jueves, julio 30, 2020
lunes, julio 27, 2020
China y la vìa de la infraestructura
Por Lisandro Zamorano
El alcance del dominio occidental en la región asiática para disuadir la influencia de China solo ha logrado que el gigante asiàtico plantee una posición distinta tendiente a encaminarse a buscar asociaciones comerciales con estados vecinos, o incluso vecinos de èstos, convirtiendo dicha postura en un elemento difícil de disuadir. La creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, en 2016, es señal de que el sistema internacional se encuentra fèrtil en cuanto a modificaciones. El presupuesto de 100 billones de dólares que ha ido manejando China va destinado a la creación de ferrocarriles, producción de electricidad, caminos, gasoductos, entre otras inversiones.
Actualmente existe, por consiguiente, un nuevo parámetro en la idea de encarar alianzas. Esa concepción ha ido madurando y hoy las alianzas infraestructurales son su principal exponente. En recientes acontecimientos internacionales, marcados por distintos grados de conflictividad que parecen dirigirse hacia un mismo resultado de realismo político, los proyectos de inversión en infraestructura, con su despliegue, generan una solución pragmática a las arduas relaciones latentes en la interacción entre países. Surgen, entonces, derivadas del planeamiento a largo plazo, sus correspondientes medidas: la inversión en infraestructura en regiones de fuertes recursos pero debilitadas económicamente, y la consecuente creación de proyectos de fuentes de trabajo. Esto se ha ido plasmando -con distintos matices- en la actividad suministradora china en zonas de América del Sur, Europa Mediterránea, África y, lógicamente, en una parte del sudeste asiático, con la actividad del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura como ejemplo de ello. El transcurso histórico también demuestra que las condiciones geográficas determinan el éxito de estos resultados. No cabe duda que al considerar dichos aspectos, todo esto repercute sobre el patrón común por el cual el manejo de infraestructura y las cadenas globales de suministros se desenvuelven hoy.
Etiquetas: geopolìtica
miércoles, julio 22, 2020
sábado, julio 18, 2020
Tecnología solar fotovoltaica
Por Lisandro Zamorano
La situación de la pandemia mostró hasta la fecha una tendencia de importantes impactos y cambios dentro de varias economías nacionales y regionales. Observando el actual contexto y sus posibles consecuencias, la actividad del sector energético, al ser una parte significativa dentro de la productividad de cualquier país, requiere una revisión adecuada sobre los efectos que puede acarrear consigo. El consumo global de energía está en aumento y se requieren distintas tecnologías para poder satisfacer la demanda eléctrica y medioambiental. Con el foco puesto en la reducción de gases de efecto invernadero, se ha ido generando un acercamiento a un sistema eléctrico basado en la producción renovable de energía, fundamentalmente a partir de la tecnología solar fotovoltaica. Hacia fines del 2014, la capacidad fotovoltaica alcanzó el 1% de la generación de electricidad mundial. En el mismo año, China se ubicó como el país asiático que hizo mayor utilización de esta tecnología, seguido por Japón y en el resto del mundo por Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia. Dado que es una tecnología reciente, dentro de un sistema fotovoltaico es necesario administrar y distribuir más formas de electricidad que sean confiables y seguras. Por consiguiente, pasa a ser un requisito el uso de una mejor tecnología de transmisión con redes inteligentes que incrementen el sistema energético de almacenamiento, mediante iniciativas a largo plazo, situando el ejemplo de regiones con gran cantidad de irradiaciones que puedan ser conectadas con un número alto de proyectos fotovoltaicos conectados en red con un óptimo sistema de distribución y con tarifas eléctricas dependiendo del tiempo. Por otro lado, el mercado fotovoltaico precisa personal entrenado para el desarrollo tecnológico, la calidad de instalación, la fiabilidad y la reducción de costos; para asegurar esto es necesario que existan institutos y programas de capacitación destinados a grupos profesionales específicos. El sector fotovoltaico abarca diversos materiales y tecnologías en su producción, para los cuales, dada su importancia, se incrementaron los fondos en actividades de investigación y desarrollo durante los últimos años. Hacia después del 2030, las estimaciones sobre la electricidad fotovoltaica rondan para ocupar el 5% de la electricidad global. En dicha instancia, serán necesarias mayores recursos de almacenamiento con el fin de proveer flexibilidad al sistema y minimizar el impacto de la generación fotovoltaica.
martes, julio 14, 2020
domingo, julio 12, 2020
China-Estados Unidos: una “nueva contienda”, no una “nueva Guerra Fría”
Por Alberto Hutschenreuter
La creciente rivalidad entre Estados Unidos y China ha instalado a los dos actores preeminentes como los principales “gladiadores” (para utilizar el término de Hobbes) de las relaciones entre Estados en el siglo XXI. Ningún otro conflicto, incluso el de Estados Unidos-Rusia, que considerando las capacidades convencionales y sobre todo nucleares de ambos puede parecer central, tiene la magnitud del conflicto chino-estadounidense.
Acaso lo más extraño de esta nueva rivalidad es que se trata de la mayor interdependencia del mundo: nunca en la historia de las relaciones entre Estados hubo dos países cuyas economías estuvieran tan entrelazadas; vaya como dato relativo con ello que en 2019, el año que se deterioran más sus relaciones, el comercio bilateral alcanzó la sideral suma de 540.000 millones de dólares, aunque no se trata de una cifra simétrica, claro, pues las ventas de la potencia asiática a Estados Unidos estuvieron cerca de los 400.000 millones de dólares, desequilibrio que, en gran medida, explica la ofensiva de Washington por lograr reparación comercial.
Pero no solo el segmento mercantil los mantiene enfrentados. El creciente poderío de Pekín y su notable expansión geopolítica, geoeconómica y geotecnológica ha inquietado a Estados Unidos, que incluso ha sido desalojado por el actor asiático en algunas de las “plazas” latinoamericanas donde tradicionalmente había mantenido ascendente comercial y coto geopolítico, por caso, Venezuela y, considerando algunas recientes declaraciones gubernamentales, Argentina, dos de los actores con mayor viabilidad económica estratégica.
Pero es en la gran región del Mar de la China Meridional e incluso más allá donde la proyección de los intereses de China ha preocupado a Estados Unidos, al punto que su concepción geopolítica preferente ha mudado desde la región del Golfo Pérsico hacia la enorme masa líquida que se extiende desde el Mar de Japón hasta Australia.
Conforme el entorno estratégico selectivo se ha ido trasladando desde el núcleo occidental hacia el este del globo, y el orden internacional gestado en 1945 se encuentra en estado de fragmentación y disolución, Estados Unidos, el único país grande, rico y estratégico-militar del mundo, y este último segmento es el que aún lo desmarca de los demás, no solo velará por la defensa de sus aliados asiáticos, sino que buscará evitar que en ese escenario atravesado por múltiples dinámicas se erija un “hegemón”.
En buena medida, Estados Unidos retorna a uno de sus grandes geopolíticos, Alfred Thayer Mahan, quien preconizaba que el dominio de los mares, especialmente de las rutas o “carreteras” marítimas, aseguraba el control mundial. Entonces, últimas décadas del siglo XIX, Estados Unidos se encontraba recorriendo el camino que lo llevaría “desde la riqueza al poder”, para expresarlo en los términos de Fareed Zakaria, y uno de sus propósitos geopolíticos fue afirmar su predominancia en la región del Mar de la China, para lo cual su victoria militar sobre España fue clave para anclar su poder en Filipinas, entonces y hoy, un área selectiva estratégica.
También en aquel momento, la potencia americana en ascenso prácticamente no tenía rival allí: China había sido derrotada por otro poder en ascenso, Japón, que se consolidaría en el norte tras su categórica victoria ante Rusia en 1905.
Pero poco más de un siglo después la situación se presenta diferente porque China no es la China de 1895 ni la de fines de los años setenta en el siglo XX, cuando tuvo su última guerra, con Vietnam, país que aquel había invadido en su zona fronteriza para luego retirarse tras enfrentar una fuerte reacción vietnamita. Posteriormente, en 1988 y más recientemente en 2014, hubo otras querellas militares entre ambos por cuestiones geopolíticas en el mar, pero estuvieron lejos de la contienda de 1979.
Es decir, si el verdadero poderío de una nación se mide en función de la técnica de poder más riesgosa, la guerra, la última confrontación militar de China fue hace más de 40 años y, aunque para la opinión pública internacional fue presentada como un triunfo de China, en el terreno la realidad fue otra.
Cumpliendo con su concepción estratégica, Estados Unidos se encuentra trasladando parte de su flota a la región; no solo lo hace para “contener” los propósitos expansivos y pos-patrióticos de China, es decir, proyectarse más allá de sus derechos territoriales. De alguna manera, China lo ha hecho, pues ha conformado una serie de instalaciones o “almacenes militares” a lo largo de la costa del sur asiático que llegan incluso hasta África, continente donde la potencia asiática se ha convertido en “el nuevo colonizador pacífico”.
Aunque la expansión china suele ser considerada en términos centralmente económicos, la misma resulta indisociable del factor militar, pues, las compañías chinas de escala, como ha sostenido recientemente un ex director de la inteligencia británica, mantienen una estrecha relación con el Ejército chino.
Sin duda, se trata de un poder ascendente, incluso más allá de su condición geopolítica clásica: el poder terrestre. En la segunda década del siglo actual, China parece decidida a sumar a su condición de poder terrestre el factor marítimo, Si juzgamos los esfuerzos que ha hecho hasta el momento y los proyectos navales, particularmente, nuevos submarinos, portaaviones (en diciembre pasado entró en servicio el “Sahndong”, el segundo portaaviones chino) y armas electromagnéticas en destructores, Pekín se afirma como uno de los poderes más preeminentes del mundo, es decir, aquellos con “condición geopolítica integral” (esto es, predominancia independiente en tierra, mar, aire y espacio exterior).
De acuerdo a los propósitos fijados por el mandatario chino en 2017, hay dos “años estratégicos”: 2035, cuando el Ejército se encontrará totalmente modernizado, y 2050, cuando “las Fuerzas Armadas chinas deberán constituir una de las más grandes y poderosas fuerzas mundiales, para convertir a su país en «un líder global en cuanto a fortaleza nacional e influencia internacional”, para expresarlo en las propias palabras del presidente Xi.
Sin embargo, más allá de estos hechos y proyecciones es posible que lo que parece ser un hecho inevitable, una confrontación entre China y Estados Unidos, no suceda en los términos clásicos, y China, el más débil de los dos, opte por una estrategia predominante y generalmente exitosa entre los países de la región: la destreza por acción indirecta.
En rigor, con algunos resultados es la estrategia que ha estado practicando desde hace años China a través de medios propios de la confrontación asimétrica: sin hacer frente a Estados Unidos directamente, Pekín ha buscado “rebajar” la presencia o influencia norteamericana en el área del Pacífico por medios no militares, por caso, impulsando bancos regionales con monedas regionales que, en cierta forma, configuren un orden internacional regional, como supone Henry Kissinger se irá configurando el mundo, que afiance a los actores asiático-orientales, particularmente a China, y aminore la presencia estadounidense.
Pero con el fin de evitarlo de modo directo, Pekín podría intentar algo más en su rivalidad frente a Estados Unidos: modificar el tablero, dejando a Estados Unidos prácticamente sin el argumento estratégico que lo acerque a una posible colisión con su rival en algún lugar del Mar de la China.
En este sentido, como bien sostiene Hervé Juvin, el gran proyecto OBOR (“One Belt One Road”) tendría fines políticos, es decir, el colosal diseño para atravesar geoeconómicamente Asia desde China a Europa implicaría una reacción a la política exterior de Estados Unidos basada en el “pivot asiático”. Es decir, para este autor francés, OBOR se propone dividir Occidente aprovechando la falta de estrategia de éste.
Ahora bien, ¿supone este conflicto chino-estadounidense una “nueva Guerra Fría como lo denominan cada vez más?
No es apropiado emplear ese concepto para designar la rivalidad entre los dos poderes. Se trata de una “nueva contienda” pero no de una “nueva Guerra Fría”. La contienda entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética fue una singularidad irrepetible; un conflicto de nuevo cuño en las relaciones entre Estados que se extendió prácticamente durante todo el siglo XX. Porque si bien es habitual fechar su inicio tras 1945, la rivalidad se inició el mismo año 1917, cuando los hombres que tomaron el poder en Rusia pusieron en marcha una política exterior inusual y casi desconocida que no estaba dirigida a los gobiernos de los otros Estados sino a sus clases trabajadoras, en principio a las de la Europa industrial. Por ello, muy pertinentemente el historiador Ernst Nolte se ha referido a “la guerra civil europea 1917-1945”.
Este dato es clave en relación con la singularidad de la Guerra Fría. La misma se fundó en cosmovisiones universales diferentes, que a partir de los años estratégicos 1917-1919 la simbolizaron y aplicaron Woodrow Wilson y Vladimir Lenin. A ello habría que sumar el alcance de la ecuación estratégica-ideológica en la que se basó la rivalidad: una pugna entre “ellos y nosotros” a escala global en la que casi no hubo sitio para terceras posiciones. Las denominadas “esferas de influencia”, un concepto geopolítico aparentemente perimido, signaron la contienda.
Asimismo, del poder nuclear de ambos dependió la seguridad de la misma humanidad; por ello, la “cultura estratégica” de los dos fue determinante para corregir desequilibrios que podían haber llevado la contienda hacia una peligrosa orilla del terror.
En ese mundo, la demanda de China en los años setenta para ingresar al mismo fue aceptada porque resultó funcional a Estados Unidos en su rivalidad ante su igual, la URSS. Es verdad que era su igual en términos estratégicos militares, no en otros segmentos de poder, pero la Guerra Fría se trató del segmento de “la seguridad, la geopolítica y el factor estratégico militar primero”. Fue precisamente no ser una superpotencia completa la carencia que determinó su derrota y finalmente su desaparición.
Ese mundo desapareció hace treinta años, si bien Estados Unidos no ha dejado de considerar a Rusia un rival. Pero no se trata de una continuación de la Guerra Fría. Es otra nueva rivalidad centrada más en la incongruencia geopolítica de Occidente y la dificultad que le significa no tener un enemigo, que en un eventual revisionismo geopolítico ruso.
Nada de esto hay en la contienda chino-estadounidense. China nunca ha abandonado su idea de Imperio del Centro, pero ello no supone una ideología universal. No hay una ruptura de la diplomacia como supuso la emergencia de la “nueva Rusia” en 1917.
Asimismo, si hay que definir el modelo chino en el siglo XXI, se trata de un autoritarismo de mercado, que se ha beneficiado en gran medida de los bienes públicos internacionales que Estados Unidos proporcionó al mundo pos-1945 y que hoy se están agotando.
En el mundo de hoy China despliega “poder agregado”, algo que no sucedió con la URSS en el mundo de la Guerra Fría, es decir, China se despliega en casi todos los segmentos de poder internacional, algo que también implica una vulnerabilidad, particularmente en el circuito comercio-económico, hecho que explica los cambios que se propone Pekín.
Pero la pugna autoritarismo-democracia entre China y Estados Unidos no representa un combate ideológico de alcance universal. Ello no supone una vía de la política exterior china tendiente a modificar regímenes políticos por todo el mundo. La expansión comercial no implica alternativa ideológica.
Finalmente, incluso en el segmento estratégico-militar es muy cuestionable que exista paridad entre los dos actores. La propia inteligencia china considera que el país se encuentra por detrás de los Estados Unidos. Con la URSS esta situación solamente se dio entre 1945 y 1949, cuando Estados Unidos dispuso de la supremacía por ser único actor con el arma nuclear.
En breve, no hay una “nueva Guerra Fría; existe una “nueva contienda” en el mundo y ella parece destinada a quedarse en el tiempo, e incluso hasta de ella se podría llegar configurar un nuevo orden entre Estados, aunque no podemos saber a partir de qué tipo de desenlace podría llegar a gestarse el mismo.Etiquetas: geopolìtica
miércoles, julio 08, 2020
A pocas horas de un 9 de Julio sin Patria
Por Gustavo Ferrari Wolfenson
Un buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su Patria un
poder que pretenda hacerse superior a las leyes. (Marco Tulio
Ciceron, 106 AC)
Pandemia, cuarentena indefinida, peleas entre la ciudad y el
cono urbano, un custodio que de la noche a la mañana
aparece asesinado por el derecho a roce y una fortuna que
cualquier trabajador no podría juntar ni el 1 por ciento en toda
su vida.
Un presidente fastidiado e irascible que contesta twitts con
la misma naturalidad que el pibe cocorito del barrio; un jefe de
Gabinete que de la noche a la mañana se siente el langa del
gobierno y una oposición que por un lado aún no despierta de
su pesadilla de agosto del año pasado y sigue mostrando las
mismas divisiones que la llevaron a dicha derrota.
Por el otro lado, la justicia y sus representantes que
interpretan, fabrican o se escudan en leyes retrógradas que
sólo les favorezcan y un país paralizado, sin rumbo, con la
caída económica más alta del continente. Por otro lado, una
deuda que porque “somos argentinos” no debemos pagar,
sumado a eso las sanciones de los tribunales americanos
(esos si son serios) que nos castigan como a cualquier hijo de
vecino que no se hace cargo de sus obligaciones crediticias.
Una prensa mediática, preocupada por los invitados de la
Mesaza de los fin de semana, el nuevo look de Pampita, si
Tinelli se separó en buenos términos o si el siempre polémico
Diego Armando está o no peleado con sus “únicos amores”.
Dalma y Giannina y por último, entre otros cuantos que dejaré
para otro tiempo, una Asociación del Futbol liderada por un
señor que cambió el uso del colectivo 22 ó 12 de Barracas a
Viamonte 1366, por vuelos privados para sus placeres hoy
no tan privados.
En fin, la culpa es de los ricos (cuáles ricos, nosotros o ellos),
la tienen los acreedores que no interpretan la doctrina
peronista, la culpa es de la herencia recibida, la culpa es de
los garcas del campo y por eso hay que cortar las mangas de
cereales para revindicar la lucha contra el capital
Qué capital? El de la clase trabajadora que hace más de 100
días no puede salir a trabajar, el capital del comerciante que
está cerrando las persianas ahogado por las deudas y la falta
de una mensaje o estrategia reactivadora, el capital moral de
una sociedad que aún quiere creer en el país, o el capital de
los Báez, de Flor K, de la abogada exitosa, del custodio con
derecho a roce o de aquellos jueces que hacen ostentación
de su bienestar en las revistas sociales.
Mientras todo eso nos pasa, así llegamos al 9 de julio, a una
independencia que nos tiene hoy en el yugo de la opresión.
Hoy más que nunca sí podremos gritar con todas nuestras
fueras “al gran Pueblo Argentino Salud”, porque eso es lo que
nos falta, salud sanitaria, salud moral y salud para poder ver
algún día el final de esta amoralidad pública e impunidad que,
entendámoslo bien de una vez por todas, no nos está
llevando a Venezuela y a Cuba como ahí dicen, sino a un
destino más cruel sin geografía. ¡Nos está llevando a la
mierda!