jueves, abril 21, 2022

El Audio de Construcción Plural del 200422

Escucha"Construcción Plural - Programa 863" en Spreaker.

miércoles, abril 20, 2022

El mundo después de la guerra: ¿cooperación o la peor de las tormentas?

 Por Alberto Hutschenreuter 





¿Puede haber algo peor que la falta de un orden internacional? Probablemente sí: un orden internacional excluyente y fragmentado, es decir, una configuración entre Estados preeminentes que excluyen y penen a otros porque estos últimos han sido   responsables de una guerra o bien porque sostienen una concepción que desafía dicho orden. 

No hay que pensar demasiado para retrotraernos un siglo atrás y recordar el  orden de Versalles, el primer gran intento internacional de sostener la paz y seguridad mundial desde una base de percepción colectiva frente a eventuales amenazas.

Pero se trató de "una paz de vencedores", como la definió Gueorgui Chicherin, el entonces ministro de Exteriores de Rusia, pues implicaba que la derrotada Alemania debería pagar su "responsabilidad de guerra", y Rusia, derrotada por la finalmente derrotada y bajo el poder revolucionario bolchevique retirada de la guerra, no sería parte de dicha paz. 

Con estas exclusiones y (más tarde) el retiro de Estados Unidos de la Sociedad de las Naciones, el orden perseguido solo perduraría hasta que comenzaran a impactar en él las inestabilidades propias de su mal diseño. Es cierto, como sostiene Margaret MacMillan, que hubo unos pocos años de cooperación internacional, pero si no había un cerrado compromiso de las potencias europeas para garantizar la seguridad, los "parias" de Versalles, fundamentalmente Alemania, buscarían por las suyas la reparación y reubicación internacional. 

Más todavía, esos actores excluidos, Alemania y Rusia, regresarían juntos al mundo a partir de 1922 y mantendrían una larga asociación que Alemania rompería violentamente en junio de 1941. 

Este muy rápido panorama sobre un orden internacional disruptivo que finalmente colapsó de la peor manera, resulta pertinente en relación con el posible orden que seguirá al desenlace de la guerra que tiene lugar en Ucrania como consecuencia de la invasión rusa, la que, más allá de lo desmedida y violatoria del principio internacional de integridad territorial, necesariamente hay que considerarla en términos del segmento estratégico superior, esto es, la crisis entre Rusia y Occidente, y del segmento local, es decir, los sucesos en la región del Donbass. 

No podemos saber cuándo acabará esta confrontación, e incluso aun logrando un cese de fuego la situación no será de paz sino de una tensa y precaria "no guerra". Lo que sí posiblemente suceda es que las relaciones entre estados continúen desde una lógica de exclusión internacional de Rusia en la que probablemente seguirían y se incrementarán las puniciones (el desacople energético de Europa de Rusia pareciera ser una cuestión de tiempo). 

En estos términos, la construcción de un orden tendrá bases frágiles y será cuestionado por el principal excluido; además, Rusia buscará incrementar vínculos con aquellos que rivalizan con Occidente o mantienen reservas frente a éste; es decir, profundizará el "curso asiático" de su política exterior como bien advirtieron especialistas de ese país tras el caso Navalny en 2020, hecho que marcó un punto de inflexión en las relaciones de Europa (particularmente de Alemania) con Moscú. 

Hoy se pueden encontrar semejanzas con el orden internacional que se intentó construir tras la Primera Guerra Mundial: una guerra en Europa (Ucrania), un responsable (Rusia) otro que acrecentó su desafío (China), ambos que se acercan, y una superpotencia que impulsa las puniciones (Estados Unidos). Pero para mantener a Estados Unidos en esta analogía es necesario agregar otro momento del siglo XX: la primacía estadounidense tras el final de la Guerra Fría.  

El experto estadounidense Robert Kagan sostiene que hoy, con lo que ha sucedido en Ucrania, es el momento en el que Estados Unidos podría reducir la gravedad de los desafíos que plantean Rusia y China. Y recuerda que por no hacerlo en los años veinte y treinta se produjo la agresión de Alemania, Italia y Japón, la que no fue controlada hasta que Alemania invadió Polonia en 1939. Kagan agrega que no hacerlo en los últimos años llevó a Putin a tomar Crimea. En breve, para este reputado neoconservador, Estados Unidos debe impedir que Rusia y China (desde su enfoque dos actores invariablemente revisionistas y retadores) “tomen los caminos imperiales que tomaron aquellos países”. 

Frente a esta posible "tentación de la primacía" por parte de Estados Unidos, Esteban Werthein, otro especialista estadounidense, considera que dicha eventual tentación debería abandonarse, pues Estados Unidos ya no ostenta el poder que tenía en los años noventa, y advierte que tal intento significaría que este país lleve adelante una doble contención, en Europa y en Asia, una estrategia que exigiría incrementar sensiblemente el gasto de defensa. 

Werthein concluye diciendo que, si Estados Unidos adopta el curso de la primacía, ello supondrá incrementar las sanciones con el riesgo de desencadenar una recesión mundial o provocar un nuevo ciclo de estanflación. Es decir, la peor de las tormentas: descenso económico y de seguridad a escala mundial. 

Frente a estos posibles contextos, la mejor opción sería evitar la construcción de un orden de primacía, fragmentado y excluyente. Una vez más, la experiencia es aleccionadora frente a ello: la Francia pos-napoleónica no fue excluida del orden que siguió a la convulsión en Europa: se la integró al anillo de actores preeminentes con el fin de evitar nuevas inestabilidades. 

Werthein sostiene que Occidente no debe defender a Ucrania sino ayudarla a defenderse y presionar para que se alcance un acuerdo que ponga fin a la guerra. Si hay logros, entonces reducir gradualmente las sanciones. 

En breve, se abren dos caminos tras la guerra. Por un lado, fragmentar las relaciones internacionales y redoblar la rivalidad y las tensiones, es decir, excluir a Rusia, continuar con las sanciones e incluso extenderla a sus socios. Por otro, presionar por un acuerdo de paz, alcanzar las mejores garantías de seguridad para una Ucrania neutral y, con tanto vigor como el que se dispuso para articular las sanciones a Rusia, poner en marcha un gran diálogo estratégico entre todos los poderes preeminentes. 

A partir de allí se podrá determinar si es posible la construcción de una configuración internacional que proporcione estabilidad. Pero si antes predomina la lógica excluyente y fragmentadora, entonces podremos estar seguros que adelante nos aguardan las peores tormentas. 


lunes, abril 18, 2022

Pautas y sugerencias para el futuro gobierno

 Por Horacio Schick
>Abogado. Columnista de Construcción plural


Es evidente que los fracasos reiterados de nuestro país, en el plano
económico, social cultural y educativo, tornan necesario un cambio
de paradigma. Los actuales han fracasado Frente a este decepcionante
panorama, son necesarias reformas para un programa integral
de estabilización, crecimiento y cambio de régimen económico
“apolítico y desideologizado” (sic).
Torna por cierto considerar como una pauta el plan que está
elaborando el equipo del Instituto de
estudios (Ieral) de la Fundación Mediterránea, bajo la conducción de
Carlos Melconian. Al presentar
sus lineamientos hace dos semanas en la Bolsa de Comercio de Buenos
Aires, el economista
afirmó que el programa estará disponible para quien gane la elección
de 2023. Y que, a su juicio,
tendrá el desafío de gobernar en coalición, buscar acuerdos con la
oposición y discutir con los otros
poderes un marco legal viable para defender una Argentina capitalista
y progresista, que recree la
cultura del trabajo y la estabilidad de la moneda. Pareciera necesario
en un futuro gobierno de
distinto signo acuerdos con la oposición y discutir con los otros
poderes un marco legal viable para
defender una Argentina capitalista y progresista, que recree la
cultura del trabajo y la estabilidad de
la moneda. 



Algunas de los lineamientos que se exponen, y que se considera
interesantes para un
cambio de rumbo que permita que cese la declinación económica social y
cultural de nuestro país
y se inicie un nuevo rumbo de crecimiento son:
- Marco legal para una nueva institucionalidad fiscal. Regla fiscal
estructural, con límites al
gasto, el endeudamiento y el empleo público. Reforma administrativa.
Fondo anticíclico. Fondo mixto (público y privado) para incentivar la investigación y el
desarrollo. Nueva relación Nación-
Provincias: Coparticipación federal. Reforma tributaria. Acuerdos de
asociación interprovincial.
-Marco legal para un salto de la productividad privada. Desregulación,
incluyendo un marco
específico para la inversión en energía- con remoción de obstáculos y
trabas. Liberar el potencial
de los sectores con posibilidad de exportar para regionalizar el
desarrollo. Incentivos a la interacción
público - privada en ciencia, investigación y desarrollo, que integre
al sistema educativo y al
desarrollo tecnológico del sector privado.
-Reforma del gasto público: Replanteo de los subsidios económicos, con
una reforma integral
del sector energético para introducir racionalidad en los precios
relativos, incorporar compromisos
globales y generar señales para recuperar y hacer crecer la inversión
privada. Ídem para el sector
transporte.
-Riguroso análisis de prioridades en la inversión pública. Reducir el
costo de administración
del Estado, con reformulación del presupuesto de la estructura
burocrática para eliminar la
superposición de funciones e intensificar el uso de nuevas
tecnologías. Revisión de todos los
organismos descentralizados. Nuevo esquema de contratos de gestión de
las empresas públicas,
que incluya la apertura al capital privado a través del mercado de
capitales u otras alternativas.
-Asistencia social y equidad. Reformas al gasto social, con mejor
focalización, sin
superposición de jurisdicciones, sistemas de pago y de quiénes y cómo
asignan los planes sociales,
con énfasis en la educación y la capacitación. Consolidación de
programas y eliminación de
filtraciones para aumentar la cobertura en sectores muy marginales, la
eficacia distributiva y reducir
el clientelismo. Incentivos para que las empresas contraten a
beneficiarios de planes y éstos elijan
la formalidad.
-Guía para una reforma tributaria. Reducción del sesgo anti-
exportador. Privilegiar una
menor presión tributaria para actividades transables. Simplificar los
procedimientos tributarios para
reducir costos. Incentivos impositivos para la reinversión de
utilidades, en particular en investigación
y desarrollo. Eliminación de superposiciones tributarias y mayor
visibilidad (que el consumidor
conozca el componente impositivo de sus gastos).
-Relaciones laborales. Reordenamiento de los impuestos al trabajo para
maximizar la
formalidad. Actualización de los convenios laborales, según la
situación regional, el tamaño de las
empresas y el cambio tecnológico.
-Reforma de la organización federal. Mayor correspondencia fiscal, con
recomposición de la
autonomía de las provincias en la recaudación de impuestos y revisión
del régimen de
coparticipación. Eliminar la superposición de impuestos sobre una
misma base imponible. Fondo
transitorio para transferencias de nivelación de capacidad y necesidad
fiscal, con asignación
específica a educación, salud e infraestructura.
-Régimen monetario y cambiario. Reconocer legalmente la bimonetariedad
de la economía
argentina. Sin moneda, no hay mercado de capitales local, ni
financiamiento para la inversión
privada de las empresas medianas y pequeñas, ni para el acceso de las
familias a bienes durables
y vivienda. El régimen monetario que se adopte y su contribución al
crecimiento son altamente
dependiente de la política fiscal y la solidez del balance del Banco
Central para poder reconstruir
un mercado de capitales genuino. Y el régimen cambiario sólo será
exitoso si logra incrementar la
oferta genuina de divisas y el regreso al circuito productivo del
ahorro externo de los argentinos y
extranjeros. En cualquier régimen cambiario libre, la apertura a la
movilidad plena de capitales es
un punto de llegada y no de partida.
El éxodo de nuestros hijos, parientes y amigos nos está haciendo
reaccionar y nos damos
cuenta de que así no vamos a ningún lado, que es mejor pelearla en
nuestro, país que ser un
sudaca en algún lugar del mundo.
Si la mayoría de los argentos nos ponemos de acuerdo en que el dinero,
la dignidad y el
bienestar se ganan trabajando, esforzándose, con honestidad y
valorando el esfuerzo del otro,
tenemos la base para salir adelante y surgirán líderes que ejecutarán
este mandato mayoritario.
¿Seremos capaces de hacerlo? Si usted cree, como yo, que la respuesta
es sí, la Argentina
es muy barata y vale la pena el riesgo. Si usted cree que no, seremos
eternamente la oportunidad perdida. 

EXTRACTO de su informe completo: 





viernes, abril 01, 2022

El difícil camino para alcanzar la "no guerra" entre Rusia y Ucrania

 

Por Alberto Hutschenreuter







En momentos de escribirse estas reflexiones, 31 de marzo de 2022, Rusia anunció una desescalada militar en las regiones de Kiev y Tcherniguiv.  Aunque ya ha sucedido que ambas partes anunciaron que podían estar cerca de un acuerdo y luego nada pasó, las conversaciones
que tiene lugar en Estambul, considerando la situación en el terreno,podrían estar relativamente cerca de alcanzar un estado de "no guerra" entre las partes.

"No guerra" sería el posible umbral para un acuerdo que ponga fin a la guerra sobre la que no existen cifras confiables del número de muertos y heridos. Disponemos sí de cifras relativas con la dimensión humanitaria del conflicto (más de cuatro millones de ucranianos
abandonaron el país, más otra gran cantidad de civiles desplazándose dentro del convulso país). Pero en otras cuestiones vinculadas a operaciones, ataques, control de ciudades, centrales atómicas, propósitos, entre otras, la información siempre es dudosa o tendenciosa.

Un estado de "no guerra" supone que en el territorio, aún lográndose un cese de la confrontación, predominará una precaria situación que no será de guerra pero menos aun de paz. Incluso en caso de que al cese
siga un acuerdo ampliado en temas y actores que satisfaga a las partes, hecho que requerirá las mejores voluntades, el estado de "no guerra" persistirá.

Hay varias condiciones mayores que exige Moscú: por un lado, la adopción por parte de Ucrania del estatus internacional de neutralidad, hecho que supone que el país, por Constitución, no formará parte de ninguna alianza político-militar ni dispondrá de armas nucleares (en la última Conferencia de Seguridad de Múnich,
irresponsablemente el presidente Zelensky deslizó que en el futuro Ucrania podría poseer armas nucleares); por otro lado, el reconocimiento de las repúblicas de Lugansk y de Donetsk y la aprobación de una legislación territorial que proporcione un importante grado de autonomía a los óblast del este (en los que se encuentran las repúblicas); finalmente, el reconocimiento de Crimea como territorio de la Federación Rusa.

En cuanto a las demandas de Ucrania, las mismas implican el cese de los ataques, el retiro de las fuerzas rusas del territorio, la garantía de seguridad para una eventual neutralidad y el reconocimiento de la integridad territorial de sus fronteras internacionalmente reconocidas.

Como se puede apreciar, se trata de condiciones muy encontradas por parte de ambos.

Pero también Occidente tendrá que proporcionar algunas medidas, particularmente en relación con dar por terminado el proceso de ampliación de la OTAN al este y sur de Europa. Asimismo, aunque sea reluctante a ello, Occidente deberá alcanzar con Rusia acuerdos de
efectividad real en materia de seguridad continental. En los años noventa se lograron pactos entre ambos, aunque los mismos acabaron siendo formales, es decir, nunca Rusia fue tratada como parte con la que había que mantener consultas en cuestiones relativas con deterioros en el campo de la seguridad y en materia de conflictos
(recordemos, por ejemplo, el Acta fundacional sobre las relaciones mutuas de cooperación y seguridad entre la OTAN y Rusia firmada en 1997, y también recordemos Kosovo).

Finalmente, por su propia supervivencia y la de "los demás", Estados Unidos y Rusia deberán retornar a la mesa de conversaciones en cuestiones relativas con armas de rango intermedio (siempre desestabilizantes para las "cortas distancias" que existen entre Portugal y la parte europea de Rusia, y en cuestiones que reparen posibles desajustes (por abandono de tratados) que podrían haber "fisurado" el necesario equilibrio nuclear.

Pero será complejo avanzar en estos acuerdos. La invasión u operación militar rusa se debió, ante todo, a la situación que venía ocurriendo en el este de Ucrania, como de manera impecable lo analizó el experto suizo Jacques Baud. Asimismo, la invasión fue también en respuesta a
la "Doctrina Zelensky", es decir, a la decisión del mandatario
ucraniano de llevar el país a la OTAN como única opción de seguridad; finalmente, fue también una respuesta a la política de Occidente de continuar asediando a Rusia.

Por supuesto, nada de esto exime al régimen ruso de su responsabilidad por agresión y violento atropello del principio de integridad territorial. Pero hace bastante tiempo que Rusia venía demandando 
garantías a la OTAN en relación con no llevar adelante nuevas incorporaciones, es decir,  que se respetara el principio internacional de seguridad indivisible (que la Alianza siempre sostuvo que había que defender). Nunca hubo una respuesta firme, ni siquiera
se plantearon iniciativas (como una moratoria)  cuando era inminente la decisión rusa de invadir Ucrania (tal como lo anunciaba una y otra vez el presidente Biden).

En Ucrania ocurrió una tragedia innecesaria. No falló la diplomacia: antes del 24 de febrero no hubo voluntad de respetar la geopolítica a través de ese gran activo internacional, pues hacerlo habría
significado conceder a Rusia ganancias de poder, algo que para el ganador de la Guerra Fría y para los institucionalistas- liberales internacionalistas del ala dura del Partido Demócrata era inadmisible.
Para estos sectores, no existe otro modo de enfocar a Rusia que no sea como un actor conservador, geopolíticamente revisionista, anti-occidental y retador de todo orden internacional.

En el mejor escenario, podría detenerse la guerra y, como decía Churchill, "hablar, hablar y hablar". Pero por no poco tiempo persistirá entre Ucrania y Rusia una delicada situación de "no guerra". Y  también entre Occidente y Rusia, el nivel estratégico o superior que mucho debe considerarse si queremos comprender esta 
crisis en su génesis, proceso y presente.

El Audio de Construcción Plural del 310322

Escucha"Construcción Plural - Programa 855" en Spreaker.

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