miércoles, septiembre 28, 2022

Una guerra inconquistable

 Por Alberto Hutschenreuter




El curso de los acontecimientos en la confrontación ruso-ucraniana que lleva ya más de 200 días, difícilmente se encuentre relativamente cerca de un cese de fuego o, menos todavía, de un acuerdo.
En verdad, prácticamente desde el mismo día de la intervención militar de Rusia en Ucrania, el 24 de febrero de 2022, las posibilidades de un acuerdo cada vez se hicieron más complejas, pues la segunda sorpresa en este conflicto (la primera fue la invasión, ya que la diplomacia tuvo al alcance evitarla) ha sido la preparación de las fuerzas ucranianas no solo para sostener la lucha frente a una fuerza superior, sino para  realizar ataques e incluso operaciones ofensivas, como las que obligaron a las fuerzas rusas a retirarse desordenadamente de la zona de Járkov el 10 de septiembre,  y que llevaron al presidente Selenski a sostener que toda posibilidad de conversaciones con Rusia solamente será posible si las fuerzas del este país se retiran de Ucrania. Como señaló el especialista Lawrence Freeman, tras casi siete meses de guerra, la iniciativa ahora pasó a ser de Ucrania.
No obstante el movimiento ofensivo ucraniano, que sólo fue posible por el incremento de la asistencia militar y de inteligencia occidental, Rusia se ha hecho fuerte en el este y sureste, las regiones más ricas del país, aparte de encontrarse allí el "rimland" que permite la proyección geopolítica y geoeconómica sobre el Mar de Azov y el Mar Negro.
Así la situación, la guerra podría adoptar un carácter más estático en el este. Por ello, el historiador Michel Goya ha dicho que esta confrontación le recuerda la guerra de trincheras durante la Primera Guerra Mundial.
Pero si Rusia llega a incorporar a su territorio nacional las partes conquistadas en las que recientemente se realizaron referéndums, la guerra entonces ingresaría en su fase más peligrosa y desconocida. Aunque, salvo Moscú y seguramente Bielorrusia, nadie reconocerá los resultados de los referéndums y la eventual incorporación de las provincias orientales y del sur de Ucrania a la Federación, Rusia consideraría utilizar nuevos sistema de armas para repeler ataques a su "territorio nacional".
Ucrania no detendrá sus ataques, claro, pues no sólo nada habrá cambiado para ella, sino que tendría más en juego para multiplicar la lucha con el propósito siempre relativo con recuperar sus territorios. Por su parte, Occidente no detendrá el apoyo, aunque sí sabe que el reto político y militar será otro.
En otros términos, la guerra dejará de ser la que tiene lugar en el anillo o nivel táctico entre los dos contendientes, y pasará a incluir (de un modo menos indirecto) el nivel estratégico, es decir, la confrontación que de modo latente y desde hace mucho opone a Rusia y Occidente. Estaríamos  casi ante una confrontación internacional mayor, la primera del siglo XXI.
En este contexto, el carácter irreductible o inconquistable de la guerra solo podrá profundizarse, pues ninguna de las partes (Estados Unidos y Rusia) puede correr el tremendo riesgo de sufrir una derrota o retroceso mayor.
Para Rusia, tener que retirarse del Dombás por imposición militar sería una catástrofe mayor que la sufrida por Rusia a mediados del siglo XIX en Crimea ante Inglaterra, Francia y Piamonte, o  ante Japón en 1905. Estas derrotas son los grandes "espectros" de Rusia en el mundo de hoy.
Tal escenario significaría más que un gran revés geopolítico: implicaría el capítulo final de un proceso de humillación internacional que comenzó tras el desplome de la URSS, cuando Occidente se propuso impedir que Rusia volviera a ser un poder que desafiara de nuevo su supremacía. Sería el ajuste final de Occidente frente al "Estado continuador" de aquella. Rusia ya no podría convertirse en un gran poder en Eurasia; el régimen sufriría un descrédito enorme; la sociedad se encontraría frente a dificultades crecientes, y Rusia se encontraría en un estado de descrédito y lateralización internacional, convirtiéndose China en su sostén y, tal vez, su "ventana al mundo".
Una derrota de Occidente, es decir, que una Rusia fortalecida por miles de nuevos soldados y el recurso de nuevas armas (hipersónicas, por caso) prevalezca militarmente en los territorios que controla, no sería mucho menos traumática. En alguna medida, sería el mayor acto de reparación estratégica y reequilibrio geopolítico, y convertiría al país euroasiático en un jugador central del tablero terrestre.
Además, sería un impacto de proporciones para quien hoy es uno de los "no ganadores" de la guerra: la "potencia institucional" europea. Nada será igual en el continente en materia de seguridad (ya no lo es hoy, como lo vemos en materia energética o en la remilitarización de Alemania) tras un impacto que implique ganancias de poder para Rusia.
El ascenso de la confrontación (a los extremos) nos llevaría a plantear hipótesis sobre una situación que prácticamente desconocemos: un choque internacional atómico (con centro en Europa). Una guerra total y terminal.
No podemos descartar la llave de la diplomacia. Es cierto que hasta hoy (y también hasta el 24 de febrero) ha tenido un vuelo bastante bajo; pero bien podría considerarse una lógica de moratoria estratégica en relación con la ecuación o nudo del conflicto, OTAN-Ucrania-poblaciones filorusas-Rusia, que "suspenda" una guerra cada vez más irreductible. La guerra es una de las regularidades en la historia, pero también lo han sido las treguas.
En breve, la herramienta de la diplomacia es la única posibilidad de evitar que esta confrontación inconquistable no acabe por "fugarse hacia adelante" y abra puertas hacia otros abismos.


Etiquetas:

sábado, septiembre 24, 2022

CFK, más fulbito para la tribuna

 Por Horacio Schick





CFK nos tiene acostumbrados a sus contradicciones y exabruptos, que solo son festejados por sus fanáticos seguidores: los evangélicos marcianos?.
Ejemplo convoca al diálogo político a la oposición, sin agenda. Al mismo tiempo intenta aprobar la ampliación de la Corte, buscando impunidad, porque es muy probable que todas las causas en las que está imputada o procesada termina en la instancia superior del PJ. Hoy en el colmo del desconocimiento del derecho, pide en su alegato, que se expida testimonio de la acusación de los fiscales Luciani y Mola, para eventualmente iniciarles causa penal, cuando ellos solo cumplen su deber de acusar y nunca pueden ser objeto de acción alguna por el cumplimiento de su obligación legal. Obvio a CFK no le gustan las acusaciones y siempre quiere romper las reglas. Esa gestión pedida por CFK solo es viable contra testigos que falten a la verdad o peritos que incurran en violaciones dolosas a sus deberes. Ignorancia del derecho. “Fulbito para la tribuna.”
Sus dichos no conmueven las pruebas, ni explican las extensas tierras del ex empleado bancario. Ni el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz hacia Lázaro Báez. 
Pronto los jueces fallarán. Ahí se empezará a dilucidar la verdad. Luego las instancias superiores. Todos esperamos justicia e igualdad para todos los ciudadanos


viernes, septiembre 23, 2022

La guerra ante su escenario más tenebroso

Por Alberto Hutschenreuter




A esta altura de los acontecimientos de la confrontación, parecería claro que el propósito de Kiev, es decir, de Occidente, es que las fuerzas ucranianas profundicen lo que ya no son ataques sino una contraofensiva dirigida a romper las líneas del frente ruso en el Dombás y recuperar territorios.

En otros términos, lo que está haciendo Ucrania es utilizar la concepción militar heredada de tiempos soviéticos, esto es, avanzar con artillería, como lo hizo Rusia tras la invasión, pero acompañando este avance con capacidades del siglo XXI; básicamente, negando los medios de defensa de Rusia, complicando su logística y aumentando el número de heridos y muertos del enemigo. Además, lo que se denomina "violencia de precisión", esto es, acciones basadas en el conocimiento de la ubicación de medios del enemigo, le ha permitido a Kiev ganancias en el terreno

Claro que ello no hubiera sido posible sin la ayuda de Occidente, principalmente de Estados Unidos, país que suministra más del 60 por ciento del total de la asistencia, y que considera incrementar dicha ayuda con cohetes de mayor alcance.

Más allá de la narrativa heroica y casi victoriosa que Occidente y Ucrania llevan adelante en paralelo con las acciones en el terreno, hay que señalar que tal vez nos encontremos "ad portas" de la fase más peligrosa de la guerra. El especialista John Mearsheimer ha advertido que en Ucrania "se está jugando con fuego", pues ninguna de las partes aceptará ceder.

La advertencia resulta pertinente, pues en Occidente predomina un enfoque relativo con que la voluntad de lucha ucraniana terminará por llevar a una Rusia agotada a pedir un acuerdo. La posición de Kiev, relativa con que cualquier conversación con Rusia solo es posible con las fuerzas rusas fuera de Ucrania, es un reflejo de aquel enfoque de la guerra. Además, la reciente orden presidencial rusa sobre la movilización parcial también refuerza dicho enfoque, pues la misma corrobora que Rusia ha perdido una importante cantidad de efectivos.

Si el propósito de Moscú ha sido desde un principio, o desde que modificó su estrategia en el frente hace unos meses, hacerse fuerte en el Dombás (para ello es necesario contar con más cantidad de efectivos), es posible que, vía referéndums, termine incorporando los territorios a la Federación Rusa, como hizo con Crimea en 2014. Según la experta Dora Massicot, ello implicaría un medio para un fin: si Moscú declara que son territorios de Rusia, podría entonces proclamar unilateralmente un alto del fuego y denunciar los ataques de Ucrania como ataques contra Rusia. Por tanto, las garantías nucleares pasarían a aplicarse a todo el territorio nacional.

Dado que la tendencia de la guerra continuaría, es decir, las fuerzas ucranianas intentarían continuar avanzando, Occidente incrementaría la ayuda (con cohetes de mayor rango de alcance que los cohetes que utiliza actualmente Ucrania), y el mayor número de soldados rusos no supondría eficiencia militar, entonces la guerra se acercaría a las puertas del escenario más violento, temido y desconocido.

Es pertinente recordar que la doctrina nuclear de Rusia, que entró en vigencia en julio de 2020, establece cuatro condiciones bajo las cuales Rusia usaría armas nucleares: a) llegada de datos fiables de lanzamiento de misiles contra Rusia; b) uso de armas de destrucción masiva contra Rusia y/o sus aliados por parte de un adversario; c) ataque de un adversario contra infraestructuras militares o gubernamentales de la FR; d) agresión con armas convencionales contra Rusia, poniendo en peligro la existencia del Estado, Si bien la situación actual de guerra seguramente introduce otras “habilitaciones”, claramente, c y d podrían determinar el recurso atómico por parte de Rusia.

Es posible que en este punto una Europa casi desesperada intente reactivar la diplomacia con el fin de lograr un cese de la violencia. Pero también es posible que "el pacificador ofensivo", que ha demostrado concentrar una notable capacidad de inteligencia estratégica y táctica para asistir a Ucrania, considere que Occidente debe mostrar firmeza y disposición para responder el reto mayor de Rusia, como sucedió en la crisis de los misiles en 1962. 

Entonces, la URSS retiró sus complejos, aunque ambos poderes, Estados Unidos y la URSS, realizaron concesiones. Se podría decir que se trató de un empate estratégico, pero ello acaso fue posible por la existencia de una “cultura estratégica” entre ambos poderes mayores del sistema interestatal. ¿Existe hoy cultura estratégica entre Estados Unidos y Rusia? ¿Existe realmente un equilibrio de terror o una mutua destrucción asegurada? ¿Hay voluntad para que exista un balance nuclear? 

Es difícil saberlo bajo un estado de desorden internacional confrontativo, es decir, bajo predominancia de intereses nacionales primero, multipolarismo, seguridad, capacidades, desconfianzas e incluso guerra. Seguramente, si se llegara a utilizar armas nucleares, tácticas o estratégicas, las relaciones internacionales ingresarían en una larga, silenciosa y tenebrosa noche. 

Etiquetas:

lunes, septiembre 12, 2022

¿Un mundo amenazador o un mundo menos inseguro?

 Por Alberto Hutschenreuter




Siempre ha sido un reto complejo (y hasta riesgoso) adelantar acontecimientos en materia de relaciones internacionales. La principal dificultad es la inexistencia de aquello sobre lo que pretendemos anticipar: el porvenir.

El historicismo consideraba que no sólo podía explicar lo que sucedía, sino también lo que sucedería. Sabemos que ello no es posible: para tomar una situación reciente, en 2020 un patógeno altamente contagioso colocó a la humanidad en un estado de fragilidad nunca experimentado. Si alguna vez otra enfermedad diezma la población al punto que el hombre tenga casi que "reiniciarse", concepciones historicistas como "el fin de la historia" podrían ser vistas casi  como alucinaciones.

Sin embargo, a pesar de la complejidad, sí podemos considerar tendencias, y para ello contamos con los acontecimientos que están teniendo lugar y con aquellos que ocurrieron, es decir, la experiencia, la gran maestra de los tiempos, según las concepciones realistas en la disciplina.

Hay situaciones que ayudan a simplificar los análisis, pues, al establecerse determinados patrones y restricciones por parte de poderes preeminentes que pactan y acatan, los márgenes de situaciones fuera de control y hechos inesperados quedan reducidos. Precisamente, los regímenes internacionales proporcionan relativa estabilidad internacional e intraestatal: bajo un régimen entre estados, difícilmente hubiera tenido lugar una guerra como la de Siria; tampoco se habrían producido desequilibrios geopolíticos que provocaran confrontaciones como la que tiene lugar en Ucrania.

Pero cuando no existe régimen u orden internacional, como sucede desde hace tiempo en el mundo, realizar prognosis se vuelve un desafío de proporciones, pues no se cuenta con lógicas de previsibilidad. Más todavía sí existe, como hoy, un desorden confrontativo mayor, es decir, las relaciones entre los poderes preeminentes se hallan atravesadas por la discordia, la casi-guerra y hasta por la misma guerra, pues si bien en Ucrania confrontan Rusia y Ucrania, sabemos que ese no es el único anillo de choque.

En un contexto disruptivo como el actual, las posibilidades de alcanzar un orden en los próximos años no solo se ven bastante remotas, sino que nos encontramos casi frente a lo que se denomina un "elefante negro", es decir, una situación visible para casi todos, ante la que nadie quiere hacerse cargo aun sabiendo que la misma tendrá consecuencias devastadoras.

El diplomático español Jorge Dezcallar sintetiza con mucha precisión lo que venimos diciendo cuando sostiene que se va afirmando un sistema mundial que acentuará la incertidumbre y la inestabilidad globales: un sistema multipolar que no tiene ninguna de las características de un sistema multilateral. Si este último "se basa en normas y en reglas claras de comportamiento, en la cooperación entre los países, en alianzas, en la existencia de foros potentes donde tratar temas de interés común y de instancias internacionales respetadas por todos para solventar las disputas que puedan surgir, el sistema multipolar no tiene ninguna de estas características. En él, los países compiten entre sí, las normas se discuten, son inexistentes o pierden fuerza coercitiva, se imponen con descaro los intereses nacionales egoístas, prima el proteccionismo, se levantan barreras al comercio e incluso se desencadenan guerras comerciales , no hay foros internacionales para resolver controversias o están muy debilitadas, como le ocurre hoy a la OMC, y, en definitiva, se instaura una especie de ley de la selva donde cada uno va a lo suyo y el pez grande se come al pez chico".

Será difícil, al menos en lo que resta de la década, que el curso de las relaciones internacionales se aparte de esta lógica de fisión geopolítica. Una mirada a los hechos actuales, desde Ucrania a la zona del Índico-Pacífico, pasando por Europa, la energía, el Ártico, Taiwán, China-Estados Unidos, la rivalidad tecnológica, el gasto militar, la desglobalización, la militarización del espacio, las doctrinas estratégicas, etc., no dejan mucho margen de dudas.

Además  la casi inexistencia de escenarios con base en el optimismo significa que la realidad no proporciona datos que permitan trabajar en esa perspectiva.

Sin embargo, hay enfoques que, desde el propio realismo, estiman posible alcanzar un principio de orden o configuración que permitan que las relaciones internacionales se mantengan relativamente estables.

En este sentido, resultan pertinentes las reflexiones del experto alemán Marc Saxer en relación con un eventual curso de las relaciones entre Estados Unidos, China y Rusia hacia cierta convergencia por conveniencia, particularmente del segundo. 

Para el especialista, el propósito estadounidense es desangrar a Rusia, derrocar a Putin y advertir a China que mantenga sus manos fuera de Taiwán. China nunca se mostró demasiada interesada en la ofensiva rusa sobre Ucrania, pues su enfoque e interés es centralmente económico o, mejor dicho, de serenidad económica. Es decir, en Pekín hay desacuerdo sobre si realmente es conveniente para el país “desaparecer” tras una nueva Cortina de Hierro junto a una paria y debilitada Rusia. Ello no beneficiaría mucho a China. 

“En cambio, acaso sería mejor examinar juntos cómo podría ser un orden multilateral basado en reglas, uno que proporcionaría un marco dentro del cual los intereses centrales y las preocupaciones de seguridad de todas las potencias pudieran negociarse y reconciliarse pacíficamente. Quienes piensan que esto no es realista deberían recordar la última parte de la Guerra Fría: entonces, también tuvo éxito la cooperación entre rivales sistémicos dentro del marco de reglas básicas acordadas”. 

Las consideraciones no dejan de ser interesantes, aunque no parece que hoy sea de interés de los tres, particularmente de Estados Unidos y Rusia, tomar ese camino. Aunque ya no puede regir unilateralmente el mundo, Washington mantiene una política exterior activa frente a sus dos rivales; Rusia no puede ser derrotada en Ucrania, pues ello implicaría no solamente el posible fin de Putin, sino el descenso estratégico de Rusia, y China se encuentra en ascenso estratégico, incluso en lo que siempre ha sido una dificultad: proyectar poder e influencia suave. Además, en la última parte de la Guerra Fría, China no era la que es hoy y la entonces URSS ya no estaba en condiciones de competir. 

Se trata de dos tendencias bastante opuestas, pero no parece que otras finalmente se impongan por encima de estas dos. Una tercera que implique una mixtura entre ambas difícilmente vaya a perdurar y aportaría (mientras) poca seguridad; y una cuarta basada en una afirmación del modelo institucional, ya sea “onusiano” o europeo, es prácticamente inviable, menos aun con la crisis y guerra en Ucrania, donde el activo mayor de una potencia institucional o normativa, su diplomacia, nunca estuvo a la altura de los hechos. 

En breve, así vamos transitando la tercera década del siglo XXI, sin régimen internacional, con seis impactos desestabilizantes (11-S, crisis financiera de 2008, Ucrania-Crimea 2013-2014, pandemia global, guerra interestatal y rivalidad mundial entre patriotas y globalistas). Claramente, más que nunca es necesario un gran acuerdo interestatal que sea el umbral de una configuración