracasaron por el incumplimiento de los actores directos, sino por la falta de compromiso de la UE, particularmente de Alemania y Francia.
Pues bien, acaso es el momento para que Occidente deje de alimentar aquello que no podrá ser, una victoria militar de Ucrania, y lo reintente de un modo más comprometido con la diplomacia y, por tanto, con la seguridad de Europa.
De darse este escenario, sin duda Ucrania será la parte más desfavorecida, pues se encontrará de frente con la derrota (algo que debió considerar hace bastante tiempo). Pero podrá dedicarse a la “otra guerra” propia que sufre: el estado de la economía y la corrupción que anida en su oligarquía (como bien destaca el especialista Carlos Taibo, la oligarquía concentrada en connivencia con el poder no es un fenómeno exclusivamente ruso). Además, quizá muy adelante hay un sitio en la UE. Por su parte, Rusia no se encontrará con una victoria aplastante, pues una eventual neutralización de Ucrania exigirá garantías por parte de la OTAN (¿quién si no?). Además, la Alianza ya no necesitará de ninguna excusa para "vigilar" a una Rusia "conservadora y amenazante". Finalmente, aunque se alivianaran las puniciones, las consecuencias de las mismas privarán al país de mercados para sus productos como así de bienes tecnológicos que demandará la necesaria modernización de una economía todavía centrada en materias primas.
Sin duda, es un camino complejo que exigirá esfuerzos, renuncias (entre ellas, de Rusia en relación con que "Ucrania no existe como estado", y también de sectores duros estadounidenses que desean el hundimiento de su rival) e insatisfacciones.
Pero si nada de ello es posible, entonces no se puede descartar el tercer escenario: la "fuga hacia delante" de la guerra, es decir, la ampliación y profundización de la confrontación más allá de Ucrania. Algo así como abrir las puertas hacia lo desconocido, para la región, el continente y el mundo.


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martes, junio 14, 2022

Nuevos proyectos legislativos disparatados, alejados de las necesidades de la población y otros temas que asustan

 Por Horacio Schick




1- Renta inesperada
El Gobierno presentó el proyecto de impuesto a la “renta inesperada”.
Se afirma en primer término que es para “capturar” ganancias de
empresas beneficiadas por la guerra en Ucrania.
La iniciativa, de sólo tres artículos, propone la modificación
excepcional de la ley que regula el Impuesto a las Ganancias, sumando una alícuota adicional que
se cobrará, por única vez, sobre aquellas actividades que hayan registrado una renta
inesperada producto de la suba de los precios, en el nuevo contexto internacional.
El texto más precisamente, apunta a aquellas ganancias “extraordinarias” que no
responden a un incremento de la inversión, sino al efecto del shock
internacional de Capital, aplicable al primer ejercicio cerrado a partir del primer día del mes
inmediato siguiente, inclusive, al de la entrada en vigencia de la ley
Es una ampliación de la alícuota del impuesto a las ganancias para un
número indefinido de empresas.
El texto enviado crea una alícuota adicional del QUINCE POR CIENTO (15 %) del
impuesto a las ganancias, cuando el resultado contable ajustado por
inflación correspondiente al primer ejercicio cerrado a partir del primer día del mes inmediato
siguiente, inclusive, al de la entrada en vigencia de este artículo resulte, como mínimo, i)
superior al DIEZ POR CIENTO (10 %) del total de ingresos de ese período o ii) que el resultado
contable ajustado por inflación correspondiente al primer ejercicio cerrado a partir del primer día
del mes inmediato siguiente, hubiera ingresos, por un porcentaje igual o superior al
VEINTE POR CIENTO (20 %) de aquel que representó en el ejercicio anterior.
En otras palabras la alícuota adicional alcanzará a aquellas empresas
que cumplan con las siguientes condiciones:
Que la Ganancia Neta Imponible o el resultado contable ajustado por
inflación, sean mayores a PESOS MIL MILLONES ($1.000.000.000) en el primer ejercicio cerrado.
Que cumpla con al menos una de estas condiciones: su margen de
ganancia (ganancia contable sobre sus ingresos) sea superior al 10% en 2022, o bien haya
tenido un aumento del margen de ganancia en 2022 en relación al 2021 de, al menos, del 20%.
Si bien se le llama impuesto a la renta extraordinaria, no se trata de
un nuevo gravamen, sino de una alícuota adicional que se cobrará en el impuesto a
Ganancias de las sociedades de capital, y que se aplicará solo sobre el diferencial neto
“extraordinario” con relación a 2021. 
Las empresas afectadas en definitiva deberán pagar una tasa efectiva del 50% del
impuesto a las ganancias. (¿Confiscatorio?)
Igual que en Ganancias, se pagarán anticipos, habrá retenciones y
luego los saldos finales el año próximo.
En el mensaje de elevación del proyecto los legisladores oficialistas
invocan los beneficios que ciertos sectores locales obtienen de la guerra en
Ucrania (la expresión real de la brutal y cruenta invasión de Rusia no se utiliza). Dicen: En este
contexto, nos encontramos con agentes económicos que, ante el alza de los precios internacionales, aumentan los precios locales, experimentan un incremento en sus márgenes y obtienen una renta extraordinaria ante la dramática coyuntura mundial. Esto repercute negativamente en la distribución del ingreso de las familias argentinas, impactando con más fuerza en los sectores vulnerables, también afectados fuertemente por la pandemia ocasionada por el COVID-19.

Según el jefe del Palacio de Hacienda, se trata de una “fracción muy
pequeña”, de empresas. En ese sentido, remarcó que en 2021 le hubiera correspondido
pagarla a un 3,2% de las compañías totales.
Guzmán aseguró que “la ganancia neta imponible real tiene que haber aumentado de
forma significativa en 2022 en relación con 2021′′ y que “el resultado
ordinario (el margen de ganancia) también tiene que ser anormalmente elevado en 2022′′, para
que las empresas sean consideradas dentro del impuesto. Como “zanahoria” plantea que tendrán
un descuento de ese gravamen quienes reinviertan esas utilidades inesperadas.
A pesar de invocar en los fundamentos que la creación del impuesto a la renta
inesperada, está relacionada con las consecuencias en la guerra en
Ucrania, el texto del proyecto no menciona el episodio bélico, simplemente habla de
superación de utilidades del año 2022, respecto al periodo anterior, sin especificar que pueda
tratarse de un mejora en el año actual respecto a una baja performance en el año 2021. La
redacción es confusa y de la reglamentación de la AFIP, no se puede esperar algo auspicioso.
En la Argentina ya existe una muy elevada presión tributaria de la
economía, que creció muy fuertemente en los últimos 20 años sobre el sector formal. Sólo
este gobierno ha incrementado o creado desde su asunción más de 20 gravámenes, además
de los preexistentes. 
La política correcta frente al estancamiento económico que padecemos
desde el año 2011, sería estimular la inversión y la consiguiente creación de
empleo privado formal, que permanece inalterable desde aquel año, a pesar del crecimiento
demográfico. Este tipo de iniciativas impositivas alejan la inversión y estimulan el éxodo de
empresas y personas físicas. 
La Argentina debe retomar la senda del desarrollo económico y social
sostenible. Para ello resulta esencial generar las condiciones para que las pequeñas,
medianas y grandes empresas puedan concretar inversiones que generen empleo y hagan
crecer la producción y las exportaciones. Por eso la creación de nuevos impuestos –como este
‘impuesto a la renta inesperada’- va en la dirección opuesta. En la Argentina ya están en
vigencia 165 impuestos y la carga tributaria sobre el sector formal de la economía es muy
elevada, superando holgadamente el promedio de la región. Es un nuevo macaneo para continuar con la
exacción al sector productivo formal.
El crónico déficit público es una de las causas centrales de la alta
inflación y nuestro subdesarrollo. La sustentabilidad fiscal es imprescindible para evitar
la inestabilidad, que
generan las crisis recurrentes y la elevación continúa de los
impuestos para paliar ese déficit,
ahoga a los sectores productivos, para alimentar un Estado insaciable.
Un Estado que no crea riqueza, pero que se la extrae impúdicamente al sector productivo para
sostener un Estado elefantiásico, que no cumple sus deberes esenciales de brindar,
seguridad, justicia en tiempos razonables, salud y educación pública eficiente.
El nuevo impuesto de aprobarse, lo que es difícil dada la actual
composición de las Cámaras legislativas, contiene un factor inflacionario, dado que las
empresas afectadas sin duda trasladarán los nuevos costos de esta gabela a los productos que
fabrica o comercializa. 
Se exorbita la presión fiscal sin medir las consecuencias por parte de
un Gobierno paralizado por las luchas intestinas.
Horas después del anuncio de Guzmán representantes sectoriales y
regionales de la Unión Industrial Argentina manifestaron su preocupación por la posible
creación de una alícuota adicional a los impuestos que pagan las empresas. En la reunión de la
Junta Directiva de la entidad, se analizó “cómo afectará a la inversión un nuevo incremento
en la presión tributaria sobre el sector formal de la economía y el impacto negativo que tendrá
en la actividad y el empleo”.

PARA LEERLO COMPLETO

https://drive.google.com/file/d/1R3VWI4p11qJ44X-qY7D7jQPj45xKG0SP/view?usp=drivesdk


El Audio de Construcción plural del 140622

Escucha"Construcción Plural - Programa 885" en Spreaker.

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viernes, junio 10, 2022

Los propósitos de la agenda 2030

 Por Lisandro Zamorano

El hecho de que se comenzó a hablar de la agenda 2030 con
cierta repercusión pública no es un dato menor. Al hablar de la agenda 2030 nos estamos refiriendo al programa de objetivos de desarrollo sustentable impulsado desde las Naciones Unidas y desde las usinas que promueven el globalismo.
La agenda 2030, el Gran Reseteo y el globalismo son parte del mismo conjunto con ideas y proyectos prácticamente idénticos. Es por ello que, hoy, si se toma conocimiento del tema, no existe una neutralidad posible. Se puede estar a favor, es decir, abarcando la conformidad respecto al actual estado de las cosas, o se puede estar en contra, abarcando la disidencia y la periferia. Estos dos posicionamientos son de escala mundial y comprenden no sólo a gobiernos sino a pueblos enteros.


El proyecto de la Agenda 2030 tiene sus bases en objetivos a alcanzar
tales como la reducción de la desigualdad social y económica, la
acción frente al cambio climático y las asociaciones a pactar para
cumplir la totalidad de los objetivos, cómo la producción y el consumo responsable y la recuperación del comercio mundial, entre otros. Se trata de medidas destinadas a moldear a largo plazo la transición de poder hacia el globalismo.
El centro y leitmotiv del globalismo se hace visible mediante la
práctica de estos programas que, en realidad, apuestan por los
intereses contrarios a los que dicen representar: igualdad minoritaria
y desinterés total por las necesidades de las mayorías que se
se manifiestan en la voluntad popular. Asimismo, no hay ninguna duda que del conjunto de los 17 objetivos de la agenda 2030 hay un interés por hacerlos más adaptables a cada circunstancia. No hay dudas, tampoco, que éstos han adquirido una mayor notoriedad a partir de la pandemia.
Detrás del telón, en términos de la concepción globalista, se menciona que la pandemia- y lo que se puede denominar una post-pandemia- sirva de estimulación para reelaborar la plataforma de lanzamiento de los objetivos sustentables en el marco de aquellas sociedades que se han perfilado para formar parte del proyecto. En otros términos, algo que también se ha hecho conocido, emparentado con estos proyectos y que se denomina Gran Reseteo.


En función de lo que pueda ser un escenario definitivo de post
pandemia, se encuentra la creación de estrategias destinadas a crear
circuitos internos entre los distintos objetivos del programa de la
ONU, lo que equivale a entenderlo también como agenda 2030.  

En esta dirección están puestos todos los incentivos destinados a alcanzar estos propósitos con miras al 2030, lo que explica que desde los mismísimos centros del globalismo se hable de lograr una visión transformadora que requiere un mayor alineamiento en las prioridades nacionales de los países hacia largo plazo, mediante la cooperación y la acción drásticamente acelerada.[1]

(1)Lancet. Septiembre 2020.
https://www.thelancet.com/journals/lanpub/article/PIIS2468-2667(20)30189-4/fulltext








martes, junio 07, 2022

Una guerra innecesaria, ¿una guerra funcional?

 Por Alberto Hutschenreuter




La historia registra guerras que fueron innecesarias (que no es lo mismo que guerras absurdas), es decir, nunca debieron ocurrir, entre ellas, la Primera Guerra Mundial, e incluso, según expertos como Patrick J. Buchanan, la misma Segunda Guerra Mundial.

Más allá de los interesantes casos, hay que decir que lo innecesario no quita lo funcional; es decir, casi siempre una guerra que pudo haberse evitado y no se evitó resultó funcional para algunas de las partes con intereses en liza.

La actual guerra en Ucrania es una típica guerra innecesaria; una guerra que se pudo haber evitado. Sin embargo, la guerra ya lleva más de tres meses, el número de bajas civiles y militares es por ahora incierto (aunque muy elevado), la inseguridad humanitaria es muy alta, la destrucción material es enorme y las consecuencias que ha tenido y tendrá para el sistema de estabilidad regional, continental y global son cada vez más inquietantes. Nadie, incluso, puede asegurar que no podría producirse una escalada hacia el precipicio estratégico.

La guerra fue innecesaria porque fueron transgredidas todas las vallas geopolíticas y estratégicas que siempre deben ser consideradas para evitar una catástrofe.

Por ello, cuando la especialista Angela Stent sostiene que en Rusia existe algo así como  una "doctrina Putin", entendiendo por ella que Occidente tenga con Rusia la deferencia que tenía con la Unión Soviética, es decir, que la considere "un poder a ser respetado y temido, con derechos especiales en su vecindad y voz en todos los asuntos internacionales serios", es muy atendible lo relativo con la vecindad, sin duda la clave de bóveda para entender la crisis y la decisión rusa de movilizar sus fuerzas.


La invasión de Rusia no habría tenido lugar si Occidente hubiera persuadido a Ucrania de renunciar a la idea de ser parte de la OTAN, ofreciendo en su lugar una neutralidad robusta, es decir, garantizada por la Alianza y la OSCE, y, a su vez, Kiev hubiera otorgado un estatus territorial especial (monitoreado por fuerzas internacionales) para el Donbass. Por su parte, frente a esta situación efectiva, Rusia debería haber asumido un compromiso de renuncia a intervenir militarmente en Ucrania (como lo hizo Estados Unidos en relación con Cuba tras la crisis de los misiles).

Pero aquella necesaria persuasión no sólo nunca ocurrió, sino que se dio una situación que alimentó la línea de política exterior ucraniana relativa con la marcha hacia la OTAN como única alternativa o pauta de seguridad nacional en el marco de una estructura político-militar multinacional. Occidente no llegaba a admitir que Ucrania ingresaría, pero tampoco era categórico en cuanto a que la Alianza no continuaría con su ampliación hacia el este y sur de Europa (y así se mantuvo hasta el 24 de febrero, cuando Rusia movilizó sus fuerzas). En otros términos, lo que la OTAN había sostenido hacía tiempo en su cita de Bucarest, es decir, la posibilidad de que Ucrania y Georgia podrían convertirse en miembros de la Alianza, continuaba vigente.

En noviembre de 2021 se produjo un hecho (acaso poco advertido) que afirmó el enfoque de Kiev en relación con aquella línea de política exterior y con el apoyo de Occidente a sus decisiones frente a Rusia. El 10 de ese mes, Estados Unidos y Ucrania (a través de su secretario de Estado y su ministro de Exteriores, respectivamente) firmaron una "Carta de Asociación Estratégica", según la cual el país de Europa Oriental estaba comprometido con las necesarias reformas "para su plena integración en las instituciones europeas y euroatlánticas".

Si bien desde bastante antes Occidente había demostrado que no ejercería deferencia ante lo que Moscú consideraba su "línea roja", esto es, el ingreso de Ucrania en la OTAN y al apoyo militar occidental para las fuerzas que combatían en el Donbass, la "Carta de Asociación Estratégica" posiblemente haya sido una situación límite, pues la misma no solo garantizada el rumbo OTAN de Kiev, sino que hasta respaldaba el propósito ucraniano de "retomar" el Dombass, Crimea y la base de Sebastopol.

La situación no cambió durante las semanas previas a la invasión, la que casi con precisión sobre cuándo se produciría anunciaba una y otra vez por el mandatario estadounidense. Ni siquiera se consideró la posibilidad de una moratoria estratégica relativa con los tiempos que demanda la adopción de una neutralidad reforzada, que bien podría haber descomprimido la situación. A lo más, Occidente propuso a Rusia acuerdos sobre desarme y medidas de confianza por medio de diferentes foros internacionales; sin duda temas importantes, pero lejos de las demandas centrales y específicas de Moscú.

Sabemos qué sucedió después. Cabe preguntarse, por tanto, si el fracaso de la diplomacia no se debió a la búsqueda por parte de Occidente de conseguir ganancias de poder e intereses frente a Rusia.

Fuera de toda duda queda el acto de ilicitud internacional cometido por Rusia al invadir Ucrania; pero es necesaria la consideración relativa con la denominada política de grandes potencias, donde la rivalidad implica la utilización de recursos diversos por parte de las mismas. La historia es abundante en ello. Hace ya unos años, el ex asesor de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, sostuvo que empujar a la URSS a la guerra en Afganistán fue una brillante estrategia de los Estados Unidos. Durante los años ochenta, los tres enemigos de este país, la URSS, Irán e Irak, se hallaban envueltos en situaciones bélicas que implicaban para ellos "desangrado estratégico", mientras que para aquel suponía ganancias de poder.

La guerra en Ucrania tiene tres anillos o bandas muy relacionadas: la superior, es decir, la rivalidad entre Occidente y Rusia; la intermedia, entre Ucrania y Rusia; y la táctica o inferior, la pugna en el este de Ucrania.

La superior o estratégica implica un proceso que arrancó desde el mismo final de la Guerra Fría. Entonces, Estados Unidos, único ganador del conflicto bipolar, mantuvo una línea de política externa dirigida a impedir que Rusia (eventualmente) se convirtiera en un gran poder que volviera a retarla. Por ello, rentabilizó su victoria a través de diferentes medidas orientadas a dicho propósito, siendo la ampliación de la OTAN la más categórica en relación con lo que parece ser una regularidad histórica: mantener a Rusia fuera o lejos de Occidente (algo siempre advertido por Nikolái Danilevski en el siglo XIX) y vigilada. De esta manera, se "rebajaba" la ventaja de Rusia en relación con sus posibilidades para afirmarse como un gran poder en Eurasia.

En otros términos, a la fatalidad que supone una ubicación geografía que ha implicado casi una cuestión de (in) seguridad casi constante para Rusia, se sumaban deliberadas medidas para evitar que Rusia pudiera maximizar su geopolítica predominantemente terrestre.

En este contexto, y siempre considerando la rivalidad en clave de política de grandes potencias, la invasión de Rusia a Ucrania podría haber fungido  como altamente "funcional" para Occidente. Además del impacto que la misma ha tenido en materia política, social, económica, militar y de prestigio para Rusia, y que seguirá teniendo aun en el caso de lograrse un acuerdo, Estados Unidos ha "reafirmado" su ascendente en y sobre Europa. Más todavía, ha logrado que la UE (particularmente Alemania) se desvincule energéticamente de Rusia, acaso uno de los logros más buscados por parte de Washington desde bastante antes de la guerra.

Asimismo, la responsabilidad de Rusia al recurrir a la fuerza y violar los grandes principios del derecho internacional, prácticamente la excluye de toda posibilidad de ser parte de un eventual diseño de orden interestatal. Aunque sabemos sobre las consecuencias de exclusiones internacionales, algunos expertos consideran que el grado de ilicitud de Rusia habilita a Estados Unidos para que ejerza influencia internacional de manera consistente y efectiva. En este sentido, Robert Kagan advierte que por no haber ejercido su influencia en las décadas del veinte y del treinta del siglo XX se produjo la agresión de Italia, Japón y Alemania. Compara la Rusia de Putin con el Japón de antes de Pearl Harbor: o cooperaba con los Estados Unidos o lo retaba. 

Concluyendo, se ha creado una narrativa relativa con que en el mundo de hoy ya no es posible la guerra; que aquellos que la hacen desafían la estabilidad internacional y merecen la punición. Es relativo lo primero, es cierto lo segundo. Pero por ahora y por los próximos lustros no hay razón para descartar la utilización de técnicas asociadas a ganancias de poder por parte de poderes preeminentes. Las relaciones interestatales son, ante todo, relaciones de poder antes que relaciones de derecho.  

La invasión rusa y la catástrofe humanitaria pudo haberse evitado, sin duda. Pero posiblemente fueron los intereses y propósitos relativos con el nivel estratégico o superior los que merecen ser reflexionados si pretendemos comprender la razón del fracaso de la diplomacia en esta crisis. ..

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