viernes, abril 04, 2025

El Virrey

 Por Daniel Kiper 



Desde que asumió la presidencia, Javier Milei se comporta más como un virrey que como un jefe de Estado soberano. En lugar de defender el interés nacional, adopta una postura servil y acrítica hacia los Estados Unidos, particularmente hacia Donald Trump, ignorando las señales evidentes de que el modelo de liderazgo del mandatario norteamericano no contempla aliados, sino subordinados.

La reciente decisión de Washington de aplicar aranceles altísimos a productos extranjeros —incluida la Argentina—, lejos de generar una respuesta firme, motivó al presidente argentino a subirse al avión para mendigar una foto que no llegó y una reunión de jefes de Estado que aún no le fue concedida. Y como si la humillación diplomática no fuese suficiente, anuncia la eliminación unilateral de ocho observaciones efectuadas por Estados Unidos con la esperanza (incierta) de alcanzar un “acuerdo de arancel cero”, sin advertir que:
1. no hay “acuerdo” sin reciprocidad,
2. no hay soberanía sin dignidad,
3. no hay desarrollo sin comprender la realidad geoeconómica.

Estados Unidos no busca un socio en Argentina: busca un proveedor obediente. Y Milei parece decidido a asumir ese papel, aunque eso implique desmantelar lo poco que queda de la industria nacional y colocar nuestros recursos naturales a disposición de potencias extranjeras. En definitiva, se compromete con la idea de Trump: Make America Great Again, sin advertir que ese lema no incluye a la Argentina.

Del Cabildo al presente: la historia se repite

A lo largo de nuestra historia, los proyectos entreguistas se disfrazaron de modernización, globalismo o libertad. El virrey Sobremonte evacuaba las riquezas del Alto Perú mientras dejaba a Buenos Aires a merced de los invasores. En el siglo XIX, se impuso un modelo de una Argentina subordinada a intereses británicos. Más tarde, durante la dictadura militar y los 90, se consolidó un modelo que hipotecó la industria, vendió las joyas del patrimonio público y convirtió al país en una economía extractiva y dependiente.

Milei encarna una versión 4.0 de ese mismo esquema: con una estética nueva, un discurso libertario reciclado y una retórica antisistema que, paradójicamente, lo ubica como el más obediente representante del capital financiero global y los intereses de las potencias. Si antes los virreyes respondían a la corona española, hoy el virrey libertario responde al capital norteamericano, al Departamento de Estado y al complejo industrial-financiero de Washington.

La guerra arancelaria como oportunidad perdida

La política de aranceles que Trump ha lanzado constituye, para países como Argentina, una oportunidad única de conquistar nuevos mercados. Productos agroindustriales, minerales estratégicos y energía podrían posicionarse en plazas hoy restringidas, siempre y cuando el país diseñe una estrategia competitiva basada en:
1. un tipo de cambio real competitivo,
2. incentivos productivos, y
3. una diplomacia económica activa y pragmática.

En vez de eso, Milei pretende convencer a su electorado de que el desarrollo vendrá por agradar al nuevo emperador. Ignora —o finge ignorar— que la economía argentina no es complementaria de la norteamericana, sino competitiva. Vendemos lo que ellos también producen: granos, carne, energía, bienes industriales. Si Estados Unidos sube sus propios aranceles para proteger a sus productores, ¿por qué habría de abrirse a los nuestros?

Recursos naturales: saqueo a cielo abierto

Otro rasgo del virrey moderno es su mirada extractivista. La entrega de Vaca Muerta, el litio y los proyectos mineros en condiciones leoninas no es un error: es un plan. Mientras el norte global disputa el dominio sobre minerales críticos para la transición energética, Argentina resigna su rol soberano sobre recursos clave, acepta condiciones abusivas y renuncia al agregado de valor.

Ejemplo de ello es el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), presentado como panacea para atraer capital extranjero, pero que en la práctica permite a las multinacionales llevarse recursos estratégicos con mínimos impuestos, sin exigencias de contratación local ni reinversión en el país. El RIGI institucionaliza el saqueo: convierte la explotación de nuestros bienes comunes en un negocio para otros, sin beneficios reales para los argentinos.

Malvinas: sumisión diplomática sin precedentes

La política exterior de Milei no solo cede en lo económico, sino también en lo simbólico. Por primera vez desde el retorno de la democracia, un presidente argentino contradice abiertamente la posición histórica sobre la soberanía de las Islas Malvinas, al referirse al “voto de los kelpers” como una variable legítima en la discusión. De ese modo, desconoce las resoluciones de Naciones Unidas que sostienen que se trata de una disputa de soberanía entre dos Estados, no de un derecho de autodeterminación de una población implantada.

En su afán por no incomodar al Reino Unido y quedar bien con sus aliados anglosajones, Milei renuncia al reclamo histórico por Malvinas, una cesión diplomática que ni los gobiernos más pro-occidentales del pasado se atrevieron a protagonizar.

Conclusión: el modelo Milei no es libertad, es sumisión

Javier Milei no está construyendo una Argentina libre ni moderna: está retrocediendo a un modelo colonial disfrazado de liberalismo. Renuncia a la defensa del interés nacional, se subordina al poder extranjero, entrega los recursos estratégicos y arrodilla la diplomacia frente a gobiernos que lo desprecian.

La historia juzgará a este experimento con la severidad que merece. Pero hoy, en tiempo real, debemos señalar lo evidente: no gobierna un presidente. Gobierna un virrey. No hacerlo es ser cómplice. Y mientras los intereses del pueblo quedan postergados, los jubilados son apaleados, la industria cierra fábricas y despide personal, el laburante no llega a fin de mes y la clase media se convierte en un recuerdo de tiempos mejores, nuestro presidente actúa como un virrey.

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