jueves, septiembre 30, 2021

El AUDIO de Construcciòn plural /300921

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Alemania y una pretensión internacional que Maquiavelo desaconsejaría

Por  Alberto Hutschenreuter



Tras los comicios celebrados el pasado 26 de septiembre, los partidos tradicionales alemanes buscan formar una coalición política para el próximo ciclo de gobierno.

De no ser porque el retiro de la canciller Angela Merkel marcó este momento político de Alemania, la trascendencia del evento habría sido menor, incluso cuando (con la formación de un nuevo gobierno) se produzca el fin del ciclo político que desde 2005 tuvo a la Unión  Demócrata Cristiana (CDU) al frente del comando político del "país-pivote" de la Unión Europea, es decir, el "primus inter pares" del emprendimiento pos-estatal (aunque no pos-patriótico) más logrado en materia de integración en las relaciones internacionales.
Como lo que signa a los centros desarrollados son las políticas de Estado, es decir, las continuidades relativas con los grandes propósitos nacionales, no se aguardan cambios de escala con un gobierno encabezado por los socialdemócratas, menos todavía considerando que las dos grandes fuerzas políticas, la CDU y el Partido Socialdemócrata  (SDP), prácticamente han "co-gobernado" Alemania por años; basta recordar que el presumible próximo Canciller Federal, Olaf Scholz, se ha desempeñado en cargos públicos clave (secretario de Trabajo, ministro de Finanzas y vicecanciller).
En buena medida, ello se debió al  "intercambio del ropaje ideológico" de ambos partidos al momento de las proposiciones como estrategia para cortar el drenaje de votos, sobre todo desde las filas de la socialdemocracia, pues uno de los fenómenos más notables en la política alemana durante los últimos tiempos ha sido el componente social que ha incorporado la centroderecha, y el conservadorismo que ha sumado la izquierda, una mixtura que, siempre que se afronten las necesidades de modernización que reclama la economía germana, particularmente en sectores como el digital y el de inteligencia artificial, asegura el rumbo crucero de estabilidad y prosperidad nacional que supo imprimirle Merkel.
Pero más allá de estos fenómenos sociológico-políticos y de las peticiones económicas, es pertinente realizar algunas apreciaciones en relación con el enfoque internacional de la “próxima Alemania”, pues, si bien durante los debates previos a las elecciones la política exterior no tuvo demasiado espacio, Berlín defiende y promueve, tanto en las ideas como en la práctica, una singular posición internacional para convertirse en un actor preeminente en el siglo XXI.
Dicha posición es la de una “potencia civil” (Zivilmacht, un término utilizado por Hanns Maull en 2001), es decir, un actor que centra su política exterior “en valores que considera no negociables”, por caso, evitar (cuando no rechazar) el uso de la fuerza militar, más los demás grandes principios del derecho internacional; promover el proceder pacífico (cuando no pacifista); mantener el “código Adenauer” (es decir, la preferencia política y militar atlantista); defender y promover el multilateralismo; incrementar el “onusianismo” (es decir, las misiones multidimensionales de paz); alentar el regionalismo, etc.
Asimismo, inspirada seguramente por el pensamiento de John Locke, Alemania concede una importancia enorme al comercio internacional, algo que lo refleja el porcentaje de sus exportaciones en relación con su PBI, más del 30 por ciento, y la diversificación de socios comerciales: la UE es el principal socio, pero luego sigue China (que ha desplazado a Estados Unidos), países del Asia- Pacífico, Rusia (vínculo que se ha resentido significativamente por efecto de las sanciones occidentales), etc. Es decir, lo que para otros es considerado una vulnerabilidad (alta relación exportaciones-PBI), para Alemania el comercio no solo implica prosperidad nacional, sino un instrumento que favorece la estabilidad puesto que inhibe el conflicto internacional.
No obstante este empuje alemán del comercio internacional, y más allá de la fragilidad que supone una excesiva orientación hacia los mercados externos, hay un dato por demás interesante que no siempre surge y que recientemente el especialista Guntram Wolff se ha encargado de recordarlo: la UE y Alemania tienen pocas empresas jóvenes, y entre las 50 principales empresas globales, 22 son de Estados Unidos, 12 de China y solamente siete de la UE (tres de Alemania, Volkswagen, Daimler y Allianz).
Sin duda se trata de una concepción loable por parte de Alemania. Va de suyo que, si los actores preeminentes tuvieran una concepción similar a la de Alemania, las relaciones internacionales ingresarían en una fase normativa superadora de todos los obstáculos y causas de guerras derivados de la condición del estado de anarquía interestatal, competencia, ambición, intenciones, capacidades, etc.
 Una fase normativa y supra-geopolítica desconocida hasta el momento, en la que los Estados poderosos prácticamente permitirían que ¡las organizaciones multilaterales adoptaran decisiones por ellos!
Un contexto bajo esas características podría ir dando lugar a lo que Immanuel Kant denominó “república mundial” (Weltrepublik), que “representa el culmen jurídico de toda la elaboración conceptual” del filósofo de Königsberg; una instancia de paz que acabaría para siempre con todas las guerras.
Pero sabemos que el mundo de hoy se halla muy lejos de esta situación. Tal vez en el seno de la UE está ocurriendo algo del patrón kantiano, pero fuera de este proceso (excepcional) de integración el mundo continúa siendo el de siempre, más las nuevas complejidades. Basta con echar una mirada a lo que sucede en las adyacencias de la UE para concluir que ningún orden normativo e institucional tiene lugar. Por el contrario, hay un fuerte declive del multilateralismo.
Lo curioso es que en la misma Alemania han surgido hace ya tiempo voces que reclaman un enfoque más realista de las relaciones internacionales; más aún, de boca de autoridades mayores ha reaparecido la palabra geopolítica, es decir, considerar que por más que los alemanes intenten olvidarse de cuestiones relativas con intereses políticos sobre territorios, poder nacional, zonas de influencia, etc., tales cuestiones se aproximan a los alemanes. Porque es imposible renunciar a un fenómeno que siempre ha estado y estará presente entre los Estados. Ello recuerda lo que decía el polemólogo francés Gaston Bouthoul sobre la voluntad de los políticos de querer reglamentar o prohibir la guerra mediante medidas jurídicas, una cosa “tan vana como castigar, por medio de una ley, el hecho de contraer la peste o la fiebre tifoidea. El pacto Briand-Kellog, por ejemplo, podría calificarse de pacto de la renuncia a las enfermedades”.
La situación relativa con la ampliación de la OTAN y las secuelas que ello trajo para Ucrania es un claro ejemplo de intentar llevar un orden normativo a un lugar donde predominaba un orden geopolítico. A pesar de ello, hasta el momento Alemania no ha dado muestras de reconsiderar la situación, por lo que una eventual nueva insistencia por colocar el derecho sobre la geopolítica y no al revés, llevaría la situación entre Occidente y Rusia a un plano prácticamente de guerra.
Paradójicamente, el impulso del modelo jurídico-institucional que supone una “potencia civil” no cuestiona el “orden del confort estratégico” que implica el poder y la influencia del “pacificador” estadounidense en Europa. Y aquí la geopolítica más la geoeconomía podrían en los próximos años exigir a Berlín una definición más contundente en relación con la iniciativa China conocida como BRI u OBOR. ¿Qué haría eventualmente Alemania? ¿Privilegiaría su papel de potencia civil y defendería dicha iniciativa, hecho que posiblemente la confrontaría con su aliado atlántico? ¿O se mantendría en su condición subestratégica (es decir, de vasallo) ante Washington cediendo intereses nacionales?
Podemos continuar con otras cuestiones, por caso, la situación encontrada entre miembros de la comisión de defensa del Parlamento que provocó la publicación de las “Directrices Políticas para el Indo-Pacífico” en septiembre de 2020, que exigía una mayor presencia naval alemana en la región. De acuerdo a trascendidos, Berlín finalmente optó por evitar irritar a China. Entonces, ¿se trata la política entre Estados de relaciones de poder o de relaciones de derecho?
No está mal aspirar a ser una potencia civil, pero sería un error de escala intentar serlo sin considerar que, sin otros atributos, nunca se podrá ser una potencia real. Ser potencia civil podrá traer prestigio; pero una potencia completa traerá, aparte, seguridad y deferencia.

Las aspiraciones no dejan de ser ejercicios loables y apreciables. Pero en las relaciones interestatales la experiencia es la única guía estratégica con la que contamos. Por ello, bien harían los alemanes y sus socios de la UE en recordar a Nicolás Maquiavelo cuando en su obra maestra, “El príncipe”, dice: “(…) siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas. Y muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo se vive a cómo se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación (…)”.

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jueves, septiembre 23, 2021

Salud Ingeniero!!!!!!!


Por Gustavo Ferrari Wolfenson



Hoy 23 de septiembre, se cumplen diez años de la partida de mi padre: Bruno Victorio Ferrari Bono. 
Ingeniero de profesión, educado bajo ese estilo tan especial que tienen los hermanos de La Salle para formar, con plena
espiritualidad al ser humano, don Bruno fue el reflejo no sólo de quienes, como hijos, estamos siguiendo sus pasos y su legado, sino también de centenas de
profesionales y técnicos de todas partes del mundo que supieron compartir con él su trabajo, sus enseñanzas, su visión humanística de los por qué y sobre todo su guía. 
Único hijo nacido en el seno de una tradicional familia italiana del norte que emigró a la Argentina a principio del siglo XX - de la cual jamás olvidó sus raíces- se formó en el seno de una universidad a la que defendió en su
autonomía y libertad, siempre consideró que las máximas casas de estudio deberían preparar no sólo profesionales con el titulo bajo el brazo, sino dirigentes, que con una amplia visión universal, marcarán los destinos futuros
de sus respectivas naciones. Siempre rechazó la idea que la política partidaria debía entrar en la universidad y lamentó y hasta fue víctima, de cómo las
universidades perdían, en manos de las prebendas clientelistas partidarias, la defensa de su propia identidad política que les permitiera convertirse en el eje
rector y pilar fundamental en los destinos de cada nación.
Inspirado en sus mentores, abrazó como rama de la ingeniería la hidráulica, a la vez que al elemento agua como el componente central de su trabajo y filosofía.
Adelantado a los tiempos, supo ver que el agua no era sólo un líquido que servía para saciar la sed, sino que se había convertido en un fluido vital por el cual se habían peleado los pueblos, habían sucedido guerras, conflictos limítrofes y sobre el cual hoy giraba toda la política de desarrollo en el campo de la salud, la alimentación, el saneamiento, la fuerza motriz y la sustentabilidad de nuestro ecosistema. 
Su paso por el Tecnológico de Zurich y la Biblioteca Ambrosiana fortalecieron esa vocación por la ciencia y abraza
con pasión el estudio de uno de los personajes que darían esencia, vida y movimiento a su trabajo por el resto de sus años: Leonardo Da Vinci.
Partícipe y pionero de los complejos hidráulicos más importantes de la Argentina, Paraguay, Brasil y Ecuador, las Naciones Unidas lo convocan para contribuir a la comunidad internacional, con sus conocimientos y experiencias,
en una labor que se prolonga por más de 35 años en más de 40 países de diferentes lenguas y culturas. Desde cruzar la cordillera de los Andes, a lomo de caballo y mula emulando la hazaña de San Martín, la sierra de Oaxaca, los
Altos de Chiapas, la selva lacandona, los primeros proyectos de desarrollo en Quintana Roo, Haití, Dominicana, Jamaica, Cuba, Vietnam. Laos, Cabo Verde, Ecuador, Brasil, Paraguay, Chile, Nicaragua, Guatemala, India, representante especial del secretario general de la ONU a raíz de los terremotos de Managua, Nicaragua, en 1973, y Guatemala, en 1975, asesor de la Conferencia Mundial del Agua en Nueva Delhi y en la conferencia de Nueva York, en 1991, etc, etc. fueron testigos del andar de ese “ingeniero” de fina estampa, como lo bautizó Lázaro Cárdenas en sus memorias, de sabio consejo y mejor
compañero y amigo.
Retirado de las Naciones Unidas como responsable de la Década Mundial del Agua Potable y Saneamiento y de regreso a su país, el inicio de la democracia argentina lo convierte en el primer Secretario de Recursos Hídricos
de la Nación, al cual le brinda toda su experiencia en el diseño y solución de uno de los conflictos más importantes, a nivel hídrico, de la geografía sudamericana, como era la crecida de los ríos y las constantes
inundaciones, en la frontera tripartita con Brasil y Paraguay, producto de la acumulación y vertientes del agua de la represa de Itaipú. 
“No hay nada más impermeable al agua que el agua misma” fue la frase que acuñó en esos días y que hoy se repite, cual rezo laico, en muchos foros sobre la materia.
Miembro del Tribunal Arbitral del conflicto de límites con Chile, Relator de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en la defensa de los intereses argentinos de los Hielos Continentales y docente universitario por la vocación del sentir, poder transmitir y de hacer pensar, don Bruno hasta sus últimos días no paró en su quehacer cotidiano. Siempre y sin importar la hora, estaba contestando el teléfono para una consulta que, desde un funcionario internacional, el presidente de la república, un senador, el canciller o un simple alumno universitario, le formulaban y al cual con toda gentileza les daba su visión y sabio consejo.
Condecorado, con sus máximas distinciones, por los gobiernos de Italia, México, Chile, Ecuador, Paraguay, Nicaragua, Haití; ordenado mayordomo de
los lacandones en Chiapas, doctor Honoris Causa y miembro de número de reconocidas academias nacionales e internacionales y premiado por gobiernos,
asociaciones y organismos, su nombre se ha fusionado con las máximas expresiones de admiración y respeto al llamarlo maestro e ingeniero.
Qué me queda decir como hijo... que mientras estén ustedes con sus ojos sobre esta narración, yo seguiré con la plena felicidad, caminado muchas veces
sobre sus huellas y sus andares, sintiendo su compañía en cada paso que doy y compartiendo el sentimiento de la fusión intelectual y espiritual entre nuestras dos generaciones. 



martes, septiembre 21, 2021

¿Apresurando la geopolítica en el Índico-Pacífico?

 Por  Alberto Hutschenreuter



Recientemente se volvió a tensar la política entre Estados en la placa geopolítica del Índico-Pacífico, una de las tres plazas globales selectivas críticas donde la situación no es ni de guerra ni de paz (las otras dos zonas o cinturones de fragmentación son Europa del Este
y el Mediterráneo oriental/Golfo Pérsico).


En dicha zona son habituales las querellas interestatales entre actores zonales y no zonales, siendo sin duda el ascenso de China una de las principales causas de "movimientos de placas geopolíticas" en
la región; un enorme territorio donde existe una pluralidad de
conflictos: desde cuestiones que provienen de la Segunda Guerra Mundial hasta pugnas bilaterales  y multilaterales por territorios, pasando por situaciones latentes de guerra, etc. Se trata de la región del mundo con mayor diversidad de conflictos y con los más elevados gastos militares.

Por otra parte, es un escenario donde claramente se constata un segundo estado o "anillo" de anarquía internacional (el primero es la clásica ausencia de gobierno mundial), pues allí se encuentran rivalizando en peligrosa situación de "no guerra" actores (Thomas Hobbes diría "gladiadores") sobre los que recae (nada más y nada menos) la responsabilidad de pensar la seguridad internacional desde
un régimen o nueva configuración internacional, algo lejos de
alcanzarse en el desorden internacional actual.

La nueva crisis implicó, está vez, la decisión estadounidense de impulsar la mal denominada "nueva alianza" entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, país este último que no siempre aparece en el grabado geopolítico mundial, pero que ya hace tiempo, preocupado por al ascenso del poder nacional (particularmente naval) de China, ha
incrementado sensiblemente sus gastos de defensa.

No se trata de una nueva alianza pues hay que recordar que estos países más Nueva Zelanda y Canadá son parte del sistema de seguimiento de poder pan-óptico y pan-auditivo global conocido como "Los Cinco Ojos", un sistema que nació en tiempos de Guerra Fría, luego, en
tiempos geoeconómicos de la "primera globalización", amplió su tecnología y fue utilizado para ganar mercados (incluso desplazando aliados), y que hoy ha sido reorientado para vigilar al principal rival de Estados Unidos, China.


Asimismo, también hay que recordar que hace años existe "QUAD" (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), un foro de seguridad que comprende a Estados Unidos, Reino Unido, India (que define así quién es su aliado) y Australia. Por tanto, ambos esquemas estratégicos, AUKUS y QUAD, son la versión adaptada al nuevo contexto interestatal
del siglo XXI de lo que fue en tiempos de bipolaridad el ANZUS (Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos), una alianza político-militar que completaba (en el Pacífico sur) el arco de contención occidental al comunismo con base en la ex Unión Soviética.

Ahora bien, y en clave de hipótesis, ¿podríamos interpretar que la reciente iniciativa de Washington implica una aceleración geopolítica para retar a China en los mares, donde la capacidad de Estados Unidos es (hoy por hoy) superior a la de China?

Es posible que sea así, pues si el tiempo (un medio o recurso esencial para China) corre, Pekín incrementaría su "poder agregado", esto es, todas las dimensiones de poder nacional, incluido, claro, el naval, y reduciría la distancia que hoy la separa militarmente de su oponente.
Es cierto que la potencia asiática ha realizado importantes avances en sus capacidades, por caso, en aquellas denominadas "de negación de capacidades del enemigo"; pero difícilmente China lograría hoy imponerse a Estados Unidos en una querella militar en los mares.

En estrategia existe un "principio de equiparación de los medios", es decir, la ventaja militar que logra un poder preeminente pronto es alcanzada por el rival. En tiempos de Guerra Fría, dicho principio casi siempre estaba del lado de Estados Unidos, pero pronto la URSS lo
alcanzaba. Hoy es complejo calibrar cuán rápido puede Pekín lograr equiparar las ventajas militares estadounidenses. Consideremos, como dato, que China ha incrementado sus gastos militares a 250.000 millones de dólares en 2020; pero la inversión de Estados Unidos casi ha trepado a 800.000 millones, siendo destinada una parte significativa de este monto a "emprendimientos militares sofisticados".

Por otra parte, desde su victoria en la Guerra Fría Estados Unidos ha llevado adelante varias guerras. Y si bien no ha logrado decisiones militares categóricas, lo que podría ser considerado como "derrotas", continúa siendo el único país predominante en todas las dimensiones
geopolíticas, es decir, es la única potencia con alcance mayor en tierra, mar, aire, espacio ulterior y red cibernética. Además, hasta hoy es el único poder que puede proyectar fuerzas a cualquier parte del mundo y combatir (incluso) en dos frentes simultáneamente.

Por su parte, hace décadas que no sabemos de "China en guerra" (la última confrontación importante fue con Vietnam, más allá de escaramuzas con India, su otro rival). Pero no saber de ello puede también ser relativo: China es un cultor de la estrategia de acción indirecta y del conflicto sin tiempo ni espacio, es decir, como planteaba Sun Tzu en “El arte de la guerra”, derrotar al rival evitando el enfrentamiento directo, una extendida y exitosa cultura de guerra en la región.

También es posible que sea así, pues China, sin descuidar sus intereses, podría "debilitar" la densidad geopolítica y las
aprensiones que provoca su proyección “pos-patriótica” en el escenario del Pacífico asumiendo un papel incrementado en el Asia terrestre, es decir, dar más impulso a su iniciativa "Belt and Road" (BRI), donde no se encuentra Estados Unidos y en la que los socios europeos de Washington están cada vez más involucrados (hay que tener presente que
el intercambio comercial UE-China es enorme).

De modo que este renacer del espíritu de poderío naval y nacional de Alfred T. Mahan por parte de Estados Unidos en la zona del Índico-Pacífico, bien podría estar asociado con desafiar hoy a China (de hecho, el régimen de Pekín se ha mostrado muy irritado por la iniciativa de alianza trilateral y el suministro de submarinos a propulsión nuclear a Australia) en la gran cubeta oceánica, evitando que China (esta vez) logre ganancias de poder "alternado geopolíticas" y obteniendo tiempo, un recurso capital para proseguir un camino ya
recorrido por Estados Unidos desde las últimas décadas del siglo XIX hasta las primeras del siglo XX, cuando marchó "de la riqueza al poder", como muy bien lo analizó en su excelente texto Fareed Zakaria.

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jueves, septiembre 16, 2021

¿Un nuevo Rapallo entre rusos y alemanes?

 

Por Alberto Hutschenreuter






En 1922, mientras en la ciudad de Génova los países europeos intentaban (en vano) configurar un sistema de reconstrucción económica de posguerra, Alemania y Rusia, el derrotado y el "derrotado por el derrotado" en la Gran Guerra, se reunieron en la cercana localidad de Rapallo y muy rápidamente (al punto que se denominó la "conferencia del pijama") firmaron un acuerdo. Así, los países parias de la Conferencia de Versalles (a la que Rusia no fue invitada y Alemania fue tratada como un súbdito vencido) "regresaban" juntos  al mundo.


Como muy bien juzga el historiador alemán Sebastian Haffner en su magnífica obra "El pacto con el diablo", "Rapallo fue simple y llanamente un matrimonio de conveniencia, cualquier cosa menos una relación de amor, fundó un auténtico matrimonio político (como debía ser)". Así, "los planes de reconstruir Europa a costa de los países vencidos y la Rusia soviética fueron condenadas al fracaso".

Desde entonces y hasta junio de 1941, cuando Alemania invadió a su hasta entonces socio, ambos países mantuvieron un eje de cooperación que comprendió desde cuestiones comerciales hasta militares. La relación retomó así la línea de proximidad bilateral que mantenían desde el siglo XVIII Rusia con el reino de Prusia, la que comenzó a ser erosionada cuando el canciller Bismarck fue desplazado del poder por un nuevo emperador alemán reluctante con mantener una relación cercana con Moscú.

Después, la creciente rivalidad entre los Estados en Europa arrastró a los países casi como como "sonámbulos", utilizando el título de la excelente obra de Christopher Clark, a la gran catástrofe militar de 1914. En ella, Alemania y Rusia fueron enemigos, hasta que el poder bolchevique, necesitado de tiempo estratégico para consolidarse, firmó en Brest Litovsk una paz cartaginesa ante Alemania.

Tras la Segunda Guerra Mundial y, dentro de esta, la singular guerra de exterminio entre Alemania y la Unión Soviética (1941-1945), la Alemania derrotada fue ocupada y dividida hasta su reunificación en 1990. Durante las décadas de bipolarismo soviético-estadounidense, la relación de la República Federal de Alemania con la URSS pasó del atlantismo cerrado bajo los gobiernos de Adenauer a una distensión en tiempos de los gobiernos socialdemócratas de Willy Brandt y Helmut Schmidt, aunque nunca hubo algo parecido al clima y acuerdo de Rapallo. Pero fue durante aquellos años cuando ambos países impulsaron importantes acuerdos energéticos.

Acaso, lo más cercano se dio cuando otro socialdemócrata, 
Gerhard Schröder, ocupó la cancillería germana entre 1998 y 2005. La llegada de  Angela Merkel en 2006 no profundizó la cercana relación ruso-alemana, pero la canciller, la dirigente europea con mejores vínculos con el presidente Putin, siempre favoreció la posibilidad de una complementación creciente entre Rusia y la Unión Europea, relación que tras los la anexión de Crimea al territorio de la Federación Rusa (2014) y el envenenamiento de Alexei Navalny (2020) sufrió un fuerte deterioro, al punto que desde algunos centros de análisis se consideró que ya no sería posible continuar con la complementación ruso-europea.

Sin embargo, a pesar de la firmeza mostrada por Merkel ante Putin como consecuencia del envenenamiento de Navalny, el apoyo ruso al poder en Bielorrusia y la dureza en relación con Ucrania, Alemania continuó trabajando con Rusia en la construcción del gasoducto Nord Stream 2, iniciado en 2015 y finalizado recientemente (comenzará a operar a finales de 2021). Y lo hizo en contra de la posición del Parlamento Europeo y de varios países de la UE, incluso de su socio más cercano, Francia, y de los actores más anti-Rusia: Polonia y los Estados Bálticos.  

En buena medida, la postura de Alemania recordó la de aquella Alemania de Helmut Kohl, que sola, prácticamente sin consultar a sus socios europeos a los que después convenció de hacerlo, reconoció la independencia de Croacia y Eslovenia a principios de los años noventa. 

Pero, sin duda, la principal oposición al gasoducto provino de Estados Unidos, pues el interés de la potencia mayor en este cuadro estratégico era no solo extender la coacción a Rusia en un segmento en el que este país es robusto y donde puede ejercer una suerte de disuasión energética ante terceros, sino ser el propio Estados Unidos el principal proveedor de energía a los países de Europa. 

De modo que aquí hubo una limitación en el despliegue atlantista por parte de Alemania, que ya en 2019, luego de que el Congreso estadounidense anunciara sanciones a las compañías participantes en la construcción del gasoducto, advirtió que “las decisiones sobre política energética europea se toman en Europa”. 

Hubo otras posiciones de Berlín que llevan a pensar que su atlantismo está siendo considerado cada vez más en función de sus intereses y los de sus socios, por caso, en relación con el retiro de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, cuando Alemania anunció medidas que podrían aliviar el regreso de las sanciones unilaterales. 

Pero es en el segmento de la energía donde más se corrobora una orientación de política exterior alemana más centrada en sus necesidades y en un mayor espacio a una visión de configuración internacional en clave euroasiática, es decir, atendiendo a los propósitos de China y la nueva realidad geopolítica que supone (en concepción y en hechos) su iniciativa del “cinturón geoeconómico”. 

¿Implica ello una ruptura del tradicional atlantismo? No. Alemania, por ejemplo, no cuestiona a la OTAN como sí lo ha hecho Francia; pero la lectura que hay que hacer es, como bien señala Dominic Wullers, que el país ha comenzado a alejar su política exterior del patrón “wilsoniano”, esto es, paz global, instituciones y normas deben guiar dicha política, en dirección de un patrón más realista. Y ello se puede corroborar en un discurso en el que las cuestiones relativas con la competencia internacional y la geopolítica se van haciendo cada vez más habituales por parte de las autoridades alemanas. 

El acuerdo de 1922 entre Alemania y la Rusia bolchevique ha quedado lejos. No hay un “nuevo Rapallo” entre ambos actores. Pero, como entonces, sí hay un contexto cambiante que exige definiciones en clave de intereses nacionales y no con base en preferencias estrategias de terceros. El Nord Stream 2 es un claro ejemplo de ello: un emprendimiento energético de escala “de territorio ruso a territorio alemán”, evitando así otros territorios que pudieran implicar dificultades y marcando al “primus inter pares” occidental que ya no todo en Alemania se basará en la “guía de política exterior atlántica”.   





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martes, septiembre 14, 2021

El Tsunami electoral en 5 ejes

 Por Fernando Mauri


SORPRESIVO RESULTADO
* El TSUNAMI electoral que arrasó con el gobernante FdT no lo vio venir nadie.
Que el peronismo unido sacara menos votos (30/31%) que nunca en su historia habla por sí solo. Al parecer, aquello de que el peronismo unido es "invencible" ha quedado en mito.
Podía augurarse, como lo hemos escrito, una derrota estrecha en los guarismos nacionales o una virtual paridad y visos de
un escaso o nulo crecimiento en el Parlamento (de hecho, ese es el núcleo de unas legislativas de medio término)
como peor resultado para el oficialismo, compensado un tanto poco por una victoria por poco o mediana en PBA; el eje territorial K (37% del padrón electoral).
Nada de eso ocurrió.
La hecatombe fue nacional, salvando las papas en apenas medio decena de provincias.



FDT CASTIGADO PERO OPOSICION NO PREMIADA, SÍ ELEGIDA
* La economía,
parte del desdoroso manejo de la pandemia (cuarentena
eterna, demoras con Pfizer, vacunatorios VIP y la fiesta de cumple de
Fabiolita en Olivos),
la falta de clases escolares , otra debilidad K, otro terreno con
victoria de Larreta...

el contrato electoral de moderación de AF dejado de lado a favor de la agenda de la omnipresente CFK, 

Todo ello cristalizó un claro voto castigo, que no debe
llevar a equívocos,
esta volátil sociedad que pasó en 4 años de lograr eyectar a Macri en 2019 más que regodearse con el emergente regreso K, hoy hiere al kirchnerismo sin premiar a JxC,
pero también teniendo en cuenta que la oposición fue hábil al permanecer unida, imponer competencia interna incluyente (Manes, López Murphy, etc) en casi todo el país
y encarar una cierta renovación dirigencial donde ya no hay macrismo al mando, sino un nuevo actor que lidera el espacio, un moderado HR Larreta, y seguramente con mayor
peso del radicalismo respecto al Cambiemos 2019 en la alianza hoy opositora.

Porque la fuerte debacle K en esta -como algún consultor bien señaló- #democracia de rechazo# se explica más en la erosión del voto K caído a un notable 30% que en un crecimiento opositor si tenemos en cuenta que JxC mantiene su 40/41% de las legislativas 2017 y 1era vuelta presidencial 2019.

Resultó por demás buena la elección del engendro Milei,
mejor de lo esperado la de no castigada trashumante Vidal,
relativamente buena aún vencido la de Manes y aceptable pero no un boom la de López Murphy.
La izquierda al fin pudo sacar pecho y situarse tercera a nivel
nacional (7,60%) e incluso se subió al podio sorpresivamente en PBA, a costa sin dudas de la pobre performance de Randazzo y la relativamente mediana de Espert .



UN 2023 DE LARRETA Y DE RECAMBIO EN PJ
* Tal como lo previmos, por estrategia virtuosa (competencia inclusiva en la mayoría de los distritos, 17 de 24, mientras el oficialismo pujó en primarias en muy pocos casos y hasta donde hubo, se trató de evitar, caso el finalmente derrotado Chivo Rossi en Santa Fe) y por
apuestas ganadoras, HR Larreta es el gran ganador de la PASO, y de hecho, consideramos que excepto que cometa
improbables grandes errores en el camino pavimentado al 2023, es quien está llamado a convertirse en Presidente en 2 años.
Recién allí, eclosionado por una derrota, este PJ hoy dominando por los K que no ofrece ni renovación ni moderación, podría recrear condiciones competitivas y ampliar horizontes post kirchneristas.



* EL ESCENARIO POST 14-11 & LA GOBERNABILIDAD
Habrá que estar atentos al horizonte posterior a la elección general del 14 de noviembre.
De cara a ella, difícilmente se produzcan cambios de importancia en Gobierno (gabinete, etc) ya que la administración de los Fernández tiene que
atender dos juegos al mismo tiempo, la elección general y el llevar el barco a relativo buen puerto hasta el 10/12/23 y un recambio y aire quedaría horadado
ante una repetición de flagrante derrota como muy probablemente ocurra. 
Claramente habrá manotazos de ahogado, un crecimiento del gasto público (AUH, jubilados, etc).
En cuanto al comicio general de exactos 2 meses en sí, el Gobierno no está en condiciones de revertir la derrota, pero quizás pueda achicar distancias y pretender
forzar un relato de fortalecimiento a partir de "casi dar vuelta la PASO".
Aún así, es de prever que las tensiones internas aflorarán aún más y con mayor exteriorización entre los K y con crecientes
temores por sus efectos sobre la gobernabilidad .


* EL TSUNAMI SE LLEVA EL SUEÑO DE UN PARLAMENTO DOMINADO
CFK puede perder el control del Senado, aunque es posible que algo se revierta el 14/11 y con algún aliado, ese dato quede relativizado, pero el dato es que el kirchnerismo lejos quedará seguramente de controlar como ambicionaba la Cámara Baja.



viernes, septiembre 10, 2021

1er Paso hacia el 14.11

 Por Fernando Mauri


Algunas aproximaciones al acto electoral de este domingo 12/09, como acostumbramos, a partir de información, análisis e intuición.


#MAYOR INCERTIDUMBRE POR MENOR  ASISTENCIA ELECTORAL.
Llegamos al 1er capítulo electoral de las parlamentarias 2021
acaso con mucha mayor incertidumbre respecto a otras muchas elecciones
acerca de los resultados, fruto de la falla en los sondeos previos en
los números finales de la PASO presidencial 2019 (16% de AF a MM que
nadie previó prácticamente, más allá de que se redujo a la mitad la diferencia en la
votación general) y derivado del temor al Covid, aún éste en claro
retroceso.
El porcentaje de votos será en definitiva el 1er dato a atender y el
que determinará la elección, es decir, cuánto del 76% de la PASO de la
elección ejecutiva del 2019, por poner un ejemplo cercano, se acercará
a sufragar.
Algunos analistas señalan que en el escenario de menor participación
ciudadana podría votar sólo arriba del 60% en septiembre y más
del 70% en noviembre, cayendo más de 10 puntos porcentuales respecto a la asistencia habitual.
Además, posteriormente, habrá que reparar en el salto cuantitativo que se da entre la interna
y la elección general (creció un 4% hasta alcanzar un 80% de votantes en 2019).


#EN PBA, ARRIBA EL FDT PERO NO MUCHO?
PBA es desde ya el eje de construcción política K y el pálpito hacer
preveer una elección reñida, lejos de casi el 20% de diferencia que
obtuvo el hoy oficialista
FdT hace 2 años.
Lo más probable es que el Gobierno salga ganador, pero de la estrechez
de su victoria dependerá la expectativa para la general de noviembre,
donde el voto útil de quienes apoyan a Espert para abajo podrían
favorecer las chances de tallar con más fuerza a JxC en la general.
Y precisamente, lo poco holgado de un eventual probable triunfo K es
lo que lleva a la hipótesis de un casi empate o triunfo opositor en
los guarismo nacionales, recordando que casi el 40% del padrón
electoral del país se halla en PBA.


#A NIVEL NACIONAL, PARIDAD O VENTAJA DE LA OPOSICION?
Derivado de lo anterior (efecto escasa distancia en territorio
bonaerense), y sumado a los habituales triunfos opositores en CABA,
Córdoba y Mendoza, a lo que habrá de sumarse este año en PASO
seguramente la victoria en la hoy peronista Santa Fe y quizás otro tanto en Entre Ríos, JxC planta
bandera o bien para empardar o bien para obtener mejor números a nivel
nacional que el FdT, lo que de por sí, tal como un triunfo apenas
estrecho del oficialismo en PBA, resultaría un golpe de efecto duro de
afrontar para la Rosada de cara a noviembre.


#SIN GRANDES CAMBIOS EN EL CONGRESO?
De todas maneras, ciertamente, lo que se elige (en noviembre) son
bancas (media Cámara de Diputados y 1/3 del Senado) y allí se auguran
a priori pocos cambios, con un oficialismo lejos de obtener quórum
propio como ambiciona y perdiendo hasta legisladores en la Cámara Alta
sin ver caer su mayoría propia.

martes, septiembre 07, 2021

La implacable geopolítica

 Por Alberto Hutschenreuter







Si hay una realidad categórica en las relaciones internacionales actuales, esa realidad es la intrínseca relación entre el interés político volcado sobre territorios, con fines asociados (corrientemente) con la obtención de ganancias para el poder nacional.  

En esa frase se pueden apreciar varios conceptos que, desde los enfoques que consideran que el mundo que viene estará signado por la globalización, la "e-globalización", la “globótica”, la conectividad y la "inteligencia no humana", parecieran pertenecer a un mundo que fue.  

Sin embargo, desde que "se fue la geopolítica", a principios de los noventa tras la muerte de la URSS y la confrontación bipolar, nada ha dejado de ser geopolítica, ni siquiera la casi totalizadora globalización que sucedió al régimen de guerra fría; pues la misma, de fuerte contenido comercio-económico y prácticamente sin lugar para otras alternativas, supuso, parafraseando a Clausewitz, "la continuación de la geopolítica por otros medios": en efecto, bajo la promesa que siguiendo el "libreto" de la globalización el crecimiento y el desarrollo eran rápidamente alcanzables, muchos países adherentes abrieron sus territorios y desmontaron regulaciones estatales ante las bondades de la globalización, que, como todo proceso internacional, nunca fue neutra.  

En los lustros siguientes todo siguió siendo geopolítica: el ataque perpetrado el 11-S en el territorio más protegido del planeta obedeció a un cambió en la naturaleza geopolítica del terrorismo transnacional durante los noventa; la ampliación de la OTAN fue una decisión en neta clave político-territorial; la ofensiva rusa en Georgia implicó la defensa-ofensiva de zonas geopolíticas rojas de Rusia; los enfoques de las potencias en relación con el espacio exterior dejaron en claro que era relativo que dicho espacio fuera un bien de “la humanidad”, la proyección de fuerzas a distancia para combatir al terrorismo, por caso, a Afganistán, etc., todo implicó pulsos geopolíticos.  

No obstante esta secuencia de hechos de cuño políticos-territoriales, no fue hasta que un país sufriera una mutilación de una parte de su superficie para que se considerara que la geopolítica “había regresado”. Efectivamente, fue desde la anexión o reincorporación de Crimea al territorio nacional de la Federación Rusa cuando la geopolítica logró “recuperar” su centralización como concepto, esto es, volver a ser la disciplina que enfocaba el territorio desde los intereses políticos y el poder nacional de los Estados, y no ser una disciplina “a la carta”, es decir, un vocablo “desnaturalizado”, crítico y utilizado para describir todo o casi todo lo que sucedía en todas las cuestiones del mundo, desde el medio ambiente hasta las finanzas, pasando por el populismo, el comercio, las ideologías, los discursos, etc. 

Fue, en todo caso, un acto de reparación conceptual, puesto que en la práctica la geopolítica nunca se había marchado. Como sucede con otras realidades, por caso, la guerra, no depende tanto de la voluntad del hombre que la geopolítica “se vaya y no regrese”: depende de determinados hábitos político-territoriales por parte de ciertos Estados, y de los intereses en liza. 

En 2020 la pandemia arrinconó a los Estados, pero los acontecimientos de orden geopolítico continuaron y fueron contundentes, por citar algunos de ellos, la ampliación de la OTAN en la región de los Balcanes, la actividad de Rusia en el Ártico, el “reacomodamiento” del terrorismo en África, etc. Y en 2021 la actividad con base en la geopolítica prácticamente no supo de treguas. 

Solo a manera de ejemplos actuales de escala, consideremos muy brevemente cinco acontecimientos, algunos de los cuales podrían ser, como sucedió en el siglo XX, “un siglo de geopolítica total” (parafraseando esta vez a Raymond Aron), “compuertas geopolíticas”, es decir, hechos netamente político-territoriales que preceden y son impulsores de acontecimientos trascendentales. 

Para comenzar, los acontecimientos que han tenido lugar en Afganistán han recentrado a este país del Asia central entre las principales cuestiones internacionales. Más allá del retiro de Estados Unidos, el dato geopolítico es la característica de “pivote geopolítico” que asume este actor ubicado en una dinámica región de la gran masa terrestre eurasiática.  

En el contexto regional, e incluso más allá, el papel de pivote implica posibilidades de desórdenes o inestabilidad en derredor, donde existen actores cuya principal característica es la construcción y proyección de poder, por caso, China, Turquía, Irán, Pakistán, etc. Por tanto, el lugar común en materia de intereses volcados sobre el territorio es evitar que la anarquía interna se traslade (en forma deliberada o no) al exterior. 

Frente a este escenario, hay países llamados a desempeñar un papel clave en la evolución de Afganistán, principalmente, China, Pakistán, Irán y Rusia. Pocas situaciones en el mundo implican la concurrencia de intereses de actores tan relevantes, dato que hace de Afganistán un vórtice geopolítico global. 

En segundo lugar, la condición de placa geopolítica selectiva mundial de Europa del este cada vez más parece inclinarse hacia el extremo de una discordia mayor. Ucrania también es un “pivote geopolítico”, pero, a diferencia de Afganistán, lo es por su condición de no reverenciar la geopolítica, es decir, Ucrania insiste en desafiar a Rusia incrementado la aprensión geopolítica de este actor preeminente en la región; hecho que implica que los actores ubicados en sus adyacencias (principalmente, Bielorrusia, Ucrania y Georgia) siempre consideren las consecuencias que tendrán para la seguridad nacional de Rusia sus decisiones en materia de defensa y política exterior.  

Por otro lado, China podría estar dando lugar a la emergencia de una nueva configuración geopolítica en la masa terrestre euroasiática. Según el interesante texto de 2017 del especialista Geoffrey Sloam, la proyección geoeconómica de China a través del continente euroasiático se dispone a ir más allá del “Rimland” y el “Heartland”, las dos concepciones geopolíticas predominantes del siglo XX. Algo así como una “Centerland” que, de completarse en los próximos lustros, podría hasta implicar una nueva configuración entre Estados en la que Estados Unidos no sería, por vez primera en casi 80 años, el proveedor primario de los bienes públicos internacionales. 

Rusia y Alemania, “dos viejos amigos” (salvo durante las dos guerras mundiales), también han revalidado la geopolítica, pues la casi finalización del “Nordstream 2” refrenda que el suministro de gas es y será “de Estado a Estado”, sin tramos que atraviesen terceros países. No fue casual que un ex ministro de Exteriores de una preocupada Polonia advirtiera hace unos años que se trataba de un “nuevo pacto Ribbentrop-Molotov”. 

Sin llegar a sostener que ambos países marchan hacia una asociación estratégica ni que Alemania “regresa a la geopolítica del poder”, el gasoducto ha demostrado que Alemania ha defendido sus intereses nacionales frente a la presión de Estados Unidos, que estimó que el envenenamiento de Navalni en 2020 acabaría por distanciar a Berlín de Moscú. 

Por último, recientemente las autoridades de Chile aprobaron un decreto cuyo propósito es extender la plataforma continental del sur de Chile, avanzando sobre la delimitación territorial de la plataforma continental de Argentina, una medida que, a todas luces, es violatoria de los términos establecidos en el Tratado de Paz y Amistad que los dos países firmaron en 1984, como así de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar. 

Sin entrar a tecnicismos y a mecanismos de solución de controversias, la medida de Chile implica un empuje geopolítico por parte de un actor con tradición en la materia, tanto en el terreno de las ideas como en el de los hechos. Chile es uno de los actores regionales donde existe lo que se denomina “geopolítica aplicada”, esto es, no hay separación entre sus pensadores territoriales y la ejecutividad política. 

Asimismo, la iniciativa evidencia uno de los principales soportes teóricos del realismo en las relaciones internacionales: más allá del régimen político y la buena vecindad que pueda prevalecer entre Estados, un Estado nunca sabe cuáles son las intenciones de otro u otros Estados. 

En suma, suceden muchos acontecimientos de orden territorial en el mundo. Exponemos aquí algunos de los más sensibles e interesantes para la reflexión en torno a un mundo donde se da demasiada entidad a las aspiraciones, mientras que se soslayan las variables clásicas: las que importan al interés, la seguridad, las ambiciones y el poder. 


Hacia unas PASO que pasarán sin pena ni gloria

Por Gustavo Ferrari Wolfenson





Estamos a horas de un nuevo proceso electoral donde los
argentinos nuevamente elegiremos a partir de un proceso de
selección primaria, los representantes al Parlamento para los
próximos años.
Como ha sido una constante en los últimos tiempos,
seguramente la jornada electoral se caracterizará una vez
más por la sola obtención de resultados generando las
consecuencias conocidas: el incremento del desprestigio de
la clase política, la falta de confianza y certeza en la
administración pública y el derrumbe sin freno de nuestras
instituciones.
Y ese resultado nos condicionará el camino hacia dónde
iremos o hacia dónde no queremos volver.
La agenda política, económica y social de nuestro país está
condicionada a este proceso, sin intención, desde ninguna de
las dos veredas, de construir prácticas colectivas de diálogo
y de cooperación que superen los discursos individuales entre
oficialismo y oposición.
Me duele ver que siendo una sociedad supuestamente
democrática, hemos perdido u olvidado todo tipo de premisa
basada en que los adversarios discuten y disienten
cooperando.
Desgraciadamente seguimos festejando triunfos electorales
sin analizar para nada lo que significaba ganar una elección.
No creo que el proceso del próximo domingo represente el
cierre de un ciclo que pueda enterrar los anuncios
grandilocuentes y los grandes planes seguidos de la
frustración por la ausencia de resultados.
Hoy la gente está desilusionada, desesperanzada y ha sido
invadida por la desidía y la apatía. Solo basta tomar nota del
vocabulario de los futuros representantes del pueblo, para
darse cuenta el nivel de responsabilidad y calidad institucional
de cada uno de ellos.
Un gobierno no debe distinguirse por los discursos de sus
funcionarios, sino por las acciones y resultados de su trabajo
en equipo.
Y creo que, una vez más, estamos frente a un capitulo
pendiente. Nos agotan los discursos, las culpas mutuas, las
responsabilidades no asumidas y los resultados están a la
vista: una pobreza extrema, la falta de rumbo y la cada día
más fortalecida presencia de un sistema clientelar y
prebendario que va más allá de cualquier color o ideología
política
Seguimos depositando la confianza en jugadas mágicas o
salvadoras y mucho más preocupante, en genialidades
aisladas, de los que se suponen llegarán a partir del próximo
domingo.
Es tiempo de que pensemos que es posible cambiar, sin
destruir. Podemos sumar cambios sin generar más divisiones
ni grietas. Cambiar es convivir con las diversidades sin
anularlas, o denigrarlas.
La democracia argentina necesita mucho trabajo y esfuerzo
plural, para reconciliarse con la política, y la sociedad reclama
muchos más ejemplos y compromisos para reconciliarse con
la política.
Por eso no creo que el resultado del próximo domingo de las
PASO cambie nada por el solo hecho de que se vaya a votar,
si aún van a persistir los ámbitos de impunidad y la violación
permanente de las leyes que no tienen castigo legal ni social.
Hay que volver a leer y respetar la Constitución, porque la
seguridad jurídica debe ser para todos, no solamente para los
que sienten con el poder en sus manos y caen en la peor de
las debilidades políticas: la tentación autoritaria.
Quisiera que el próximo domingo cada voto signifique un país
justo, solidario, participativo, inclusivo, libre en todas sus
expresiones sociales, políticas y económicas.
Quisiera creer y soñar. Espero, aunque lo dudo, no tener una
nueva pesadilla.

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